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'Bronca': desata a la bestia
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'Bronca': desata a la bestia

La esforzada vida de la comunidad asio-americana se pone patas arriba por un pequeño incidente de tráfico

Foto: 'Bronca' es una explosión de violencia asiática. (Netflix)
'Bronca' es una explosión de violencia asiática. (Netflix)

Es conocido que el único problema que tienen los ricos es que siempre hay alguien más rico que ellos. Desde Puñales por la espalda (Rian Johnson, 2019), estamos viendo muchos ricos en las películas y en las series. Se trata de una riqueza particular, de mucho almíbar y jeribeque. Abunda el colorín pastel, el exceso decorativo, los paisajes sensuales. The White Lotus, El menú o la reciente Criminales a la vista hacen que la opulencia de Succession parezca mileurista, de tener el dinero justo para el jet privado. Ahora discurren en paralelo Fleishman está en apuros (Disney +) y Bronca (Netflix), dos series donde el dinero no da la felicidad simplemente porque uno quiere más dinero. En rigor, en ambas series las que quieren más dinero son ellas.

Esto es curioso de ver. Tanto Fleishman está en apuros como Bronca vienen escritas por mujeres, y en la primera escuchamos: "Ni siendo médico especialista en uno de los mejores hospitales podía darle a Rachel el tipo de vida que ella quería". Y en la segunda: "Estás obsesionada con el dinero, es de lo único de lo que hablas". Ningún hombre guionista escribe ya personajes femeninos con tales ansias insaciables de estatus. Detrás de ambas historias, parece atisbarse el espíritu misógino de Andrew Tate, célebre por afirmar que un hombre consigue un yate después de años de trabajo y una mujer consigue un yate después de enviarle a ese hombre un mensaje directo por Instagram.

Bronca nos recuerda a Un día de furia (Joel Schumacher, 1993), día de furia que coinciden en tener dos personas a la vez por culpa del otro y que se alarga durante semanas por un inevitable proceso de retroalimentación. Tras un incidente de tráfico, un hombre pobre (Steven Yeun) y una mujer no tan rica como quisiera (Ali Wong), inician una escalada de agresiones mutuas y humillaciones alternas que empeoran no sólo sus vidas, sino las de todos a su alrededor. La idea, que daba para una película potente, en la serie se va diluyendo en temas tangenciales, registros contradictorios, el amor, la empresa, atracos, infidelidades, un coro religioso. Parece que Lee Sung Jin, su creador, no sabe qué hacer con tanto odio asiático, tantas cuentas de Instagram y tantas canciones de los noventa. Entonces va y lo pone todo junto, y muy revuelto.

placeholder Ali Wong y Steven Yeoung en un momento de 'Bronca', disponible en Netflix. (Netflix)
Ali Wong y Steven Yeoung en un momento de 'Bronca', disponible en Netflix. (Netflix)

Con todo, la serie tiene la particularidad de ofrecer algunas estampas inéditas sobre la comunidad asio-americana. La protagonista, sedienta de dinero, es de origen chino; su marido, artista ultra-woke, es japonés; y su rival, que hace chapuzas a domicilio, coreano. Vemos cómo los coreanos ocupan el escalón más bajo de la pirámide, e incluso en otro país y con ciudadanía estadounidense, siguen llevando muy dentro la aversión hacia los nipones (aversión originada por el anhelo imperialista de Japón en la primera mitad del siglo pasado). También entendemos que los chinos son los que más trabajan, frente a la cómoda situación boyante de los japoneses, normalmente de orígenes más afortunados.

María Bello (Una historia de violencia, David Cronenberg, 2005) aparece para asentar el lujo almibarado que decíamos más arriba, y defender ese capitalismo descocado de mansiones sucesivas, sillas de 100.000 dólares y maridos que puedan permitírselo. Siempre es posible vivir un poco mejor, y en la serie la filosofía del “quiero más” choca únicamente contra esas personas que creen que ya tienen suficiente, porque han visto algún documental budista y están muy confundidas. Nunca debe uno creer que tiene suficiente, inferimos.

placeholder Otro momento de 'Bronca'. (Netflix)
Otro momento de 'Bronca'. (Netflix)

"Los únicos que no le dan importancia al dinero son los que lo tienen", grita la emprendedora china a su marido japonés. Es, este esposo, el personaje más irritante de la serie, como suele pasar con los hombres blandengues que colocan en la cocina desde el primer capítulo (pasa también en Antidisturbios, de Rodrigo Sorogoyen). El único hombre sensible y anti-viril bien hecho que yo recuerdo entre tanta masculinidad floreada es el que interpreta extraordinariamente Adam Scott en Big Little Lies (HBO). Quizá merecería un análisis prolongado por qué a todos los personajes masculinos afables, tolerantes, amorosos y dulces les acaban poniendo los cuernos sus esposas. "El sexo contigo es muy soso", oímos en Bronca.

Es conocido que el único problema que tienen los ricos es que siempre hay alguien más rico que ellos. Desde Puñales por la espalda (Rian Johnson, 2019), estamos viendo muchos ricos en las películas y en las series. Se trata de una riqueza particular, de mucho almíbar y jeribeque. Abunda el colorín pastel, el exceso decorativo, los paisajes sensuales. The White Lotus, El menú o la reciente Criminales a la vista hacen que la opulencia de Succession parezca mileurista, de tener el dinero justo para el jet privado. Ahora discurren en paralelo Fleishman está en apuros (Disney +) y Bronca (Netflix), dos series donde el dinero no da la felicidad simplemente porque uno quiere más dinero. En rigor, en ambas series las que quieren más dinero son ellas.

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