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La Armada y el 'error Wilson': por qué España compra helicópteros estadounidenses y no europeos
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La Armada y el 'error Wilson': por qué España compra helicópteros estadounidenses y no europeos

Los Romeo vienen a demostrar que la Armada ha logrado imponer criterios militares sobre otros de carácter político y continuar, así, con una larga saga de tecnología estadounidense al servicio del cuerpo

Foto: Un MH-60R Sea Hawk de la Marina de EEUU. (Reuters)
Un MH-60R Sea Hawk de la Marina de EEUU. (Reuters)
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El Consejo de Ministros aprobó esta semana la compra de un lote de helicópteros Sikorsky MH-60R para la Armada que, entre otros objetivos, se encargarán de la lucha antisubmarina. Hace unos años, la noticia no hubiera sorprendido quien conozca la Armada, que confió durante años esta misión a modelos estadounidenses. Pero esta nueva adquisición, de unos 820 millones de euros, llega después de años de planes y proyectos para reducir las variantes de helicópteros en servicio en las Fuerzas Armadas para emplear fundamentalmente modelos europeos. Los Romeo vienen a demostrar que la Armada ha logrado imponer criterios militares sobre otros de carácter político para elegir su futuro helicóptero de guerra antisbumarina y continuar, así, con una larga saga de tecnología estadounidense al servicio de la institución. Al menos, por ahora.

La Armada no siempre estuvo ligada a la tecnología norteamericana. Antes de la Guerra Civil, la construcción naval estuvo dominada por la Sociedad Española de Construcción Naval, cuyos accionistas mayoritarios eran empresas privadas británicas. Así, los cruceros Baleares y Canarias se basaron en un diseño británico. Después de la guerra, la Empresa Nacional Bazán adoptó —sin demasiado éxito— diseños y tecnología franceses para construir buques como los de la clase Oquendo o los de la clase Audaz. Las estrecheces presupuestarias provocaron que los buques construidos en España durante las primeras décadas del franquismo contaran con prestaciones y equipos limitados. Y la falta de experiencia provocó que se alargaran en exceso los tiempos de desarrollo.

La decisión de dar un salto tecnológico y contar con un buque de guerra moderno y avanzado llevó a principios de la década de los sesenta a buscar un diseño extranjero para construir los buques bajo licencia en España. Entre 1963 y 1964, el país negoció con Reino Unido la construcción de fragatas de la clase Leander, uno de los modelos británicos del que más unidades se produjeron durante la Guerra Fría. Un total de 26 buques se construyeron entre 1959 y 1973. Además de la Armada británica, los Leander terminarían sirviendo en las armadas de Países Bajos, India, Pakistán, Indonesia, Nueva Zelanda, Ecuador y Chile. En el caso de Indonesia, incluso ya entrado el siglo XXI.

placeholder HMS_Apollo, clase Leander. (CC)
HMS_Apollo, clase Leander. (CC)

El 'error Wilson'

España hubiera sido otro país más en la lista de usuarios de las fragatas Leander si no fuera porque el 16 de junio de 1964, el líder de la oposición, el laborista Harold Wilson, preguntó en el Parlamento británico por las negociaciones con España, de las que había informado la prensa. Wilson reprochó hacer negocios con un "Gobierno fascista", que además reclamaba la soberanía de Gibraltar. Las palabras del político británico llevaron al Gobierno español a romper el acuerdo y buscar otro proveedor. Esa fue la oportunidad de Estados Unidos para vender su diseño de fragatas de la clase Knox, que fue modificado en España siguiendo los requerimientos de la Armada para crear la clase Baleares.

La intervención del líder laborista se recuerda en España como el error Wilson. La elección del diseño estadounidense supuso comenzar un camino sin vuelta atrás que abrió una nueva era en la Armada y en los astilleros españoles, cerrando definitivamente la puerta a la tecnología británica. La primera de las cinco fragatas clase Baleares construidas por la Empresa Nacional Bazán en El Ferrol entró en servicio en 1973. Fue el primer buque de guerra moderno y avanzado construido en España, si consideramos sus equipos electrónicos y su armamento de misiles. La relación con Estados Unidos y su industria naval dio sucesivos e importantes frutos.

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El diseño estadounidense de un portaaeronaves ligero para aviones de despegue corto y aterrizaje vertical fue adaptado en España para convertirse en el R11 Príncipe de Asturias. Si bien el diseño de los aviones Harrier era británico, España compró los suyos a Estados Unidos, donde McDonell Douglas los producía bajo licencia. Y para la defensa antisubmarina se adaptó el diseño estadounidense de las fragatas clase Oliver Hazard Perry para crear en España la clase Santa María, formada por seis fragatas que ahora viven la etapa final de su vida operativa. Además, aquellas fragatas formaban un conjunto con los helicópteros Sikorsky SH-60B Seahawk. Así que, como en el caso del portaaeronaves, la elección de un diseño de buque estadounidense para ser construido en España fue asociado a la compra de aeronaves también estadounidenses.

La Armada fue usuaria del primer Sikorsky SH-3 Sea King de la variante Delta que salió de las cadenas de montaje y usó el modelo por más de 50 años. Luego adquirió también los Sikorsky SH-60B Seahawk, la variante naval de lucha antisubmarina del conocido UH-60 Blackhawk, en dos lotes de helicópteros que han sido empleados por las fragatas de las series F80 (clase Santa María) y F100 (clase Álvaro de Bazán). El balance para la Armada puede decirse que fue positivo. Las fragatas de tecnología estadounidense que se terminaron construyendo en España en los años setenta eran superiores a las que la industria británica ofrecía. La colaboración en materia de diseño de fragatas llevó a dar un paso más allá de la adaptación de diseños foráneos para conseguir que en España se diseñara un buque desde cero.

placeholder Sikorsky SH-60B Seahawk. (CC)
Sikorsky SH-60B Seahawk. (CC)

Así nació la siguiente generación de fragatas españolas de la clase Álvaro de Bazán. Fue un hito de la ingeniería española en los noventa porque logró adaptar en un buque de 6.000 toneladas el sistema de defensa antiaérea Aegis, que la armada estadounidense solo instalaba en buques mucho más grandes. Aquel éxito tecnológico no solo fue una cuestión de orgullo nacional. España se convirtió entonces en exportadora de buques de guerra, vendiendo fragatas a Noruega, Australia y Arabia Saudita.

Reducto de tecnología estadounidense

La vinculación de la Armada, y también del Ejército del Aire, con la tecnología estadounidense en pleno franquismo tuvo otras consecuencias. Aquel ir y venir de oficiales a cursos de formación, ejercicios conjuntos y el contacto con un ejército de un país democrático abrió algunas puertas de aire fresco en las Fuerzas Armadas antes de la Transición. También dejó una impronta en la Armada, a la que se le tachaba con sorna como “americanizada” desde otras ramas de la institución. Fue también el caso de la Infantería de Marina, con detalles estéticos como la adopción de la gorra de picos de los marines estadounidenses. Pero también en el caso de los materiales, con el ejemplo más notorio en el vehículo Hummer, mientras en el Ejército de Tierra y Ejército del Aire se contaba con el Vamtac construido en Galicia por Urovesa.

Foto: Fragatas F-100, predecesoras de la nueva F-110. (EFE)

El caso del vehículo Hummer es bastante significativo. Fuera de la Infantería de Marina, más de uno pensó que fue un mero capricho del cuerpo por su afán de pasear por el mundo con el mismo vehículo que sus pares estadounidenses. En realidad, la Infantería de Marina adoptó el Hummer porque esperaba de sus vehículos 4x4 una resistencia y una capacidad de vadeo que el equivalente español de la época no era capaz de proporcionar. La Infantería de Marina torturaba sus vehículos en los Caños de la Clica de San Fernando de Cádiz. Se les hacía pasar una noche entera con el motor sumergido bajo el agua de mar para comprobar al día siguiente si arrancaban. El Hummer estadounidense pasaba la prueba. Los Vamtac de las primeras generaciones, no.

La Armada, y especialmente la Infantería de Marina, fueron durante años un reducto dentro de las Fuerzas Armadas españolas que lograron resistir en bastantes ocasiones las presiones políticas por adoptar algunos materiales que no estaban a la altura de las circunstancias. Por ejemplo, cuando el fusil de asalto español Cetme L y la ametralladora ligera Ameli resultaron tener serios problemas de calidad de construcción, la Infantería de Marina se planteó adoptar un fusil fabricado fuera de España. Al final, las armas españolas se mandaron de vuelta al fabricante para ser modificadas y mejoradas, dando lugar a la versión específica Cetme LV.

Guiño, guiño

Los últimos planes del Ministerio de Defensa era acabar en materia de helicópteros con las especificidades de tierra, mar y aire para generar economías de escala, adoptando de forma general un número reducido de modelos. En el caso de la Armada, se trataba de sustituir tres modelos de helicópteros de transporte y de guerra antisubmarina por una sola plataforma: el Airbus NH90 europeo. Tras la liberación de fondos europeos para ayudar a España recuperar de los efectos económicos de la pandemia, el mensaje desde Europa era bien claro. El dinero que llegaba desde Bruselas tenía que retornar a Europa en forma de compras de defensa.

placeholder Helicóptero NH90 NFH de la Marina alemana. (Airbus)
Helicóptero NH90 NFH de la Marina alemana. (Airbus)

Pero desde la Armada se tenían serias dudas. El NH90 es el producto de un consorcio europeo en el que cada socio establece sus necesidades y diseña a la carta el aparato, lo cual supone que cada configuración debe ser diseñada, probada y certificada. Así, la versión de transporte naval que la Armada quería para mover a la Infantería de Marina solo existe en el papel. Los costes de mantenimientos son altos. Y se ha dado el caso que Noruega y Australia han decidido dar de baja a sus NH90 para comprar MH-60R. La paradoja es que la última versión de un helicóptero estadounidense cuyo primer prototipo voló en 1974 va a sustituir al helicóptero europeo que venía a darle relevo.

La compra del helicóptero MH-60R se agrega al historial de la Armada para comprar el sistema de armas más adecuado pese a las presiones políticas. Esta vez la premisa ha sido que es un helicóptero provisional. Oficialmente, es una solución de compromiso mientras se terminan de desarrollar las variantes específicas del NH90. Podemos imaginar a los almirantes de la Armada guiñando el ojo mientras firmaban los documentos. No sería la primera vez que una solución a modo de parche se termina convirtiendo en realidad definitiva en las Fuerzas Armadas.

El Consejo de Ministros aprobó esta semana la compra de un lote de helicópteros Sikorsky MH-60R para la Armada que, entre otros objetivos, se encargarán de la lucha antisubmarina. Hace unos años, la noticia no hubiera sorprendido quien conozca la Armada, que confió durante años esta misión a modelos estadounidenses. Pero esta nueva adquisición, de unos 820 millones de euros, llega después de años de planes y proyectos para reducir las variantes de helicópteros en servicio en las Fuerzas Armadas para emplear fundamentalmente modelos europeos. Los Romeo vienen a demostrar que la Armada ha logrado imponer criterios militares sobre otros de carácter político para elegir su futuro helicóptero de guerra antisbumarina y continuar, así, con una larga saga de tecnología estadounidense al servicio de la institución. Al menos, por ahora.

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