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Cuando el cine se lanzó a experimentar (y luego llegó Hitler y se trasladó a Hollywood)
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'El pasado es la vanguardia'

Cuando el cine se lanzó a experimentar (y luego llegó Hitler y se trasladó a Hollywood)

El expresionismo en el séptimo arte ha sido el protagonista de la segunda de las citas del ciclo Encuentros Culturales Arquia Banca en colaboración con El Confidencial

Foto: Segundo encuentro cultural de Arquia Banca 'Ex...Perimentación, Ex...Presionismo'.
Segundo encuentro cultural de Arquia Banca 'Ex...Perimentación, Ex...Presionismo'.

Durante 14 años, dos meses y 19 días —los que van del 11 de noviembre de 1918, cuando acabó la Primera Guerra Mundial, hasta el 30 de enero de 1933, cuando Hitler llegó al poder— Alemania vivió un periodo de gran efervescencia creativa. Un periodo fascinante y muy fértil en el que surgió un lenguaje nuevo y absolutamente deslumbrante desde el punto de vista estético cuya influencia llega hasta nuestros días.

La Gran Guerra había concluido con la humillante derrota de Alemania, su imperio se había desintegrado y el país se encontraba profundamente herido. En ese contexto surgió un modo de hacer cine lleno de angustia, de líneas oblicuas, de iluminación asfixiante, de fuertes contrastes, de perturbadores planos contrapicados: el expresionismo.

Un movimiento que reflejaba el estado maltrecho del país y la alienación y el agobio de las masas. Pero lo hacía desde la vanguardia, como reacción contra lo burgués. Con la llegada de Hitler al poder, muchos de los grandes cineastas de esa corriente cruzaron el charco y se trasladaron a Estados Unidos, dejando una impronta importantísima en Hollywood.

El expresionismo en el cine ha sido el protagonista del segundo de los Encuentros Culturales que está llevando a cabo Arquia Banca, en colaboración con El Confidencial, para conmemorar los cien años de la muerte de Kafka y de las corrientes artísticas que convirtieron los felices y desgraciados años 20 en una etapa de tanta creatividad como desgarro.

El escritor y periodista Rubén Amón, director de este ciclo, reunió el pasado jueves en la espectacular (y abarrotada) sede de Arquia Banca en Madrid a Isabel Vázquez, guionista y miembro de La Cultureta; Marta Medina, crítica de cine de El Confidencial y guionista, y Luis Martínez, crítico de cine de El Mundo. Juntos debatieron y analizaron, ante un nutrido número de asistentes entre los que se encontraba el cineasta José Luis Garci y el periodista Luis Herrero, a esa generación que experimentó más que ninguna otra con el lenguaje cinematográfico, que con la llegada del nazismo fue represaliada y muchos de cuyos miembros se exiliaron en Hollywood, cambiando para siempre el modo de hacer películas. Hablamos de Fritz Lang, de Murnau, de Lubitsch, de Billy Wilder, de Pbast, de Wegener...

placeholder El periodista Luis Herrero (izda.) y el director de cine José Luis Garci, entre el público asistente .
El periodista Luis Herrero (izda.) y el director de cine José Luis Garci, entre el público asistente .

"Fue un periodo de grandes avances a nivel de lenguaje cinematográfico, de avances e innovaciones que se percibían de año en año, porque esa gente tuvo que inventarlo todo", en palabras de Marta Medina.

Antes de dar el salto al cine, el expresionismo ya se había curtido en el mundo de la pintura y sobre todo en el del teatro, de la mano fundamentalmente de Max Reinhardt, quien sentó las bases formales de ese movimiento artístico y con quien se formaron muchos cineastas. Y, sin ninguna duda, los estudios UFA jugaron un papel fundamental en el desarrollo del expresionismo, acogiendo a muchos de sus nombres más insignes antes de convertirse, en manos del nazismo, en una máquina ideologizada y de propaganda.

Películas como Nosferatu (1922, Murnau), El gabinete del doctor Caligari (1920, Wiene) o Metrópolis (1927, Fritz Lang), entre otras, llevaron la vanguardia y la experimentación hasta límites completamente nuevos. Metrópolis, ya se sabe, es una película de ciencia ficción, una distopía sobre una megalópolis del siglo XXI en la que los obreros están sometidos, alienados, y viven en un gueto subterráneo del que tienen prohibido salir. "Y aunque no es exactamente así, la película lanza preguntas inquietantes", subrayaba Rubén Amón. "Metrópolis se interpretó primero como apología del nazismo y, después, del comunismo. Todo cabe", destacaba por su parte Luis Martínez.

Eran películas mudas, con una atmósfera asfixiante y exageración gestual y de maquillajes. "De hecho, el certificado oficial de defunción del cine expresionista tiene lugar cuando llega el sonido. Aunque luego se hacen películas expresionistas con sonido y aunque luego ese movimiento se desborda y deje su huella en muchas manifestaciones artísticas, la llegada del sonido marca su muerte", señalaba Isabel Vázquez.

placeholder Forogram de 'Nosferatu'.
Forogram de 'Nosferatu'.

La expansión del sonido marca también el principio del fin de los estudios UFA y coincide con la llegada al poder del nazismo en 1933, que depone todas las manifestaciones artísticas transgresoras, corta de raíz el expresionismo y convierte la industria cinematográfica en una máquina propagandística consagrada a glosar a la familia modélica alemana aria, a exaltar los mitos germánicos y a arremeter perversamente contra los judíos, con películas de propaganda antisemita como El judío eterno (1940, Fritz Hippler). Aun así, los rasgos del expresionismo se cuelan en algunas películas de propaganda nazi de Leni Riefenstahl, en especial en Olympia y El triunfo de la voluntad. Al fin y al cabo Joseph Goebbels​​, el ministro de propaganda nazi, aseguraba que su película favorita era Metropolis, a pesar de estar dirigida por un judío, Fritz Lang. De las doce películas favoritas de Goebbels, once eran obra de judíos.

Muchos de esos judíos, empezando por el propio Fritz Lang, emigraron a Estados Unidos tras la ascensión de Hitler al poder. Pero también lo hicieron Lubitsch, Billy Wilder, Murnau, Pabst, Wegener o el director teatral Max Reinhardt. Billy Wilder llegó sin hablar una palabra de inglés y Lubitsch no logró nunca quitarse del todo su acento alemán.

placeholder Marta Medina, crítica de cine de El Confidencial y guionista; Isabel Vázquez, guionista y miembro de La Cultureta; y Rubén Amón, periodista y escritor.
Marta Medina, crítica de cine de El Confidencial y guionista; Isabel Vázquez, guionista y miembro de La Cultureta; y Rubén Amón, periodista y escritor.

En total se calcula que fueron unos 800 los profesionales los que se trasladaron a Estados Unidos desde Alemania; transformando el lenguaje clásico del cine. No solo emigraron directores, también fotógrafos, músicos, guionistas, decoradores. El decorador de El gabinete del doctor Caligari, una de las películas más emblemáticas del expresionismo, fue por ejemplo uno de los que hizo la maleta y se plantó en Estados Unidos huyendo de Hitler y de la represión nazi. Aunque a algunos de ellos, por cierto, les tocaría años después lidiar de nuevo con la censura de la mano del macartismo.

"Lo que se trasladó a Estados Unidos fue una concepción del cine que claramente dejó su huella en el cine americano", aseguraba Luis Martínez. "Supieron leer la sociedad americana con una mirada distinta y encontraron el modo de contar lo que estaba pasando", destacaba. "Ahí está Ser o no ser, de Lubistch, una comedia sobre Hitler de 1942, en medio de la II Guerra Mundial", apostillaba Amón.

placeholder Luis Martínez, crítico de cine de El Mundo.
Luis Martínez, crítico de cine de El Mundo.

La huella de esa oleada de cineastas perdura hasta hoy. "Se ve en Scorsese, en Tarantino, en Yorgos Lanthimos y en tantos otros", subrayaba Isabel Vázquez. "El expresionismo no solo es una forma de hacer cine, que lo es y resulta muy reconocible. Lo interesante del expresionismo es su forma de repensarse. Y, desde hace tiempo, el cine contemporáneo hace una reflexión del cine dentro del cine", concluía Luis Martínez.

Larga vida, por tanto, al expresionismo.

El próximo encuentro será el 24 de abril, sobre arquitectura. Para más información sobre el ciclo, haga clic aquí.

Durante 14 años, dos meses y 19 días —los que van del 11 de noviembre de 1918, cuando acabó la Primera Guerra Mundial, hasta el 30 de enero de 1933, cuando Hitler llegó al poder— Alemania vivió un periodo de gran efervescencia creativa. Un periodo fascinante y muy fértil en el que surgió un lenguaje nuevo y absolutamente deslumbrante desde el punto de vista estético cuya influencia llega hasta nuestros días.

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