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'Cui bono': una pregunta necesaria (y peligrosa) para entender las derivadas del conflicto Israel-Gaza
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Quién gana y quién pierde con la guerra

'Cui bono': una pregunta necesaria (y peligrosa) para entender las derivadas del conflicto Israel-Gaza

En geopolítica, es una pregunta constante y necesaria, pero también peligrosa. Un cálculo que están haciendo en todos los centros de poder político, militar y financiero del planeta ahora mismo. ¿Quién se beneficia de todo esto?

Foto: Soldados israelíes en el área de los ataques. (EFE/Martin Divisek)
Soldados israelíes en el área de los ataques. (EFE/Martin Divisek)

Cui bono es una expresión latina con la que se resuelven los crímenes más complicados y con la que comienzan las más delirantes conspiraciones. Quiere decir "¿quién se beneficia?" y fue acuñada por un joven Marco Tulio Cicerón en su obra En defensa de Roscio Amerino (81 a.C.). De ahí, pasó a la historia como uno de los conceptos más interesantes del Derecho Romano. En geopolítica, es una pregunta constante y necesaria, pero también peligrosa. Un cálculo que están haciendo en todos los centros de poder político, militar y financiero del planeta ahora mismo. ¿Quién sale ganando (y qué) de una guerra Israel-Gaza?

Todavía no conocemos el alcance definitivo de la reactivación del conflicto, ni sus posibles ramificaciones en la región. Pero la cuestión está sobre la mesa. Primero, una aclaración importante. No hay pruebas que respalden las elaboradas teorías de una posible (y, por qué no, factible) implicación directa de actores extranjeros en los brutales ataques de Hamás el pasado fin de semana, con Rusia e Irán como sospechosos habituales. Y mucho menos de ninguna suerte de conspiración en el seno del Gobierno israelí para no evitar una agresión que desviaría la atención de sus problemas internos. Esto no impide que cualquier indicio o conjetura esté siendo utilizada por los molinos de la desinformación para proteger los heterogéneos intereses en juego. El tablero va a cambiar y nadie quiere quedarse perder posiciones.

Los actores estratégicos apenas comienzan a mover sus fichas después del shock de la incursión de los milicianos islamistas palestinos, cuyo alcance y nivel de violencia hacen prever una respuesta israelí feroz y sin contemplaciones sobre la Franja de Gaza. Ya sabemos los que más van a perder. Los civiles palestinos e israelíes que han muerto —y los muchos más que morirán— en las hostilidades. Pero ¿quién va a ganar?

Rusia: divide y vencerás

Rusia es, sin lugar a dudas, la potencia más beneficiada por el resurgir del teatro de operaciones a gran escala en Oriente Medio. Primero, la crisis divide los recursos (militares y financieros) y la atención (política y mediática) de un Occidente ya fatigado tras año y medio de guerra en Ucrania. Cualquier munición, artillería o carro de combate que no llegue —o llegue más tarde— al frente, es un balón de oxígeno para castigadas tropas rusas.

Foto: Robles y Valcarce, en la fábrica de Santa Bárbara Sistemas. (EFE/José Manuel Vidal)

Más importante aún. Otra guerra de alta intensidad sigue la lógica de conflicto de bloques que promueve Vladímir Putin, azuzando la desconfianza y el enfrentamiento entre Occidente y las economías petroleras de la región. Si sube el crudo y las materias primas, o se propaga el riesgo en los mercados, son positivos colaterales en la batalla financiera y psicológica. Además, la polarización que despierta uno de los conflictos activos más antiguos y complejos crea el barro mediático necesario para que florezcan las tácticas híbridas. Otra oportunidad para dividir y confundir a las sociedades europeas. Un terreno en el que el Kremlin se mueve cómodo y sabe cómo explotar.

Entre las narrativas que trata de inducir Moscú para erosionar los envíos militares al ejército ucraniano es la idea de que algunas de estas armas de los atentados llegaron a Hamás a través del mercado negro y luego fueron utilizadas en los ataques masivos contra Israel. Las redes de propaganda rusas han llegado a difundir un vídeo en el que un supuesto narrador de Hamás le da las gracias a Ucrania por esas armas. Verificadores independientes han constatado que no se trata de un hablante árabe nativo, sino alguien que domina el idioma pero se expresa con un ligero acento ruso, lo que apunta a una falsificación deliberada.

Mientras, Kiev trata de convencer a la comunidad internacional de lo contrario. La estrecha relación de Moscú con Irán (uno de los pocos suministradores de armas del bando ruso), las reuniones este año del Gobierno ruso con líderes de Hamás y su ambigüedad diplomática en la región (Rusia apoya la solución de dos Estados) serían el trasfondo de una implicación más directa. Los servicios de inteligencia militares de Ucrania (GUR) han asegurado (sin pruebas) que Rusia no solo conocía de antemano los planes de Hamás, sino que les habrían entregado armamento occidental capturado en el frente ucraniano para poder sostener esta campaña de desinformación. También afirman que miembros de la milicia islamista palestina habrían recibido entrenamiento a manos del Grupo Wagner.

Irán: una peligrosa distracción

El otro gran actor que sale reforzado, a priori, es Irán. El ataque ha congelado el proceso de normalización de varios países árabes con Israel bajo los acuerdos de Abraham, con lo que también se aletarga el progresivo, pero inevitable, aislamiento de Teherán en la región. Además, un conflicto que podría escalar y engullir a buena parte de la región permite también al régimen iraní desviar la atención sobre la severa crisis interna del país. Los ultraconservadores quieren recuperar el terreno perdido en el último año y buscan volver a imponer el velo obligatorio. Un reciente incidente en el metro de Teherán acabó con una joven de 16 años en coma tras forcejear con la policía y la amenaza de desatar una nueva ola de protestas en el país.

Foto: F-35I Adir de las fuerzas aéreas israelíes. (IDF)

Pero la situación está escalando tan rápido que los riesgos son inmensos. Los ayatolás han negado repetidamente cualquier participación en el atentado, conscientes de que la posibilidad de represalias por parte de Israel (con o sin ayuda de Washington) es muy elevada. Irán se ha pasado estos últimos meses desarrollando una estrategia de “unificación de las resistencias palestinas”, con el propósito evidente de mejorar sus capacidades militares y su efectividad. El apoyo que Teherán ha proporcionado a Hamás en los últimos años, incluyendo fondos, armas y entrenamiento, junto con la perenne amenaza que supone el programa nuclear, pueden ser la gota que colme el vaso.

A ninguno de los actores regionales le interesa una guerra abierta que incluya un frente contra Irán. Los servicios de inteligencia de Israel y EEUU han declarado públicamente que, por ahora, no existe ninguna evidencia de una implicación directa iraní en el ataque. Pero si la guerra se extiende, hay muchas probabilidades de que acabemos en un escenario de conflicto proxy entre Irán, Israel y posiblemente EEUU, con ataques contra objetivos iraníes y milicias chiíes en lugares como Siria e Irak, y con atentados contra objetivos judíos y negocios y turistas israelíes en el extranjero. Un enfrentamiento asimétrico para el que Irán y sus asociados llevan años preparándose.

El mundo árabe: obligados a reaccionar

Si Irán gana margen de maniobra, el resto del mundo árabe lo pierde. La incursión de Hamás pone presión sobre los firmantes de los Acuerdos de Abraham (Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos) y dibuja un enorme signo de interrogación sobre la aparente disposición de Arabia Saudí a restablecer relaciones con el Estado judío. Si los saudíes cruzan esa línea, muchas otras naciones árabes seguirán su ejemplo. Por ello, el Gobierno de Joe Biden estaba invirtiendo bastante capital político en orquestar este acercamiento.

Pero el ataque y una respuesta israelí que aseguran no tendrá precedentes ponen la cuestión palestina de nuevo sobre la mesa, haciendo muchísimo más costosa políticamente para los países árabes una normalización que, según una encuesta rescatada ahora en un informe del Real Instituto Elcano, solo apoya un 2% de los jóvenes del mundo árabe.

Que el objetivo del atentado era precisamente ese lo dejó claro esta semana el líder del ala política de Hamás, Ismail Haniyeh, dirigiéndose a los países signatarios de los Acuerdos de Abraham: "[Israel] no puede protegerse a sí mismo ante los resistentes, no puede proporcionaros ninguna protección —declaró—, todos los acuerdos de normalización que habéis firmado con esta entidad no pueden resolver este conflicto".

Foto: Concentración propalestina en Dublín. (Reuters/Clodagh Kilcoyne) Opinión

En ese sentido, el éxito de la operación es ya tangible. A las pocas horas del ataque, Arabia Saudí emitía un comunicado condenándolo, pero añadiendo que era el resultado de "la ocupación, la privación de los derechos legítimos del pueblo palestino, y la repetición de provocaciones sistemáticas", y pidiendo la creación de un estado palestino. Un asunto que había estado notoriamente ausente en las conversaciones previas entre Riad, Washington y el ejecutivo israelí.

Lo mismo cabe decir de todos los demás estados árabes que mantienen buenas relaciones con Israel o las habían restablecido recientemente, de Marruecos a Jordania, cuyos gobiernos tienen ahora que contar con la presión de la calle, mientras sus economías se ven expuestas a los vaivenes del conflicto.

China: un gran depende

El efecto de esta crisis sobre China es incierto. Por un lado, amenaza con hacer descarrilar toda su estrategia para la región. En los últimos años, Pekín ha hecho importantes esfuerzos para presentarse como la “gran potencia responsable”, capaz de hablar con todos los actores en términos amistosos y de lograr acuerdos, como el tibio acercamiento diplomático entre Irán y Arabia Saudí. La estabilidad en Oriente Medio es esencial para el éxito del proyecto de la Franja y la Ruta en esta zona, por lo que el Gobierno chino es el primer interesado en que haya estabilidad. Además, China está implicada en actividades como la reconstrucción de Siria. Un conflicto regional podría dar al traste con todo ello.

Foto: Un hombre pasa ante un gran mural que muestra al ayatolá Ruholá Jomeiní. (EFE/Abedin Taherkenareh)

Sin embargo, esto también abre una oportunidad si Pekín lograse mediar en algún tipo de acuerdo entre Israel y los palestinos. Hoy por hoy, ese escenario es inconcebible. China, además, no se ha ganado estos días las simpatías de las autoridades israelíes. Aunque su representante ante la ONU ha condenado "toda violencia y ataque contra civiles", el Ministerio de Exteriores ha hecho un llamamiento a la moderación de "las partes relevantes", defendiendo "un Estado de Palestina independiente" como la solución a largo plazo. Altos diplomáticos de la embajada israelí en Pekín han respondido asegurando que "cuando la gente está siendo asesinada, masacrada en las calles, este no es el momento de pedir una solución de dos Estados".

Pero el potencial beneficio geopolítico para China depende de los verdaderos planes de Xi Jinping sobre Taiwán. Con la invasión rusa de Ucrania lejos de solventarse y un nuevo foco de conflicto en Oriente Medio, el plan de Estados Unidos de centrarse en el Indo-Pacífico vuelve a retrasarse. Además, la ayuda militar de Washington a Taipéi también podría verse reducida en la medida en que Israel necesite más apoyo en su lucha contra Hamás.

Occidente: en el peor momento

Occidente es el gran perdedor geopolítico. Estados Unidos no ha dudado en volver a mostrar un respaldo sin fisuras con Israel, uno de sus mayores aliados mundiales. Pocas horas después de conocerse el alcance de la ofensiva de Hamás, el Pentágono desplazó al portaviones USS Gerald R. Ford en la zona para reforzar la disuasión y se ha mostrado dispuesto a intervenir militarmente si otros grupos radicales se unen a la lucha.

Pero en EEUU todo, absolutamente todo, queda tamizado por la polarización política. El Partido Republicano no ha desperdiciado ni un segundo en atacar a la Casa Blanca por su reciente acuerdo con Teherán (descongelar fondos iraníes a cambio de la liberación de varios rehenes estadounidenses), lo que serviría para explicar las reticencias de Washington a la hora de implicar a Irán en los ataques. Los republicanos más radicales aseguran (de nuevo, sin evidencias) que esta concesión financiera habría servido para financiar parcialmente el atentado. Pero Biden ya amaga con retractarse y volver a congelar los fondos. Muchos halcones en Washington llevan años buscando una excusa para derrocar a los ayatolás, así que la presión podría dispararse ante cualquier movimiento extraño en la región.

Los Demócratas podrían ver aún más cuesta arriba sus planes para seguir financiando la causa ucraniana si esta va separada de la israelí, compitiendo ambos frentes por los mismos recursos. Esto sin olvidar que en poco más de un año hay unas elecciones presidenciales que podrían devolver al impredecible Donald Trump al despacho oval. Una perspectiva que reventaría cualquier ejercicio de prognosis geopolítica.

Foto: El consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, participa en la sesión informativa diaria en la Sala de Prensa James S. Brady de la Casa Blanca en Washington. (EFE/Ron Sachs)

Aún peor parada sale Europa. La condena a la atrocidad cometida por Hamás ha sido unánime, pero ahora tiene que lidiar el debate entre los que respaldan una respuesta a la altura del horror vivido en el sur de Israel y los que desde ya denuncian la campaña militar de represalia en Gaza concebida, desde su origen, como una masiva violación de derechos humanos (la legislación internacional prohíbe los castigos colectivos contra una población). A los políticos europeos les llueven críticas por "hipocresía"; algunos por la tibieza de su respuesta ante las acciones militares israelíes en comparación con sus enconadas denuncias de Rusia cuando ataca objetivos civiles en Ucrania, otros por no dejar clara su postura en el conflicto, o bien no entienden en toda su extensión la agonía palestina detrás de la violencia o bien minimizan el derecho soberano israelí a defenderse de cualquier amenaza.

Similar (y más notorio) es la división social. Menos de una semana de hostilidades y la incursión terrestre ni siquiera ha comenzado. Pero el un sólido consenso de unidad de acción exterior en torno a la agenda ucraniana (con sus sectores críticos minoritarios) empieza a resquebrajarse. La politización doméstica del conflicto parece inevitable adentrándonos, un paso más, en esta era de mayor riesgo e incertidumbre.

Cui bono es una expresión latina con la que se resuelven los crímenes más complicados y con la que comienzan las más delirantes conspiraciones. Quiere decir "¿quién se beneficia?" y fue acuñada por un joven Marco Tulio Cicerón en su obra En defensa de Roscio Amerino (81 a.C.). De ahí, pasó a la historia como uno de los conceptos más interesantes del Derecho Romano. En geopolítica, es una pregunta constante y necesaria, pero también peligrosa. Un cálculo que están haciendo en todos los centros de poder político, militar y financiero del planeta ahora mismo. ¿Quién sale ganando (y qué) de una guerra Israel-Gaza?

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