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La globalización no está retrocediendo, está cambiando
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La globalización no está retrocediendo, está cambiando

El flujo del comercio, personas e ideas entre países no se enfrentará necesariamente al declive tras la invasión rusa de Ucrania, pero podría pasar por un proceso de reestructuración

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"La globalización no es algo que podamos detener o apagar", afirmó el expresidente Bill Clinton en el año 2000, en un discurso en Vietnam. "Es el equivalente económico de una fuerza de la naturaleza, como el viento o el agua".

Tras la invasión rusa de Ucrania, se habla del declive de la globalización con el mismo aire de inevitabilidad. El aumento constante de los flujos de comercio, dinero, personas e ideas entre los países desde el final de la Segunda Guerra Mundial parece destinado a retroceder durante un largo periodo de balcanización, con Rusia y sus aliados operando en una esfera, China en otra y Estados Unidos y sus aliados en una tercera. En resumen, al mundo podría ocurrirle algo parecido a lo que sucedió hace poco más de un siglo, cuando la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa y, sí, una pandemia mundial provocaron el distanciamiento entre Estados.

Para los inversores, esta posibilidad es inquietante. Han sido de los que más beneficios han obtenido gracias a la globalización, en especial durante el periodo de hiperglobalización que comenzó en la década de 1990, con la disolución de la antigua Unión Soviética, la transformación de China en una potencia económica y la llegada de internet. El aumento del comercio permitió que los países se centrasen en la fabricación de los bienes y servicios que estaban mejor equipados para producir, así como que las empresas multinacionales tuvieran acceso a nuevos clientes y a nuevas reservas de mano de obra de bajo coste que aprovechar. La tecnología transformativa que podría haber sido mantenida bajo llave por los gobiernos y los ejércitos durante la Guerra Fría se abrió paso hasta el mercado. Muchos de los beneficios se hicieron notar en los resultados de las empresas: en Estados Unidos, por ejemplo, los beneficios empresariales después de impuestos como porcentaje del producto interior bruto aumentaron de un 5% en 1990 al 10,5% el año pasado.

Foto: Puerto de Valencia. (Reuters/Heino Kalis)

Sin embargo, al igual que el camino hacia un mundo más globalizado no es inevitable, tampoco lo es un retroceso de la globalización. Es cierto que la invasión de Ucrania podría caracterizarse como un ataque del presidente ruso, Vladímir Putin, al mundo occidental, cosmopolita y globalizado. No obstante, el vigor con el que los ucranianos defienden su país y su deseo de integrarse más con el resto de Europa recuerdan que los beneficios de la globalización pueden ir más allá de lo meramente económico. Tal vez lo que los próximos años puedan traer no sea el fin de la globalización, sino una reconfiguración de algunos de sus términos, de forma que los inversores sigan disfrutando de sus beneficios, pero también recaiga sobre ellos una mayor parte de sus costes.

En sí mismo, el aislamiento de Rusia no se parece en nada al golpe contra la globalización asestado en la Primera Guerra Mundial, cuando, "movido por una ilusión insana y un egoísmo temerario, el pueblo alemán derribó los cimientos sobre los que todos vivíamos y construíamos", como escribió el economista John Maynard Keynes en 'Las consecuencias económicas de la paz', el libro de 1919 en que advirtió de lo que podría traer consigo el colapso de la integración europea.

El historiador económico Angus Maddison estima que, en 1913, si ajustamos en función de los diferentes costes de los bienes y servicios entre países, la economía de Alemania representaba el 8,7% del PIB mundial. Según el Fondo Monetario Internacional, la participación de Rusia en el PIB mundial el año pasado fue solo del 3,1%, quedándose en un 1,7% en términos de dólares. Y lo que es más importante, antes de la Primera Guerra Mundial, Alemania era el centro del comercio europeo. "En torno a Alemania, como soporte central, se agrupaba el resto del sistema económico europeo, y de la prosperidad y el empuje de Alemania dependía principalmente la prosperidad del resto del continente", escribió Keynes. El papel de Rusia en la economía europea, en cambio, es principalmente el de proveedor de petróleo y otras materias primas, y desempeña un papel menor en las cadenas de suministro mundiales.

Foto: Foto: iStock.

China es, sin duda, un actor económico mundial mucho más importante que Rusia. En términos de dólares, representó más de una sexta parte del PIB mundial el año pasado, según las estimaciones del FMI, y la importancia de su papel en las cadenas de suministro mundiales ha quedado dolorosamente clara a lo largo de la pandemia. Su economía también depende en gran medida del comercio con el resto del mundo y, en particular, con las economías desarrolladas, como la de Estados Unidos. Si decidiera desvincularse de alguna manera del sistema mundial, tal vez debido a un futuro conflicto sobre Taiwán, las repercusiones económicas y sociales en su propio sistema nacional serían enormes. La esperanza es que, viendo las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania, sus líderes opten por evitar tal situación.

La mayor amenaza para la globalización, y la lección más importante que nos ha enseñado Rusia, podría ser que en sus etapas más recientes ha dejado atrás a demasiada gente. Muchos rusos pasaron de recibir con los brazos abiertos los mercados libres tras el colapso de la Unión Soviética en 1991 a sentirse traicionados por ellos en el momento de la crisis de la deuda rusa de 1998, un cambio que contribuyó a sentar las bases para el ascenso al poder de Putin. En Estados Unidos, y en el resto del mundo desarrollado, muchos de los beneficios de la globalización que obtuvieron las empresas y sus inversores no se han trasladado lo suficiente a gran parte de la población general, lo que ha empeorado la desigualdad y ha generado indiferencia. Los aumentos salariales que ahora están elevando los costes laborales de las empresas, y que empiezan a hacer presión sobre los márgenes de beneficio, podrían ser difíciles de digerir para los inversores, pero también podrían ayudar a fomentar un reconocimiento más amplio de los aspectos positivos de la globalización.

Puede que se avecinen más cambios en la dinámica de la globalización. Tanto la escasez provocada por la pandemia como la invasión rusa ponen de manifiesto lo peligroso que puede ser depender excesivamente de la producción de un solo país, ya sea de microprocesadores o de gas natural. En términos más generales, quizá se reconozca que la globalización no es un hecho consumado ni una varita mágica que pueda conducir por sí misma a un futuro más próspero.

*Contenido con licencia de 'The Wall Street Journal'.

"La globalización no es algo que podamos detener o apagar", afirmó el expresidente Bill Clinton en el año 2000, en un discurso en Vietnam. "Es el equivalente económico de una fuerza de la naturaleza, como el viento o el agua".

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