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Destructor grande, ande o no ande: ¿por qué Europa invierte en buques cada vez más grandes?
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una era de expansión del poder naval

Destructor grande, ande o no ande: ¿por qué Europa invierte en buques cada vez más grandes?

Los proyectos de nuevos destructores manejan cifras de más de 10.000 toneladas. Un desplazamiento a carga máxima que en la Segunda Guerra Mundial, y décadas posteriores, los hubiera ubicado en el rango de los cruceros, una categoría superior de buque

Foto: El destructor USS Arleigh Burke, en una imagen de 2021. (US Navy)
El destructor USS Arleigh Burke, en una imagen de 2021. (US Navy)
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Nos adentramos en una era de expansión del poder naval. Una marcada por los ambiciosos planes de construcción de buques anfibios y la aparición de nuevos tipos de destructores, aún más grandes y sofisticados. En el caso europeo, tenemos dos ejemplos relevantes en nuestra área directa de influencia: Alemania e Italia. Sus proyectos reflejan nuevas prioridades y, sobre todo, una nueva concepción estratégica del papel que tiene que jugar Europa en el mundo.

¿Qué hay en un nombre?

Los proyectos de nuevos destructores manejan cifras de más de 10.000 toneladas. Un desplazamiento a carga máxima que en la Segunda Guerra Mundial, y décadas posteriores, los hubiera ubicado en el rango de los cruceros, una categoría superior de buques. En aquel entonces, la clasificación de los buques de guerra estaba bastante clara, con una relación directa entre el tamaño de un buque y su potencia de fuego. Cuanto más grande un buque, mayor era el blindaje y más grandes eran los cañones. Pero la introducción de los misiles y los radares cambió la ecuación.

Hoy en día, encontramos patrulleros de altura construidos para garantizar la seguridad marítima en mares lejanos y, por tanto, necesitados de gran autonomía y buena habitabilidad para la tripulación. Un ejemplo son los buques de acción marítima (BAM) españoles, que se despliegan habitualmente en el golfo de Guinea y el Cuerno de África. Desplazan 2.670 toneladas a plena carga. La armada de Países Bajos, que tiene territorios de ultramar en el Caribe, cuenta también con enormes patrulleros, la clase Holland, que desplazan 3.750 toneladas a plena carga.

En ambos casos, el armamento principal lo compone una única pieza de artillería de origen italiano Oto Melara de 76 mm. Carecen de misiles y torpedos con capacidad antiaérea, antibuque y antisubmarina. Sin embargo, las corbetas españolas de clase Descubierta, con 1.640 toneladas de desplazamiento, sí contaban con armamento de cada una de esas tres categorías. En el contexto OTAN se les clasificó como fragatas ligeras y llegaron a ganarse el apelativo de las Hormigas Atómicas.

Foto: Naval Strike Missile (MSN), en una feria de Rumanía. (EFE/EPA/Robert Ghement)

Aparte del tipo de armamento que permite clasificar a un buque en una u otra categoría, hay otro criterio poderoso: la mera voluntad. La marina de guerra argentina cuenta con buques del diseño alemán Meko 360, de 3.600 toneladas, que allí se denominan destructores; mientras que en la Armada española el buque Cristóbal Colón (el último y más evolucionado de la clase Álvaro de Bazán) desplaza 6.391 toneladas y es considerado una fragata.

Ese diseño evolucionado fue la base para presentar un candidato al programa Destructor de Guerra Antiaérea de la Armada australiana. El diseño español fue ganador y hoy surcan los mares cinco buques españoles y tres buques australianos que aquí llamamos fragatas, en las antípodas, destructores. En realidad, son variantes del mismo diseño hecho por Navantia, una empresa española con ingenieros españoles. Para algunas armadas es una cuestión de prestigio poder presumir de contar con buques de un nombre tan sonoro como destructor; en otras, como es el caso de España, se dice que precisamente se ha evitado emplearlo por lo que evoca.

La sombra italiana en el Mediterráneo alargado

Ahora emerge un nuevo patrón. Diversas armadas en Europa y Asia planean sumar destructores a sus flotas que suponen un salto en tamaño y capacidades a las fragatas en servicio. En Europa, destacan los proyectos de Italia y Alemania, que responden a necesidades diferentes y reflejan cómo los países europeos buscan ser actores geopolíticos relevantes a través de sus fuerzas navales.

Foto: Soldados italianos en unos ejercicios de la OTAN en Bulgaria, el pasado diciembre. (Reuters/Stoyan Nenov)
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Italia aspira a ser una potencia naval en el Mediterráneo y áreas cercanas. Es lo que Roma denomina estratégicamente "el Mediterráneo alargado". Para ello se ha embarcado en un ambicioso plan de expansión naval. El pequeño portaaeronaves Giuseppe Garibaldi pasa ahora a estar acompañado por el mucho mayor Cavour, que adelanta en desplazamiento al buque de asalto anfibio Juan Carlos I español.

Pero ambos quedarán empequeñecidos por el futuro Trieste, el mayor buque militar construido en Italia después de la Segunda Guerra Mundial. Además, los tres pequeños buques de asalto anfibio clase San Giorgio serán sustituidos por tres mucho mayores. Los planes italianos parecen pasar por más de todo y mejor. Pero estos nuevos cinco buques requerirán medios de escolta a la altura. Y ahí entra el futuro proyecto de destructor.

"Se necesitan destructores con capacidad para atacar a tierra y protección de grupos de tareas", afirmó recientemente el vicejefe de estado mayor de la Marina Militar italiana, el vicealmirante Aurelio de Carolis, en declaraciones recogidas por el portal Defense News. Esto nos da una pista de la decisión de diseñar un buque más grande que los actuales de la clase Horizon con los que cuenta la nación transalpina. Se espera que el primero de una serie de cuatro, conocidos de momento como proyecto DDX, entre en servicio en 2028.

La capacidad de defender a un grupo de tarea naval frente a la amenaza de misiles antibuque depende de contar con gran cantidad de misiles antiaéreos. Mientras que para la capacidad de ataque tierra ya no se cuenta con gran número de piezas de artillería, sino que también se emplean misiles. Desde los de crucero tipo Tomahawk estadounidense al SCALP naval francés, pasando por el NSM noruego que España ha comprado.

Tanto los antiaéreos y como los de crucero, van alojados en los mismos pozos verticales. En el caso estadounidense hay un modelo estandarizado, el Mk. 41 Vertical Launch System, que emplean numerosos tipos de buques de la OTAN y de otros países, como Australia y Japón. El tipo de misil que se instala en los pozos se decide antes de salir de misión y esto supone elegir entre tipos diferentes para misiones diferente.

La solución obvia para hacer frente a la misión de defensa antiaérea es contar con radares de gran capacidad y muchos pozos disponibles para albergar misiles antiaéreos. Mientras que para disponer capacidad de ataque a tierra también se requieren de abundantes pozos que alberguen misiles de crucero. Por tanto, si se quiere un buque capaz de ambas misiones, la solución pasa por un buque de gran tamaño con gran variedad de sensores y el máximo número de pozos para misiles posibles.

La nueva aspiración global alemana

Otro país europeo que aspira a contar con un nuevo destructor de gran desplazamiento es Alemania, pero por razones diferentes a las italianas y resultado de una filosofía completamente distinta. La necesidad alemana de un buque mucho más grande que los actuales parten de las particulares lecciones aprendidas tras participar en misiones en mares lejanos, como la operación Atalanta contra la piratería en el Cuerno de África.

Foto: Un MH-60R Sea Hawk de la Marina de EEUU. (Reuters)

La prioridad para futuras misiones de los planificadores alemanes es mantener una presencia prolongada, por lo que han requerido un buque con gran autonomía, capaz de pasar largos períodos lejos de su puerto. Nada menos que hasta dos años. Para ello, la Marina alemana rotaría tripulaciones que viajarían por avión, manteniéndose el buque en la zona.

El nuevo tipo de buque alemán se denomina buque de combate multipropósito 180 (MKS 180) y será capaz de hacer frente a una variedad de misiones gracias al empleo de módulos reemplazables. Así, para operaciones de seguridad marítima se introduciría un “módulo de detención”, en el que se instalarían celdas para detenidos. La idea de espacios modulares reemplazables fue puesta en práctica por primera vez por la Armada danesa, pero solo ahora está empezando a extenderse entre sus pares europeas (hemos visto ideas similares en proyectos españoles y británicos).

Los planes alemanes de su futuro buque multipropósito MKS 180 nacieron en el contexto de seguridad del mundo post-11S. Pero, en mayo de 2023, el jefe de Estado Mayor de la Armada alemana, el vicealmirante Jan Christian Kaack, anunció que, a partir de 2024, el país enviaría dos buques a la región del Indo-Pacífico para realizar ejercicios navales con países aliados en la región y participar en operaciones de libertad de navegación (Fonops en inglés) en el mar de la China Meridional. Esto es una referencia eufemística al cruce del estrecho de Taiwán.

Hasta la fecha, Francia y Reino Unido han presentado también sus propios despliegues en el Indo-Pacífico. Esto refleja que existen cada vez más voluntad de acción europea en la región, aunque no de manera coordinada. El caso británico es comprensible, ya que dejó de ser miembro de la Unión Europea y lleva desde su salida reformulando su lugar en el mundo. Francia, que tiene territorios de ultramar en Polinesia, no se ve como un actor europeo que quiere intervenir en la zona, sino como un país que forma parte de la región y. por tanto, actúa allí en defensa de la soberanía de sus territorios.

En esta nueva era de expansión del poder naval, varios países europeos quieren actuar globalmente y sus armadas, reforzadas con buques más pesados, son la herramienta a utilizar a falta de una misión más clara y coherente.

Nos adentramos en una era de expansión del poder naval. Una marcada por los ambiciosos planes de construcción de buques anfibios y la aparición de nuevos tipos de destructores, aún más grandes y sofisticados. En el caso europeo, tenemos dos ejemplos relevantes en nuestra área directa de influencia: Alemania e Italia. Sus proyectos reflejan nuevas prioridades y, sobre todo, una nueva concepción estratégica del papel que tiene que jugar Europa en el mundo.

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