China empieza a exportar inflación y enciende todas las alarmas
Mar de fondo en el alza de la inflación. China, que históricamente ha exportado deflación, comienza a contribuir al incremento de los precios industriales
Como sucede con el colesterol, hay inflación buena e inflación mala. La buena, con el límite del 2%, que es todavía el objetivo del BCE, es la que nace del crecimiento de la demanda y de la actividad económica; la mala es la que surge de un aumento de los costes. Es, sin duda, la más peligrosa, porque puede propiciar lo que los economistas denominan ‘efecto de segunda ronda’, que se produce cuando el incremento de los costes se traslada a las cadenas de producción y, posteriormente, llega al bolsillo de los hogares, generando una espiral inflacionista.
En las últimas décadas, China ha exportado deflación gracias a sus reducidos costes en origen, lo que ha permitido contener el alza de los precios en el conjunto del planeta. En particular, en los países avanzados, muy vulnerables a la evolución de los precios para poder competir en los mercados internacionales de bienes y servicios. Este es el caso, por ejemplo, de Alemania, el gran exportador de la UE. Este escenario es el que comienza a preocupar. China empieza a exportar inflación, y lo hace de una forma relevante.
¿Qué es lo que está sucediendo? Pues que en el gigante asiático, la fábrica del mundo, se ha registrado un fuerte aumento del índice de precios a la producción (IPP), que en abril ya crece en términos anuales un 6,8%, muy lejos del descenso del 3% que se produjo en el mismo mes de un año antes, en plena pandemia. Aunque la comparación está sesgada por el coronavirus, algunos indicadores adelantados, sin embargo, niegan que se trate solo de un ‘efecto base’. Los PMI, que miden las previsiones de los gestores de compra, sugieren que las subidas aún no han tocado techo. De hecho, la inflación de los precios a la producción de mayo, que se publicará el 9 de junio, podría superar el 8%, según apunta un informe de DWS.
Las causas de este repunte tienen que ver con el alza del precio de las materias primas, que refleja una recuperación de algunas economías —sobre todo EEUU— más rápida de lo previsto no hace muchas semanas. Otro factor muy relevante es la existencia de cuellos de botella en algunos sectores. Este es el caso de una materia prima clave como es el cobre, muy afectada por los estragos que sufren los países que lo producen, tanto por el avance de la pandemia como por el retraso en la vacunación.
El acero y la escasez de semiconductores
El alza de los precios también se vincula a que las autoridades chinas son hoy más exigentes con el medioambiente y han limitado la producción de algunos productos intermedios, que son los que sirven para fabricar productos. Igualmente, el aumento de las exportaciones de acero ha provocado un incremento de los precios, al igual que la especulación en torno al carbón. La escasez de semiconductores, igualmente, también está influyendo en el precio de algunos productos de consumo, como los ordenadores o las lavadoras.
No está claro, sin embargo, que la sangre vaya a llegar al río o que las economías tengan por delante un escenario claramente inflacionista, al menos para los analistas de Nomura, que observan, sobre todo, un efecto base, por lo que en 2022 las aguas deberían volver a su cauce.
No está claro, sin embargo, que la sangre vaya a llegar al río o que las economías tengan por delante un escenario claramente inflacionista
Según sus estimaciones, la inflación volverá a situarse por debajo del 2% en 2022 (un 2,7% a finales de este año), algo que permitirá a los bancos centrales no endurecer su política monetaria. En particular, en Europa, cuya recuperación está más retrasada que en China o EEUU. En su opinión, el BCE mantendrá sus estímulos incluso más allá de marzo de 2022, convirtiendo en permanente su esquema de préstamos a la banca para que el crédito llegue a los agentes económicos.
Lo que sí está claro es que el índice mundial de precios de las materias primas del FMI se encuentra actualmente más de un 20% por encima del nivel existente antes de la aparición del virus. Y, de hecho, se encuentra en máximos de los últimos siete años. Esto explica, en el caso de España, que los precios industriales hayan crecido en abril nada menos que el 12,8%, más de seis puntos por encima de la subida registrada en marzo. Se trata del mayor incremento desde junio de 1984, lo que da idea de su importancia.
A destacar el caso de la energía, que aumenta su tasa anual más de 20 puntos, hasta el 33,1%, la más alta desde diciembre de 1981. Este comportamiento es debido al aumento de los precios de la producción, transporte y distribución de energía eléctrica, frente a la bajada registrada en abril del año anterior. También influye, aunque en menor medida, la estabilidad de los precios del refino de petróleo, que descendieron en 2020. En la misma línea están los bienes intermedios, que sirven para fabricar productos finales: el alza es del 9,9%, casi dos puntos y medio por encima de la del mes anterior, a causa, principalmente, de que los precios de la fabricación de productos químicos básicos se incrementaron en mayo, mientras que descendieron en abril del año pasado.
Igualmente, los costes de la construcción, un indicador clave para un sector que genera muchos puestos de trabajo, se han disparado hasta el 4,9% en tasa anual, pero es que en el caso de los materiales el incremento es del 6,1%. O un 4,8% si se atiende únicamente a lo que está sucediendo en la construcción de edificios.
Para entender la importancia que tiene China en los precios interiores de España, solo hay que tener en cuenta que en el primer trimestre de este año las compras al gigante asiático representaron ya el 10,3% de todas las que se hicieron en el exterior, muy cerca de Alemania (12,3%) y Francia (10,6%), que históricamente han sido los principales socios comerciales. Y si suben los costes allí, también lo harán aquí.
Como sucede con el colesterol, hay inflación buena e inflación mala. La buena, con el límite del 2%, que es todavía el objetivo del BCE, es la que nace del crecimiento de la demanda y de la actividad económica; la mala es la que surge de un aumento de los costes. Es, sin duda, la más peligrosa, porque puede propiciar lo que los economistas denominan ‘efecto de segunda ronda’, que se produce cuando el incremento de los costes se traslada a las cadenas de producción y, posteriormente, llega al bolsillo de los hogares, generando una espiral inflacionista.
- La OCDE vuelve a mejorar sus previsiones para la economía global por las vacunas Javier G. Jorrín
- ¿Puede EEUU liderar una alianza de derechos humanos contra China? The Wall Street Journal Yaroslav Trofimov
- China y su potencial 'oculto' Carlos Doblado