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Dios es rojo, así resistieron los cristianos chinos la persecución comunista
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historia de una persecución

Dios es rojo, así resistieron los cristianos chinos la persecución comunista

El poeta disidente Liao Yiwu describe en su último libro cómo las pequeñas comunidades de creyentes se jugaron la vida contra el mandato estatal de eliminar todo culto religioso

Foto: Varias personas leen la Biblia en Lueyang, China. Las iglesias subterráneas fueron su única opción durante la represión de la Revolución Cultural y ahora se conservan como historia viva de la cristiandad china. Foto: EFE
Varias personas leen la Biblia en Lueyang, China. Las iglesias subterráneas fueron su única opción durante la represión de la Revolución Cultural y ahora se conservan como historia viva de la cristiandad china. Foto: EFE

El periodista y poeta Liao Yiwu saltó desde el segundo piso de su apartamento en Pekín en el invierno de 2005 para huir de la policía política china. "Como una rata" llegó tras muchas fatigas a la lejana provincia de Yunnan, en el suroeste del país, donde sobrevivió de incógnito tocando la flauta por calles y bares en compañía de mendigos, prostitutas y vendedores ambulantes. Trabó amistad y borracheras con los policías enviados para vigilarlo quienes, al borde del coma etílico, no dejaban de farfullar "las bondades del comunismo". Y un día conoció al doctor Sun, prófugo como él, que había abandonado una prometedora carrera médica en Shangái para predicar el cristianismo en aquellos remotos parajes. Al saber de su asombrosa historia quiso entrevistarle pero él se negó: "Si está interesado, venga conmigo a las montañas".

Liao Yiwu llegó a las montañas de los Yi en un tractor a través de una estrecha senda de piedras y barro rojo. Tierras altas de campesinos miserables en las que descubrió una vibrante comunidad cristiana con siglo y medio de antigüedad desde que los misioneros de "cabellos rubios y narices grandes" llegaron en burro a difundir la palabra de Dios. Los cristianos de Yunnan habían perseverado en su fe pese a las terribles persecuciones sufridas en los años 50 por Mao Zedong cuyas huestes "ateas" masacraron a sus habitantes y los condenaron al hambre y a los campos de reeducación. El cristianismo sobrevivió en las cuevas de las montañas que servían de improvisadas iglesias. Más de medio siglo después es la religión mayoritaria de China, por encima del budismo y el taoísmo, con setenta millones de fieles.

La rebelde monja centenaria

Liao Yiwu quedó tan fascinado por la historia de persecución de aquellas fervorosas comunidades que inició una investigación sobre el cristianismo chino cuyos resultados recoge su último libro: 'Dios es rojo' (Sexto Piso, 2016). Fue un trabajo temerario. Yiwu ya había penado cuatro años en la cárcel a principios de los 90 a causa de su poema 'Masacre', publicado un día antes de la matanza de Tiananmén a modo de tétrica profecía de lo que luego ocurrió. En prisión escribió sus célebres memorias 'Por una canción, cien canciones', también en Sexto Piso.

Darle la palabra al cristianismo, el gran enemigo del Partido Comunista Chino, exarcerbó el hostigamiento policial hasta que en 2011, y aprovechando una invitación de Salman Rushdie para asistir al PEN Festival de Nueva York, Yiwu logró escapar de esa "colosal e invisible prisión que es China". Yiwu no era creyente al comenzar su investigación sobre el cristianismo chino y no está seguro de serlo ahora pero le fascinó aquel tesoro de historias de coraje y libertad, de naturaleza humana que resiste la brutal ingeniería de un poder totalitario.

A Yiwu le fascinó aquel tesoro de historias de coraje y libertad, de naturaleza humana que resiste la brutal ingeniería de un poder totalitario

Historias como la de la centenaria monja Zhang Yinxian que se asemejaba a "un trozo de ginseng fresco, ligeramente encorvado pero lleno de vida y energía". La hermana Zhang aún clamaba por la devolución de los terrenos parroquiales que los soldados rojos se apropiaron durante la Revolución Cultural. En aquellos días acusaban a los sacerdotes de imperialistas, de asesinar a niños en experimentos, de vampiros. Ella sobrevivió a oscuros años de persecución y salvó en el interín a decenas de niños que agonizaban en las calles víctimas de la hambruna desatada por la cacería psicópata del Gran Timonel.

Las iglesias clandestinas

En China las iglesias habitaban hasta hace muy poco cuevas y domicilios particulares. Entre paredes talladas con pájaros y animales de las leyendas bai, católicos y protestantes se apiñaban para celebrar sus misas clandestinas, sus bautizos y comuniones siempre en riesgo de ser interrumpidos por las redadas policiales. Aquellas iglesias ocultas resistieron a lo largo del inmenso territorio chino, desde Pekín al Tíbet, donde los fieles cantaban los salmos aliñados con melodías de las tierras altas tibetanas. Si la policía los descubría los apaleaba, fusilaba a los sacerdotes, quemaba las biblias, ponían orejas de burro a los cristianos y los paseaban por las calles. Cuando las autoridades comunistas comprobaron lo terriblemente difícil que resultaba exterminar el "opio del pueblo" crearon una Iglesia Patriótica patrocinada por el estado. Muchos fieles no quisieron saber nada de ella, otros intentaron tomarla desde dentro...

Si la policía los descubría a los cristianos los apaleaba, fusilaba a los sacerdotes, quemaba las biblias, los ponía orejas de burro y los paseaba por las calles

A partir de los años 80 el cristianismo volvió a ser tolerado poco a poco. Los antaño perseguidos no han recibido indemnización alguna y nadie les ha pedido perdón por las persecuciones pasadas pero al menos hoy pueden vivir su fe en paz. Y con un éxito insospechado que les redime de los malos tiempos y conquista a las nuevas generaciones. Cuando Liao Yiwu le preguntó a un joven converso por qué había elegido aquella fe milenaria, Ho Lu le respondió:

"Prefiero el cristianismo. El budismo es demasiado regional, secular, y no es cool. Todos esos viejos hombres de negocios o funcionarios del Gobierno van a los templos, queman incienso y rezan por cosas triviales para conseguir más dinero, más ascensos, más suerte. El taoísmo es un camino demasiado intelectual, poco asequible. El cristianismo es la única religión que lo abarca todo".

El periodista y poeta Liao Yiwu saltó desde el segundo piso de su apartamento en Pekín en el invierno de 2005 para huir de la policía política china. "Como una rata" llegó tras muchas fatigas a la lejana provincia de Yunnan, en el suroeste del país, donde sobrevivió de incógnito tocando la flauta por calles y bares en compañía de mendigos, prostitutas y vendedores ambulantes. Trabó amistad y borracheras con los policías enviados para vigilarlo quienes, al borde del coma etílico, no dejaban de farfullar "las bondades del comunismo". Y un día conoció al doctor Sun, prófugo como él, que había abandonado una prometedora carrera médica en Shangái para predicar el cristianismo en aquellos remotos parajes. Al saber de su asombrosa historia quiso entrevistarle pero él se negó: "Si está interesado, venga conmigo a las montañas".

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