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Los nuevos dictadores ganan elecciones (pero son tan perversos como los antiguos)
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Entrevista

Los nuevos dictadores ganan elecciones (pero son tan perversos como los antiguos)

Muchos de los gobernantes a los que hoy llamamos dictadores no lo parecen. Son populares y se codean con los demócratas del mundo en las instituciones internacionales. Un libro alerta de ellos

Foto: El expresidente de EEUU Donald Trump, ejemplo de político populista parecido a los dictadores de la manipulación. (Reuters/Carlos Barria)
El expresidente de EEUU Donald Trump, ejemplo de político populista parecido a los dictadores de la manipulación. (Reuters/Carlos Barria)

Muchos de los gobernantes a los que hoy llamamos dictadores no lo parecen. Ganan elecciones. Son populares. Se codean con los demócratas del mundo en las instituciones internacionales. No son asesinos en serie y no llegan al poder mediante un golpe de Estado o una revolución. Y, sin embargo, siguen siendo dictadores.

La clave de su autoritarismo y su capacidad para aferrarse al poder, cuentan Sergei Guriev y Daniel Treisman en un libro reciente, Los nuevos dictadores (Deusto), es la manera en que manejan la información y la comunicación: si los viejos dictadores del siglo XX basaban su poder en el miedo que infundían, estos —del ya fallecido Hugo Chávez a Viktor Orbán, de Recep Tayyip Erdogan a Vladímir Putin— manipulan sus sociedades mediante un astuto uso de la retórica, los medios de comunicación, la represión y la apariencia. Y solo algunos, como Putin, acaban recurriendo a los métodos más siniestros de los viejos tiranos. Los nuevos dictadores es uno de los mejores libros de política publicados este año, porque aclara muchas ideas sobre el populismo, el autoritarismo y la nueva naturaleza mediática de la dictaduras que la mayoría de nosotros confundimos. Hablamos con Treisman, que es profesor de Ciencia Política en la Universidad de California, por Skype.

placeholder Portada de 'Los nuevos dictadores', el ensayo de Sergei Guriev y Daniel Treisman.
Portada de 'Los nuevos dictadores', el ensayo de Sergei Guriev y Daniel Treisman.

PREGUNTA. Los dictadores del siglo XX basaban su poder en el miedo y la violencia. Pero, según su libro, en el siglo XXI, eso ha cambiado en la mayoría de casos. ¿Qué distingue a los autócratas actuales de los del pasado?

RESPUESTA. Cuando pensamos en dictadores suelen venirnos a la cabeza gente como Hitler, Mao o Stalin. Gobernantes abiertamente brutales y opresivos que utilizaban el terror como principal herramienta para controlar a la población. Los que no eran totalitarios, como los líderes militares africanos Idi Amin o Mobutu, Pinochet en Chile o los generales en Argentina, también recurrían a un alto grado de violencia. Su objetivo era intimidar a la población para mantenerla callada y que fuera obediente. Pero los dictadores de los últimos veinte años son bastante diferentes. Pensemos, por ejemplo, en Hugo Chávez en Venezuela, Viktor Orbán en Hungría, Recep Tayyip Erdogan en Turquía o Vladímir Putin en sus primeros años como presidente ruso. Son un tipo diferente de dictador. No suelen llevar uniforme militar; más bien llevan traje. Van a conferencias internacionales. A veces envían a sus hijos a estudiar a Occidente. Afirman ser democráticos y celebran elecciones. Permiten la existencia de algunos medios de comunicación contrarios, siempre que su audiencia sea pequeña. Están mucho más abiertos al mundo exterior. No intentan aislar a sus países de la forma en que lo hicieron algunos líderes comunistas como Stalin y Mao.

Foto: El presidente de El Salvador, Nayib Bukele. (Reuters/Archivo/José Cabezas)

Sin embargo, todo esto es una farsa. Monopolizan el poder como lo hacían los antiguos tiranos y eliminan cualquier sistema de controles y equilibrios efectivo. Pero lo hacen sin mucha violencia, manipulando la información, haciéndose con los medios de comunicación, presentando una versión distorsionada de la realidad. En lugar de aterrorizar a la gente, la engañan. Y muchas veces la gente está dispuesta a dejarse engañar. Sigue habiendo dictadores del miedo, como Kim Jong-un en Corea del Sur o Bashar al-Asad en Siria, pero la mayoría son lo que llamamos dictadores de la manipulación.

"En lugar de aterrorizar a la gente, los nuevos dictadores la engañan. Y muchas veces la gente está dispuesta a dejarse engañar"

P. ¿Por qué se ha producido ese cambio?

R. Es el resultado de la modernización y la globalización que se produjo en todo el mundo a finales del siglo XX. Y tiene muchas dimensiones. Las tasas de educación superior se han disparado en todo el mundo. Los países han pasado de la industria a los servicios, y sobre todo a la economía del conocimiento. La gente está hoy, obviamente, mucho más conectada por internet y las redes sociales. Y los medios de comunicación y las organizaciones de derechos humanos se han vuelto más globales. Los países comercian más. La gente ha viajado más. Y hemos visto en todo el mundo un giro hacia valores más individualistas y cosmopolitas. Existe una demanda cada vez mayor de libertades personales y políticas. Es un proceso que se da en todo el mundo. Ahora bien, no es constante. En algunos países hay períodos de regresión, y hay quien sostiene que ahora estamos en un período de retroceso a escala global. Sea como sea, todo esto hace que sea mucho más difícil controlar las sociedades mediante una violencia evidente. Todavía hay quien intenta hacerlo. En Rusia, hemos visto a Putin pasar de la dictadura de la manipulación a la del miedo. Pero controlar mediante la violencia un país con una población grande, urbanizada y formada es más difícil que hacerlo en un país donde el 80% de la población son campesinos que viven en aldeas.

placeholder Vladímir Putin, un ejemplo de nuevo dictador. (EFE)
Vladímir Putin, un ejemplo de nuevo dictador. (EFE)

P. La mayoría de estas dictaduras de la manipulación se basan ideológicamente en el nacionalismo. Rechazan la globalización, los valores cosmopolitas y el orden internacional actual.

R. Su retórica se dirige contra la globalización y, en particular, contra la inmigración. Pero si nos fijamos en lo que hacen en realidad, ¿es Viktor Orbán un antiglobalista? Al contrario. ¿Ha abandonado la Unión Europea? ¿Se ha negado a recibir sus enormes subvenciones? Por supuesto que no. Lo que hacen estos dictadores es luchar retóricamente contra la idea de una élite global irresponsable. Sin embargo, participan en las instituciones internacionales y tratan de manipularlas desde dentro. Intentan explotar y extraer beneficios de la UE, por ejemplo. Algunos dictadores aprovechan todas las oportunidades que se les presentan en la ONU para formar parte de comités como el de Derechos Humanos con el fin de mejorar su reputación. Otros utilizan la Interpol para acosar a sus críticos. Así que no es cierto que renuncien a la participación global. Siguen estando presentes en la economía mundial y las instituciones internacionales, y las utilizan para sus propios fines, aunque utilicen esta retórica de soberanía nacional y hostilidad hacia el mundo globalizado.

"Permiten la existencia de pequeños medios independientes y hacen todo lo posible para acosarlos y desacreditar a sus periodistas"

P. También son maestros manipulando los medios de comunicación. Ni siquiera necesitan la censura propia de los dictadores del siglo XX.

R. Muchos dictadores del siglo XX trataban de controlar por completo los medios de comunicación, de acallar cualquier voz independiente. Impedir que se cuestionara la legitimidad del régimen se convirtió en un símbolo de fuerza. Los dictadores de la manipulación se dieron cuenta de que eso es extremadamente difícil en la era de las comunicaciones modernas y que además es innecesario, e incluso contraproducente. Lo que hacen los dictadores de la manipulación es permitir la existencia de pequeños medios independientes y, en lugar de censurar su producción, hacen todo lo posible para acosarlos con demandas por calumnia o difamación, calumniarlos en los grandes medios y desacreditar a sus periodistas. Su poder no se ve amenazado por unas pocas voces marginales que atraen solo a una minoría, a la parte más cosmopolita de sus sociedades. Eso se puede gestionar sin problema, siempre que se controlen los principales medios de comunicación, en particular la televisión, ya sea mediante la propiedad estatal o, a menudo, mediante la captación y el control encubiertos.

placeholder El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, otro ejemplo de nuevo dictador. (EFE)
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, otro ejemplo de nuevo dictador. (EFE)

P. Lo mismo puede decirse de la oposición. Esta clase de dictadores permiten que exista, siempre que no tenga posibilidades de ganar.

R. Los dictadores de la manipulación permiten una pequeña oposición. Muchos de ellos, como Putin en Rusia, tienen una pseudooposición, es decir, partidos de la oposición que se presentan a las elecciones, pero que en realidad se coordinan discretamente con el poder, han sido creados por el régimen del dictador o este se ha apropiado de ellos para aparentar que hay una verdadera competición electoral. A menudo también permiten una pequeña oposición genuina, a la que vigilan de cerca para asegurarse de que no se haga realmente popular. Utilizan los medios de comunicación para desacreditarla. Y cuando quieren acabar con ella encarcelan a sus líderes por delitos que no tienen nada que ver con la política. El opositor ruso Alexéi Navalny fue acusado de cazar alces sin licencia, y al final fue encarcelado por supuesto fraude contra una empresa de cosméticos, Yves Rocher. En Turquía, Erdogan encarceló a un líder político kurdo por falsificar un certificado médico para librarse del servicio militar, con lo cual además le hizo parecer un cobarde. En Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev acusó a un periodista de la oposición de violar a una menor. Son acusaciones inventadas. Pero el objetivo es presentar a estas personas como delincuentes comunes y alejarlas de su papel político.

"El primer truco del dictador de la manipulación es atribuirse el mérito por todo lo bueno. El segundo es culpar a los demás de todo lo malo"

P. Sin embargo, muchos de estos dictadores son genuinamente populares. Muchos ganan las elecciones sin necesidad de manipularlas.

R. A veces tienen suerte. Por razones que no tienen nada que ver con ellos, la economía va bien o su país tiene éxito en otros aspectos. El primer truco del dictador de la manipulación es atribuirse el mérito por todo lo bueno. El segundo truco es culpar a los demás de todo lo malo y, en particular, a los enemigos extranjeros. Putin, por ejemplo, utiliza un mecanismo que consiste en, cuando las cosas van mal, afirmar que las alternativas serían peores. “Si no fuera por mí, tendríamos inestabilidad, caos y guerra civil. El Estado se desmoronaría”. Este tipo de retórica es muy común entre los dictadores de la manipulación cuando no pueden transmitir algo positivo. Así que hay toda una serie de técnicas retóricas y enfoques propagandísticos que son mucho más sofisticados que la propaganda genérica y la ideología oficial impuesta que veíamos en muchas dictaduras del siglo XX.

placeholder El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, quien llegó a controlar seis de los siete canales de televisión del país. (EFE)
El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, quien llegó a controlar seis de los siete canales de televisión del país. (EFE)

P. Tal como lo describe, no resulta tan fácil distinguir a algunos gobernantes democráticos de esa clase de dictadores. Muchos de los primeros recurren también a la manipulación de los medios, desacreditan a la oposición o utilizan una retórica nacionalista, pero no por ello son dictadores.

R. Por supuesto, hay políticos populistas en las democracias que son muy parecidos a los dictadores de la manipulación. Trump es un ejemplo. En Italia, Silvio Berlusconi llegó a controlar seis de los siete canales nacionales de televisión. Y en Argentina, Néstor y Cristina Kirchner utilizaron los contratos de publicidad estatal para apropiarse de los medios. La principal diferencia entre las democracias y las dictaduras de la manipulación no está en el líder, sino en su entorno. En las democracias consolidadas y económicamente desarrolladas hay un sector de la sociedad más amplio, cualificado y sofisticado que puede defenderse. Hay medios de comunicación independientes más poderosos. Las constituciones suelen ser más difíciles de cambiar. Las fuerzas armadas han sido tradicionalmente apolíticas. Y aunque, por supuesto, las instituciones son importantes, lo son también las personas que las hacen funcionar. Esa gente es la que tiene los recursos necesarios para coordinar la resistencia frente a los aspirantes a dictadores que surgen en las democracias y que quieren erosionar los controles democráticos.

Muchos de los gobernantes a los que hoy llamamos dictadores no lo parecen. Ganan elecciones. Son populares. Se codean con los demócratas del mundo en las instituciones internacionales. No son asesinos en serie y no llegan al poder mediante un golpe de Estado o una revolución. Y, sin embargo, siguen siendo dictadores.

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