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'20.000 especies de abejas': esta ópera prima arrasará en los Goya

Estíbaliz Urresola se ha estrenado en el largo con un drama familiar alrededor de la identidad sexual que compitió en la Sección Oficial de la Berlinale y se llevó el Oso de plata a la mejor interpretación

Foto: Sofía Otero es Lucía, la protagonista de '20.000 especies de abejas'. (BTeam)
Sofía Otero es Lucía, la protagonista de '20.000 especies de abejas'. (BTeam)

Todo el mundo cabe en la mirada de Sofía Otero, la niña que eligió Estíbaliz Urresola como protagonista de su ópera prima, 20.000 especies de abejas. Su primer plano sostenido es un milagro de una profundidad anómala para una niña tan pequeña. Otero acaba de cumplir 10 años. Y ella interpreta a Lucía, la menor de los hermanos de una familia vasca que vive al otro lado de la frontera y que va a pasar unas semanas de verano en el pueblo del que procede su madre, Ane (Patricia López Arnaiz).

La película, que compitió en la Sección Oficial del último Festival de Berlín, está llamada a convertirse en el David que este año se llevará el Goya frente a los Goliath de la industria, como antes lo han hecho Cinco lobitos (de Alauda Ruiz de Azúa), Las niñas (de Pilar Palomero) y Verano 1993 (de Carla Simón). Todas ellas pertenecen a una nueva ola de cine intimista y naturalista que han empezado dirigiendo mujeres, pero que se ha convertido en una seña de identidad generacional más que de género, como demuestran Suro (de Mikel Gurrea) o Matria (de Álvaro Gago). Una forma común de mirar el detalle como representación de algo mucho más grande, con especial atención a los personajes y su relación con el paisaje, ya sea rural o urbano, pero casi siempre periférico.

Esta vez es el paisaje vasco, agreste e indómito, el que enmarca una historia sobre el despertar, no sexual, sino identitario, de Lucía y de cómo su cuestionamiento del sexo asignado en su nacimiento repercute en las creencias de cada uno de los miembros de su familia. La película se construye sobre la oposición de los contrarios: hombre y mujer, naturaleza y construcción, paganismo y catolicismo... Y Urresola pretende refutar la idea de un mundo restringido a la dualidad cuando, en realidad, esa categorización responde a una cultura heredada. ¿Por qué reducir el espectro visual a dos colores, a dos opciones, a dos sexos? ¿Por qué limitar la posibilidad de construir una identidad propia y nueva?

placeholder Patricia López Arnaiz es Ane, la madre de Lucía. (BTeam)
Patricia López Arnaiz es Ane, la madre de Lucía. (BTeam)

20.000 especies de abejas es una historia de mujeres y de sus roles: la familia de Lucía es el claro ejemplo de un supuesto matriarcado en el que las mujeres siempre han tenido el poder de decisión. Aparentemente. Es verano y Lucía y su familia se quedarán una temporada en la casa en la que creció Ane, su madre. Su padre se quedará trabajando. Aunque, en realidad, el matrimonio está pasando por una crisis y Ane aprovechará para replantear su vida y retomar su pasión de juventud, el de la escultura, y debe presentar un proyecto escultórico para conseguir un puesto de profesora en una Escuela de Bellas Artes. Hasta ahora ha dejado su vida profesional aparcada por su familia, pero cuando la estructura del hogar se tambalea, es la hora de reinventarse, rediseñarse, redefinirse.

Los días de verano son largos, la ropa es poca, los cuerpos se exhiben en la piscina. Lucía, que no se llama Lucía, sino Aitor, empieza a tomar conciencia de su anatomía y a rechazarla. Empieza a referirse a sí misma en femenino. Ane le resta importancia, piensa que es una fase, pero su abuela Lita (Itziar Lazkano), más tradicional, la corrige. Sin embargo, su tía abuela (Ane Gabarain), la más insumisa de todas las mujeres de la casa y la que representa el poder femenino y la libertad y el telurismo de la tradición vasca previa al cristianismo, intenta comprender las turbulencias por las que está pasando la niña. Ella es, además, apicultora. Y la que le explica que "en la naturaleza existen 20.000 especies de abejas", es decir, "20.000 formas diferentes de ser abeja", algo que trastocará la percepción de Lucía sobre sí misma y su relación con el mundo.

placeholder Ane Gabarain es Lourdes, la tía abuela de Lucía. (BTeam)
Ane Gabarain es Lourdes, la tía abuela de Lucía. (BTeam)

Urresola, que estuvo nominada a mejor cortometraje en los últimos Goya por Cuerdas, no se confina dentro de la historia de Lucía, sino que también deja espacio a que se desarrollen cada uno de los personajes que la rodean. Aunque la mayor parte del peso dramático lo lleva Otero, un prodigio de la naturaleza interpretativo, a ratos se lo disputa López de Arnaiz, que, de nuevo, se entrega en el papel de Ane, perfectamente pulido, lleno matices y sutilezas. Todo en las interpretaciones y en la dirección parece casual, incluso fácil, con una aproximación de la cámara casi invisible y, al mismo tiempo, milimétricamente estudiada. Ahí aparece ese gesto común de los nuevos autores, esa contemplación y capacidad de asombro hacia lo sencillo.

El gran acierto de Urresola es el de hacer que el espectador acompañe a Lucía y a su familia en ese proceso de (auto)descubrimiento. Mientras Lucía va explorando y reconociendo su cuerpo en el de otras niñas —entrañable la escena de los bañadores—, también Ane va descubriendo la verdad sobre su propia familia y sobre su padre ya fallecido, un escultor con cierto prestigio al que idealiza en su obra y su recuerdo. Al igual que el cuerpo de Lucía, lo visible esconde una realidad alternativa. Más allá de lo analizable, es difícil transmitir el poder de conmoción que despliega Sofía Otero en pantalla. La magia de lo irrepetible, de lo puro, de lo genuino, de la naturaleza en bruto. Incluso de lo inconsciente, porque es difícil saber hasta qué punto la interpretación de Otero es buscada por su parte; parece más bien encontrada, que no es lo mismo. Un hallazgo inesperado e irrepetible.

La película, que va creciendo templada, acaba en un clímax emocionantísimo en el que las cosas toman por fin su nombre. Porque ya saben, lo que no se nombra no existe. Y Lucía existe, claro que existe.

Todo el mundo cabe en la mirada de Sofía Otero, la niña que eligió Estíbaliz Urresola como protagonista de su ópera prima, 20.000 especies de abejas. Su primer plano sostenido es un milagro de una profundidad anómala para una niña tan pequeña. Otero acaba de cumplir 10 años. Y ella interpreta a Lucía, la menor de los hermanos de una familia vasca que vive al otro lado de la frontera y que va a pasar unas semanas de verano en el pueblo del que procede su madre, Ane (Patricia López Arnaiz).

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