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La república independiente de tu cueva
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La república independiente de tu cueva

No hay mucho que estudiar: las consecuencias de permanecer sola dentro de una cueva durante año y medio son malas. Por eso vivimos en pisos amueblados desde hace tres mil años

Foto: Beatriz Flamini, la mujer que ha estado 500 días en una cueva. (EFE/Alba Feixas)
Beatriz Flamini, la mujer que ha estado 500 días en una cueva. (EFE/Alba Feixas)

Se llama Beatriz y no ha vuelto a la cocina, sino directamente a la cueva. Esto es un avance, según parece, el progreso definitivo a lomos de la involución total. Las cuevas nunca le han sentado mal a nadie, no sé cómo pudimos abandonarlas. Todos los titulares celebran por tanto que regrese la mujer de las cavernas, pero sin el hombre de las cavernas o los querubines cavernícolas. Sólo una mujer sola en una cueva. Metáfora final del tiempo en que vivimos.

La cosa empezó en Suecia (La teoría sueca del amor, como citamos a menudo), pasó a países inferiores (todos los países se creen inferiores frente a Suecia) y concluyó en una canción, Flowers, de Miley Cyrus, que se adelantó a Billie Eilish, también muy comprometida con la causa. La causa es estar sola, morir sola, ver Netflix sola y no dejar de decírselo a todo el mundo cada día. ¿Has visto lo sola que estoy, y lo feliz, eh?

placeholder Miley Cyrus en el festival Glastonbury del año pasado. (EFE)
Miley Cyrus en el festival Glastonbury del año pasado. (EFE)

Esta publicidad de los retiros me escama. El himno a la monja moderna de Miley dice que ella se puede comprar las flores a sí misma, bailar sin compañía, hablar sola “durante horas” (sic!) o “amarme mejor de lo que tu me amas” (traducción: Los placeres de Lola). Vale. Todo es un disparate filosófico evidente, la negación de que la vida está en los otros. El otro puede equivocarse con las flores, y por eso es más bonito que te las regale él.

Así llegamos a la cueva, donde una mujer ha estado metida 500 días redondos. De primeras, creyéndose titulares, Beatriz ha renunciado a todos nosotros, a la vida capital, a la familia y a los amigos; a la legislación vigente. Y parece que le ha ido bien en la república independiente de su cueva. Como ciudadana común, estaba siempre enferma (nos dice), iba a los hospitales y no sabían qué tenía (seguramente cáncer no, presumo), mientras que en el periodo subterráneo imperó la salud y la dicha. Todos agobiados con el problema de la vivienda y las cuevas, vacías, amigos.

La impiedad de la decisión la cifra esa frase demoledora que le hemos oído al salir: “Ni aunque muriera un familiar iba a dejar yo la cueva”. El cuento de hadas subyacente sigue con algunos tópicos de nuestro tiempo: tenía trabajo, marido e hijos, y no era feliz; demasiado consumo; demasiados tuits. Mucho mejor sepultarse en vida, dónde va a parar.

Sin embargo, como pasa con Greta Thunberg, siempre hay que hacerse la pregunta narrativa: ¿por qué conozco esta historia? Es decir, ¿por qué sabían todos los medios de comunicación de España el día y la hora en que saldría la mujer de su cueva?

placeholder Beatriz Flamini, en la cueva de Motril. (Reuters/Dokumalia Producciones)
Beatriz Flamini, en la cueva de Motril. (Reuters/Dokumalia Producciones)

Esta explosión de fama hace temblar los pilares filosóficos del enclaustramiento. Salir en la tele es mucho peor que salir de casa. Salir en la tele es la esencia de la sociedad que la enterrada dice detestar y contrarrestar desde su caverna. Si sales en la tele, no estás realmente en una cueva. Hasta los setups de los streamers multimillonarios y célebres tienen las características de una cueva y, no saliendo de ahí, protagonizan el capitalismo.

Antes de saber cosas peores, Beatriz ya me tiene en su contra. Lo que hace alguien que se mete en una cueva 500 días y convoca a todos los medios para que la vean salir y la hagan famosa es reconcentrar sociabilidad y ambición. Es decir, la aventurera ha renunciado a la propina relacional diaria para recibir al final de su aventura una fortuna simbólica, la fama, la tele, el titular. En este sentido, parece mucho más auténtico el retiro de Beatriz Montañez, del que nadie se enteró hasta que publicó un libro sobre el asunto. Es decir, del que nadie se ha enterado aún.

Beatriz, después de vivir sin gente ni frigorífico, sin flores, se quedó sin internet y en 24 horas salió de la cueva

Los detalles ulteriores destruyen al cabo toda esperanza de trascendencia. Resulta que Beatriz contaba con internet en la cueva, supuestamente sin acceso a web alguna ni a reloj o calendario, sólo por emergencia. En cuanto se le rompió el módem, abandonó la cueva. Eso sí es una fábula de los tiempos actuales, amigos. Me ha recordado un chiste de Dana Gould, que dice: “Adolf Hitler, la encarnación del mal, luchó contra la humanidad durante seis años. Luego, en su búnker, se casó con Eva Braun y a la mañana siguiente se voló la tapa de los sesos. El matrimonio es duro. Segunda Guerra Mundial: seis años. Matrimonio: no pudo aguantar hasta la hora de comer”. Beatriz, después de vivir sin gente ni frigorífico, sin flores, se quedó sin internet y en 24 horas salió de la cueva. No pudo aguantar ni hasta la hora de comer.

placeholder La deportista de élite, alpinista y escaladora Beatriz Flamini es recibida a su salida de la cueva de Motril, Granada. (EFE)
La deportista de élite, alpinista y escaladora Beatriz Flamini es recibida a su salida de la cueva de Motril, Granada. (EFE)

Luego, en fin, hemos sabido que todo es un gran negocio. Se va a hacer un documental con el enterramiento en vida, seguramente un libro también. La mujer dispone de una renta de 1400 euros por un piso alquilado. Como sabemos, ese es exactamente el punto en el que uno empieza a luchar contra el sistema: alquilando pisos y viviendo sin trabajar. También parece que las consecuencias fisiológicas y hasta circadianas de permanecer bajo tierra año y medio son dignas de estudio por los expertos.

No hay mucho que estudiar: las consecuencias de permanecer sola dentro de una cueva durante año y medio son malas. Por eso vivimos en pisos amueblados desde hace tres mil años.

Se llama Beatriz y no ha vuelto a la cocina, sino directamente a la cueva. Esto es un avance, según parece, el progreso definitivo a lomos de la involución total. Las cuevas nunca le han sentado mal a nadie, no sé cómo pudimos abandonarlas. Todos los titulares celebran por tanto que regrese la mujer de las cavernas, pero sin el hombre de las cavernas o los querubines cavernícolas. Sólo una mujer sola en una cueva. Metáfora final del tiempo en que vivimos.

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