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La alianza geopolítica entre Arabia Saudí y Rusia que debería preocupar
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EL PETRÓLEO, POR ENCIMA DE LOS 90 DÓLARES

La alianza geopolítica entre Arabia Saudí y Rusia que debería preocupar

Moscú y Riad tienen relaciones cada vez más estrechas. Y no solo en el mercado del petróleo. Los dos mayores productores del mundo han llevado el crudo por encima de los 90 dólares. China, al fondo

Foto: El presidente ruso Vladímir Putin durante una visita a Arabia Saudí junto al rey Salman bin Abdulaziz en 2019. (EFE/Alexey Nikolsky)
El presidente ruso Vladímir Putin durante una visita a Arabia Saudí junto al rey Salman bin Abdulaziz en 2019. (EFE/Alexey Nikolsky)
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Janet Yellen, la secretaria del Tesoro de EEUU, popularizó el término friend-shoring, algo así como alianza o apuntalamiento mutuo entre amigos en el plano económico, para referirse a los acuerdos entre países para poder asegurarse el aprovisionamiento en las cadenas de suministros. Y aunque Yellen no fue la primera que utilizó la expresión, lo cierto es que fue la economista norteamericana quien lo planteó con toda crudeza hace poco más de un año durante una visita al parque científico de LG, en Seúl, donde advirtió de que había comenzado un nuevo tiempo en el comercio mundial.

No es que EEUU anunciara una retirada, sino que advirtió de que lo que venía era una fragmentación de la globalización y que, por lo tanto, había que estar atentos a la formación de nuevos bloques económicos. O lo que es lo mismo, adelantó que la alianza entre países para asegurarse un beneficio mutuo no había hecho más que comenzar. El comercio mundial seguirá creciendo —no hay datos concluyentes sobre la desglobalización—, pero de otra manera.

El llamamiento a la ampliación de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) es el caso más reciente y sintomático, junto a la propuesta lanzada por Washington para crear un Marco Económico Indo-Pacífico al que se han sumado sus aliados en la zona, como Australia, Brunéi, Filipinas, Indonesia o Japón, para poder asegurarse el buen funcionamiento de la cadena global de suministros. Pero hay más movimientos de indudable relevancia para el comercio mundial.

En este caso, para el mercado de los combustibles fósiles, y no es otro que el acercamiento entre Rusia y Arabia Saudí, a quienes unen más cosas de lo que parece. Tanto desde el punto de vista táctico —mantener elevado el precio del petróleo, al fin y al cabo, son los principales productores del planeta y la mayor parte de sus ingresos procede de la energía— como estratégico, en la medida en que están dispuestos a jugar al alimón un papel relevante en el tablero geopolítico. El ejemplo más palpable es la OPEP+, donde la alianza se ha ido estrechando con el tiempo.

Una cuestión geopolítica

Esta nueva realidad tiene una primera consecuencia: la inestabilidad en los precios, y el mejor ejemplo son los bruscos movimientos que se producen en las materias primas energéticas, sometidas a un vaivén que necesariamente hay que vincular a cuestiones geopolíticas. El petróleo, pese a la desaceleración de la actividad económica global —el PIB mundial apenas crecerá un 3% este año, según el FMI, por debajo de su tendencia histórica—, ha vuelto a situarse por encima de los 90 dólares por primera vez desde noviembre del año pasado. Precisamente, por el recorte de producción decidido por Moscú y Riad.

Foto: José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica. (EFE/Javier Lizón)

¿El resultado? Ante las incertidumbres, los operadores tienden a aumentar sus provisiones y eso, lógicamente, hace subir los precios y, por ende, incrementa los costes de aseguramiento. Esto es especialmente relevante en el mercado del petróleo, a la vista de que la capacidad de refino en EEUU y Europa ha disminuido en los últimos años y ningún Gobierno europeo quiere invertir en plantas muy contaminantes, algo que sí hacen los países del Golfo, lo que en última instancia hace a los países ricos consumidores más dependientes de la geopolítica. Algo parecido sucede con las plantas regasificadoras, insuficientes para atender la demanda.

La prueba es que la Unión Europea continúa importando enormes volúmenes de gas natural licuado de Rusia, pese a que tiene como objetivo dejar de depender de los combustibles fósiles rusos, aunque se haya fijado 2027 como objetivo. Entre otras razones, porque debe sustituir lo que antes llegaba por gasoductos por el transporte en buques metaneros, lo que encarece las operaciones de aprovisionamiento.

En los primeros siete meses de este año, Bélgica y España han sido el segundo y tercer mayor comprador de GNL ruso detrás de China, según un análisis de datos de la industria realizado por Global Witness, una organización no gubernamental. Es verdad que los almacenes de gas europeos están llenos en más de un 90% meses antes de la llegada del invierno, pero todavía existe tensión contenida en los mercados, y eso afecta al precio. El gas natural, en todo caso, se mueve hoy todavía en niveles similares a antes de la invasión de Ucrania: unos 35 euros, la décima parte de los momentos con mayor tensión.

Los almacenes de gas europeos están llenos en más de un 90% meses antes de la llegada del invierno, pero existe tensión en los mercados

La alianza entre rusos y saudíes es también táctica, porque en noviembre hay elecciones en EEUU y el presidente Biden está sufriendo una fuerte presión de la opinión pública por el incremento de la gasolina, lo que en última instancia reduce su capacidad de presión ante Riad, donde el príncipe heredero es un viejo enemigo de Biden desde que el presidente lo acusó de estar detrás del asesinato del periodista Khashoggi. Riad, de hecho, se ha negado en repetidas ocasiones a incrementar la producción de crudo, como ha reclamado Washington.

Producción de crudo

Trump, de hecho, está explotando esta circunstancia y lo que ofrece a los estadounidenses es una nueva política respecto de la crisis ucraniana, algo que espera con ansiedad Moscú, para rebajar las tensiones y reducir el precio del petróleo, lo que en el fondo no le preocupa a Arabia Saudí si en paralelo aumenta la producción de crudo, que se ha reducido en más de un millón de barriles diarios desde el verano. Vende menos, pero más caro.

Trump, hay que recordar, hizo a Riad su primera visita oficial al extranjero en 2017, inmediatamente antes de descartar el acuerdo nuclear con Irán, lo que de alguna manera da esperanzas al régimen saudí de que pueda repetir en la Casa Blanca. Se trata de una teocracia cada vez más activa en política exterior —ha mejorado sus relaciones con China— gracias a sus petrodólares, lo que le ha animado, incluso, a entrar en empresas estratégicas para los gobiernos, algo impensable no hace mucho tiempo.

Foto: Kim Jong-un y Putin, en una imagen de archivo. (EFE/Serg)

Desde el punto de vista estratégico, lo que refleja la alianza ruso-saudí es un nuevo teatro de operaciones al que querrán subirse otros gobiernos. A Putin o al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, que es el hombre fuerte del régimen, lo último que les preocupa es la democracia liberal, que es, precisamente, lo que les critica la opinión pública occidental. Su caso es puro pragmatismo, nada de ideología.

Una señal ha sido la reciente incorporación de los saudíes como socios de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), encabezada por China y Rusia. Creada en 2001, en el club, que nació para cuestiones de cooperación política y de seguridad, están India y Pakistán, además de cuatro Estados de Asia Central (Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán), anteriormente integrados en la URSS.

Se trata de una alianza al menos preocupante, habida cuenta de que los futuros choques energéticos vendrán del gas y del petróleo

Su acercamiento, de hecho, forma parte del despliegue que ha hecho Moscú (incluida Corea del Norte, para que le venda armamento) de su potente servicio diplomático desde la invasión de Ucrania, muy engrasado desde los tiempos de la URSS. Y lo mismo ha hecho Riad tras normalizar sus relaciones en marzo de este año con Irán, su archienemigo regional.

Se trata, por lo tanto, de una alianza al menos preocupante, habida cuenta de que si bien la producción de renovables está aumentando, los futuros choques energéticos seguirán viniendo del gas y del petróleo y, en menor medida, del carbón. Como sostiene un reciente análisis del IEEE (Instituto Español de Estudios Estratégicos), dependiente del Ministerio de Defensa, estas son materias primas globales que responden a desarrollos económicos y políticos globales, mientras que el consumo de energías renovables, nuclear e hidráulica, por el contrario, está más aislado. Es decir, depende de las políticas nacionales. Lo que sucede es que hasta que no finalice la transición ecológica los países productores tienen la sartén por el mango. Y se llaman, al menos en este aspecto, Rusia y Arabia Saudí.

Janet Yellen, la secretaria del Tesoro de EEUU, popularizó el término friend-shoring, algo así como alianza o apuntalamiento mutuo entre amigos en el plano económico, para referirse a los acuerdos entre países para poder asegurarse el aprovisionamiento en las cadenas de suministros. Y aunque Yellen no fue la primera que utilizó la expresión, lo cierto es que fue la economista norteamericana quien lo planteó con toda crudeza hace poco más de un año durante una visita al parque científico de LG, en Seúl, donde advirtió de que había comenzado un nuevo tiempo en el comercio mundial.

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