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Los petroestados sacan a pasear la chequera militar: ¿quién podrá resistirse? ¿Y a qué precio?
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Un viejo dilema más urgente que nunca

Los petroestados sacan a pasear la chequera militar: ¿quién podrá resistirse? ¿Y a qué precio?

El Reino de Arabia Saudí mostraba interés en comprar una cantidad ingente de aviones de combate franceses Rafale. Un síntoma del alejamiento con Estados Unidos y sus F-35

Foto: Caza Rafale en el Air Show de París 2023. (EFE/Christophe Petit Tesson)
Caza Rafale en el Air Show de París 2023. (EFE/Christophe Petit Tesson)

El pasado mes de agosto, un titular estremecía los pilares de la industria de defensa aeronáutica. El Reino de Arabia Saudí mostraba interés en comprar una cantidad ingente de aviones de combate franceses Rafale (se habla de entre 100 y 200 aparatos) en la que podría ser una de las operaciones internacionales más importantes del siglo XXI. La decisión saudita venía después de quedar bloqueado el F-35 estadounidense, pero también del caza europeo Eurofighter —que produce un consorcio en el que participa España— tras la aparente negativa de Alemania a exportarlo a Riad. De confirmarse, este contrato supondría un espaldarazo comercial definitivo para el modelo francés, que acumula una racha de éxitos que dejan atrás al Eurofighter.

El trasfondo de este debate supera las líneas de lo comercial y pone de nuevo en la mesa un viejo dilema. Cómo los reparos políticos a la hora de exportar armamento a gobiernos no democráticos en Oriente Medio supone para algunas industrias de defensa europeas y estadounidenses una contradicción permanente; enormes contratos que estos gobiernos no democráticos utilizan precisamente como llave diplomática para tener línea directa con los centros de poder de Occidente.

Las informaciones que apuntaban a una posible venta de Rafale a las Fuerzas Armadas saudíes comenzaron a aparecer desde el pasado diciembre de 2022 en la propia prensa francesa, que ya entonces apuntaba a la adquisición de un centenar de ejemplares con la posibilidad de duplicar esa cifra. Una de las razones del interés saudí es que al menos tres fuerzas aéreas de la región (Egipto, Qatar y Emiratos Árabes Unidos) habían encargado el avión de combate francés. Esos tres contratos previos sumaban 170 unidades. El éxito comercial era a ojos saudíes un marchamo de calidad, con el agregado de abrir la posibilidad a una mayor interoperabilidad con fuerzas aéreas aliadas, como es el caso de Arabia Saudita con Egipto y Emiratos Árabes Unidos. Pero este interés no surgió de la nada.

Meses antes de que la noticia saltara en los medios, las relaciones entre Arabia Saudita y Estados Unidos habían entrado en una fase complicada tras décadas de complicidad y complacencia. El senador Richard Blumenthal y el congresista Ro Khanna, ambos del Partido Demócrata, habían presentado el 11 de octubre de 2022 una iniciativa legislativa para congelar la exportación de armas al reino saudí como respuesta a la decisión de Riad de alinearse con Rusia en el seno de la Organización de los Países Productores de Petróleo (OPEC) a favor de un recorte de la producción de petróleo. Para Putin, inmerso en su renqueante invasión de Ucrania, la subida de los precios del crudo es vital para generar más divisas que alimenten la guerra y poner presión económica sobre los países occidentales, volcados en apoyar a Ucrania.

Jugar tu propia partida geopolítica

La relación de Estados Unidos con las ricas petromonarquías de Oriente Medio ha sufrido dos grandes sacudidas en lo que llevemos de siglo. La primera la provocó el acuerdo nuclear con Irán impulsado por Barack Obama para intentar cerrar la etapa histórica iniciada por los atentados terroristas del 11-S. Estados Unidos, en su momento unipolar de "hiperpotencia", centró durante años su atención geoestratégica en el Gran Oriente Medio. Pero, tras la eliminación física de Osama bin Laden y con las tropas estadounidenses en Irak de salida, Obama anunció en 2011 que giraría el foco de su política exterior hacia Asia, con la evidente intención de contener el ascenso de China.

El "pivote a Asia" de Obama se vio truncado en 2014 por el resurgir de la insurgencia yihadista en Irak bajo la forma del Estado Islámico y la primera ofensiva rusa en el oriente de Ucrania, pero generó inquietud en las cancillerías aliadas de Estados Unidos en la región. Dudaban de la honestidad de Irán a la hora de cumplir el compromiso firmado de limitar el desarrollo de su programa nuclear y sentían que Washington los abandonaba a su suerte. Las petromonarquías asumieron que tenían que resolver solas sus propios problemas. Más allá de los Acuerdos de Abraham con Israel, los países de la región asumieron una agenda geopolítica más proactiva que llevó a la intervención militar de una coalición árabe en Yemen y a otras más discretas, como las emprendidas en solitario por Emiratos Árabes Unidos en Libia, el Sahel y el Cuerno de África.

Foto: El presidente ruso Vladímir Putin durante una visita a Arabia Saudí junto al rey Salman bin Abdulaziz en 2019. (EFE/Alexey Nikolsky)

La segunda gran sacudida la provocó la invasión a gran escala de Ucrania en 2022. La agresión rusa generó una ola de solidaridad occidental con el país víctima y una firme convicción de apoyar a Ucrania. Recientemente, el general alemán Christian Freuding mencionaba nada menos que el año 2032 como el "horizonte de tiempo" en el que su país tenía previsto apoyar a Ucrania. Pero el enorme emocional que ha generado la primera guerra convencional de alta intensidad vivida en Europa desde la Segunda Guerra Mundial se atenúa con la distancia.

En un mundo que se percibe crecientemente multipolar no ha habido consenso para convertir a Putin en un paria global. De hecho, el conflicto en Ucrania se ha convertido para algunos en una oportunidad. Los millonarios rusos desembarcaron en Dubái para seguir operando sus negocios globales y huir de las medidas excepcionales que pudiera tomar el Kremlin, mientras Emiratos Árabes Unidos se convertía en puerta trasera de las importaciones rusas y destino del oro africano explotado por empresas cercanas al Grupo Wagner. De pronto, Estados Unidos ve cómo los viejos aliados de Oriente Medio juegan su propia partida geopolítica.

Tecnología prohibida

Un escollo más hay en el camino de las exportaciones de la industria de defensa estadounidense hacia las petromonarquías de Oriente Medio y es el que tiene que ver con la tecnología. La flota de aviones de combate de Arabia Saudita está compuesta por una combinación de aviones estadounidenses F-15 y aviones europeos Tornado y Eurofighter (estos dos últimos construidos por sendos consorcios multinacionales). La flota de aviones de combate de Emiratos Árabes Unidos es también una mezcla de F-16 estadounidenses y los franceses Mirage 2000. Pero se tratan todos de aparatos de cuarta generación, superados por la nueva hornada que lidera el estadounidense Lockheed Martin F-35, convertido por la fuerza de los hechos en el nuevo caza europeo y exportado a Israel, Australia, Singapur, Corea del Sur y Japón (y deseado en España).

Con la excepción de la neutral Suiza, todos los países que han sido autorizados a comprar el F-35 son miembros de la OTAN o tienen una alianza militar estrecha con Estados Unidos. Una condición que reunían antes de la guerra de Ucrania tanto Arabia Saudita como Emiratos Árabes Unidos. Pero en la política estadounidense para Oriente Medio hay una regla que ha sido expresada abierta y claramente a través de la pertinente legislación, varias veces revisada.

Foto: Un caza F-16 en Alemania. (Getty/Morris MacMatzen)

Las peticiones de exportación de armamento a Oriente Medio han de ser revisadas para evaluar cómo podrían afectar a la relación de fuerzas entre Israel y los países árabes, de tal forma que el primero mantenga una "ventaja militar cualitativa". La Fuerza Aérea y del Espacio de Israel cuenta con una variante propia del F-35 y la exportación del modelo ha quedado vetada a Arabia Saudita. Mientras, la exportación a Emiratos Árabes Unidos fue sometida a tales condiciones que el potencial cliente perdió el interés. Esto abrió una ventana de oportunidad para Europa, que todavía no tiene caza propio de quinta generación, pero sí modelos de avión de combate de cuarta generación mejorada.

Batalla (comercial) de cazas

A priori, el candidato mejor posicionado para dar el relevo a los aviones de combate de la fuerza aérea saudí era el Eurofighter, construido por un consorcio formado por Reino Unido, Alemania, Italia y España. El aparato se ofrece ahora en su cuarta evolución, del que España ya ha encargado 45 ejemplares (programas Halcón I y Halcón II). El acuerdo era que las tareas de comercialización se repartían entre los socios. Arabia Saudita, al que Reino Unido ya le había vendido el Tornado, era terreno para la diplomacia militar británica.

Esta logró colocar 72 cazas Eurofighter a Arabia Saudita. Así que resultaba razonable vender la versión más avanzada del mismo modelo. Pero, en julio de 2022, el Gobierno de coalición alemán vetó la exportación del avión durante esta legislatura y mientras la guerra de Yemen con participación saudí siguiera en marcha. El cerrojazo alemán abrió entonces la puerta a Francia, cuyo ministro de Defensa llegó a comienzos de este mes a Riad y se reunió con su homólogo saudí el día 7 de septiembre.

Foto: No era una explosión: las impactantes imágenes en Washington de cómo cazas F-16 rompen la barrera del sonido (YouTube)

La actual competición comercial entre Eurofighter y Rafale no es nueva, pero durante años a Francia le costó encontrar clientes para poder amortizar el costoso desarrollo de un avión en solitario. El avión francés era algo así como un patito feo comercial. Sin embargo, la mala racha se rompió hace unos años al encontrar clientes en lugares insospechados, como Croacia o Indonesia. Pero, sobre todo, el Rafale pasó a ser un superventas gracias a los tres grandes contratos en Oriente Medio que han servido de precedente al interés saudí y cuyo contexto nos cuenta el otro lado de la venta de armamentos en la región.

Los primeros Rafale fueron entregados a Egipto en julio de 2015. El contrato firmado en febrero de aquel año imponía una corta ventana de tiempo para la entrega de aparatos. Pero se trató de uno de los argumentos de venta franceses. El fabricante era capaz de entregarlos tan rápidamente porque los aparatos saldrían de un pedido destinado a la fuerza aérea francesa, que se pondría nuevamente a la cola para recibir nuevos aparatos.

Foto: Aviones Rafale de la fuerza aérea egipcia. (Dassault)

Egipto había sido después de los Acuerdos de Camp David de 1979 uno de los principales receptores de ayuda militar estadounidense. Pero el golpe de Estado de 2013 cortó el paréntesis democrático creado por la Primavera Árabe y llevó a Estados Unidos a replantear sus exportaciones militares al país norteafricano. Ahí entró en juego la diplomacia francesa, que aprovechó que Egipto buscaba diversificar sus proveedores y reducir la dependencia de Estados Unidos.

Armas para abrir puertas

El siguiente contrato en Oriente Medio también surgió de una crisis diplomática. Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos entraron en conflicto según pasaron años de la Primavera Árabe con el emirato de Qatar, convertido en un verso libre dentro de las petromonarquías árabes y ejerciendo de aliado del Gobierno islamista de Recep Tayyip Erdoğan en Turquía. La respuesta catarí fueron tres contratos multimillonarios de compra de F-15 en Estados Unidos y de Rafale y Eurofighter en Europa.

No se trataba de que el pequeño pero rico emirato se preparase para la guerra con sus vecinos. Las compras, de hecho, no tenían sentido desde el punto de vista militar, ya que los tres aparatos se solapaban en roles y capacidades. La fuerza aérea catarí iba a necesitar tres programas de formación y tres líneas de repuestos en lo que era un loco despilfarro. Hubiera tenido más sentido comprar el mismo número total, pero de un único modelo para generar economías de escala. Pero los tres contratos fueron suficientemente importantes para que la diplomacia catarí tuviera las puertas abiertas de los gobiernos occidentales beneficiados.

El tercer contrato de venta del avión Rafale en Oriente Medio, firmado en diciembre de 2021, fue el más generoso. Se pidieron 80 aparatos de la variante F4 que convertirán a la fuerza aérea de Emiratos Árabes Unidos en el segundo operador global del modelo. La adquisición fue la respuesta emiratí a las dificultades encontradas para hacerse con el F-35. El viaje del presidente Emmanuel Macron para asistir a la ceremonia de firma del contrato reflejó no solo la importancia que tuvo para Francia el contrato, sino que fue una forma de Emiratos Árabes Unidos de mandar el mensaje a la Casa Blanca de que habían encontrado un nuevo amigo. De materializarse la venta de aviones Rafale a Arabia Saudita (se habla de una versión F5 que se denominaría Super Rafale), se estrecharía una alianza estratégica que le permitiría a la monarquía árabe jugar mejor sus cartas ante sus valedores tradicionales, Estados Unidos y Reino Unido.

Foto: Un Saab Gripen de la Fuerza Aérea sueca. (Saab)

Mientras tanto, estamos ante otra gran oportunidad perdida por el consorcio Eurofighter que nos debería llevar a anticipar el siguiente dilema moral a enfrentar en la exportación de armamento. El desarrollo de la sexta generación de aviones de combate se anticipa tan cara que aventuras industriales en solitario como la de Francia y su Rafale se presentan irrepetibles.

Así que países que tenían proyectos individuales, como Reino Unido y Japón, han terminado convergiendo. Mientras tanto, tenemos a unas petromonarquías que ya no quieren ser simples compradoras de productos terminados, sino convertirse en socios tecnológicos. Arabia Saudita toca en la puerta del proyecto británico y japonés, al que también se ha asociado Italia. Así que el dilema ya no será si estar dispuestos a aceptar el dinero de Oriente Medio para asegurar el éxito comercial de productos de la industria de defensa y mantener puestos de trabajo. El siguiente dilema será si aceptar su entrada como socios para asegurar la viabilidad de los proyectos.

El pasado mes de agosto, un titular estremecía los pilares de la industria de defensa aeronáutica. El Reino de Arabia Saudí mostraba interés en comprar una cantidad ingente de aviones de combate franceses Rafale (se habla de entre 100 y 200 aparatos) en la que podría ser una de las operaciones internacionales más importantes del siglo XXI. La decisión saudita venía después de quedar bloqueado el F-35 estadounidense, pero también del caza europeo Eurofighter —que produce un consorcio en el que participa España— tras la aparente negativa de Alemania a exportarlo a Riad. De confirmarse, este contrato supondría un espaldarazo comercial definitivo para el modelo francés, que acumula una racha de éxitos que dejan atrás al Eurofighter.

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