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"Me desperté y me estaba tocando": El #MeToo se hace fuerte en la Eurocámara
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en un año apenas ha cambiado la situación

"Me desperté y me estaba tocando": El #MeToo se hace fuerte en la Eurocámara

Tras el escándalo que golpeó el año pasado a la institución, se han tomado medidas, pero o no se han llegado a aplicar, o no son suficientes. #MeTooEP pide que se actúe

Foto: Protestas contra la violencia sexual en París (REUTERS)
Protestas contra la violencia sexual en París (REUTERS)

"La sensación de que alguien me tocaba me despertó, pero la influencia del alcohol me mantuvo amodorrado y confundido. Seguí apartando sus manos de mi cuerpo y le dije repetidamente que se detuviera. Finalmente lo hizo, a regañadientes. Por la mañana, todavía estaba allí y me sentí avergonzado, ingenuo y herido". Esto no es un fragmento de una novela o de una serie, sino de una vida. En concreto, de la de un joven becario que entró a trabajar al Parlamento Europeo. En un viaje laboral, uno de sus compañeros le acosó. No se atreve a dar la cara y contarlo. "Durante mucho tiempo no se lo dije a nadie, salvo a mi novia, por vergüenza".

Ahora, sin embargo, ha dado un paso adelante: Ha pasado a contarlo. No directamente, si no a través de la iniciativa #MeToo puesta en marcha en la Eurocámara por una veintena de personas. Tras un año trabajando desde dentro de la institución, la falta de resultados les ha llevado hoy a presentar el problema ante los medios. Lo han hecho un grupo de portavoces del grupo #MeTooEP: las víctimas no se atreven a hablar. En la institución, nadie ha denunciado en público lo que se sabe en privado: el acoso sexual existe. Pero el problema es que, pese al escándalo que golpeó el año pasado a raíz del movimiento nacido en EEUU contra Harvey Weinstein, a día de hoy tampoco lo hacen en los dos comités puestos en marcha dentro de la Eurocámara para lidiar con estos asuntos.

"Hay quien no se fía del sistema. En el comité que estudia los casos que implican a un eurodiputado hay tres de ellos. Es como ser juez y parte", explica Arantxa Calvera a El Confidencial, una de las impulsoras del movimiento #MeToo en la Eurocámara. "Las víctimas no quieren ir, en muchos casos las pueden echar", añade. El ambiente laboral en la institución facilita que muchos de los que sufran acoso sean especialmente vulnerables. Los eurodiputados, los asistentes y los funcionarios conviven con becarios con acuerdos de prácticas más o menos estables, así como personas contradadas como asesores. Los asistentes, a menudo, dependen directamente de su diputado europeo. Si éste se propasa, es habitual guardar silencio.

Para romper este tabú, #MeToo ha puesto en marcha un blog en el que van publicando los testimonios anónimos -que, en primer lugar, analizan para comprobar que son sólidos- de "víctimas de sexismo, acoso sexual y asalto sexual en el Parlamento Europeo". Es un paso más allá, junto a una cuenta en Twitter y una en Instagram para difundir lo que hacen, después de meses tratando de promover desde dentro de la institución los cambios que consideran necesarios para proteger a las víctimas y evitar nuevos casos. "Ha faltado voluntad", explica Calvera. Tras el escándalo que golpeó el año pasado a la institución, se han tomado medidas, pero o no se han llegado a aplicar, o no son suficientes.

placeholder 'Esa vez en la que un oficial de alto ranfo me pidió que llevara ropa ajustada porque le gustaba mi cuerpo', uno de los testimonios de #MeTooEP
'Esa vez en la que un oficial de alto ranfo me pidió que llevara ropa ajustada porque le gustaba mi cuerpo', uno de los testimonios de #MeTooEP

Un ejemplo son los cursos de prevención del acoso sexual, que son obligatorios para todos los que entran a trabajar al Parlamento Europeo... menos para los eurodiputados. En su caso, solo lo hacen si lo piden: "Nos dicen que iría contra la libertad de los eurodiputados. Pero en los parlamentos de EEUU, de Canadá, de Australia, de Reino Unido... se han aprobado medidas similares y no por ello sus miembros son menos libres que los nuestros", razona Calvera.

También es llamativo la lentitud con que el segundo comité para las denuncias que no tienen que ver con eurodiputados, sino con otros miembros del Parlamento Europeo, atiende las quejas que le llegan. Éste recibió una queja de una mujer que sufrió una agresión durante una misión de trabajo. Tendría que haber recibido una respuesta en marzo, pero siete meses después aún no sabe nada de su caso. Finalmente, se ha decidido a acercarse al grupo de #MeToo para contar lo que le sucedió hace ya más de un año.

Foto: Un bolso junto a un cartel con la etiqueta "#Me too" durante un debate para discutir sobre medidas contra las agresiones sexuales en el Parlamento Europeo en Estrasburgo. (EfE)

"Una noche, estaba en la cama cuando escuché un golpe en la puerta. Estaba cansada por lo que no contesté. La puerta se abrió de repente y mi colega entró, solo con sus calzoncillos. Me enfadé e insistí en que se fuera. En su lugar, él irrumpió en mi cama. Tenía tanto miedo que me acurruqué como una bolita y le supliqué que me dejara en paz. Pero en lugar de respetar lo que le pedía, optó por agredirme. Tocó mis pechos y retorció violentamente mis pezones. Dolía, pero él no se detenía. Después de eso procedió a frotarse contra mi muslo. Estaba erecto. Después de cinco minutos de esto, debió haberse cansado de que le rogara que se detuviera, así que me reprendió por no ser receptiva y para mi gran alivio finalmente se fue", narra.

Las peticiones del grupo se centran en tres puntos: mejorar los comités de denuncia (y fusionarlos en uno solo), fortalecer los cursos contra la agresión sexual y que se realice una auditoría externa sobre la situación en la Eurocámara, que permita analizar los fallos y potenciales soluciones para evitar los casos de acoso. Se trata, explica Calvera, de dejar claro que "inmunidad no es lo mismo que impunidad".

"La sensación de que alguien me tocaba me despertó, pero la influencia del alcohol me mantuvo amodorrado y confundido. Seguí apartando sus manos de mi cuerpo y le dije repetidamente que se detuviera. Finalmente lo hizo, a regañadientes. Por la mañana, todavía estaba allí y me sentí avergonzado, ingenuo y herido". Esto no es un fragmento de una novela o de una serie, sino de una vida. En concreto, de la de un joven becario que entró a trabajar al Parlamento Europeo. En un viaje laboral, uno de sus compañeros le acosó. No se atreve a dar la cara y contarlo. "Durante mucho tiempo no se lo dije a nadie, salvo a mi novia, por vergüenza".

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