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En busca del 'woke' más 'woke' de España, al que todos odian pero nadie sabe quién es
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UN TÉRMINO ESPEJO

En busca del 'woke' más 'woke' de España, al que todos odian pero nadie sabe quién es

La palabra está en boca de todos, pero cada uno la utiliza en su provecho. O radicalización del progresismo o término caricaturesco, salimos en busca de los 'wokes' españoles

Foto: EC Diseño.
EC Diseño.

Se abre el telón y suena la fanfarria de John Williams que abre cada episodio de Star Wars: “Una ofensiva woke se cierne sobre España. El ataque de jóvenes universitarios blancos obsesionados con la denuncia de la desigualdad social, el racismo y el feminismo amenaza con desestabilizar España. Frente a la hegemonía del izquierdismo radical, un grupo de rebeldes de todos los partidos políticos se ha juntado para vencer la guerra cultural y restaurar la paz en la galaxia”.

Este podría haber sido el discurso de presentación de Pie en la Pared, el think tank montado por la alianza rebelde conformada por los ex-Ciudadanos Juan Carlos Girauta y Marcos de Quinto, la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre, el fundador de Vox Alejo Vidal-Quadras o Daniel Lacalle. Un all-star de las derechas. Sus enemigos declarados, el “fundamentalismo woke”, “el izquierdismo radical” y la “hegemonía radical”.

"Pasa como con ‘posmo’ o ‘cuñado’: intuimos qué es, pero no podemos definirlo"

Woke se ha convertido durante los últimos dos años en una palabra de uso corriente en España, donde ha penetrado en el debate cultural adoptando nuevas acepciones. Así lo resume Óscar Guardingo, exsenador de Podemos y usuario frecuente del término en redes sociales, tanto de forma literal como irónica: “Pasa un poco como con eso de posmo o con el epíteto de cuñado que usa la izquierda o con las charos de los memes de la derecha. Intuimos a lo que se refieren, pero no me veo capaz de hacer una definición exacta”.

Como ocurrió en su día con hipster, España ha tardado en adoptar el término, cuyo interés ha crecido poco a poco en nuestro país desde finales de 2020. Según Google Trends, la semana de los últimos cinco años en la que más se buscó el término fue la del 17 al 23 de abril de este año. No fue ningún político ni pensador español quien utilizó el término, sino Elon Musk, uno de los iconos para la alt-right americana. Ese pico coincidió con el momento en el que el flamante dueño de Twitter habló del “virus woke como la razón por la que había caído en picado el número de suscriptores de la plataforma.

Vamos a salir en busca del woke más woke en España para saber de qué hablamos cuando hablamos de woke. Un viaje en el que quizá encontremos lo que no esperábamos.

Casilla cero: el origen de lo 'woke'

El término woke nace en los Estados Unidos de los años cuarenta asociado a la discriminación racial. El diccionario de Oxford lo incorporó en 2017 definido como estar alerta ante la discriminación e injusticia racial o social”, asociada de forma estrecha a movimientos como Black Lives Matter o el #MeToo.

Para la socióloga e investigadora independiente Olivia Muñoz-Rojas, con woke en España pasa como con hipster o hippy, anglicismos importados de forma sui generis. “Lo woke podría terminar viéndose como una subcultura contemporánea global (quizá ya lo es en parte), la de personas, especialmente jóvenes, que simpatizan con el feminismo, el antirracismo, el ecologismo, algunos más radicales que otros, pero dentro de las coordenadas del sistema capitalista”.

"Lo encontramos en la crítica feminista o los debates sobre la dictadura"

Argemino Barro, periodista afincado en EEUU, publicó el año pasado en El Confidencial una serie de reportajes sobre lo woke en el país americano. Con cautela, señala que “la principal diferencia es que, dado que en España no existe el mismo grado de diversidad racial que en EEUU, la ideología identitaria o woke se manifiesta sobre todo en la dimensión de género. Pero el punto de vista es el mismo: la percepción del mundo como una escala de opresión en base a las características dadas, como el género o la raza. Características que lo explican casi todo”.

En EEUU, los llamados wokes suelen ser “un blanco adinerado que estudia o ha estudiado en una universidad de élite y que trabaja en sectores culturales tendentes a la endogamia, como la academia, el periodismo, el cine o el mundo editorial”, señala Barrio, que alude a una encuesta de Hidden Tribes que mostraba que la composición de los “activistas progresistas” es blanca, acaudalada y universitaria, y que apenas representa apenas un 8% de la población. “No sé hasta qué punto esto se puede extrapolar a España, que es un país menos diverso y más igualitario”, valora el periodista. “Pero desde luego se están importando muchos de estos manierismos estadounidenses”.

placeholder Black Lives Matter, un movimiento difícilmente trasladable a España. (Reuters/Maja Smiejkowska)
Black Lives Matter, un movimiento difícilmente trasladable a España. (Reuters/Maja Smiejkowska)

Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Málaga y autor del Abecedario democrático, considera que “si entendemos woke en el sentido literal de despierto, designándose así alguien que ha tomado conciencia de la existencia de diferentes tipos de discriminación y que se ha convencido de la necesidad de denunciarlos sin pausa en la esfera pública en nombre de la justicia, quizá no sea un fenómeno tan extraño a pesar de que las discriminaciones señaladas por nuestros wokes resulten curiosamente selectivas”. El profesor se refiere con este comentario a los nacionalismos “catalán y vascos, nuestros racismos más institucionalizados”.

La realidad social española, donde la discriminación de raza no es tan evidente (aunque exista, como recuerda Muñoz-Rojas a propósito de los tuits y memes recientes sobre la población magrebí), ha provocado que lo woke español se identifique ante todo con el feminismo. “Yo diría que encontramos esa traslación en la omnipresente crítica feminista, que va de la denuncia de los micromachismos a las luchas intestinas en torno a lo queer, así como en los debates sobre las huellas de la dictadura en la sociedad española contemporánea, y quizá, en los intentos por denunciar las disfunciones de la meritocracia liberal”, amplía Arias Maldonado.

"El término se emplea desde la extrema derecha y desde la izquierda reaccionaria"

Pero lo woke no solo describe a quien se refiere sino también a quien lo pronuncia: es un término que genera marcos. “Es un término que emplea la extrema derecha o la izquierda reaccionaria que adopta los marcos de la alt-right, como el Frente Obrero”, explica Jaime Caro, doctor en historia del socialismo estadounidense que ha estudiado en la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Columbia. Aunque considera que no tiene mucho sentido utilizarlo en España, “porque las dinámicas raciales y de género son totalmente diferentes a las españolas” entiende el uso por nuestra anglofilia. Caro recuerda que el término apareció en 2012 como parte de “un movimiento de izquierdas contra la presidencia de Obama, que mantenía que siendo negro no estaba haciendo todo lo que debería hacer como presidente”. Caro prefiere el término progre que, no obstante, tiene otro matiz: frente al compromiso de baja identidad del progre tradicional, el woke es mucho más comprometido (pero también, radicalizado).

El escritor Gonzalo Torné, que acaba de publicar en colaboración con Clara Montsalvages La cancelación y sus enemigos, donde no aparece impresa ni una sola vez la palabra woke, abunda en esta idea. “Ha pasado de ser una palabra que no usaba nadie a ser una etiqueta con la que la derecha señala a un enemigo de paja contra el que colar de contrabando sus ideas”, responde. “Más o menos el argumento viene a ser: ‘Como la izquierda se ha preocupado de las identidades y las minorías se ha despreocupado de los obreros y por eso votan a la derecha’. El argumento se sustenta en un antagonismo falso, uno no deja de comer macarrones por comer arroz, pero es que además los movimientos identitarios siempre han ido de la mano de las luchas sociales, bastaría con recordar el vínculo entre el sufragismo y el abolicionismo”.

placeholder Lo trans, uno de los campos de batalla de los 'woke' españoles. (EFE/Juan Carlos Caval)
Lo trans, uno de los campos de batalla de los 'woke' españoles. (EFE/Juan Carlos Caval)

El ámbito donde emergió en EEUU el movimiento woke fue el universitario, pero España está muy lejos de ese punto. “Solo se ha producido algo similar o al menos asimilable en el marco de algunas controversias relacionadas con el género y, en particular, con el debate acerca de los trans”, valora Arias Maldonado. Caro, que ha pasado por la universidad estadounidense y la española, matiza que “en España es imposible que se reproduzca esa dinámica” y matiza: “Las universidades de EEUU no son esa isla woke que se piensa, son bastante conservadoras en casi todos los ámbitos, en cuanto aparece una política que pueda ser más posibilista con colectivos racializados o LGTB se considera woke, pero llevan en marcha en EEUU desde los setenta o los ochenta. No es movimiento woke, pertenece a otra tradición política”.

Vale, pero ¿dónde están los 'woke' españoles?

Todos sabemos qué es woke. Lo que resulta más complicado es saber quiénes son los wokes. Es decir, ponerles nombres y apellidos. Cara. Rasgos. Como las meigas, haberlas haylas, pero casi nadie las ha visto. Es decir, la mayoría de las respuestas en nuestra búsqueda de lo woke español se refieren antes a rasgos generales que a ejemplos particulares.

placeholder La ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
La ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Tan solo Guardingo, célebre exiliado de Podemos, se atreve a centrar su punto de mira: “Supongo que lo más woke de España debe ser el ministerio de Irene Montero”. El político también apunta al “área de derechos humanos, ciudadanía y diversidad que llevaba Ione Belarra antes de ser ella la secretaria general”, en referencia a la polémica con el blackface de la cabalgata de Reyes de Alcoy que enfrentó a dos sectores de los morados. Gracias a libros como La trampa de la diversidad de Daniel Bernabé, añade, lo woke en España parece corresponderse en España con “una izquierda más posmaterialista frente a otra laboralista” , señala Guardingo.

Caro, no obstante, considera que lo woke en España tal vez sea más afín al ala más progresista del PSOE: “Tal y como lo utiliza la extrema derecha, sería el votante medio un poquito fanatizado de Podemos y del ala más izquierdista del PSOE, preocupado por temas feministas o LGTBI. El perfil más woke sería la gente más izquierdista del PSOE más que Podemos; en concreto, las juventudes del PSOE”. No Irene Montero, porque “woke, en el marco español, tiene que ser el tonto útil, y el Ministerio de Igualdad sería el que utiliza al tonto útil”.

"Hace años que en EEUU nadie se autodenomina así, se lo ha apropiado la derecha"

El woke es, como todo tonto útil, un enemigo a ridiculizar. “Lo peor es que las ideas que pasan de contrabando bajo la excusa de ‘luchar muy fuerte contra el woke’ están rozando los delirios fascistas”, añade Torné. “Como la idea que hay que tener muchos hijos para evitar que los inmigrantes tengan que venir aquí a pagarnos las pensiones. ¿Es woke que a uno le parezca bien que un inmigrante mejore su nivel de vida ocupando un puesto de trabajo que está vacante? Ni idea. A mí me parece justo y humano. De lo que sí estoy seguro es que lo segundo es una idea fascistoide, aunque su emisor crea que está luchando contra el woke o lo use como coartada”.

Lo 'woke' como caricatura

Nadie se define como woke: el woke es siempre el otro. Por eso es imposible encontrar a un woke, porque el mero hecho de buscarlo supone aceptar el marco que presupone su existencia. Uno describe a alguien como woke para atacarlo como una caricatura de las tendencias más problemáticas y radicales del pensamiento progresista. Pero eso no quiere decir que no exista, pues es una palabra que, como tantas otras palabras, crea realidades al nombrarlas. Como recuerda Caro, hace ya años que Alexandria Ocasio-Cortez arrugaba el morro cuando le preguntaban por el término. “Desde alrededor de 2016, esa gente no se define así y huye del término, porque se lo ha apropiado la extrema derecha”, recuerda. Solo en un breve período de tiempo entre 2012 y 2015 fue empleado por la izquierda estadounidense para autodefinirse.

A partir de ahí, se convirtió en un insulto: “Es un término con el que no defines más al otro, sino que defines más tus posiciones ideológicas, que son antiwoke, entonces puedes ir metiendo y sacando del saco a muchísimas personas de distintos colectivos y biografías políticas según te venga a ti bien para ganar el debate. No se utiliza para autodefinirse, sino para definirte con respecto a lo que no quieres ser”, señala Caro.

Un insulto o una caricatura, como añade Torné. “Creo que hay una constelación o grupeto de intelectuales y de columnistas cuyo trabajo consiste en escribir una y otra vez sobre los mismos temas: cancelación, izquierda identitaria, brilli-brilli, la familia, la posmodernidad-qué-mala-es…”, sostiene. “El woke sería uno de los pasos ineludibles de esta conga turulata. Es un pensamiento muy previsible y manso, además de aburrido. Lo cierto es que suenan como auténticos prototipos”.

Coincide en la apreciación Muñoz-Rojas, que recuerda que con frecuencia en el debate político se adoptan términos cuya función es convertir al adversario en un hombre de paja: “Por desgracia, parece que todo lo que sirva para simplificar y desacreditar las ideas del adversario resulta muy útil a nuestros representantes políticos, en España y fuera de España. Algo parecido ocurre desde hace tiempo con el término facha en el otro extremo del arco político”.

"No hay nadie más victimista que esos hombres con neuras sobre la dictadura progre"

“Basta ver el libro de Girauta o su nueva camarilla del think tank con Marcos de Quinto hablando de jóvenes frágiles y victimistas, cuando seguramente no haya nadie más victimista y llorica que esos hombres con sus neuras sobre la dictadura progre, Pedro Sánchez y la cancelación que sufren”, coincide Guardingo, que después de descargar su andanada apunta también hacia el otro lado del espectro político: “El problema también viene cuando la izquierda cae en esa caricatura, inventándose nuevos marcadores de género gramaticales que realmente los hablantes no usan, pensando que el BOE puede inventar el lenguaje y creyendo que su enemigo hoy es la RAE”.

placeholder El exdiputado y exportavoz del grupo Ciudadanos en el Congreso Juan Carlos Girauta. (EFE/Ismael Herrero)
El exdiputado y exportavoz del grupo Ciudadanos en el Congreso Juan Carlos Girauta. (EFE/Ismael Herrero)

El woke más woke de España quizá no ha nacido aún. Quizá sea el Mesías, aunque parece más probable que se trate del Anticristo. Lo que está claro es que el woke más woke de España será el otro, nunca uno mismo. Es posible, en última instancia, que a los woke españoles los haya creado Girauta o De Quinto, que son los que los han categorizado en nuestro país, los que los introducen cada día en la discusión, los que los tienen en mente. Un término espejo que describe a quien lo pronuncia. Espejito, espejito, ¿quién el más antiwoke del mundo?

“Como sucede con todos los movimientos sociales, siempre hay un flanco más radicalizado y dogmático, personas con actitudes más intransigentes: en el caso del movimiento woke se alude frecuentemente a la cultura de la cancelación. Suelen ser una minoría, pero para los detractores del movimiento es muy conveniente fijarse en ellas y hacerlas representativas del movimiento en su conjunto”, concluye Muñoz-Rojas. “Al fin y al cabo, pienso que cualquiera que obre genuinamente por la justicia social y la igualdad de oportunidades de todos más allá de su sexo, color de piel y religión podría considerarse a sí mismo woke. Pero quizá esas personas no necesitan de etiquetas”.

Se abre el telón y suena la fanfarria de John Williams que abre cada episodio de Star Wars: “Una ofensiva woke se cierne sobre España. El ataque de jóvenes universitarios blancos obsesionados con la denuncia de la desigualdad social, el racismo y el feminismo amenaza con desestabilizar España. Frente a la hegemonía del izquierdismo radical, un grupo de rebeldes de todos los partidos políticos se ha juntado para vencer la guerra cultural y restaurar la paz en la galaxia”.

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