En colaboración con

Decodificando el

Parlamento

EUROPEO

Ha llegado la hora de construir la Europa de la Defensa

Kike A. Pretel
María Zornoza
Nacho Alarcón
Laura Martín
Rocío Márquez
Fernando Anido
Luis Rodríguez

Déjenos hacerle dos preguntas.

Como europeo, ¿tiene la sensación de que los últimos años se han convertido en una sucesión de crisis permanentes? Cuando parecía que dejábamos atrás los largos años de la crisis financiera, pasamos a la de los refugiados. De ahí al Brexit y a las turbulencias transatlánticas con el ascenso de Donald Trump. Seguimos con la pandemia global y, como colofón, la guerra de Rusia en Ucrania. De trasfondo, la emergencia climática, el imparable ascenso de China como futura potencia dominante y un entorno económico hostil.

Y, como europeo, ¿tiene la sensación de que en los últimos años a la Unión Europea le resulta cada vez más difícil avanzar? El crecimiento del número de Estados miembro —y con ellos todas sus particularidades— ha hecho que la confección de consensos sea cada vez más compleja. El euroescepticismo ha aumentado, así como los conflictos por competencias entre Bruselas y las capitales —en algunos, como el de Polonia y Hungría, con consecuencias todavía inciertas—. Y, aunque el coronavirus nos hizo reaccionar de forma conjunta, todavía no nos ponemos de acuerdo en asuntos tan trascendentales como la gestión de la inmigración, la actualización de la economía o la ampliación de la UE.

A estas cuestiones inevitablemente les siguen estas: ¿cuáles deberían ser nuestras prioridades? ¿Qué podemos cambiar —o no— para superar estos desafíos? ¿En qué dirección avanzar? En definitiva, ¿cómo vamos a lidiar con todo esto?, se preguntará. Nosotros también.

Por eso, El Confidencial, en colaboración con el Parlamento Europeo, inició hace año y medio el proyecto editorial ‘Decodificando la mente del Parlamento Europeo’, con el que hemos estado entrevistando semanalmente a eurodiputados de todas las tendencias políticas sobre los debates que van a marcar nuestro futuro. Luego aterrizamos estos temas en una serie de reportajes para comprender estos retos sobre el terreno, “desde la frontera de Ceuta con Marruecos a la de Irlanda del Norte, de los barrios pobres de Roma a las urbes ricas de Alemania, de la Hungría de Viktor Orbán a la Ucrania de Volodímir Zelenski”. Para finalizar, hemos realizado una inédita encuesta entre medio centenar de legisladores europeos de una veintena de países que tiene como finalidad compilar la visión de la Eurocámara sobre los principales riesgos para la estabilidad europea y cómo enfrentarlos.

¿Por qué el Parlamento Europeo?

De todas las instituciones de la Unión Europea, la Eurocámara es la más genuina; la que mejor explica las virtudes y flaquezas del proyecto comunitario y de sus ciudadanos. Sus esperanzas y contradicciones, sus causas justas y laberintos burocráticos. Ha sido escenario de lo épico, lo dramático y lo ridículo. Es la casa de la democracia europea y su historia es, en buena medida, la historia de la integración.

Hoy, el Parlamento Europeo acoge a 705 eurodiputados en representación de unos 450 millones de personas de 27 países diferentes, lo que la convierte en la única cámara legislativa multinacional elegida por sufragio universal directo cada cinco años.

EVOLUCIÓN DE DIPUTADOS Y ESTADOS MIEMBROS EN LA UNIÓN EUROPEA

Diputados

Por sus escaños han pasado expresidentes y exministros de todo tipo y condición, bisnietas de dictadores, militares, sacerdotes y humoristas, y algún que otro actor célebre. Sus plenos han sido testigo de discursos épicos, broncas batallas políticas y algunos momentos bochornosos o directamente surrealistas. También más de una siesta en los maratonianos debates que se celebran una vez al mes en la ciudad francesa de Estrasburgo. La misma institución que vibró con el mítico “el nacionalismo es la guerra” de François Mitterrand en 1995, también presenciaba a un eurodiputado sin pantalones en una videollamada durante la pandemia en 2020.

El Parlamento Europeo es nuestra propia torre de Babel, con 24 idiomas oficiales —frente a seis de Naciones Unidas—, tres sedes (Estrasburgo, Bruselas y Luxemburgo) y siete familias políticas. Considerada la institución menor, su maquinaria ha ido ganando cada vez más peso para hacer de contrapeso al todopoderoso Consejo Europeo —fuente última de la toma de decisiones— y su brazo ejecutivo, la Comisión Europea, maniobrando siempre para modular las ambiciones y procesos de la integración europea.

Diputados por países de la Unión Europea

Fuente: Parlamento Europeo

La Eurocámara también es hoy día la máxima expresión de la creciente atomización política de la UE, con un arco profundamente fragmentado. Las fuerzas tradicionales, el Partido Popular Europeo y la familia Socialdemócrata, continúan acaparando en conjunto cerca del 50% de los escaños. El resto se dividen entre los liberales de Renovar Europa, la extrema derecha de Identidad y Democracia, los ecologistas Verdes, las fuerzas ultraconservadoras de Conservadores y Reformistas y los ultraprogresistas de Izquierda Unitaria, y un grupo de eurodiputados sin familia política, entre los que se encuentran los líderes independentistas catalanes o el Fidesz del húngaro Viktor Orbán.

Parlamento europeo: escaños por grupo político

PPE
S&D
RENEW EUROPE
VERST/ALE
ID
ECR
THE LEFT
NI

Estas familias suelen tener ciertos nortes políticos bien definidos. Pero, como muestra el estudio, las opiniones de los europarlamentarios no son monolíticas. Y es ahí donde surge el espacio para el consenso, la negociación y el cambio. El sondeo, cuya muestra es proporcional a la representación de las siete grandes familias políticas del PE, revela la tensión entre una mayoría que aboga por reformas y más competencias frente al inmovilismo de un tercio sólido de la cámara. Una dinámica que se ve reflejada en muchas de las variables en juego y cuya resolución dará forma al horizonte europeo.

Estas son las conclusiones:

La muestra de la encuesta representa de manera porcentual a la totalidad del Parlamento Europeo.

01. ¿Salimos más fuertes?

Votos como 1ª amenaza
Votos como 2ª amenaza
Votos como 3ª amenaza
Votos como 1ª opción
Votos como 2ª opción
Votos como 3ª opción

01.

De todas las crisis recientes, la del covid-19 fue la que forzó una reacción más decidida y mancomunada de las autoridades europeas. La emergencia logró varios hitos históricos para la integración europea, entre los que destacan la compra conjunta de vacunas y la creación de un mecanismo de recuperación solidario, con el que la UE espera proteger a sus ciudadanos de los efectos económicos de la crisis sanitaria. Con ello, buscaba convertirse en el catalizador oportuno para modernizar las economías nacionales, haciéndolas más verdes y digitales.

01.

Una amplia mayoría de casi el 57% de los eurodiputados cree que la Unión Europea sale más fuerte de la pandemia. Sin embargo, el impacto del coronavirus también ha vuelto a poner en evidencia los límites y resistencias a esas herramientas de integración, que no todos en la UE respaldan. Un 28% opina que la UE ha salido igual y algo más del 15% considera que salimos más débiles.

02.

Visto en términos agregados, en los tres últimos años, la UE ha tomado una serie de decisiones que han movido los cimientos del proyecto y cuyas consecuencias están todavía por ver. En 2019 se firmó el acuerdo del Brexit, entre 2020 y 2021 estuvimos monopolizados por la pandemia y en 2022, por la invasión rusa de Ucrania. El sentimiento en el Parlamento Europeo es de que se progresa en la dirección correcta. Dos tercios valoran que la UE está avanzando en la dirección correcta (32%) o adecuada (38%), frente a tercio restante que considera que ve la senda trazada de forma negativa (20%) o directamente errónea (10%).

03.

En la era de la llamada policrisis, la UE tiene varios flancos abiertos que amenazan su estabilidad. Algunos son urgentes, como la contienda bélica en nuestras fronteras; otros son emergentes, como los crecientes roces que certifican la rivalidad sistémica con China. Algunos son internos, como el crecimiento del euroescepticismo o las tensiones con países miembro que se niegan a acatar las normas fundamentales de la UE; otros externos, como la posibilidad de una guerra comercial con Reino Unido. Muchos, como el clima, los flujos migratorios o la economía, son estructurales. Aquí es donde los criterios divergen.

03.

Les hemos pedido a los eurodiputados que identifiquen, de mayor a menor, los tres principales riesgos para la estabilidad de la UE. Casi la mitad (46%) considera una potencial escalada del conflicto con Rusia y sus consecuencias como la mayor amenaza, una cifra que sube hasta casi el 80% en el ‘ranking’ agregado de los tres mayores riesgos.

03.

Este va seguido de la creciente inestabilidad que se percibe entre Bruselas y algunas capitales, como Varsovia y Budapest, con la que la Comisión y el Parlamento mantienen un pulso sobre la aplicación del Estado de derecho y las competencias entre las partes. Esta turbulencia tiene su máxima expresión entre los que consideran que incluso existe el riesgo de otra salida del bloque comunitario o ven el auge del euroescepticismo entre los elementos más desestabilizadores.

03.

La tercera gran preocupación de los eurodiputados es la crisis económica y el declive industrial en el que parece haberse instalado un bloque. Un 53% lo puntúa entre los principales riesgos, un 10% como el primero de todos.

03.

En la siguiente tanda de tres primeros riesgos están la pérdida de valores europeos, la materialización inesperada de las tensiones sistémicas con China y el cambio climático. En el último lote, los flujos migratorios, un conflicto comercial con Londres por los asuntos inconclusos del Brexit y la amenaza de una nueva pandemia o emergencia sanitaria.

04.

Ante este escenario policrítico, una mayoría de europarlamentarios creen que más Europa es la respuesta. Más de un 40% pide aumentar las competencias comunes y avanzar hacia una mayor integración económica, política y social. Un 30% considera que el actual equilibrio es adecuado, aunque se muestra abierto a avanzar en caso de que las circunstancias lo requieran como en el pasado. En frente, un 28% que aboga por devolver competencias y poderes a los Estados miembros para dar más margen de maniobra a las capitales ante las crisis.

04.

Estas preferencias se traducen en que casi dos de cada tres eurodiputados respaldarían un cambio de los tratados que dan sustento jurídico e institucional a la UE. Cuando se les pregunta por cuál debería ser el cambio más prioritario, un 25% de los participantes responde que deben ponerse límites a la regla de la unanimidad europea, identificada por muchos como el principal escollo para avanzar hacia una mayor sincronización política y económica.

04.

El resto se dividen, a partes más o menos similares, entre los que abogan por darle al Parlamento Europeo total iniciativa legislativa —y, por tanto, una independencia final de la Comisión Europea—, actualizar la política de defensa común con vistas a crear una Fuerza Armada europea, ampliar las competencias comunitarias en salud y sanidad o institucionalizar alguna suerte de mecanismo fiscal financiado con deuda común. Un 30% prefiere que los tratados no se cambien.

04.

Las proporciones se repiten cuando les preguntamos específicamente a los parlamentarios europeos por la posibilidad de cambiar la regla de unanimidad o sobre una potencial reforma electoral europea. En ambos casos, vemos cómo un tercio de la cámara se posiciona en contra de modificar el ‘statu quo’, un tercio a favor de avanzar a un ritmo acelerado y otro tercio que apoya cambios más graduales, como quitar la unanimidad empezando por temas de política exterior o fiscal.

04.

Sobre cómo solucionar el actual enfrentamiento entre Bruselas y los Estados miembro que se niegan a aceptar las reglas fundamentales de la UE, un 33% opina que la Comisión debería aplicar una presión financiera y política progresiva para forzar la mano de los rebeldes; algo más, un 37%, quiere que, si esta presión no funciona, se active el artículo 7 para la expulsión de los países díscolos, y un 11% pide activar este proceso de inmediato. Para un 20% Polonia y Hungría no deberían ser castigadas por poner su soberanía nacional por encima de los dictámenes de la Justicia europea.

04.

Acerca de la mejor forma de gestionar los flujos migratorios, casi un 45% aspira a que exista una solidaridad plena entre los Estados miembro y a que se asignen cuotas. Un 22% también pide trabajar en conjunto, pero con el objetivo de reducir la entrada de inmigrantes al mínimo y aplicar la repatriación inmediata a los países de origen. En torno al 20% cree que cada país debe asumir y manejar el asunto migratorio como una cuestión interna. El resto se lo reparten los que consideran que el sistema actual funciona (9%) y los que piensan que el problema lo deben resolver los países de llegada, pero con ayuda financiera del bloque (6,5%).

05.

Analizados los riesgos internos y externos, quizá la pregunta clave es ¿dónde debemos dirigir nuestros esfuerzos? ¿Cuál es la Europa que nos toca ahora construir? La respuesta es, como todas en este estudio, heterogénea. Pero la preferencia de los europarlamentarios, ponderados los retos y amenazas, es clara: la prioridad para más de un tercio de la cámara (33% de las respuestas) es invertir en defensa y gasto militar.

05.

La otra gran apuesta es la transición energética y la agenda verde, con un 22% de los legisladores, poniéndola la primera de la lista. En el siguiente escalón, están la reactivación industrial y económica y la protección sanitaria y social, con un 16% y un 13% respectivamente. Completan la lista las propuestas de dar prioridad a la contención de gasto, por un lado, y la de trabajar para abatir las desigualdades, por otro.

05.

Con la defensa y la seguridad claramente en el foco de atención, les preguntamos a los eurodiputados cómo debemos avanzar en este sentido. Primero, con respecto a la guerra en Ucrania, donde un agresivo e imprevisible Vladímir Putin se sitúa como el principal riesgo percibido para la estabilidad europea. Aquí, la sensación compartida por el 65% es que se debe mantener el actual curso de acción, enviando equipo militar y tropas hasta que Ucrania haya cumplido sus objetivos. Un 9% adicional es más tajante y cree que la UE y la OTAN deben ayudar a Kiev a derrotar definitivamente a Moscú para evitar males mayores.

05.

Frente a ellos, un 13% pide presionar al Gobierno ucraniano para hacer algunas concesiones ante Rusia para desescalar el conflicto y un porcentaje algo inferior apuesta por no hacer nada, e incluso alguno se inclina por evitar una potencial derrota rusa que pueda pasar factura geopolítica en el futuro.

05.

Ahondando en cómo construir esa Europa de la Defensa, para la mayoría el camino es claro. Más de un 50% de los legisladores comunitarios valoran que ha llegado el momento de sentar las bases y construir una Fuerza Armada netamente europea, que vaya unida a una cooperación más profunda en materia de defensa y seguridad. El 24%, por su parte, ve en la OTAN —o una evolución de la Alianza Atlántica— donde la UE debe poner el foco para garantizar su defensa. El resto se divide entre los que piden mantener el ‘statu quo’ (13%), los que apuestan porque cada Estado miembro se rearme según su capacidad (6,5%) y prioridad, y aquellos que buscan un desarme generalizado y volcarse en la diplomacia como vía de resolución de conflictos (6,5%).

05.

Y, en este contexto militar, ¿cuál debería ser nuestra relación a futuro con Estados Unidos? Para el 42% está claro: debemos mantener la alianza con Washington, pero ha llegado la hora de que la Unión Europea desarrolle y defienda su propia agenda estratégica en un momento histórico en el que los intereses de los socios transatlánticos difieren cada vez más. A estos se les sumaría casi otro 22% que ha llegado a la conclusión de que es el momento de alcanzar una plena autonomía militar y geopolítica, lejos de la sombra de la Casa Blanca. Por el contrario, un 37% ve en el trance ruso una clara señal de que es momento de ir de la mano de EEUU en todos los aspectos posibles.

05.

¿Y cómo manejar el auge de China, llamada por todos los estudios y pronósticos a convertirse en la potencia de referencia en la segunda mitad del siglo XXI? Pues, por el momento, los diputados europeos —casi un 55%— parecen querer mantener la visión dual de ‘rival sistémico’ y ‘socio estratégico’, cuya sostenibilidad en el tiempo se avizora complicada. Un 35% conmina a la UE a aceptar que Pekín es un rival con el que se debería limitar al máximo las relaciones de dependencia. El restante 11% ve al gigante asiático como un socio prioritario con el que potenciar las relaciones con independencia de las contradicciones en nuestros objetivos sociales y diplomáticos.

06.

Por último, le hemos preguntado a los eurodiputados por las potenciales nuevas adhesiones a la Unión Europea, donde una creciente lista de países tiene esperanzas de entrar. En el tope de las prioridades encontramos a Ucrania, Serbia y Albania. Macedonia del Norte, Montenegro y Kosovo también tienen sus defensores en la Cámara. Incluso algunos eurodiputados guardan esperanzas de que Turquía pueda, en algún momento, retomar su vía de ingreso a la UE. Sin embargo, ha hecho que la respuesta más votada haya sido ‘ninguno’. Una muestra de que, en el actual ambiente de incertidumbre económica y geopolítica, existe un núcleo duro de resistencia a ampliar y profundizar el proyecto europeo.

Breve historia del Parlamento Europeo en cinco actos

1958

Nace la Asamblea Parlamentaria Europea

"Deseamos, es cierto, contribuir a la creación de un núcleo en la estructura europea para que, con nuestro ejemplo, nuestra buena voluntad y los resultados que obtengamos, podamos extender nuestra acción más allá de este círculo actual, demasiado restringido para nuestro gusto. Sólo así Europa conseguirá realzar el patrimonio total común a todos los países libres".

Fue Robert Schuman el que mejor logró sintetizar el objetivo último del Parlamento Europeo el 19 de marzo de 1958, cuando aún no era un ‘Parlamento’ propiamente dicho y el adjetivo ‘europeo’ todavía le venía grande. El exministro francés, considerado uno de los padres fundadores de Europa, había sido elegido para presidir la recién creada Asamblea Parlamentaria Europea, alumbrada por los Tratados de Roma. Esta consistía originalmente en 142 diputados nacionales de los seis países —Francia, Alemania, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo e Italia— que en ese momento se unían en la Comunidad Económica Europea (CEE) y su función era meramente consultiva. Pero, en su discurso, Schuman ya avisaba que la idea era mucho más ambiciosa. Liderar con el ejemplo, la voluntad y los resultados para llevar el proyecto más allá.

1979

Sufragio universal y directo

“Aparte de las superpotencias, solo Europa como un todo es capaz de tomar las acciones necesarias, que van más allá de sus miembros individuales aislados. Sin embargo, para que estas acciones sean efectivas, las Comunidades Europeas debemos unirnos y acumular fuerzas. El Parlamento Europeo, ahora que es electo por sufragio universal directo, tendrá en el futuro una responsabilidad especial. Si queremos estar a la altura de los desafíos que se le presentan a Europa, necesitamos una Europa capaz de ser solidaria, de ser independiente y cooperativa”.

Con esa predicción, la exministra francesa Simone Veil asumía la presidencia del Parlamento Europeo el 17 de julio de 1979 e inauguraba la primera legislatura elegida por los ciudadanos de los ya entonces nueve Estados miembros. El ‘experimento’ asambleario daba paso a un hemiciclo elegido por sufragio universal y directo que le daba una nueva capa de legitimidad democrática. Con la primera ampliación de 1973 —Dinamarca, Irlanda y Reino Unido—, se sumaron 198 diputados a una Cámara que había ganado más poderes presupuestarios unos años antes.

1997

La gran expansión

Durante las siguientes dos décadas, hubo tres procesos de adhesión, Grecia, España y Portugal, Suecia, Finlandia y Austria 1995 —o cuatro, por la reunificación alemana tras la caída del Muro de Berlín—; se firmó el tratado Schengen para eliminar las fronteras y el de Maastricht, que crearía la Unión Europea y sentaría las bases del euro. Tras la tercera ampliación, el PE llegó a 626 diputados y mientras iba ganando cada vez más competencias. El gran catalizador llegó en 1997, con el Tratado de Ámsterdam, que le otorgó poderes como órgano colegislador en pie de igualdad con el Consejo y cierto control político sobre el Ejecutivo europeo.

Para el cambio de siglo, Europa se preparaba para varios procesos definitorios: la creación de la eurozona, la megaexpansión hacia el este y su fracasado proyecto constitucional.

2007

La fatiga de la ampliación

"¿Qué males sufre Europa?’, preguntan ustedes en el lema de esta sesión inaugural. ¿Sufre de melancolía? ¿De un acceso de nostalgia? ¿De una ‘enfermedad de languidez’, como ha dicho —la ministra francesa— Catherine Colonna? ¿De la ‘fatiga de la ampliación’? Creo que, en efecto, hay un poco de todo eso. Es, hasta cierto punto, la crisis de la cincuentena".

El diagnóstico, de enero de 2007, es de Josep Borrell. El entonces presidente del Parlamento Europeo repasaba en una conferencia en París la sensación de parálisis que se cernía sobre el proyecto europeo. En apenas tres años, la UE había sumado 12 nuevos miembros, prácticamente duplicando su tamaño, 27, mientras que la Constitución Europea naufragó en los referéndums nacionales en Francia y Países Bajos en 2005. Pese a esa sensación de fatiga, el bloque acabó firmando ese mismo 2007 el Tratado de Lisboa, que vino a suplir el fiasco constitucional. Se dio personalidad legal internacional a la UE, se reforzó el poder del Parlamento y se introdujo la Carta Europea de Derechos Fundamentales. También se dio la bienvenida a Rumanía y Bulgaria al bloque europeo.

La UE, en extrema tensión económica, política y social por la crisis financiera global, pasó una década sumida en un profundo letargo geopolítico, tratando de digerir la cuestionada respuesta del bloque a los problemas de deuda de algunos Estados miembro y la aplicación de draconianas medidas de austeridad.

En mayo de 2014, la Eurocámara alcanzaría una cota de poder inédita con la investidura del luxemburgués Jean-Claude Juncker como el primer presidente de la Comisión Europea elegido a través del sistema del ’Spitzkenkandidaten’, alzándole como el primer líder en alojarse en el Berlaymont, sede del brazo ejecutivo de la UE. Este método establece que el jefe de la Comisión debe salir de las listas de los partidos a las elecciones parlamentarias. Una aspiración que naufragaría en la siguiente legislatura, cuando la alemana Ursula von der Leyen fue elegida producto del tradicional juego de equilibrios de poder en entre los gobiernos nacionales.

2020

Divorcio, pandemia y guerra

“Seamos optimistas. Lo cierto es que la UE nunca ha sido tan fuerte ni ha estado tan determinada en encauzar una dirección como hoy. Nunca antes hemos sido tan conscientes de la necesidad colectiva de hacer frente a una guerra en nuestro continente, a la emergencia climática, a la transición digital o las preocupaciones en materia de energía”.

Es el acento positivo que Roberta Metsola, la actual presidenta de la Eurocámara, pone en un proyecto europeo empantanado en la policrisis. La crisis financiera de 2008, que dejó a Grecia al borde de abandonar el euro, fue precedida por un momento de turbulencias que no tiene visos de concluir. A la crisis de refugiados de 2015, la del Estado de derecho y la del Brexit le siguieron dos eventos catalizadores que pusieron patas arriba las prioridades de los europeos: la pandemia del coronavirus y la guerra en Ucrania.

En enero de 2020, el Parlamento Europeo aprobó entre lágrimas el acuerdo de salida del Reino Unido consumando el Brexit, un largo y amargo divorcio de cuatro años del que todavía quedan muchos datos sueltos. La Cámara se reajusta con la salida de los británicos y pasa de 751 a los actuales 705 eurodiputados.

Poco después, llegaría crisis sanitaria global del covid-19, que dio sus primeros pasos con una amenaza real para las costuras de los Veintisiete. Pero la pandemia del siglo derivó en hitos nunca vistos en el seno europeo. Un salto bautizado como hamiltoniano. La UE rubricó su mayor escudo financiero con Next Generation, aprobó la compra conjunta de deuda y la adquisición conjunta de vacunas. Unos pasos donde el empujón de la Eurocámara no fue baladí.

Metsola asumió la batuta de David Sassoli tras su fallecimiento a comienzos de 2022 en una UE asentada en la crisis y con una gran polarización en el hemisferio. Un mes después, arrancaría la guerra en Ucrania, que ha echado por tierra la asunción de que la paz en una UE que se forjó en las cenizas de la Segunda Guerra Mundial no estaba garantizada. Los europeos miran al futuro con incertidumbre ante un mundo crecientemente volátil. Las consecuencias de la guerra ya tienen un impacto directo en los bolsillos de los ciudadanos. El aumento del precio de los alimentos, la energía o los combustibles amenaza con desatar importantes protestas sociales. Y una generación cada vez más europea, pero también más desencantada, está llamada a expresarse en las urnas de la casa de la democracia europea en menos de dos años.