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La España donde siempre es verano, pero nunca hay vacaciones: "Solo viven bien los de fuera"
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LAS HIJAS DE LA COSTA DEL SOL

La España donde siempre es verano, pero nunca hay vacaciones: "Solo viven bien los de fuera"

Hace años, determinadas regiones de España tenían trabajo y una buena calidad de vida. Hoy, esos mismos factores se han convertido en una trampa para sus habitantes

Foto: Camarera en la terraza del Casino de Ronda (Málaga). (Reuters/Jon Nazca)
Camarera en la terraza del Casino de Ronda (Málaga). (Reuters/Jon Nazca)
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A finales de enero, cientos de billetes de 50 euros salieron volando de un vehículo accidentado en la A-7, la carretera del Mediterráneo que recorre la Costa del Sol, muy cerca de Marbella. Varios conductores se pararon para recoger todo ese dinero que había dejado de ser de alguien. También los viajeros de un autobús. De repente, por fin, dinero caído literalmente del cielo.

Para Ana Geranios, la autora de Verano sin vacaciones. Las hijas de la costa del Sol (Piedra Papel Libros), es la metáfora perfecta de un lugar “donde estamos rodeadas del exceso de dinero, cosa que a todas nos hace falta, pero que no tenemos y que nos cuesta mucho conseguir”. Un lugar donde la mayor parte de la población está empleada en una industria turística cada vez peor pagada y con un poder adquisitivo más bajo, y que mira de reojo a los adinerados visitantes como su modelo aspiracional. Un lugar donde siempre es vacaciones, pero nunca puedes disfrutar de tus vacaciones.

"Hace años, era fácil encontrar estabilidad, pero eso nos convirtió en sirvientes"

Verano sin vacaciones es una mezcla de diario personal antropológico basado en la experiencia de la autora como camarera en el verano de 2019 y de ensayo sociológico que sirve como perfecto resumen de la vida en un lugar, la Costa del Sol, que sirve de metáfora perfecta de toda esa España del turismo, de Levante a Baleares. Un lugar que fue un paraíso para visitantes y emigrantes del campo a la ciudad en los sesenta y que, con el paso de las décadas, se ha convertido en una trampa para sus habitantes, atrapados en un verano eterno de servidumbre y explotación.

PREGUNTA. ¿Quiénes son las hijas de la Costa del Sol?

RESPUESTA. Se me ocurrió este nombre porque la Costa del Sol sufrió un proceso migratorio fortísimo en los años sesenta y setenta, ya que hacía falta mano de obra. Un desarrollo gigante relacionado únicamente con el turismo. Personas de toda España, del extranjero y de Levante y Andalucía llegaron a la Costa del Sol, a Puerto Banús, San Pedro de Alcántara o Marbella, sobre todo desde la zona cercana a la serranía de Ronda.

Yo nací aquí en 1988 y la mayoría de gente de mi generación también, porque nuestros padres encontraron un trabajo en un sitio que tenía unas condiciones de vida agradables: playa, buen clima, mucho trabajo. Era fácil que una familia encontrase la estabilidad, pero eso nos convirtió en sirvientes del turismo desde que nacemos. Nuestros padres han sido camareros, han limpiado hoteles, se han dedicado a la cocina y a servir al turista, y nosotras también hemos trabajado después en esa clase de empleos.

placeholder La autora, Ana Geranios. (Foto cedida)
La autora, Ana Geranios. (Foto cedida)

P. ¿Cómo es la vida de una hija de la Costa del Sol?

R. Voy a hablar de mi experiencia como trabajadora. Te levantas a media mañana, desayunas, hace calor, así que estás un poco aturdida, almuerzas porque normalmente se entra a las 13:00. Las jornadas nunca bajan de las ocho horas, generalmente son partidas. No da mucho tiempo más que para trabajar, descansar y comer algo. El otro día quedé con una amiga que me dijo que llevaba una semana sin descansar, porque en verano hay que aprovechar y puedes llegar a librar una sola vez al mes.

P. En el libro, señala que todo aquello que fue una bendición en el pasado es ahora su mayor maldición, que es que en la Costa del Sol haya trabajo y buena calidad de vida.

R. El libro es un relato coral donde también se incluye la experiencia de mis amigas, hemos estudiado fuera, tanto en Andalucía como en otras provincias. Cuando volvíamos a San Pedro, trabajábamos en verano porque era posible vivir la época de vacaciones trabajando. Todas estábamos contentas porque nos juntábamos por las noches, y siempre decíamos que no era tan desagradable. Pasé un verano trabajando en San Pedro porque se estaba bien, porque te encontrabas con tu gente y porque el clima te permitía estar a gusto. No te planteas que estás trabajando 10 horas al día.

P. Debe ser difícil psicológicamente vivir en un verano perpetuo pero no poder acceder nunca a ese verano que viven los turistas.

R. Hay algunas publicaciones como Costa del Sol: retratos de unos colonizados que lo cuentan. La hostelería se ha sentido cerca de otro rango de poder por tener acceso a esos lugares de consumo que tiene quien viene y por la posibilidad de codearse con otras esferas de poder. Sigue siendo un lugar muy engañoso y que te lleva a tener un espacio de ocio relacionado con las drogas y el alcohol, que es lo que busca la gente que viene a la Costa del Sol. Es un turismo de playa, consumo y postureo.

"Te comparas inevitablemente con todo el lujo porque es lo que te rodea"

Existe un gran proceso de turistificación desde hace menos tiempo en Sevilla o Málaga. No hay turismo cultural o arquitectónico. ¿Quién viene? Quien se dedica a consumir, que no se relaciona con el entorno de forma respetuosa, es el consumidor que paga y hace lo que quiere.

P. En el libro, recuerda que esa cercanía del dinero se siente desde la adolescencia. Aunque uno no pueda acceder a ello, siente que está a un golpe de suerte de forrarse.

R. Tanto en la Costa del Sol como en Levante o Ibiza ocurre. Puerto Banús es uno de los puertos más caros de Europa, con una flota de yates increíble, coches deportivos, etc. Te comparas inevitablemente con todo eso porque lo tienes cerca. Y te han dicho siempre que es lo que tienes que alcanzar, trabajar mucho, conseguir más dinero, subir de estatus, algo que para la clase trabajadora y pobre está bien visto. Tú estás cerca de todo eso, pero no tienes acceso.

P. Una diferencia sustancial es que sus padres no tenían estudios, pero la mayoría de ustedes sí.

R. Como dice Azahara Palomeque en su libro, somos más pobres que nuestros padres. Muchas de las personas de mi edad hemos tenido que sucumbir a un trabajo que no nos gusta y olvidar nuestros deseos para dedicarnos a otra cosa. A veces la Costa del Sol se hace más sencilla porque siempre hay trabajo, pero es duro, porque no hay espacios para relacionarnos ni construir nada aparte de dedicarnos a nuestra jornada laboral. No hay centros sociales donde desarrollar algo alternativo, nos pasamos el tiempo limpiando habitaciones o sirviendo ocho, 10, 12 horas al turista. Lo personal queda a un lado y solo puedes dedicarte al servicio de los demás por muy poco dinero.

placeholder Fachada de la urbanización Playas del Duque en Puerto Banús, Marbella (Málaga). (EFE/Carlos Díaz)
Fachada de la urbanización Playas del Duque en Puerto Banús, Marbella (Málaga). (EFE/Carlos Díaz)

P. La alternativa es emigrar.

R. Efectivamente, y me parece muy peligroso, porque cuando te vas de tu casa, de tu pueblo, de tu barrio, nos cuesta llegar a identificarnos con el lugar al que vamos. Abandonar nuestra tierra es que nadie reivindique lo que nuestra tierra necesita. Es un círculo vicioso. Provoca un deterioro que acaba con los oficios. La población se ha dedicado a trabajar para el turista o ha tenido que marcharse, también en el campo, donde ahora se están dedicando al turismo rural. En fincas donde antes había un huerto y se plantaban tomates o patatas, se echa cemento para que aparquen los coches.

P. Al mismo tiempo, eso provoca que sea cada vez más difícil vivir ahí. A diferencia de sus padres, a los que el sueldo les daba para mucho más.

R. Mi padre se compró un piso en San Pedro de Alcántara por un millón de pesetas, ahora el precio de una casa en Marbella se ha multiplicado. En los noventa se podía vivir bien trabajando en la hostelería y sacar adelante una familia. Con los precios actuales, no se puede. Cuando las cosas básicas de la vida como la comida y la vivienda se convierten en un negocio, la gente no tiene donde vivir.

P. El diario se ambienta en 2019, cuando los trabajadores pasaban por el aro porque siempre había otro que aceptaba esas condiciones. Después de la pandemia, no obstante, muchos hosteleros se han quejado de que no encuentran camareros.

R. Este libro también responde a esa toma de conciencia. La persona que trabaja en hostelería normalmente está de paso, por lo que es difícil que haya una conciencia laboral que permita reivindicar derechos. Se pide continuar con un trabajo en unas condiciones pésimas que no te dan para vivir simplemente porque hay otro que va a hacer tu trabajo.

"Los mayores de 50 aceptan cualquier trabajo porque no tienen tantas oportunidades"

Las personas que nos hemos dedicado a la hostelería tantos años nos hemos dado cuenta de que así no podemos seguir. No tenemos una hoja de derechos laborales básica. No tenemos por qué hacer esos trabajos que no nos convienen.

P. ¿Qué ocurre con todos esos trabajadores de más de 50 a los que ya no les da el cuerpo para mantenerse en trabajos así?

R. Pues que se quedan en sus trabajos y aguantan las mayores penurias. Son gente que normalmente ha desarrollado alguna enfermedad y tiene que trabajar medicada, obligada para no perder su puesto o que acepta cualquier trabajo porque saben que no tienen tantas oportunidades, ya que no son tan fuertes como los jóvenes. Lo tienen muy difícil para mantener la estabilidad económica y llevar una vida cómoda con una edad en la que otras profesiones están pensando en la jubilación.

P. Una de las paradojas de este sistema es que mientras en el viejo esclavismo el esclavo raramente podía convertirse en amo, aquí todos los sirvientes se convierten en consumidores en un momento u otro: el camarero que sale del bar donde trabaja y se va por ahí a cenar. Es la promesa que hace que la rueda siga girando.

R. Todos formamos parte de una sociedad de consumo de la que no nos podemos desligar. Las personas que trabajan todo el año para tener un mes de vacaciones, qué conciencia van a desarrollar, quieres estar tranquilo, no pensar, descansar, porque te lo mereces. Tus vacaciones son tomarte una cerveza, viajar. Está esa falsa idea de la clase trabajadora que tiene un poco de poder adquisitivo de tener acceso a un pequeño lujo, como que te lleven la comida a casa o pedir una cerveza en el bar, lo que hace que se naturalicen esas condiciones porque tú también quieres que te sirvan.

placeholder Restaurante en Mijas. (EFE/Daniel Pérez)
Restaurante en Mijas. (EFE/Daniel Pérez)

Considero una obligación como consumidora que sepamos las condiciones de trabajo que tienen en los establecimientos para no seguir fomentando ese tipo de negocio. Parte del problema es que los empresarios ya no trabajan en los bares, son simplemente un negocio del que extraen un beneficio. No se identifican con el empleado. Lo único que quieres de tu negocio es sacar dinero, no servir comidas, y entonces, cuanto más se ahorre, mejor, y eso repercute en los salarios y las condiciones laborales.

P. Es muy elocuente que muchos de los trabajadores del sector que hablan en el libro sueñen con la llegada del otoño.

R. Sí, aunque como tenemos alrededor de 320 días de sol al año, hay un flujo turístico que no cesa, sobre todo del norte de Europa, que viene a pasar aquí el invierno o a jubilarse, que vienen simplemente a descansar y gastar su dinero.

Además, el otoño llega cada vez más tarde gracias al cambio climático, por lo que cada vez cuesta más llegar a esa temporada de descanso. Lo que me recuerda que en los años setenta en Marbella y en Puerto Banús muchos empleados reivindicaron de forma directa, incluso violenta, sus condiciones laborales, porque solo tenían tres meses de trabajo al año y pasaban el resto del año en el paro. Actualmente, cuestan mucho las movilizaciones, son sobre todo individuales. Decimos que no queremos trabajar de esa forma, pero nos cuesta cohesionarnos.

"Decimos que se vive bien aquí porque se lo hemos oído a los de fuera"

P. ¿Es la servidumbre el modelo económico español?

R. Sí, siendo España un país que se basa en el turismo como motor económico y ya que las políticas tanto a nivel estatal como municipal están fomentando la economía del sector servicios, porque tenemos dieta mediterránea, comida de calidad, una belleza y una naturaleza envidiables y porque tenemos buenas condiciones climáticas. Estamos destruyendo nuestra naturaleza y nuestra vida por darle un servicio a la persona que viene de fuera. En España hay muchísimas profesionales con formación, trabajando en un montón de ámbitos, pero se está fomentando que España se convierta en el lugar de vacaciones de toda Europa.

P. La frase que se repite sin parar es “aquí vive bien”. Pero ¿quién?

R. Lo llevo escuchando toda mi vida, amigas, familiares, que dicen cómo nos vamos a ir de vacaciones a otro sitio si vivimos en el sitio de vacaciones. Pero hablamos de mujeres cuyo marido trabaja 12 horas al día y nunca están con él, en constante cambio de trabajo o como internas para familias adineradas o en embarcaciones.

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Foto: EFE/Jorge Zapata.

En San Pedro, quien ha vivido bien ha sido la persona que ha venido de fuera, que hace 100 o 150 años era la población pobre, trabajadora, del campo, de la mina, de la pesca, de la siderurgia. Esa idea de que aquí se vive muy bien no se ha dado hasta que ha llegado alguien de fuera que dice que aquí se vive muy bien, porque tú te identificas con esa persona que tiene normalmente un nivel adquisitivo mayor al nuestro.

Mi discurso no va de victimizar a las personas que trabajan en la hostelería ni decir que es el peor trabajo del mundo, pero sí que sus condiciones son pésimas. Por eso también al final del libro hablo de lo malo y lo duro que es necesitar un trabajo para tener una mínima calidad de vida. No solo en hostelería, sino también en mensajería, personal sanitario o en educación, donde siempre hay menos trabajadores de los que se necesitan. En la Costa del Sol, solo vive bien quien no vive en la Costa del Sol.

A finales de enero, cientos de billetes de 50 euros salieron volando de un vehículo accidentado en la A-7, la carretera del Mediterráneo que recorre la Costa del Sol, muy cerca de Marbella. Varios conductores se pararon para recoger todo ese dinero que había dejado de ser de alguien. También los viajeros de un autobús. De repente, por fin, dinero caído literalmente del cielo.

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