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El pescador filipino que retó a la mayor armada del mundo desde su barca de madera
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¿Mar de China?

El pescador filipino que retó a la mayor armada del mundo desde su barca de madera

Arnel Satam se ha convertido en un héroe en Filipinas por retar a los guardacostas y barcas rápidas chinas que merodean por lo que ellos consideran sus aguas territoriales

Foto: Un pescador en el pueblo de Bacoor, Filipinas. (EFE/R. Malasig)
Un pescador en el pueblo de Bacoor, Filipinas. (EFE/R. Malasig)

Se enfundó su camiseta azul con la S de Superman, olvidó sus inservibles zapatillas en alta mar y salió con su pequeña barca pesquera a desafiar a la armada más imponente del planeta. Así empieza esta historia en la que, ante todo pronóstico, su protagonista no es un superhéroe, ni se llama Clark Kent. Su nombre es Arnel Satam y es un filipino de 54 años que se ha convertido en un pequeño héroe de la lucha del país asiático en el Pacífico Occidental contra China.

Satam se ha convertido en un símbolo por atreverse a retar a los potentes guardacostas y barcas rápidas del gigante asiático que, junto a sus barcos de guerra, merodean por lo que ellos consideran sus aguas territoriales. Como muchos otros días, el filipino se adentró en las aguas del Atolón de Scarborough o Banco de Masinloc, que unilateralmente Pekín ha decidido que pertenecen a su territorio, para faenar. En ese momento, equipo de periodistas de Agence France-Presse que acompañaban a un barco filipino que ofrece ayuda humanitaria, empezó a grabar.

Foto: Protesta en Manila contra la presencia de tropas estadounidenses en Filipinas, la semana pasada. (Getty/Ezra Acayan)

Las imágenes que quedaron para la posteridad fueron las de la persecución de las barcas chinas al pescador, que consiguió burlar su controlar durante varios minutos. Esta escena no es inusual y se repite con frecuencia, pero la diferencia es que, esa vez, un grupo de reporteros internacionales habían grabado la escena. Satam se convirtió al instante en una pequeña celebridad en su país. "Yo solo quería pescar allí. Hago eso a menudo, pero hoy me pillaron y empezaron a perseguirme. Yo simplemente me reí de ellos", dijo el pescador a los periodistas.

La explicación que da el propio Satam ejemplifica cómo ambos países pueden afrontar el problema. "Se ha convertido aquí en un pequeño héroe, pero él reconoció que estaba bromeando. En la cultura filipina tendemos a tratar temas serios que debemos resolver de manera liviana y con humor. Voy a pincharlos y luego ver qué pasa. Ese es el humor típico filipino. El propio expresidente Rodrigo Duterte le encantaba hacer eso. Provocaba y esperaba la reacción de los demás cuando era demasiado agresivo para después retroceder. Al presidente actual, Ferdinand Marcos, se le juzgará por lo que pase con el Mar de Filipinas Occidental. Él mismo dijo que no se iba a ceder un solo centímetro", explica Aries Arugay, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Philippines-Diliman, a El Confidencial.

Defenderse a cuchillo

Tal y como apunta el experto, el desnivel de fuerzas llega a un punto en el que a Filipinas no le queda otra táctica sobre el terreno que seguir tanteando hasta dónde puede llegar para defenderse. Pocos días después, la armada de "pescadores" filipinos tomaba otra iniciativa. Esta vez eran los guardacostas los que se grababan y fotografiaban rompiendo las barreras de boyas que los chinos han colocado en las aguas del atolón para impedir entrar en el banco de arena, la zona con más pesca. La orden fue dada directamente por el presidente Marcos.

Buzos filipinos, cuchillo en mano, cortaron los cables submarinos. "En los próximos meses, si alguna vez esa barrera vuelve a estar en su lugar, la Guardia Costera de Filipinas hará lo que sea necesario para eliminarla", ha declarado el Gobierno de Manila. "Vamos a seguir defendiendo Filipinas, su territorio marítimo y los derechos de nuestros pescadores a ejercer su oficio en las zonas donde han estado pescando durante cientos de años", dijo el presidente.

Foto: Un edificio en la ciudad Filipina de Zamboanga en una imagen de archivo. (EFE)

La respuesta de China ha sido clara. Durante meses, ha hostigado a los barcos pesqueros y guardacostas filipinos que navegan por un atolón que está a 240 kilómetros al oeste de Luzón, la isla principal de Filipinas, y a casi 900 kilómetros de la masa terrestre china más cercana, Hainan. "China defiende firmemente la soberanía y los derechos marítimos de la isla Huangyan [nombre con el que ellos llaman al atolón] y aconsejamos a la parte filipina que no provoque ni cause problemas", advirtió Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores.

De nada ha servido el laudo arbitral emitido por un tribunal de la ONU, que dictaminó en 2016 que la reclamación de China sobre el 90% de lo que ellos llaman Mar de China Meridional era infundada. Además de Filipinas, Pekín tiene ahora serios problemas abiertos con naciones como Vietnam, Malasia, Indonesia y Brunei por el control de unas aguas que ellos consideran que le pertenecen, a pesar de que, como sucede con el atolón Scarborough, estén dentro de las 200 millas náuticas (370 kilómetros) de otros países. Ese es el límite que la ONU consideró como aguas territoriales de los estados en su convención del derecho del Mar.

Sin embargo, China no reconoce la sentencia y mantiene que todo el mar de China Meridional le pertenece por derechos históricos. Pekín presenta como prueba un mapa de 1947 en el que establecía la llamada línea de los nueve puntos en el que delimitaba su control sobre todo ese inmenso mar. Un tercio de todo el transporte marítimo mundial pasa por unas aguas donde además de la pesca, se cree que hay grandes bolsas de gas y petróleo. "Tenemos una superpotencia intimidando a un país que ni siquiera tiene un ejército adecuado para la defensa exterior. China nunca ha visto a países como Filipinas y otros estados del Sudeste Asiático como iguales. Siempre ha visto al Sudeste Asiático como estados vasallos", opina Aries Arugay a este periódico.

Nada levanta más nacionalismos que el estómago

El expresidente Duterte intentó tener una buena relación con China. El actual presidente, Marcos, también. Él y su familia vienen de una zona de Filipinas con fuerte presencia china y han tenido una cercana relación con la superpotencia asiática. "Marcos pensó que China se comportaría como un viejo amigo cuando fuera presidente, pero los incidentes con nuestra guardia costera y pescadores son constantes. No importa ser amigable o no. En este momento, el Gobierno filipino se está planteando abrir un segundo caso a China en la Corte Internacional", explica el analista político.

Ese clima ha provocado un rechazo a China entre la población filipina. Las noticias, por un lado, se llenan de pescadores y buceadores convertidos en héroes y, por otro, en los mercados empieza a faltar pescado y suben los precios. Nada levanta más nacionalismos que el estómago. "Hay una inflación alta en todo, y eso incluye los alimentos. El pescado, el alimento básico de las masas, escasea. Las latas de sardinas, que era la comida de la gente con menos recursos, empieza a ser la dieta de muchas personas. Luego vemos a China dañando el medio ambiente y destruyendo los arrecifes de coral. Ni siquiera necesitas ser muy inteligente si eres un filipino común y corriente para pensar que mis dificultades en este momento tienen algo que ver con ello", explica Aries.

Foto: Ferdinand 'Bongbong' Marcos visita la tumba de su padre tras ganar las elecciones. (Reuters)

El conflicto marítimo con diversos países del sudeste asiático está dañando mucho la imagen de Pekín en la zona y abriendo una peligrosa puerta para sus intereses a Estados Unidos. Para países como Filipinas, Malasia y Vietnam, Washington es la única opción para contener a China. "Ahora que Manila muestra más determinación para defender su soberanía y sus derechos soberanos a través de estrategias multifacéticas, Pekín también se enfrenta a una situación crítica a la hora de hacer avanzar su ambición y al mismo tiempo tratar de presentarse como un líder responsable para promover su iniciativa de seguridad global", explica en un artículo de Nikkei Asia el analista político filipino, Don Mclain Gill, refiriéndose a la aspiración de Pekín de ser una alternativa pacífica al orden internacional liderado por Estados Unidos.

"Bueno, incluso con la propaganda pro-Pekín que se ha hecho durante años, China sigue siendo aquí el país menos confiable si nos basamos en las encuestas de opinión realizadas por estaciones meteorológicas sociales. Y América es el más fiable. Eso es una peculiaridad. Otros países del Sudeste Asiático ven más positivamente a China que a Estados Unidos. Solo Filipinas es lo contrario", señala Arugay.

Lo es por necesidad. La máxima de "el enemigo de mi enemigo es mi amigo" está agitando el avispero del Indo-Pacífico. Malasia no dudó en aprovechar unas maniobras militares con la armada estadounidense para realizar unas exploraciones petroleras en esas aguas que China le había advertido que no realizara. La primera semana de octubre, fuerzas navales de EEUU, Gran Bretaña, Canadá, Japón y Filipinas han realizado maniobras militares conjuntas cerca de la isla filipina de Luzón, no muy lejos del atolón en disputa. "Es importante que todas las naciones tengan derecho a navegar y operar libres en las aguas del Mar Occidental de Filipinas sin ser intimidadas", ha dicho Karl Thomas, vicealmirante norteamericano de la Séptima Flota. En las maniobras hay también representantes de Australia, Francia, Nueva Zelanda e Indonesia que participan como observadores.

Filipinas sabe que es un país muy pequeño para enfrentar a China, así que intenta formar parte de una coalición internacional de afectados por el expansionismo chino e interesados en detener a China para mantener su propio expansionismo. Ambos intereses confluyen. "Además de las demandas internacionales, el segundo punto de disuasión son nuestras redes de alianzas. Y eso incluye a Estados Unidos, Europa, Japón, Australia... No se trata solo de depender totalmente de Estados Unidos, sino de explorar relaciones estratégicas y relaciones de seguridad con todos los demás países. Todas estas relaciones de seguridad entrelazadas demostrarán que Pekín puede ser una superpotencia, pero si todos los demás países se ponen de acuerdo, ¿qué puede hacer China?", concluye Aries Arugay.

Se enfundó su camiseta azul con la S de Superman, olvidó sus inservibles zapatillas en alta mar y salió con su pequeña barca pesquera a desafiar a la armada más imponente del planeta. Así empieza esta historia en la que, ante todo pronóstico, su protagonista no es un superhéroe, ni se llama Clark Kent. Su nombre es Arnel Satam y es un filipino de 54 años que se ha convertido en un pequeño héroe de la lucha del país asiático en el Pacífico Occidental contra China.

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