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Puñales en el Vaticano: el Papa envía a Alemania al todopoderoso aliado de Benedicto XVI
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La ¿última? mudanza de Il bello Giorgio

Puñales en el Vaticano: el Papa envía a Alemania al todopoderoso aliado de Benedicto XVI

El exsecretario de Benedicto XVI, Georg Gänswein, lleva tres meses relegado de su cargo y regresará a su diócesis en Friburgo, sin ningún encargo específico a pesar de ser arzobispo

Foto: El arzobispo alemán Georg Gänswein, exsecretario de Benedicto XVI, en 2016. (Stefano Rellandini/Reuters)
El arzobispo alemán Georg Gänswein, exsecretario de Benedicto XVI, en 2016. (Stefano Rellandini/Reuters)

Se acabó la prórroga en el Vaticano para el antaño todopoderoso secretario de Benedicto XVI, el alemán Georg Gänswein, de 67 años. Seis meses después de la muerte de su protector y de la puñalada en forma de libro de memorias que le asestó al papa Francisco con el cadáver del Papa emérito todavía de cuerpo presente en la basílica de San Pedro, la Santa Sede despacha al bello Giorgio con un comunicado de dos líneas que solo difiere del que utilizaría una gran multinacional en que deja abonada la incertidumbre: "El 28 de febrero de 2023, S.E. Monseñor Georg Gänswein concluyó su cargo como Prefecto de la Casa Pontificia. El Santo Padre ha ordenado que el arzobispo Gänswein regrese a partir del 1 de julio, por el momento, a su diócesis de origen", decía el texto remitido por la Sala Stampa el 15 de junio.

De esta manera, el papa Francisco se sitúa en la tradición de los anteriores pontífices que enviaron a los secretarios de sus antecesores a lugares fuera de Roma. Sin embargo, ninguno de ellos dio tantos quebraderos de cabeza como quien llegó desde la Selva Negra alemana al Vaticano de la mano del entonces cardenal Joseph Ratzinger, en 1995, y pasó a ser su secretario personal (y auténtica llave de acceso a él) cuando el llamado Panzerkardinal fue elegido papa en 2005.

Foto: El papa emérito Benedicto XVI junto al papa Francisco. (EFE/Maurizio Brambatti)

El George Clooney del Vaticano, como también se le conocía por su porte —y que le convirtió en icono gay en Italia—, se fue transformando finalmente en la garganta profunda que filtraba y daba alas a los sectores críticos con Francisco desde el convento Mater Ecclesiae, a tiro de piedra de la residencia donde vive el pontífice argentino, y donde se había recluido Benedicto XVI tras su histórica renuncia en febrero de 2013. El Papa estaba siendo acosado por "los lobos" que en la Curia intuían "la falta de fuerzas", como él mismo reconoció, para acometer las reformas que había comenzado, como la lucha contra los abusos sexuales que salpicaban a destacadas figuras y fundadores de movimientos, o las irregularidades financieras de una entidad que estaba en la lista negra por blanqueo de dinero. El escándalo acabó saliendo a la luz con el caso Vatileaks, donde la culpa, como suele suceder, se la echaron al mayordomo.

Siguiendo la máxima de San Ignacio de Loyola de no hacer mudanza en tiempo de tribulación, el jesuita papa Bergoglio se ha tomado un tiempo para decidir finalmente el destino de alguien que no le resulta particularmente grato y, además, no lo disimula, como queda reflejado en las páginas de esas memorias envenenadas, tituladas Nada más que la verdad. De hecho, en este medio año le ha recibido en audiencia privada en tres ocasiones: el 9 de enero, el 4 de marzo y el 19 de mayo. Sobre la mesa —además de reconvenirle por el libro, en donde enfrenta la figura de ambos papas cuando uno de ellos ya no está para verificar o desmentir y que reactivó con fuerza los ataques de los sectores más ultras contra Francisco—, el destino final de quien seguía siendo prefecto de la Casa Pontificia. Una especie de jefe de protocolo del Papa encargado de organizar y atender, entre otras cuestiones, las visitas de los dignatarios internacionales, lo que le daba acceso a información de primera mano.

No vuelva al trabajo

El puesto era, en realidad, solo sobre el papel, porque en 2020 Francisco, como cuenta en su libro, le dijo: "Usted sigue de prefecto, pero a partir de mañana no vuelva al trabajo". Fue también una forma muy jesuítica de sacárselo de encima justo después de que se publicara un libro donde Benedicto XVI firmaba con el ultraconservador Robert Sarah —cardenal de referencia para Santiago Abascal— un texto contrario a la ordenación sacerdotal de hombres casados, tema que había estado sobrevolando en las reflexiones del Sínodo sobre la Amazonía ante la falta de sacerdotes en aquellas vastas regiones. "De ahora en adelante quédese en casa. Acompañe a Benedicto, que le necesita, y haga de escudo", le espetó el Papa, con ese lenguaje que, sin poder afirmarlo, se intuye como un rejonazo.

Gänswein no quería marcharse de Roma. Recién mudado a su apartamento de 300 metros cuadrados desde el convento en el que convivió con su mentor, se postuló para trabajar en la Curia, en un alto cargo conforme a lo que entiende su dignidad y rango como arzobispo. No picó el argentino, que lo quería fuera de los muros vaticanos y le puso en bandeja alguna diócesis alemana donde, por otra parte, la mayoría de los obispos cruzaban los dedos para que no les cayese esa suerte. No hubo entendimiento. Ahora ya se sabe que sí volverá a Alemania, a la diócesis de Friburgo, de la que salió, y en la que permanecerá "por el momento", como señala el comunicado vaticano.

Foto: El papa Francisco conversa con el arzobispo Georg Gänswein en la plaza de San Pedro del Vaticano. (Reuters/Stefano Rellandini)

Allí le espera con una mezcla de incertidumbre y resignación, porque no se sabe qué papel va a desempeñar. Se trata de una diócesis que ya tiene su propio arzobispo, es decir, comparten el mismo rango y autoridad y, por tanto, Gänswein, que se codea con los círculos más tradicionalistas y conservadores, probablemente caiga en la tentación de interferir en el proceso de reformas claramente progresistas que, con el nombre de Camino Sinodal alemán, ha emprendido aquella Iglesia como parte de su proceso de purificación tras la lacra de los abusos sexuales en el país, que ha provocado una cifra récord de apostasías y un fuerte descrédito de la institución eclesial. Quizá desde allí le haga un último servicio al Vaticano, muy crítico con algunas de las reformas que el Camino Sinodal quiere, sí o sí, poner en marcha. Entre ellas, una relectura de la moral sexual, la aceptación al sacerdocio de los homosexuales y una mayor participación de los laicos en el Gobierno de la Iglesia y la elección de obispos.

De esta forma, Gänswein prepara su segunda mudanza en seis meses, esta última contra su voluntad, y solo semanas después de haberse trasladado a su apartamento en la cuarta planta de Santa Marta Vecchia, un edificio entre el Aula Pablo VI y la Casa Santa Marta, donde vive Francisco en una modesta habitación con un despacho adjunto, todo ello mucho menos espacioso que los 300 metros reformados a su gusto que ahora el secretario tendrá que volver a vaciar de libros y pinturas.

El modelo de Donatella Versace

Es el adiós a una etapa en la que tuvo el poder de hacer y deshacer que tienen los hombres de confianza de quienes siguen siendo monarcas absolutos, un tiempo donde brilló no solo hacia dentro, rompiendo moldes con una presencia física que le convirtió en sex symbol y volvió a subir a las pasarelas de moda una forma de Iglesia, ciertamente más benévola que las de Fellini en su película Roma.

Gänswein cautivó al papel cuché, con Vanity Fair coronándolo en una portada, y sedujo a Donatella Versace, quien, arrebatada, diseñó una línea de ropa inspirada en el cura rubio de ojos verdes y figura atlética bajo la sotana, no por nada, había sido monitor de esquí. Era 2007, los disgustos de los años no habían caído todavía como una losa sobre su rostro, estaba en pleno apogeo de poder e influencia, y Donatella hizo desfilar aquel canon de belleza que sugería en ella — y en muchos más— "un hombre que busca la calidad interior y entrena los músculos del alma".

Foto: El papa Francisco. (EFE/Claudio Peri)

Un puñado de jóvenes rubios, altos y delgados, vestidos con trajes ceñidos de colores negros y oscuros, y camisas con cuello al estilo clerical irradiaron para el mundo desde la Semana de la Moda de Milán el estilo de un Don Georg que asistía al fenómeno un punto divertido por "las cartas de amor" que le llegaban a su despacho, plenamente consciente de que era guapo y que, como declaró entonces a la prensa de su país, eso "no es algo que duele, al contrario, me siento halagado, al fin y al cabo no es pecado".

Quizás, en las maletas para esta mudanza, il bello Giorgio deje un sitio para aquellas portadas y algún Versace, pero habrá de tener cuidado de no llenarlas con un exceso de peso de amargura hacia el papa Francisco. "Por el momento", como reza el comunicado vaticano, es su última mudanza.

Se acabó la prórroga en el Vaticano para el antaño todopoderoso secretario de Benedicto XVI, el alemán Georg Gänswein, de 67 años. Seis meses después de la muerte de su protector y de la puñalada en forma de libro de memorias que le asestó al papa Francisco con el cadáver del Papa emérito todavía de cuerpo presente en la basílica de San Pedro, la Santa Sede despacha al bello Giorgio con un comunicado de dos líneas que solo difiere del que utilizaría una gran multinacional en que deja abonada la incertidumbre: "El 28 de febrero de 2023, S.E. Monseñor Georg Gänswein concluyó su cargo como Prefecto de la Casa Pontificia. El Santo Padre ha ordenado que el arzobispo Gänswein regrese a partir del 1 de julio, por el momento, a su diócesis de origen", decía el texto remitido por la Sala Stampa el 15 de junio.

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