Es noticia
El papa Francisco cancela la Inquisición: la voladura (controlada) del antiguo Santo Oficio
  1. Mundo
Doctrina de la Fe

El papa Francisco cancela la Inquisición: la voladura (controlada) del antiguo Santo Oficio

El pontífice ha nombrado a un nuevo cabecilla al frente de la institución heredera de la Inquisición

Foto: El papa Francisco reza el Ángelus. (EFE/Riccardo Antimiani)
El papa Francisco reza el Ángelus. (EFE/Riccardo Antimiani)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

El pasado 7 de junio, saltaron las alarmas en el Vaticano. Acabada su audiencia general en la plaza de San Pedro, el papa Francisco fue trasladado al Policlínico Gemelli. Había peligro de oclusión intestinal y era necesario operar. Aquella misma tarde. El posperatorio le tuvo ingresado nueve días y los médicos le dijeron que tenía que tomarse su recuperación muy en serio. Y lo hizo. Pero no dejó de avanzar en los cambios que tiene pensados para apuntalar las reformas iniciadas con su pontificado hace 10 años.

Libre de la sombra del Papa emérito y un mes después de haber sido dado de alta, ha sorprendido con un nuevo prefecto de Doctrina de la Fe (el ex Santo Oficio, heredero directo de la Inquisición que mandaba a la hoguera ante el mínimo indicio de herejía o heterodoxia); ha nombrado a 21 nuevos cardenales, que dejan en dos tercios los nombrados por él, despejando así el camino para su sucesor, y ha designado, por primera vez en la historia de la Iglesia, a más de 50 mujeres para participar (y votar) en el importante sínodo que se celebrará en octubre en el Vaticano, que marcará un antes y un después en la Iglesia del tercer milenio.

Foto: Las celebraciones continúan a lo largo del mundo (REUTERS/Jose Luis Gonzalez)

De estos tres destacados hechos, el que va a tener unos efectos inmediatos es el que trae debajo del brazo el nuevo capo del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, dado que supone la deconstrucción tal y como se entiende de ese histórico organismo de la Curia, hasta que llegó Jorge Mario Bergoglio, el más importante, poderoso y temible de todos los ministerios vaticanos, y cuyos orígenes se remontan al siglo XIII, aunque ha pasado por varias etapas.

Desde la habitación en la que estaba ingresado hace un mes, Francisco telefoneó a Víctor Manuel Tucho Fernández, un compatriota argentino de 60 años, ex rector de la Universidad Católica Argentina, para pedirle que —esta vez sí— aceptase un nombramiento que, de facto, supone guardar la fe, velar por el mantenimiento de la doctrina, pero hacerlo a partir de ahora desde una perspectiva totalmente novedosa. Cuando le explicó de lo que se trataba, el hasta entonces arzobispo de La Plata aceptó encantado. Eso ya era otra cosa. Ya no se trataba únicamente de perseguir a teólogos que proponían lecturas novedosas a la luz de los avances no solo del mundo, sino de la interpretación bíblica. Le pedía que ayudara a fomentar la investigación teológica y que entrara en diálogo con el mundo. Y, a sabiendas de que ese pedido suscitaría enormes críticas de los sectores más conservadores —como así está siendo—, junto con el nombramiento oficial, acaecido el 1 de julio, le envió una carta en la que dejaba las cosas muy claras.

"No como enemigos que condenan"

"Como nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, te encomiendo una tarea que considero muy valiosa —le escribe Francisco—. Tiene como finalidad central custodiar la enseñanza que brota de la fe para dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan". "El Dicasterio que presidirás, en otras épocas, llegó a utilizar métodos inmorales. Fueron tiempos donde más que promover el saber teológico se perseguían posibles errores doctrinales. Lo que espero de vos es sin duda algo muy diferente", añade el Papa, lanzando una inédita crítica por parte de un pontífice a un organismo que durante siglos fue punta de lanza para mantener a sangre y fuego la unidad del pensamiento cristiano. "Nos hace falta un pensamiento que sepa presentar de modo convincente un Dios que ama, que perdona, que salva, que libera, que promueve a las personas y las convoca al servicio fraterno", prosigue la misiva, que aún depara una nueva sorpresa: le pide a Tucho Fernández que los documentos que ahora salgan de Doctrina de la Fe "acojan el magisterio reciente".

Es decir, los textos y encíclicas escritos por Francisco con la propia ayuda de Fernández, considerado el teólogo de cabecera del Papa y que estaría detrás de algunos de los escritos más significativos de Bergoglio, entre ellos, Amoris laetitia, Laudato si, la encíclica ecológica, o Evangelii gaudium, la hoja de ruta de todo este pontificado.

Foto: El arzobispo alemán Georg Gänswein, exsecretario de Benedicto XVI, en 2016. (Stefano Rellandini/Reuters)

Una petición que, a la vez, venía a decir que los anteriores prefectos de Doctrina de la Fe no habían tenido muy en cuenta la obra de Francisco. Uno de ellos, el cardenal Gerhard L. Müller, arremetió enseguida contra Fernández, desvelando que en Doctrina de la Fe había habido un expediente sobre él en el que se le investigaba. La reacción del purpurado alemán, uno de los más críticos con Francisco, certificaba las primeras valoraciones de la prensa especializada sobre el nombramiento del argentino, el primer compatriota al que Bergoglio promueve a un cargo de semejante responsabilidad. "La noticia ha caído como una bomba en el Vaticano". "Francisco opta por la ruptura". "Giro radical en Doctrina de la Fe".

Torturas y muertes

Muy activo en las redes sociales, Tucho Fernández compartió en Facebook un comentario en el que recalcaba la petición que le había hecho el Papa: "Este Dicasterio en otros tiempos se llamaba Santo Oficio, y era el terror de muchos, porque se dedicaba a denunciar errores, a perseguir a los herejes, a controlar todo, llegando incluso a torturar y matar". "A mí me dice [el Papa] que me está pidiendo algo muy distinto, porque los errores no se corrigen persiguiendo o controlando, sino haciendo crecer la fe y la sabiduría. Ese es el mejor modo de preservar la doctrina”.

Y aunque en las numerosas entrevistas concedidas hasta ahora ha reiterado que la doctrina no se toca, otra cosa es cómo se interpreta, y los sectores más conservadores han desatado una campaña furibunda contra él después de que se mostrase dispuesto a repensar el tema de la bendición a las parejas homosexuales o la posibilidad de sacerdotes casados. "No se cuida tanto la doctrina tratando de imponerla, sino ayudando a comprenderla mejor", ha señalado Fernández, quien además, una semana después de su nombramiento, fue designado nuevo cardenal por el Papa.

Foto: Cardenal Matteo Zuppi, enviado del papa Francisco. (Reuters/Maxim Shemetov)

Es impensable que Francisco hubiese nombrado a un prefecto como Fernández, acompañándolo de las instrucciones en las que le pide dejar atrás la denuncia y persecución, con Benedicto XVI todavía vivo, porque Joseph Ratzinger —por otro lado, un referente en la teología del siglo XX— encarna a ese prefecto que supervisa con lupa inquisitivamente la producción teológica. Al frente de Doctrina de la Fe, a donde le encumbró Juan Pablo II, el llamado panzerkardinal por su firmeza y dureza en sus análisis, juntos formaron un tándem que maniató en muchos aspectos las reformas que habían salido del Concilio Vaticano II dos décadas antes, y mientras el Papa polaco combatía con el presidente Ronald Reagan el comunismo en el mundo, el cardenal alemán laminaba cualquier brote de reflexión teológica que oliese a marxismo, como hizo con la incipiente teología de la liberación, cuyos teólogos fueron perseguidos, interrogados, obligados a retractarse so pena de excomunión, apartados de la enseñanza y de cualquier tipo de promoción.

Eran los nuevos apestados. Ahí estaban Gustavo Gutiérrez (a quien Francisco ha rehabilitado), pero también Hans Küng, Leonardo Boff, que renunció al sacerdocio para "mantener la libertad". Eran los tiempos en los que se sucedían las declaraciones conjuntas de teólogos en las que denunciaban el "carácter coactivo" de las estructuras de Doctrina de la Fe, cuando se sucedían las llamadas a Roma para ser interrogados por sus escritos. Ya no había las hogueras de antaño, cuando quien estaba al frente llevaba el título (entonces honroso) de Gran Inquisidor. Pero los que pasaron por las dependencias de Doctrina de la Fe en el Vaticano no tuvieron un grato recuerdo de los interrogatorios. Ahí está el caso, por ejemplo, de uno de los más prestigiosos teólogos moralistas, Bernard Häring, juzgado por el cardenal Ratzinger cuando ya estaba enfermo de cáncer y que, tras salir de aquellos muros, declaró: "Me juzgó en el tiempo de los nazis un tribunal de Estado que pudo haberme condenado a muerte, pero me trató con cierta dignidad. Este tribunal católico de Roma me ha juzgado y condenado en el fondo sin dignidad ninguna". Un destacado discípulo suyo —denunciado desde España— tuvo que pasar por aquel trámite. Su pensamiento siguió igual de avanzado y enraizado en el Evangelio, pero optó por el silencio que le dictaron. Su declarada venganza fue, a la salida de las oficinas del ex Santo Oficio, orinar en sus muros.

Foto: Vista general de la Plaza de San Pedro. (Reuters/Remo Casilli)

No fue el único español. La involución que vino de la mano de Juan Pablo II la trasladó a España a través de sus cardenales, primero con Ángel Suquía y luego con Rouco Varela. Lo primero fue tratar de intervenir en las facultades de la Compañía de Jesús, entonces también en la avanzadilla de la reflexión teológica más avanzada, como la que costó la vida a los jesuitas salvadoreños a manos de un escuadrón de la muerte. Eran los tiempos de la opción preferencial por los pobres, donde los curas denunciaban la connivencia de estructuras eclesiales con los regímenes dictatoriales que Estados Unidos protegía en su patio trasero y se indignaban con un Papa que daba la comunión al general Pinochet durante su viaje, en 1987, a Chile, mientras, en 1993, abroncaba al sacerdote (y ministro) sandinista Ernesto Cardenal cuando Karol Wojtyla viajó a la Nicaragua que acaba de dinamitar la dictadura de Somoza.

"Conozco más de una docena de pensadores y creadores cristianos que han corrido el riesgo de perder lo mejor de su vida teniendo que defenderse contra fantasmas de falso cristianismo, de tribunales kafkianos. Un hombre que había hecho por la Iglesia quizá más que todos los tribunales romanos, llorando sin cesar, apelando a pastillas para olvidarse de un tipo de Iglesia…", recuerda conmovido el teólogo vasco Xabier Pikaza, que vivió en primera persona aquellas "décadas de miedo y ocultamiento" en España, un gusto por la delación que solo ha parado cuando ha empezado a chocar con un muro de indiferencia en Roma. De hecho, desde la llegada de Francisco al papado, Doctrina de la Fe no ha castigado a ningún teólogo. Ahora, tras la década de cohabitación con el paradigma moderno del guardián de la fe Josep Ratzinger, Francisco se trae a un teólogo latinoamericano —con el marco mental en ciertos aspectos igual al de aquellos que eran abroncados desde Europa— para ir desmontando el viejo entramado de lo que queda de la Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctum Officium.

El pasado 7 de junio, saltaron las alarmas en el Vaticano. Acabada su audiencia general en la plaza de San Pedro, el papa Francisco fue trasladado al Policlínico Gemelli. Había peligro de oclusión intestinal y era necesario operar. Aquella misma tarde. El posperatorio le tuvo ingresado nueve días y los médicos le dijeron que tenía que tomarse su recuperación muy en serio. Y lo hizo. Pero no dejó de avanzar en los cambios que tiene pensados para apuntalar las reformas iniciadas con su pontificado hace 10 años.

Papa Francisco Vaticano
El redactor recomienda