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Geoestrategia en el consejo de administración: "Ninguna empresa puede ser ajena"
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Geoestrategia en el consejo de administración: "Ninguna empresa puede ser ajena"

Constantino Médez, exsecretario de Estado de Defensa, lidera la nueva división de Defensa, Seguridad y Aeroespacio en la consultora LLYC. Signo de los tiempos que vivimos, la defensa ya no es solo sea cosa de las empresas de defensa

Foto: Constantino Méndez. (LLYC)
Constantino Méndez. (LLYC)
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Los efectos de la guerra en Ucrania reverberan a varias frecuencias con distinta intensidad. Está en lo político, lo industrial, lo tecnológico y lo social. De lo laboral a lo diplomático. A veces, en grandes titulares; otras con la sutileza de la letra pequeña. Y el trabajo de Constantino Méndez es estar pendiente de todas ellas. Exsecretario de Estado de Defensa (2008-2011), vinculado al análisis y la industria desde entonces, Méndez lidera la recién creada división de Defensa, Seguridad y Aeroespacio de LLYC (Llorente y Cuenca); con un equipo de especialistas como Pedro Méndez de Vigo, general de brigada (r) del Ejército de Tierra, y Eugenia Hernández, directora de la unidad de Inteligencia de la UAM. Y cuando una de las mayores consultoras del país hace un movimiento de este tipo, es porque las consultas están llegando.

Para Méndez (Puentecesures, Galicia, 1950), el conflicto en el este de Europa ha provocado un efecto en cadena que ha hecho que la defensa ya no solo sea cosa de las empresas de defensa. Bien sea por oportunidad —compañías que anticipan el caudal de fondos públicos y europeos y quieren explorar sus oportunidades o alianzas internacionales—, por anticipación —compañías expuestas a cambios en el marco regulatorio, en sus mercados o cadenas de valor por el conflicto— o por seguridad —compañías en sectores sensibles que pueden ser potenciales blancos de ciberataques—, los casos se multiplican. La geoestrategia, dice el consultor de defensa, ha entrado de lleno en los consejos de administración y ya a nadie le puede ser ajena.

PREGUNTA. Uno podría preguntarse qué hace una consultora como tú en un sector como este. ¿Es esta división específica de Defensa, Seguridad y Aeroespacio un signo de los tiempos?

RESPUESTA. La casa [LLYC] siempre ha estado interesada en tener capacidad de análisis sobre los contextos globales, regionales y nacionales, y eso siempre nos ha llevado a tener una mirada sobre la geoestrategia y la política de defensa. El interés social y empresarial sobre la política de defensa, y los asuntos que afectan a su economía, su industria y su tecnología, se ha incrementado de manera exponencial por la guerra. Y la presión sobre la capacidad de este despacho para dar asesoramiento y acompañar a sus clientes también ha crecido. Esto nos ha llevado a darle dimensión y crear una oficina de Seguridad, Defensa y Aeroespacio con su propio enfoque.

Los contextos han cambiado y nuestros clientes tienen que saber interpretarlos. Por ejemplo, en marcos regulatorios que se están redefiniendo o los cambios en la política común de defensa. Y hay nuevos objetivos. Hay una reflexión abierta en Europa y aquí en España sobre si disponemos de las capacidades militares que estos nuevos contextos exigen tener en toda la cadena de valor, incluyendo desarrollo tecnológico y producción industrial, que ha pasado a tener un interés absolutamente básico en lógica europea. A escala nacional, la palabra mágica es autonomía estratégica.

P. ¿Significa esto que están llegando nuevas empresas al sector?

R. Muchas de las empresas consideradas propiamente de defensa no son solo de defensa, también hacen producción industrial o tecnologías para uso civil. Y la estrategia que se está siguiendo es optimizar esas capacidades industriales y tecnológicas para que tengan un uso dual dirigido al mundo civil. No es fácil encontrar empresas en España que solo se dediquen a la defensa. A su vez, el nuevo enfoque de la Unión Europea y el incremento de gasto que se está produciendo en todos los países, España incluida, abre un nicho de oportunidades. Hay que satisfacer muchas necesidades y la base industrial que tenemos no es suficiente, lo cual permite la llegada de socios internacionales, nuevas alianzas o empresas. Y eso está en lo que nosotros llamamos la conversación público-privada. Y aquí analizamos esta conversación para que los clientes entiendan bien de qué se habla, quién habla y con qué objetivo lo está haciendo.

placeholder Entrevista con Constantino Méndez. (LLYC)
Entrevista con Constantino Méndez. (LLYC)

P. ¿No es defensa una industria muy especializada y con muchas barreras de entrada?

R. Es que todo esto es un cambio estructural en el sector defensa, no solamente por el tamaño y dimensión que adquiere el despliegue de esa política pública, sino porque esa política pública es una palanca de crecimiento para el sector privado. Por tanto, no hay ninguna empresa que pueda estar ajena a este movimiento. Un movimiento de naturaleza estructural, un cambio que va a permanecer y que será de una enorme intensidad.

P. Europa parte con una gran desventaja frente a Estados Unidos, con un complejo industrial gigantesco alimentado por una demanda interna sin rival y también por una década de fusiones y adquisiciones. ¿Cree que en Europa y España necesitamos también un proceso de consolidación empresarial?

R. Hace 20 años que desde la Comisión Europea se intenta dar a esto la profundidad que nunca ha tenido. Y la razón no es que no haya existido la necesidad e incluso voces reclamando que eso forme parte de las políticas de la de la Unión Europea, sino que los intereses en materia industrial y tecnológica son puramente nacionales. Sacar a los países de esa lógica doméstica donde preservas tu base industrial y tecnológica y donde produces barreras a la competencia, está costando Dios y ayuda. Es una pedagogía para que las distintas compañías con intereses nacionales participen en una dimensión más europea. Y se espera que fruto de esa política de contacto haya proceso de integración o, al menos, de alianzas. La resultante final tiene que ser una dimensión industrial distinta a la que conocemos. Y no siempre tiene que ser la historia de que el pez grande se come al chico. En parte, nuestro papel aquí es ayudar a las empresas a explorar esos caminos.

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P. La defensa es un sector que no es fácil de vender y cuando la guerra acabe o desaparezca de los titulares, el debate sobre el gasto militar ganará enteros. Da pocos votos, muchos quebraderos de cabeza y está sujeto a connotaciones ideológicas, culturales e históricas, más allá de las meramente industriales, tecnológicas o estratégicas. ¿Cree que tenemos cultura de defensa suficiente para asumir lo que viene?

R. Creo que un proceso lento, lento pero consistente. Esa mentalidad ha ido cambiando. Venimos de nuestra historia como país, con lagunas y puntos negros sobre el papel que la vieja dictadura hizo que cumpliera el mundo militar. Pero creo que ya hemos incorporado los nuevos conceptos, la defensa como precondición de la libertad y del resto de derechos sociales. Eso, que está la Constitución y es fácil de verbalizar, hay que interiorizarlo. Y estamos en ese proceso.

P. España, por el momento, ha hecho gestos. Defensa recibió un aumento presupuestario del 25% y el Consejo de Ministros analiza nuevos programas especiales de armamento por 5.000 millones de euros. El Gobierno se ha comprometido a llegar al 2% del PIB en 2029. ¿Le parece razonable?

R. El 2% no es una cifra mágica. No sucede nada en el 2% que no pueda suceder con el 1,8 o con el 2,2. Se trata de hacer una aportación que sea coherente con el esfuerzo de tus socios para la defensa común. Debe ser un objetivo a cumplir para mostrar que España es un socio fiable y si se ha comprometido a llegar a esa cifra de gasto debe de hacerlo. Más que una cifra razonable hablaría de un nivel suficiente, aquel que se corresponde con la capacidad de contraer las obligaciones, con el estado de mi propia economía y su capacidad de satisfacer las necesidades básicas de los ciudadanos; y también con relación a mis riesgos. Lo imprescindible es que los incrementos sean eficientes y buscar economías de escala. Una escala que debe ser europea, no nacional.

"En España, intentamos siempre llegar al infinito. Pero el infinito es caro"

P. A veces vienen situaciones imprevistas y esos compromisos o planes descarrilan. Cuando estuvo en la secretaría de Estado, fue una época muy difícil para Defensa, con la crisis global que no vimos venir. Hubo muchos recortes y varios programas demorados o en peligro. ¿Hemos aprendido la lección?

R. Exacto. Son lecciones aprendidas y eso se llama la primacía de la planificación. En el pasado había una mala práctica en la adquisición de esas capacidades militares. Nuestro tejido industrial y tecnológico era débil y, por tanto, era fácil caer en la tentación de ir al supermercado y comprar productos de la estantería. No se miraba hacia el futuro. Se confundía el desembolso inicial con el coste del ciclo de mantenimiento y de vida de esos sistemas. Es como comprar un hospital. Construir es lo barato y sencillo. Pero luego lo tienes que llenar de médicos, enfermeros, auxiliares y sostenerlo a lo largo de toda su vida. Mi impresión es que el Ministerio ha aprendido esas lecciones y las ha incorporado. En el análisis para detectar y desarrollar capacidades ya no lo hace en solitario el Ministerio de Defensa, sino que tiene en cuenta las estrategias y los objetivos de otros departamentos del gobierno: qué implica eso industrialmente, en ciencia e innovación, en términos de gasto. Hay una visión mucho más amplia en la toma de decisiones y eso es absolutamente revolucionario para este país.

R. Pero en España tenemos muchos ejemplos de decisiones militares tomadas bajo criterios políticos. ¿También hemos superado ese vicio?

R. Yo creo que sí. Creo que estamos presididos por un principio de racionalidad, de verdad. Estoy convencido de que se busca integrar distintos objetivos, pero son objetivos de interés general. Puede ocurrir, en un momento determinado, que se tenga que hacer algún abordaje fuera de esta corriente principal. Pero en el ámbito de la seguridad y defensa común, Europa tiene que hacer este tipo de esfuerzos. No puede limitarse a comprar lo que producen otros, porque eso contraviene la autonomía estratégica, la europea y la nacional, salvo que hubiera una necesidad de inmediatez. Otra reflexión es que a veces se termina teniendo más capacidades que las que realmente se necesitan. Hemos tratado de satisfacer 200 cosas, cuando en realidad lo que necesitábamos era 20. Y también puede suceder que esas dinámicas estén afectadas por los intereses del tercero que construye. Tenemos que saber a dónde queremos llegar, porque se puede llegar al infinito —y normalmente, en España, intentamos siempre llegar al infinito—. Pero el infinito es caro.

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P. Sin embargo, la defensa todavía está lejos de ser una política de Estado.

R. Un aspecto a criticar es que en los países en los que la política de defensa de seguridad forma parte de la conversación público-privada y las sociedades están bien informadas y entienden cómo los gobiernos deben hacer el despliegue de sus potencialidades en materia de seguridad y defensa, no solamente hay mayor apoyo, sino que hay una percepción más positiva sobre las misiones que se llevan a cabo. En otros países, el papel de la Comisión en el Parlamento que lleva a cabo el seguimiento de estas políticas es muy activo. Alemania, Francia, Gran Bretaña, en países con más tradición se controlan los programas de armamento desde la Comisión de una manera absolutamente meticulosa, no solamente en la definición, en los compromisos que se van a adquirir, sino en todo el segmento. España no ha funcionado así. Ahí hay una carencia, que es el rol que el Parlamento, y en particular la Comisión de Defensa, deben de tener.

P. Difícil, precisamente ahora que viene un ciclo electoral en que cualquier decisión puede ser instrumentalizada como arma arrojadiza en la arena política. Lo vemos incluso dentro de la coalición de gobierno.

R. Es un recurso diría muy viejuno, muy antiguo, que no toma en consideración en el mundo en el que vivimos y que ha cambiado, que se ha vuelto más complejo, más incierto y el elenco de riesgos y amenazas se ha disparado, que hay un retroceso en esa euforia globalizadora y una reconsideración del camino y, por lo tanto, hay que acostumbrarse a esa conversación. La guerra está afectando a nuestros intereses económicos a través de la energía o las materias primas. Y hablamos no solo de los riesgos puramente defensivos o militares, sino también de los riesgos para nuestro sistema de valores. Rusia es una amenaza a nuestro sistema de valores y si llegamos a la conclusión de que es una amenaza, tenemos que tener una mentalidad clara. Insisto, esto en otros países está bien resuelto, Aquí, no tanto.

Los efectos de la guerra en Ucrania reverberan a varias frecuencias con distinta intensidad. Está en lo político, lo industrial, lo tecnológico y lo social. De lo laboral a lo diplomático. A veces, en grandes titulares; otras con la sutileza de la letra pequeña. Y el trabajo de Constantino Méndez es estar pendiente de todas ellas. Exsecretario de Estado de Defensa (2008-2011), vinculado al análisis y la industria desde entonces, Méndez lidera la recién creada división de Defensa, Seguridad y Aeroespacio de LLYC (Llorente y Cuenca); con un equipo de especialistas como Pedro Méndez de Vigo, general de brigada (r) del Ejército de Tierra, y Eugenia Hernández, directora de la unidad de Inteligencia de la UAM. Y cuando una de las mayores consultoras del país hace un movimiento de este tipo, es porque las consultas están llegando.

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