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¿El peor enemigo de la China de Xi Jinping? Está en el Vaticano
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"Bendiciones de unidad y de paz"

¿El peor enemigo de la China de Xi Jinping? Está en el Vaticano

Este lunes, Francisco ha concluido un viaje histórico a Mongolia. La clave está en que el país está en la órbita de China, con quien el Vaticano tiene su propio contencioso

Foto: El papa Francisco, en su vuelo tras su visita a Mongolia. (Reuters/Ciro Fusco)
El papa Francisco, en su vuelo tras su visita a Mongolia. (Reuters/Ciro Fusco)

Nada más comenzar a sobrevolar territorio chino en su avión rumbo a Mongolia, el papa Francisco envió un telegrama al presidente Xi, en donde, además de asegurarle oraciones "por el bienestar de la Nación", pidió para todo el pueblo de China "bendiciones de unidad y de paz".

Unas horas después, un funcionario del Ministerio de Exteriores chino respondió al gesto amistoso del Pontífice señalando que su país "está dispuesto a seguir trabajando con el Vaticano para entablar un diálogo constructivo, reforzar la comprensión y la confianza mutua y promoverá un proceso de mejora de las relaciones bilaterales". A esas alturas, ambas partes sabían que esa respuesta era solo un formulismo y que el Gobierno había prohibido a los católicos chinos cruzar la frontera para asistir a la misa que el papa Bergoglio celebró el pasado domingo en Ulán Bator, ante los apenas 1.500 católicos que hay en Mongolia, la comunidad nacional más pequeña de toda la Iglesia.

Precisamente lo exiguo del catolicismo mongol (solo tiene nueve parroquias en uno de los países más grandes del mundo) planteó dudas a no pocos sobre la trascendencia de este último viaje papal, el primero, además, que emprende un pontífice a la avanzada edad de 86 años, con casi 10 horas de viaje de por medio y dos meses y medio después de una intervención intestinal de urgencia que encendió las alarmas en el Vaticano. La visita, sin embargo, tiene mucha más trascendencia, y no solo porque estas "periferias existenciales" son el destino preferido de este Papa, sino porque apuntala las coordenadas geopolíticas de una Iglesia que no renuncia a ser global, aunque le den con la puerta en las narices.

Invitado por el presidente de Mongolia, país donde la semilla del catolicismo volvió a prender hace poco más de tres décadas tras el dominio de la URSS y de haber formado parte hasta el siglo pasado de China, desde Ulán Bator, Francisco, solo con su presencia, envió varios mensajes tanto a la Rusia actual como a la China todavía comunista sobre el papel: la única institución que pervive, y con la misma misión que llevaron en los siglos XVI y XVII los misioneros católicos (fundamentalmente jesuitas, como Bergoglio), es la que él representa. Las otras son ceniza e historia. Por eso ninguno de los dos líderes, Vladímir Putin y Xi Jinping, han invitado a Francisco a visitar sus países.

En la Rusia poscomunista, Putin abraza la fe ortodoxa porque, tras el denodado empeño durante décadas del Soviet Supremo por erradicar del alma rusa sus creencias, fue caer el telón de acero y volver a levantarse iglesias y mezquitas donde la única religión permitida era el comunismo. Pero lo hace promoviendo groseramente una mezcla entre nación y religión —que le ha servido incluso para justificar su invasión de Ucrania— de la que abomina el líder de la Iglesia católica.

Y China, que llegó a la revolución comunista con Mao en la década de los cincuenta, ha visto desmoronarse ante sus narices todo el bloque soviético y su parafernalia atea y antirreligiosa, e intenta levantar otra gran muralla invisible, esta con persecuciones, prohibiciones y controles, contra las creencias de sus ciudadanos y contra el catolicismo en particular.

Foto: El papa Francisco reza en el Santuario de Nuestra Señora de Fátima. (EFE/Antonio Cotrim)

Xi, más intransigente que algunos predecesores con la religión, asiste con preocupación al renacimiento religioso en países que han estado bajo su órbita de influencia, como la propia Mongolia o Kazajistán, país que visitó el año pasado Francisco para asistir a una cumbre de líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales. De hecho, en un viaje a la capital kazaja en lo que era su primera salida de China tras la pandemia, Xi evitó en aquellos mismos días acordar un breve encuentro con Francisco, que fue el invitado de honor de aquella cumbre interreligiosa.

"La Iglesia no tiene agenda política"

"Los gobiernos no tienen nada que temer de la labor de evangelización de la Iglesia porque esta no tiene una agenda política". No citó a China en ningún momento, pero todos pensaron en el gigante asiático cuando Francisco pronunció estas palabras el pasado sábado, en un encuentro con el pequeño rebaño católico en Mongolia, reunidos en la catedral de los santos Pedro y Pablo, que imita un ger, la vivienda tradicional de los nómadas mongoles.

"Los gobiernos no tienen nada que temer de la labor de evangelización de la Iglesia"

Al día siguiente, antes de la misa a la que Pekín prohibió ir a sus ciudadanos católicos y a sus obispos, reivindicó el poder de las religiones para promover la paz y resolver conflictos. "Las tradiciones religiosas, con toda su distinción y diversidad, tienen un potencial impresionante de beneficiar a la sociedad en su conjunto", les dijo.

"Si los líderes de los países fueran a escoger el camino del diálogo con otros podrían hacer un aporte decisivo al fin de los conflictos que siguen afligiendo a tantas personas en el mundo". Escuchándole, en un encuentro ecuménico e interreligioso, estaban representantes del budismo, chamanismo, islam, judaísmo, hinduismo, de la Iglesia ortodoxa rusa, de los mormones y de la comunidad baha'i. Las principales confesiones, reunidas a las puertas de la Gran Muralla, para escuchar al líder religioso más influyente del planeta. Y China, que logró desembarazarse del Dalai Lama en el Tíbet, mira ahora con reojo al Papa de Roma, que en su día se libró por los pelos de las terribles incursiones mongolas.

"Podrían hacer un aporte decisivo al fin de los conflictos que siguen afligiendo a tantas personas en el mundo"

Puertas adentro de esa muralla, el control religioso por parte de las autoridades chinas es tan férreo como el de quienes querían salir a ver y escuchar al Papa a Ulán Bator. Lo consiguieron solo un puñado de católicos chinos, a pesar de todo, que llegaron en tren como turistas para evitar registrarse en los aviones. Se juegan el pellejo. En realidad, la comunidad católica china (unos diez millones, de los 1.500 millones de habitantes) se la juega a diario en un país que rompió relaciones con el Vaticano en 1951 y que denuesta a quienes se confiesen creyentes, y más a los de una religión extranjera. De hecho, los miembros del Partido Comunista Chino tienen prohibida la práctica y creencia religiosa.

Foto: El papa Francisco reza el Ángelus. (EFE/Riccardo Antimiani)

Por eso no extraña que, oficialmente, China, sea la nación menos religiosa del mundo, donde tan solo uno de cada 10 adultos se identifica con una creencia y también con el mayor número de personas (unos 1.000 millones) que aseguran no tener una afiliación religiosa formal, según el Pew Research Centre. "Sin embargo —puntualiza en una reciente comunicación este prestigioso centro—, la religión todavía impregna la vida cotidiana de muchos chinos que no afirman tener una religión. Entre la población total, las minorías dicen creer en figuras religiosas y fuerzas sobrenaturales. Pero la mayoría de los chinos practican prácticas basadas en la creencia en fuerzas y espíritus invisibles. En otras palabras, los chinos son más religiosos en sus prácticas que en sus identidades o creencias".

'Sinización' de las religiones

Pero es una práctica religiosa que no molesta al régimen, porque salvo en el caso de los musulmanes (muy controlados y en algunas zonas, como en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, con acusaciones de crímenes contra la humanidad y genocidio de esa minoría) o los cristianos, la viven de puertas para adentro o en público cuando visitan y hacen ofrendas a sus antepasados. Quemar incienso, consultar con maestros de fengshui sobre la apertura de negocios o los rituales adecuados para actos de trascendencia para la vida de los chinos es algo que no se considera subversivo.

Foto: El papa Francisco (c) oficia la misa de Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro del Vaticano. (EFE/Fabio Frustaci)

"Según las mediciones comunes de las encuestas sobre religión formal, China no es un país muy religioso. De hecho, según la ideología del gobernante Partido Comunista Chino, China es una nación atea. Y, sin embargo, basándose en comportamientos comunes, China es un país en el que la religión, entendida en sentido amplio, sigue desempeñando un papel importante en la vida de una gran parte de la población", destaca el Pew.

Otra cosa es lo que sucede con las religiones formalmente reconocidas por el Gobierno (budismo, catolicismo, islam, protestantismo y taoísmo), cuyos lugares de culto vigila estrechamente, supervisa sus nombramientos y financiación, y a las que prohíbe hacer proselitismo o la educación religiosa organizada para niños. Sobre ellas, Xinping ha emprendido una política de sinización para tenerlas sujetas por el ronzal de las normas del Partido y ajenas a cualquier implicación directa de sus matrices extranjeras. Caso significativo es el de la católica, que llevó al régimen a crear una Iglesia propia para tenerla controlada: la Asociación Patriótica Católica, donde los obispos eran nombrados por el Gobierno y no se reconocía a la que era fiel a Roma y al Papa, que se convirtió en una Iglesia perseguida y martirizada, con sus obispos encarcelados durante décadas.

Foto: Emmanuel Macron, Xi Jinping y Ursula von der Leyen, en Pekín, el 6 e abril. Ludovic Marin / REUTERS

Tras reiterados intentos de la diplomacia vaticana por mejorar las relaciones, todo pareció encauzarse hace solo cinco años, cuando saltó la sorpresa —en medio de críticas de los propios católicos que habían permanecido fieles a la Santa Sede— y Francisco firmó el Acuerdo Provisional sobre el Nombramiento de Obispos, del 22 de septiembre de 2018, por el que el Vaticano y Pekín acordaban nombrar los obispos de forma consensuada.

Renovado desde entonces en dos ocasiones, fue violado por China en noviembre pasado, al nombrar unilateralmente a un obispo (en 2014 ordenado en secreto por Francisco, como se hacía en la Iglesia clandestina) para una diócesis no reconocida por Roma y supeditarlo jerárquicamente a otro que antaño había sido nombrado por el Partido Comunista. De esta manera, un obispo (y sus fieles) en comunión con Roma se convertía al catolicismo promovido y controlado directamente por el Partido. No sería el último desplante: en abril, China nombró también por las bravas al obispo de Shanghái y Roma lo acabó reconociendo tres meses después "en vista del mayor bien de la diócesis".

Pero a pesar de la irritación que estos hechos han causado en el Vaticano (y en los católicos afines a la Iglesia perseguida, que no entienden tanta condescendencia con las autoridades comunistas), Francisco sigue tendiendo la mano. Literalmente.

Foto: El papa Francisco. (EFE/Claudio Peri)

El domingo, al acabar la misa celebrada en el palacio de deportes de la capital mongola, y en la que estaban presentes delegaciones de otros países vecinos, hizo acercarse a los dos arzobispos de Hong Kong, y cogiéndolos de la mano, pidió un micrófono y dijo, sin soltarlos ni un instante: "Estos dos hermanos obispos, el emérito de Hong Kong y el actual obispo de Hong Kong… Quisiera aprovechar su presencia para enviar un caluroso saludo al noble pueblo chino. A todos le deseo lo mejor, y que vaya siempre adelante, ¡que progrese siempre! Y a los católicos chinos les pido que sean buenos cristianos y buenos ciudadanos. A todos. Gracias".

En el vuelo de regreso de Mongolia, durante la tradicional (con este Papa) rueda de prensa en las alturas, Francisco volvió a referirse a la cuestión china: "Creo que debemos avanzar en el aspecto religioso para entendernos mejor y que los ciudadanos chinos no piensen que la Iglesia no acepta su cultura y sus valores y que la Iglesia depende de otra potencia extranjera". Realmente, más que los ciudadanos, ajenos a estas cuitas, quienes sí lo creen así son las autoridades chinas, con Jinping a la cabeza. Un potencia de un Estado diminuto que sigue reconociendo a Taiwán (inaceptable para China) y a la que no se puede minusvalorar por que no tenga tanques ni aviones y su jefe de Estado viaje en uno prestado. Error en el que en su día cayó un tal Stalin.

Nada más comenzar a sobrevolar territorio chino en su avión rumbo a Mongolia, el papa Francisco envió un telegrama al presidente Xi, en donde, además de asegurarle oraciones "por el bienestar de la Nación", pidió para todo el pueblo de China "bendiciones de unidad y de paz".

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