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Cómo Martin Scorsese se ha convertido en la nueva mascota de internet
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María Díaz

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Cómo Martin Scorsese se ha convertido en la nueva mascota de internet

De artista contestatario y violento a viejito adorable: así ha cambiado la imagen del director italoamericano a golpe de 'tiktoks'

Foto: El director Martin Scorsese. (EFE/EPA Caroline Brehman)
El director Martin Scorsese. (EFE/EPA Caroline Brehman)
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Después de meses de anticipación y espera, se ha estrenado, finalmente, la última película de Martin Scorsese, Los asesinos de la luna, una historia basada en hechos reales que adapta el libro homónimo de David Grann, volviendo así a tratar de nuevo las corruptelas fundacionales de Estados Unidos en este drama de casi tres horas y media de duración. Por este motivo, el director italoamericano de 80 años ha sido centro de atención mediática durante las últimas semanas. Pero ¿solo por este motivo?

Para cualquiera que siga la actualidad cinematográfica en redes sociales, la presencia de Scorsese, ya sea en forma de cita, video, entrevista o efemérides, es totalmente cotidiana. Se comparten a diario piezas de su obra y opiniones de sus declaraciones, pero también bromas, memes y fancams. Sí, como si este respetadísimo artista octogenario fuera el macizorro miembro de un grupo de pop coreano. Se ha llegado a tal punto, que se halagan hasta los anuncios que ha rodado para Chanel, un trabajo de dirección común, pero que en muy raras ocasiones se considera parte del legado de un artista. ¿Qué ha pasado entonces? ¿Por qué un señor que comparte año de nacimiento con mi abuelo se ha convertido en un lugar común, en la mascota de internet?

Empecemos por el principio. Como es ampliamente conocido, Martin Scorsese, junto a otros directores como Steven Spielberg, Brian De Palma o Francis Ford Coppola, dio un gran golpe sobre la mesa en la industria cinematográfica estadounidense durante la década de los 70, cambiando para siempre la historia del cine y resultando en una estructura artística y empresarial que se llamó el Nuevo Hollywood. Esos jóvenes barbudos se convirtieron en el nuevo estándar fílmico y han desarrollado sus carreras durante décadas como popes del cine, muchos hasta el presente, como es el caso de Scorsese.

Cuando se revisa una trayectoria tan extensa y consolidada como la de Martin Scorsese se encuentran, primero, una serie de patrones temáticos, estilísticos y artísticos; y segundo, los altibajos propios de la vida. La combinación de estos elementos resultó en una imagen para el gran público de director masculino y violento que brilla en sus películas sobre la mafia y el mundo criminal. Un director, en definitiva, material de adoración del filmbro, el cinéfilo básico, cuya forma de mostrar su afecto al arte es memorizar todas las anécdotas de rodaje de Uno de los nuestros. La parte más espiritual del trabajo de Scorsese, personalmente mi favorita, no ha parecido calar de la misma forma en esta imagen pública generalista que había del director, en muy grandes rasgos, hasta hace bien poco.

Todo cambió en 2019, cuando dijo que las películas de Marvel "no son cine", sino que se asemejan más a "parques de atracciones"

Todo cambió en 2019, cuando se manifestó elegantemente, pero también de manera clara y crítica, sobre el estado de la industria cinematográfica, declarando que las películas de Marvel no son cine, sino que se asemejan a parques de atracciones. Esto ocurrió seis meses después del estreno de Vengadores: Endgame, que con 357 millones de presupuesto, recaudó cerca de 2.800 millones de dólares. Los fans de los superhéroes se tomaron esto de manera algo amarga, tachando el cine de Scorsese de aburrido y ¡alternativo!, como si su obra no formase parte de la historia del cine en general, pero sobre todo de la del mainstream americano en particular.

Sin embargo, una parte de la cinefilia, cansada de la monopolización de la producción y de la exhibición en salas por los megablockbusters (especialmente los superheroicos), vio en las declaraciones de Scorsese un soplo de esperanza. A partir de ese momento, cada cita o entrevista nueva era compartida y discutida en redes, alzando su figura como profeta del verdadero cine, y poco a poco se fue recuperando el archivo de las apariciones públicas del director.

Admiración pop

Esta nueva aproximación a Scorsese comenzó a crear una renovada simpatía por su personalidad: grave, pero de carcajada fácil, con una cadencia especial en el habla que lo hace reconocible e imitable a la vez. En definitiva, al margen de todas las críticas y de un interés real o no en su trabajo, Martin caía bien. Durante la pandemia, publicó una especie de videoblog para la BBC sobre el confinamiento que se hizo bastante popular y en 2021 estrenó en Netflix Supongamos que Nueva York es una ciudad, una serie documental con su amiga Fran Lebowitz, en que esencialmente comparte con todos nosotros, entre ataques de risa, el motivo de afecto y gracia hacia la escritora. Por supuesto, los clips, gifs y memes se sucedían durante semanas.

El factor definitivo para este arrebato admiración pop ha sido su hija menor, Francesa Scorsese, de 23 años y a quien debemos que Martin realizara la estupenda La invención de Hugo (2011), única película infantil de su carrera. Con bastante salero y un aspecto prácticamente idéntico al de su padre, Francesca comenzó recientemente a documentar en su cuenta de TikTok la relación de ambos. Poco a poco, Martin se ha ido soltando frente al formato vertical y no solo da opiniones o comparte momentos con su hija, sino que también se ha prestado ya a bromas, bailes y challenges. De manera personal, a mí todo esto me produce sentimientos encontrados, pero sería tremendamente cínico negar que estos vídeos son documentos sinceros de amor paternofilial.

placeholder Francesca Scorsese, en el centro, junto a sus hermanas Cathy y Doménica. (EFE/ EPA Guillaume Horcajuelo)
Francesca Scorsese, en el centro, junto a sus hermanas Cathy y Doménica. (EFE/ EPA Guillaume Horcajuelo)

Esta tierna intimidad, sumada a la edad de Scorsese, está cristalizando en una imagen algo paternalista del director. Que sea afectuoso padre de Francesca no significa que sea el abuelo de todos los aficionados al cine; que ahora se presente a hacer un rato el tonto entre trabajo y trabajo —él lo ha dejado claro en varias ocasiones, no se piensa retirar—, no nos da derecho a infantilizar a un hombre que ha sido amante y esposo de Isabella Rossellini y cuya durísima adicción a la cocaína casi lo mata antes de cumplir los cuarenta años.

Es frecuente que la vejez de otros nos incomode y, por ello, y como método de protección, se suele responder con condescendencia a personas que llevan siendo adultos desde mucho antes y durante mucho más tiempo que nosotros. La infantilización que como sociedad proyectamos sobre la tercera edad solo subraya quiénes somos los verdaderos niños, los que no podemos asumir las cosas tal como son: que la vida ocurre, pesa y se agota; que Martin Scorsese, mi abuelo y nosotros vamos a morir. No son hechos agradables, pero dulcificarlos no es tan solo inútil, sino también ridículo. Quizá lo más digno para la memoria futura de Martin Scorsese sea alejarse tanto de la imagen que se tenía de él a finales del siglo XX como la que se ha forjado hoy. En Un viaje personal a través del cine americano con Martin Scorsese, una serie documental de 1995, el director repasa la historia del cine de su memoria y cuenta en primera persona un relato sobre el arte y su relación con él muy preciso y muy autoconsciente: un recuerdo, si no real, sí apropiado, decoroso. Un recuerdo justo, un recuerdo a través del cine.

Después de meses de anticipación y espera, se ha estrenado, finalmente, la última película de Martin Scorsese, Los asesinos de la luna, una historia basada en hechos reales que adapta el libro homónimo de David Grann, volviendo así a tratar de nuevo las corruptelas fundacionales de Estados Unidos en este drama de casi tres horas y media de duración. Por este motivo, el director italoamericano de 80 años ha sido centro de atención mediática durante las últimas semanas. Pero ¿solo por este motivo?

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