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La "diosa de la guerra" tiene un límite: Rusia ha disparado por encima de sus posibilidades
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La "diosa de la guerra" tiene un límite: Rusia ha disparado por encima de sus posibilidades

En el momento más intenso de la guerra, las fuerzas rusas estaban disparando entre 20.000 y 30.000 proyectiles de artillería al día, un ritmo que meses después parece insostenible. ¿Está Moscú en problemas?

Foto: Miembros de la autoproclamada República Popular de Donetsk disparan un howitzer Giatsint-B. (Reuters/Alexander Ermochenko)
Miembros de la autoproclamada República Popular de Donetsk disparan un howitzer Giatsint-B. (Reuters/Alexander Ermochenko)

“Totalmente aplanada. Bloque por bloque, de forma despiadada, eficiente y deliberada”. Estas fueron las palabras utilizadas por el célebre periodista y autor británico Andrew Harding para describir la capital de la República de Chechenia tras la Segunda Batalla de Grozni, que concluyó en el año 2000. Lo mismo podría decirse hoy en día de Marinka, cerca de Donetsk, en el este de Ucrania. Antes de 2022, solía albergar a 10.000 personas, pero ahora es un páramo gris, carbonizado y desolado en el que apenas quedan unas ruinas en pie. Recientemente, Wikipedia actualizó la descripción de la localidad con la siguiente frase: “Marinka era una ciudad”. Era.

Ambas urbes fueron víctimas del mismo verdugo: la artillería rusa. En contraste con la mayoría de las doctrinas occidentales, que enfatizan el uso de armas de alta potencia y precisión, el manual ruso de guerra se centra en el uso indiscriminado y constante de la artillería, la cual ha sido priorizada durante siglos por Moscú. Los ejércitos zaristas de los siglos XVIII y XIX se caracterizaron por su potencia de fuego. Stalin, ateo de manual, describió a la artillería en 1944, poco antes de su victoria frente a la Alemania nazi, como “la diosa de la guerra”. En Grozni y en Marinka, pero también en Alepo, Mariúpol, Severodonetsk o Bajmut, Vladímir Putin ha seguido la estela de sus predecesores.

Sin embargo, una realidad resulta evidente en Ucrania: el ritmo al que caen los obuses rusos es cada vez más espaciado. A principios de este año, fuentes de inteligencia occidentales apuntaban a una reducción de hasta un 75% en el ratio de disparos en comparación con el verano de 2022, cuando Rusia logró sus últimas grandes conquistas de territorio ucraniano. Este hecho, sumado a las quejas reiteradas del Grupo Wagner al respecto, ha llevado a muchos a concluir que Moscú afronta un creciente problema de munición para alimentar a sus sistemas de artillería, una debilidad importante para un ejército acostumbrado a resolver con obuses sus problemas en el campo de batalla.

Foto: Soldado ruso en el frente de Bajmut. (Reuters/Oleksandr Ratushniak)

Un ritmo imposible

La ralentización no supone ninguna sorpresa. La velocidad de disparo que demostró el año pasado la artillería rusa resulta imposible de sostener a largo plazo, sin importar la potencia que lo intente. “Los rusos estaban usando, de media, 20.000 proyectiles de artillería cada día. Para poner este número en perspectiva, Estados Unidos, hasta hace poco, producía alrededor de 100.000 proyectiles de artillería al año. Los rusos estaban disparando 500.000 al mes”, explica Mark Cancian, investigador sénior del Center for Strategic and International Studies (CSIS), a este periódico.

Desde el inicio de la invasión, el ejército ruso ha lanzado tantos proyectiles, obuses y cohetes que su reemplazo costaría aproximadamente 93.000 millones de dólares, de acuerdo con un recuento de Hlib Parfonov, analista de la Fundación Jamestown. Esta cifra es mayor que todo el gasto militar previsto por el Kremlin para 2023 —84.000 millones de dólares—, a pesar de que este presupuesto se ha incrementado en un 40% en comparación con 2021. Rusia, simple y llanamente, ha disparado por encima de sus posibilidades.

¿Cómo logró Moscú mantener este ritmo durante los primeros meses? La respuesta radica en su enorme capacidad de almacenamiento, una herencia de la Guerra Fría. “Rusia cuenta con una política de mantener reservas de munición extremadamente grandes. El origen de esta política data del régimen soviético y presta especial atención a las municiones de artillería”, señala Camille Grand, investigador del European Council on Foreign Relations y ex sub secretario general de Inversiones en Defensa de la OTAN. “Sus reservas son enormes. Los rusos, como los soviéticos, nunca tiran nada”, coincide Cancian.

Esto también implica que las municiones rusas, a menudo, están mucho más envejecidas y presentan condiciones mucho peores que las de los ejércitos de la OTAN. De acuerdo con el Pentágono, Rusia ha estado disparando proyectiles que se produjeron a principios de la década de los 80. Grand apunta a que muchos de estos obuses antiguos han experimentado procesos de renovación por la industria armamentística rusa. Sin embargo, otros acaban, sin garantía de que funcionen correctamente, en manos de unidades como el Grupo Wagner, que ha publicado en Telegram múltiples fotografías de cajas llenas de material oxidado e inutilizable.

La agrupación mercenaria rusa, liderada por Yevgeni Prigozhin, ha sido la principal responsable de visibilizar los problemas de munición que afronta Rusia. “Estoy preocupado por la escasez de municiones. No solo en lo que respecta a Wagner, sino a todas las unidades del ejército ruso... Cada proyectil retrasado significa la muerte de uno de nuestros camaradas”, expresó Prigozhin en un comunicado el pasado viernes. El servicio de inteligencia del Ministerio de Defensa británico ha señalado que la ciudad de Bajmut, donde se concentra la actual ofensiva rusa, ha podido resistir en gran medida porque el impacto de la artillería del invasor ya no es el que era.

Por otra parte, múltiples reportes durante los últimos meses han apuntado a que Rusia ha comprado municiones a Corea del Norte, un país que solía ser un cliente, y no un suministrador, de armamento para Moscú. La semana pasada, Sky News también reveló que Irán había suministrado al gigante euroasiático un gran cargamento de municiones que incluía millones de balas y cientos de miles de obuses. “Esa no parece una señal de que a Rusia le quede mucha munición almacenada o de que pueda reemplazarla con facilidad”, indica Grand.

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Pese a las señales de ralentización del uso de artillería por parte de Rusia, el país sigue contando con una capacidad para producir munición que excede a la de cualquier país occidental. El secretismo de Moscú en cuestión de cifras militares impide saber con certeza cuantos proyectiles de artillería —un tipo de armamento poco sofisticado que no requiere de tecnología occidental y, por lo tanto, no se ve afectado por las sanciones— puede producir el país. Margo Grosberg, comandante del centro de inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Estonia (EDF), ha manifestado en el pasado que la capacidad de producción de munición de Rusia era de alrededor de 1,7 millones de unidades por año antes del inicio de la guerra. Una cifra que, pese a incluir aquellas de la era soviética que son renovadas, es considerablemente mayor a la que actualmente pueden ofrecer Estados Unidos y los países europeos a Ucrania.

Un problema en común

Está claro que Rusia nunca se quedará completamente sin munición para sus sistemas de artillería. Pero las actuales limitaciones siguen suponiendo un desafío importante para un país que depende tanto de los proyectiles. Los datos hasta la fecha indican que los éxitos de Rusia en el campo de batalla guardan una relación directa con la cantidad de artillería utilizada. “Usan la artillería para sus ofensivas, usan la artillería para desmoralizar a la población, usan la artillería para dañar posiciones defensivas… Usan cinco veces más artillería que Ucrania y, probablemente, de forma mucho menos eficiente. Es una parte integral de su doctrina militar”, asevera Grand.

Pero, aunque Kiev requiera de menos artillería, eso no significa que el Gobierno de Volodímir Zelenski no esté en problemas similares al ruso. El ministro de Defensa de Ucrania, Oleksii Reznikov, ha indicado a sus aliados estadounidenses que, como mínimo, su país necesita 250.000 proyectiles cada mes. Sin embargo, EEUU apenas logra, en la actualidad, producir 14.400 municiones de 155 milímetros —el estándar para la artillería de la OTAN, cuyos sistemas ahora usa Ucrania— al mes, una cifra que pretende aumentar hasta las 90.000 de cara a 2025, pero que no puede cambiar drásticamente a corto plazo.

Foto: EC Diseño

Mientras tanto, de acuerdo con un reporte de The New York Times, las 12 empresas de la Unión Europea que pueden manufacturar este tipo de proyectiles tan solo pueden producir 650.000 al año, un número al que hay que descontarle otros tipos de municiones que escasean, incluyendo las de 120 milímetros necesarias para los tanques alemanes Leopard 2 y las de 105 milímetros para los Leopard 1.

Al igual que Estados Unidos, los Veintisiete han manifestado su voluntad de aumentar su suministro a Ucrania. Tras una reunión informal de ministros de Defensa la semana pasada, el alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell, anunció un plan de tres medidas para cumplir este objetivo. La primera, un paquete de 1.000 millones de euros para comprar proyectiles de todo tipo —la mayoría del armamento ucraniano sigue utilizando munición soviética de 152 mm— que los países europeos ya tienen en stock; la segunda, otros 1.000 millones de euros para la adquisición conjunta de munición de 155 mm; finalmente, el aumento de la capacidad industrial a mediano plazo y la reducción de los tiempos de entrega.

Mientras tanto, la sequía de munición parece destinada a continuar tanto en Kiev como en Moscú. Pese a todas las comparaciones que la actual guerra evoca con la Segunda Guerra Mundial, la situación actual recuerda cada vez más a la de la Primera Guerra Mundial, cuando Alemania y Francia se encontraban en posiciones atrincheradas sin apenas cambios y disparaban innumerables obuses día tras día con la esperanza de romper el estancamiento. A medida que avanzó el conflicto, ambos bandos sufrieron una escasez crónica, un evento denominado como la Shell Crisis (Crisis de los Proyectiles) en Reino Unido. La historia rima, pero todavía queda mucho por delante hasta a llegar a ese punto: entre 1914 y 1918, cerca de 1.500 millones de proyectiles de artillería fueron disparados en el frente occidental.

“Totalmente aplanada. Bloque por bloque, de forma despiadada, eficiente y deliberada”. Estas fueron las palabras utilizadas por el célebre periodista y autor británico Andrew Harding para describir la capital de la República de Chechenia tras la Segunda Batalla de Grozni, que concluyó en el año 2000. Lo mismo podría decirse hoy en día de Marinka, cerca de Donetsk, en el este de Ucrania. Antes de 2022, solía albergar a 10.000 personas, pero ahora es un páramo gris, carbonizado y desolado en el que apenas quedan unas ruinas en pie. Recientemente, Wikipedia actualizó la descripción de la localidad con la siguiente frase: “Marinka era una ciudad”. Era.

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