Es noticia
El 'golazo' de China en Oriente Medio: la silenciosa diplomacia de Pekín florece
  1. Mundo
Los tentáculos de Xi

El 'golazo' de China en Oriente Medio: la silenciosa diplomacia de Pekín florece

China logra uno de sus principales objetivos estratégicos: aparecer como un actor constructivo y responsable en la escena internacional, cuyas acciones benefician a todos, al tiempo que garantiza sus propios intereses

Foto: Un hombre pasa ante un gran mural que muestra al ayatolá Ruholá Jomeiní. (EFE/Abedin Taherkenareh)
Un hombre pasa ante un gran mural que muestra al ayatolá Ruholá Jomeiní. (EFE/Abedin Taherkenareh)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

El anuncio del restablecimiento de plenas relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudí —rotas desde que a principios de 2016 el reino wahabí ejecutase a un clérigo chií y, en respuesta, manifestantes asaltasen la embajada saudí en Teherán— es una muestra más del reajuste acelerado que está teniendo lugar en el mundo. No solo porque ambos países, pese a su declarada animadversión mutua, están rehaciendo sus cálculos geopolíticos ante un entorno cambiante, sino porque esta reconciliación parcial se ha producido gracias a la mediación discreta de China, que no solo se apunta un enorme tanto en la escena internacional, sino que puede acabar siendo la gran ganadora de este movimiento.

Al reducir, si no erradicar totalmente, la posibilidad de que la rivalidad entre Arabia Saudí desemboque en un conflicto armado abierto —algo que hasta fecha muy reciente era visto por muchos expertos como una posibilidad real y muy preocupante—, Pekín se asegura que no se produzca una disrupción en el suministro global de energía, que afectaría a todo el planeta, pero sobre todo a la propia China. Este país es el principal importador de crudo del mundo, y casi la mitad de sus adquisiciones provienen de esta región: en 2021, estas alcanzaron la alucinante cifra de 128.000 millones de dólares, el triple que las de EEUU y la Unión Europea combinadas.

Foto: El ayatolá Jomeini, en una foto de archivo (Reuters)

"China se ha convertido en el curso de los últimos años en el principal socio comercial de Arabia Saudí y, por lo tanto, ha desplazado a Estados Unidos de esta posición. De hecho, Arabia Saudí se ha convertido en el principal proveedor de petróleo para China, con más del 18% del crudo que consume en la actualidad”, señala Ignacio Álvarez-Ossorio, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense. "Tras el restablecimiento de sanciones por su programa nuclear, Irán ha fortalecido sus relaciones con el sudeste asiático y, de manera particular, con China. Al gigante asiático le interesa, por lo tanto, un Oriente Medio estable en el que las tensiones se solucionen por medio de la diplomacia y no con enfrentamientos armados. De ahí que haya aprovechado sus estrechos vínculos con ambos países para mediar de manera que Teherán y Riad normalicen sus relaciones", dice a El Confidencial.

Así, China logra además uno de sus principales objetivos estratégicos: aparecer como un actor constructivo y responsable en la escena internacional, cuyas acciones benefician a todos, al tiempo que garantiza sus propios intereses. Pekín explota también la ventaja de ser uno de los pocos poderes globales de importancia con capacidad de hablar con todas las partes, y con el músculo económico suficiente como para que su opinión sea tenida en cuenta. Además de sus buenas relaciones con Arabia Saudí, China fue uno de los valedores del acuerdo nuclear con Irán en 2015. En marzo de 2021, Pekín y Teherán firmaron una asociación estratégica integral por 25 años, pero también mantiene acuerdos similares con una docena de países árabes.

* Si no ves correctamente este formulario, haz clic aquí

El presidente chino Xi Jinping visitó Arabia Saudí el pasado diciembre, donde también encabezó varias cumbres con los países del Consejo de Cooperación del Golfo y la Liga Árabe. La calurosa bienvenida que el líder chino recibió en Riad contrastaba enormemente con la recepción relativamente fría que el régimen saudí había ofrecido a Joe Biden meses antes, lo que dio lugar a especulaciones acerca de un posible giro saudí hacia China, que se sumaban a la ansiedad sobre el uso del petroyuan en sustitución de los petrodólares, desde que en 2018 Pekín firmase los primeros contratos de importación petrolífera a futuros en esta divisa.

China y los omnialineados

El petroyuan, en realidad, no ha despegado y los países árabes no muestran mayor interés en utilizarlo para sus transacciones energéticas. Y la respuesta saudí a los temores estadounidenses fue que su acercamiento a Pekín no implicaba romper su amistad con Washington, en un enfoque que algunos expertos definen como de "países omnialineados", que participan no solo en las instituciones establecidas por EEUU sino también en las de sus rivales. En el llamado "Informe sobre la Cooperación Sino-Árabe en una Nueva Era", publicado por el Ministerio de Exteriores chino hace pocos meses, Pekín asegura que no tiene ningún deseo de desafiar la hegemonía de Washington en Oriente Medio, enfatizando en su lugar el desarrollo conjunto y una relación donde todos salen ganando. Exactamente la clase de situación que se ha dado esta misma semana.

Foto: El presidente Xi Jinping tras su elección. (EFE/Mark R. Cristiano)

Y esta buena relación no se limita a los estados árabes. El año pasado, por ejemplo, Irán entró a formar parte de la Organización de Cooperación de Shanghái, un organismo creado y liderado por Pekín para colaborar en materia de seguridad, del que también son miembros Rusia y varios estados centroasiáticos. Turquía, Arabia Saudí, Egipto y Qatar son observadores en esta institución, y está previsto que los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Bahréin adquieran ese mismo estatus a lo largo de 2023.

"Parece evidente que el orden unipolar establecido tras el desmoronamiento de la Unión Soviética está llegando a su fin. La principal incógnita es saber si vamos a un nuevo orden bipolar marcado por el enfrentamiento EEUU-China o a un orden multipolar donde también otros actores internacionales asumirán un creciente protagonismo en la escena internacional", indica Álvarez-Ossorio. "Las recientes iniciativas diplomáticas de Beijing para tratar de resolver la crisis ucraniana o acercar las posiciones ente Teherán y Riad demuestran que su diplomacia está asumiendo un rol más activo que en el pasado, por lo que no cabría descartar que asuma un mayor protagonismo en una región como Oriente Medio marcada por la persistencia de los conflictos", comenta.

Pero la implicación de China en esta zona geográfica no se limita a los hidrocarburos. "Durante la última década, los intereses de China en Oriente Medio se han extendido más allá de la seguridad energética. China ha sido el principal socio comercial del mundo árabe desde 2020, sobrepasando los 330.000 millones de dólares en comercio bilateral en 2021. Ya era el principal inversor extranjero en Oriente Medio durante la primera visita de Xi Jinping a la región en 2016", señala un informe del Atlantic Council sobre esta cuestión publicado a mediados de febrero. Pekín invierte ahora en múltiples sectores como la tecnología, las comunicaciones, las infraestructuras, la logística y las energías renovables, como parte del gran proyecto Belt and Road (BRI, por sus siglas en inglés), también llamado la Nueva Ruta de la Seda, para conectar China con gran parte del planeta y fomentar sus exportaciones. Una veintena de países árabes se han adherido a esta iniciativa, incluida Siria, que se unió a principios de 2022, e Irak fue de hecho el país del mundo que más inversiones del proyecto BRI recibió en el año 2021.

"Los lazos diplomáticos y económicos de China con los países del Golfo han creado nuevas oportunidades para las petroeconomías de la región. La gran mayoría de los países del Consejo de Cooperación del Golfo son abiertamente dependientes de los ingresos petrolíferos, pero tienen ambiciones de alejar sus economías de los combustibles fósiles", señala el analista Nurettin Akcay, de la Universidad de Shanghái. "Al asociarse con Pekín, los países del CCG pueden diversificar sus economías y atraer inversión extranjera directa. De ahí el deseo de los países árabes de expandir su cooperación con China en las transferencias de tecnología, el desarrollo de infraestructuras, y las energías renovables", indica en un reciente artículo en la publicación The Diplomat.

Foto: Imagen de archivo del lanzamiento de un misil desde Irán. (EFE)

Estabilidad y mediación

Pero en una zona tan convulsa como esta, dicha presencia comercial lleva necesariamente a una mayor implicación en el mantenimiento de la estabilidad. "El presidente Xi Jinping pretende pasar a la historia con su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. Además de su dimensión terrestre, tiene otra dimensión marítima que obliga a atravesar el golfo de Adén, el estrecho de Bab al-Mandeb, el mar Rojo y el canal de Suez antes de llegar al Mediterráneo”, apunta Álvarez-Ossorio. "De ahí que China hoy, al igual que el Imperio Británico en el s. XIX, necesite garantizar la seguridad de las rutas. De ahí que la perpetuación de las tensiones entre Arabia Saudí e Irán o la prolongación del conflicto del Yemen sean contempladas como un riesgo que podría poner en peligro dicho proyecto comercial. Por esta razón, creo que el acercamiento saudí-iraní podría ser el primer paso para una resolución de los conflictos enquistados de la región".

Los esfuerzos mediadores de China no se limitan a Oriente Medio, sino que Pekín trata de jugar un importante papel en este sentido en muchos lugares de África y Asia. Pero no hay duda del capital político que el gobierno chino está consumiendo en esta parte del planeta, con intentos de jugar un papel resolutivo en los conflictos de Irak, Libia, Sudán, Yemen y Palestina, según el citado informe del Atlantic Council. También ha exigido un mayor esfuerzo diplomático para acabar con la guerra en Siria, si bien en este país su perfil como intermediario se ve perjudicado por su historial de acciones a favor del régimen de Bashar al-Assad. China, por ejemplo, vetó numerosas resoluciones en la ONU condenando las acciones del gobierno sirio.

Foto: Un apicultor cubierto de miel en señal de protesta frente al Ministerio. (A.F.)

A China le pesaba el que su anterior abstención en la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre una intervención en Libia hubiese desembocado en el derrocamiento de Muammar al-Gaddafi, lo que supuso la pérdida de millones de dólares en inversiones chinas en el país (y en la obligación de poner en marcha una costosa operación militar para sacar de allí a 35.000 ciudadanos chinos atrapados por la guerra). En consecuencia, Pekín vetó todas las iniciativas que pudieran suponer una desestabilización aún mayor del régimen de Assad, desde las condenas iniciales por la violencia letal desplegada contra los manifestantes en 2011 a la posibilidad de investigar el uso de armamento químico.

Pero China también ha sido uno de los principales proveedores de productos de Siria, proporcionándole desde ayuda humanitaria hasta sus propias vacunas contra el covid, y las empresas chinas están muy bien colocadas para liderar la reconstrucción del país. Además, Pekín ha aprovechado cada oportunidad —como la presentada por el devastador terremoto del mes pasado— para exigir que se levanten las sanciones occidentales contra Siria. Esto le otorga una posición privilegiada a la hora de influir en Damasco de cara a un futuro proceso de paz. "Debe tenerse en cuenta que China dispone de un músculo económico del que carece Rusia o Irán, de ahí que su papel pueda ser decisivo en el caso de que decida involucrarse en el conflicto sirio, ya que los principales respaldo del régimen de Bashar al-Assad, es decir Rusia e Irán, atraviesan un momento delicado y no disponen de los suficientes recursos para hacer frente a la reconstrucción del país, devastado por 12 años de guerra", comenta Álvarez-Ossorio.

El acercamiento entre Irán y Arabia Saudí gracias a China es, en cualquier caso, un golazo en toda regla, y se convierte potencialmente en un ejemplo a imitar por otros actores locales. El régimen de Xi Jinping no solo apuntala sus intereses y afianza su estrategia regional, sino que ofrece ante el mundo su cara más positiva, capaz de resolver intrincados problemas internacionales de un modo que solo puede atraer el aplauso generalizado. Y eso, en el contexto actual de competición en el terreno de la influencia global, significa que Pekín ha logrado mucho más que un simple triunfo diplomático.

El anuncio del restablecimiento de plenas relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudí —rotas desde que a principios de 2016 el reino wahabí ejecutase a un clérigo chií y, en respuesta, manifestantes asaltasen la embajada saudí en Teherán— es una muestra más del reajuste acelerado que está teniendo lugar en el mundo. No solo porque ambos países, pese a su declarada animadversión mutua, están rehaciendo sus cálculos geopolíticos ante un entorno cambiante, sino porque esta reconciliación parcial se ha producido gracias a la mediación discreta de China, que no solo se apunta un enorme tanto en la escena internacional, sino que puede acabar siendo la gran ganadora de este movimiento.

Irán Arabia Saudí Noticias de China
El redactor recomienda