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"El movimiento 'woke' es la culminación de la trayectoria de los revolucionarios del 68"
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Entrevista a Pablo Pérez

"El movimiento 'woke' es la culminación de la trayectoria de los revolucionarios del 68"

El catedrático de Historia Contemporánea Pablo Pérez discute en esta entrevista con El Confidencial sobre la falta de proyectos de altura en las sociedades occidentales, lo que nos convierte en "democracias blandas"

Foto: El catedrático de Historia Contemporánea Pablo Pérez. (Cedida)
El catedrático de Historia Contemporánea Pablo Pérez. (Cedida)

Dentro del marco de las charlas que desde la sede del campus de Madrid de la Universidad de Navarra se hacen semanalmente, ha tenido lugar la ofrecida por el catedrático de Historia Contemporánea Pablo Pérez. La conferencia cuyo tema era la comparación entre el movimiento del 68 y la cultura 'woke' actual, forma parte del temario del máster que dará comienzo el próximo curso académico, "Cristianismo y cultura contemporánea".

PREGUNTA: Los historiadores tienen una misión, una casi obligación, de analizar los hechos del presente teniendo en cuenta los del pasado para poder enlazar así la evolución, por ejemplo, del pensamiento. En su conferencia del otro día, para analizar el movimiento 'woke' arrancó usted incluso antes de mayo del 68 y afirmó que este fenómeno que arranca en la gente joven con protestas reales supuso un acontecimiento de tal importancia que lo considera el de mayor relevancia del siglo XX por encima incluso de la II Guerra Mundial. ¿Tanto así? ¿Por qué?

RESPUESTA: Todas las preguntas que los historiadores hacemos al pasado están condicionadas por cómo vivimos y tratamos de entender el presente, se puede decir que toda historia es historia contemporánea, nos interesa en presente. En efecto, el movimiento 'woke' es la culminación de la trayectoria de los revolucionarios del 68, que hoy están en la cima de su influencia intelectual, académica y a veces política. Considero que la revolución que se vivió en esos años es la más importante para occidente porque afectó a la generación joven más numerosa de Occidente en un momento de prosperidad, paz e influencia internacional con difícil parangón y, sobre todo, porque consiguió generar un importante cambio en los modos de vida. No indujo grandes cambios en la política inicialmente: los sistemas democráticos siguieron siendo lo que eran y las constituciones no se cambiaron, pero su interpretación sí. No hay más que ver lo que nos ha sucedido años después: que el matrimonio se considere una institución distinta de la unión de un hombre y una mujer solo es imaginable en sociedades que heredan la revuelta del 68. Casi lo mismo cabe decir de la generalizada aceptación del divorcio sin culpa o de la despenalización del aborto, y esas son cuestiones que afectan a los fundamentos mismos de la vida social. Después del 68 la política ha afectado prevalentemente a ámbitos reservados antes a la vida privada, como la sexualidad o el cuerpo, que eran considerados antes asuntos de la vida privada salvo en los sistemas totalitarios.

Foto: Montaje: Irene de Pablo.
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P: Berkley primero, París después, arrancamos en el 64 y continuamos en el 68. El modelo de protesta norteamericano llega a Europa y se expande. Lógicamente hay todo un proceso, una evolución a lo largo de todos estos años pero ¿podemos extraer algún paralelismo más allá de que primero tuvo lugar en América y después la réplica fue en Europa?

R: Si las cosas han ocurrido como comentábamos antes es porque esa revolución dio forma e impulsó una utopía occidental que antes no existía: se dio por bueno que se podía crear una sociedad perfecta, rica, satisfecha, completamente libre, democrática, desenfadada, justa y ejemplar para todo el mundo. Era la solución final al modo occidental. La revolución perfecta. Esa idea triunfante en la nueva izquierda norteamericana conectó con el cine, con la publicidad y con la música, los grandes instrumentos de conformación de las mentalidades de esos años, y ha permeado las sociedades de estos países durante años hasta configurar una corriente cultural dominante que se difunde también a través del sistema educativo y de las leyes como medios de hacer pedagogía social. Se configuró así una suerte de nueva ideología, dominante ahora en nuestros países. El paralelismo entre el mundo americano y el europeo occidental procede de que comparten base cultural e historia, pero sobre todo adotaron un mismo modelo de formas de vida en esos años. Es significativo que en la España de Franco ese cambio penetrara antes incluso de que cambiara el régimen. En muchos aspectos es algo que se difunde por caminos que antes correspondían a ámbitos prepolíticos o apolíticos que luego se van politizando de forma paulatina y creciente.

placeholder Pablo Pérez. (Cedida)
Pablo Pérez. (Cedida)

P: En su charla habla de que todo esto lo había anticipado Ortega y Gasset ya en los años 20 con la psicología del niño mimado. El pensador denominaba la masa a aquella mayoría de la sociedad que prefería por mera comodidad anular su propia voluntad dejándose llevar por aquellos que dominaban la política. Estos seres humanos eran denominados por el pensador como "masa", por ser una mayoría de la sociedad la que prefería por mera comodidad anular su propia voluntad dejándose llevar por aquellos quienes ejercían el poder político, donde por tanto, las masas más que ser y vivir, lo que hacían era sobrevivir. Dentro de esas masas, se encontraba el llamado "el señorito satisfecho", ese hombre masa que lo llama el niño mimado, un heredero de su civilización y bienestar pero que el trasfondo de su existencia es tan solo haya un gran vacío. Esto es de hace justo 100 años, ¿tan poco hemos cambiado?

R: El hombre masa en Ortega es como usted dice, pero también desea imponer su criterio. El criterio del pueblo es el bueno en las sociedades democráticas, es lo que las hace democráticas. Ortega advierte el peligro de degradación que podría correrse por ese camino, y no solo él, pienso que mejor todavía que él lo expone Chesterton al mencionar la chabacanería como el gran peligro para la degradación social: el adoptar estándares igualando por debajo. Este tipo de cambios sociales son más lentos y duraderos que los epidérmicos que afectan a la economía o la política, afectan a las mentalidades. Pretender verlos crecer es como empeñarse en ver crecer la hierba. Hay problemas de hoy que hunden sus raíces siglos atrás, y son justamente los que más nos interesan, porque son los que configuran paradigmas, marcos de comprensión de los que nos es muy difícil salir. Y sin salir del paradigma, algunos de esos problemas no tienen solución. Uno de los problemas clave de las sociedades ricas o prósperas es su empeño en perseguir la prosperidad como única meta: se hacen muy materialistas, progresivamente hedonistas y cada vez menos sociedades. La novedad en nuestros días respecto a los tiempos de Ortega es que desde los sesenta estamos ante la sociedad de masas y bienestar, y lo segundo era más limitado anteriormente. Ahí es donde se enraíza la utopía occidental de riqueza sin límites, libertad sin límites y gratis y para todos.

"Nadie es hijo solo de víctimas ni solo de verdugos. Ningún árbol genealógico está compuesto solo de santos"

P: Hay otro concepto del que habla usted que es el relativismo de la tolerancia, se establece una fijación de los dogmas en defensa de lo conquistado, de las minorías a las que hay que respetar en sus ideas nos gusten o no pero, sin embargo hay una profunda cultura de la acusación (muy en la raíz de la cultura 'woke') sobre el pasado, un gran intransigencia con los criterios morales de nuestros antepasados. Por ejemplo, hablamos de Hernán Cortés y lo acusamos de asesinato, genocida. Se obvia que resulta prácticamente imposible juzgar algo de hace 500 años con los ojos de hoy en día. Tengo que ser tolerante con todo salvo con lo que sucedió hace cientos de años.

R: Ese es un efecto llamativo que es lógico que nos haga pensar. En teoría estamos en sociedades en que no hay normas salvo las más elementales de respeto al otro. Nadie debe imponer su criterio a los demás y la tolerancia debe aplicarse, sin excepción, como criterio de convivencia. Sin embargo, nos encontramos con visiones cada vez más intolerantes con el pasado. Con el remoto desde luego: ¡es intolerable que los escritores clásicos sean casi todos varones blancos!, afirman algunos. Hasta se reforman los planes de estudio para depurarlos y censurar semejante predominio. Se derriban las estatuas de Colón porque se le acusa de imponer la cultura occidental al hemisferio occidental recién descubierto. Es decir, con el pasado se es totalmente intransigente porque no se parece a nuestro modelo actual (nótese que se entiende que hay un modelo y que somos nosotros, nuestro tiempo). Para cualquiera que conoce un poco la historia humana esto es infantil y ridículo. Somos los descendientes de esos hombres y mujeres que ahora denunciamos. Nadie es hijo solo de víctimas ni solo de verdugos. Ningún árbol genealógico está compuesto solo de santos. Conocer la historia presupone el deseo de comprender otros tiempos, y hay que subrayar lo de otros para entender que el anacronismo es incompatible con el conocimiento histórico: si pretendes imponer tu criterio al pasado tu intolerancia desde el presente te incapacitará para conocer el pasado. Además, la Historia no es una disciplina moralizante, es primariamente un conocimiento del que surgen buenos y malos ejemplos, y es asunto personal cómo asimilarlos. Es interesante reparar en que esa crítica no se extiende solo a tiempos remotos: afecta a las generaciones próximas a la nuestra. Estamos de nuevo ante ese culto a la generación joven y la denuncia de todo lo anterior como rechazable tan sesentayochista.

Foto: El monumento a Cristóbal Colón rodeado de vallas metálicas para evitar ser afectado durante el Día de la Raza, en Ciudad de México (México). (EFE)

P: Y, todavía hay algo peor en esta nueva "cultura" y que es la costumbre de cambiar la carga de la prueba. ¿Qué ha fallado aquí o qué ha faltado?

R: Pienso que sentido crítico con nuestros pretendidos logros. Nos hemos creído tan perfectos, nos creemos a veces tan dignos de respeto esmerado, que no toleramos ni siquiera la idea de que podemos estar equivocados: ¡los equivocados son siempre los demás! Eso permite la aparición de perfectos acusadores, gentes sin nada de lo que arrepentirse que denuncian en los otros el origen de todos los males. Es otra muestra flagrante de falta de comprensión hacia el prójimo y de ignorancia asombrosa acerca de nosotros mismos.

P: ¿Quizás sea tiempo de despertar? ¿Cómo?

R: Una de las vías ordinarias para adquirir sensatez y sabiduría es prestar más atención a los problemas reales y dejar de mirarnos el ombligo. Si salimos de la jaula de oro las sociedades satisfechas nos daremos cuenta de que hay problemas reales que requieren atención y a los que no miramos. Es sorprendente que en sociedades como las nuestras convivan altos niveles de renta con tasas crecientes de suicidio y nadie ponga sobre la mesa lo absurdo de cifrar toda mejora en el aumento del PIB o de la inversión en servicios sociales, que son más abundantes que lo hayan sido nunca. En la misma línea parece que apunta nuestra inquietud ante la presión migratoria y nuestro desinterés real por los problemas de los países menos desarrollados. Necesitamos también una nueva capacidad de asombro que nos permita salir del paradigma y eso solo es posible mostrándonos interesados por la verdad y respetuosos con ella, aunque nos duela o nos demuestre que no somos tan buenos y acertados como nuestra propaganda de sociedad prefecta quiere hacernos creer. Otro elemento de mejora accesible es dejar de prestar tanta atención a los que echan la culpa a los demás de todos los males.

"Viene bien pararnos a pensar qué nos ha ocurrido para que seamos 'democracias blandas', como nos llaman Putin o Xi Jimping"

P: ¿Establece algún paralelismo entre lo sucedido en la II Guerra Mundial con lo que está sucediendo ahora?

R: Siempre es arriesgado, y siempre puede hacerse. Pero conste que no vaticino que esté al llegar la IIIª Guerra Mundial: las guerras son siempre evitables, está en nuestras manos evitarlas. En cuanto al paralelismo, recomendaría la lectura de Piloto de Guerra de Antoine de Saint-Exupéry. En esa obra el autor francés recoge su meditación sobre las razones que han conducido a Francia a sucumbir bajo el ataque alemán en 1940. Saint-Exupéry concluye que la sociedad francesa ha traicionado sus principios. Ha falsificado los ideales de libertad, igualdad y fraternidad y ha olvidado que solo el sacrificio demuestra la presencia del amor y puede cohesionar una sociedad. Denuncia el individualismo sin sentido que lleva a no reconocer en los demás embajadores de Dios y el abismo de disgregación al que eso conduce. También ahora viene bien pararnos a pensar qué nos ha ocurrido para que la idea del hombre que tenemos se haya venido abajo, para que seamos "democracias blandas", como despectivamente nos llaman Putin o Xi Jimping.

P: ¿Los últimos años de la historia de Occidente son de crepúsculo? ¿Estamos ante un cambio de era, edad?

R: Solo estaremos seguros de esto cuando se perciba con claridad que una nueva era ha comenzado, y eso no lo podemos afirmar por que exigiría que nuestra era fuera ya puro pasado. Pero en este momento mi impresión, la de otros historiadores y la de mucha más gente, apunta en ese sentido. Hay quienes concretan que vivimos el final de la era Moderna o de la era burguesa inaugurada hace quinientos años. Se percibe un cansancio, un clima de repetición de preguntas y soluciones que suenan a viejas, a cantinelas conocidas. No pocos piensan que nos faltan proyectos de altura, de horizonte abierto y amplio. Cuando aparezcan, estaremos ante los primeros signos del alba de esa nueva era. Aparecerán. La humanidad se renueva continuamente con cada nuevacriatura humana que nace, portadora de algo totalmente original que tarde o temprano se abrirá camino.

Dentro del marco de las charlas que desde la sede del campus de Madrid de la Universidad de Navarra se hacen semanalmente, ha tenido lugar la ofrecida por el catedrático de Historia Contemporánea Pablo Pérez. La conferencia cuyo tema era la comparación entre el movimiento del 68 y la cultura 'woke' actual, forma parte del temario del máster que dará comienzo el próximo curso académico, "Cristianismo y cultura contemporánea".

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