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'Fleishman está en apuros': la serie perfecta para todos los hombres en la crisis de la mediana edad
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EL ERIZO Y EL ZORRO

'Fleishman está en apuros': la serie perfecta para todos los hombres en la crisis de la mediana edad

'Fleishman está en apuros' (Disney+) es una serie a ratos brillante y en algunos momentos exasperante

Foto: Claire Danes y Jesse Eisenberg son la pareja protagonista de 'Fleishman está en apuros'. (Disney +)
Claire Danes y Jesse Eisenberg son la pareja protagonista de 'Fleishman está en apuros'. (Disney +)

Toby Fleishman tiene algo más de 40 años, es médico, vive y trabaja en Manhattan, gana 300.000 dólares al año, tiene dos hijos y es impecablemente progresista. Pero su mujer, Rachel, opina que eso no es suficiente. Cree que le falta ambición para dejar el hospital por algún puesto mucho mejor pagado en la industria farmacéutica. Toby no entiende por qué necesitan amigos ricos y llevar a los niños a escuelas caras a las que acuden quienes en el futuro serán la élite. No se da cuenta de que es importante que, ante lo poco que él gana, ella dedique cada vez más tiempo a su exitosa empresa de representación de actores. De modo que discuten y discuten hasta que se divorcian. Él descubre una nueva vida gracias a las aplicaciones de ligues. De ella, por el momento, sabemos poco. De hecho, ha dejado a los niños con Toby y ha desaparecido. No contesta a los mensajes ni a las llamadas.

Este es el punto de partida de Fleishman está en apuros (Disney+), una serie a ratos brillante y en algunos momentos exasperante, que narra una crisis de la mediana edad que no tendremos ni usted ni yo. Porque la vida de Toby (Jesse Eisenberg) y Rachel (Claire Danes) parece idílica: les apasiona su trabajo —Toby siente un gran compromiso con sus pacientes, Rachel tiene verdadera devoción por los artistas con talento—, viven en un piso neoyorquino cuya decoración y telas merecerían de por sí un reportaje de revista y tienen una casa de veraneo en la zona más pija del estado. Por lo demás, sus problemas son los mismos que los de muchas parejas: ella prefiere unos amigos (que ni siquiera le encantan, pero tienen dinero), él sigue apegado a otros (los de la universidad); su hija se acerca peligrosamente a la adolescencia; ese verano en Nueva York hace muchísimo calor, y, en esencia, tienen visiones contrapuestas de la vida. De hecho, uno se pregunta cómo llegaron a casarse —forman una pareja extraña, desigual incluso en la belleza física— y luego piensas, al menos durante los primeros episodios, que es ella quien se equivoca. Es un "monstruo de la ambición", le reprocha él; no ve a los niños, parece una parodia grotesca y antipática de la mujer que entiende el feminismo como la posibilidad de ser tan horriblemente codiciosa como el peor de los hombres.

Así, al principio vemos el divorcio a través de los ojos de él. Y resulta simpático. Está asombrado por su éxito sexual en una aplicación (a su exmujer no le impresiona que sea médico, pero a las mujeres solteras de su edad parece que sí), aunque también experimenta el estrés de la conexión constante mediante el móvil. Le gustaría ascender en el trabajo, pero sospecha que no se le daría bien ser jefe. Tal como lo interpreta Eisenberg, es una especie de Woody Allen en la era del smartphone: inseguro, sin una particular alegría de vivir, en ocasiones cómico a su pesar, cabezota y con una relación ambigua con su judaísmo. Se ve a sí mismo como una víctima de la voracidad económica y social de su exmujer y siente que, como tal, en ocasiones puede cometer errores estúpidos, como creer que una joven médica pasante le está tirando los tejos cuando halaga sus virtudes como mentor.

Cae más o menos bien, pero si asumimos que el sufrimiento por el divorcio pasará, da un poco de envidia: va a tener una segunda oportunidad en la vida, sobre todo porque tiene dinero para alquilar otro piso en Manhattan o mandar a los niños a un campamento, o en realidad para lo que quiera dentro de un rango de clase media alta. Se pregunta quién es, si se equivocó en algún momento de su vida, sí sabrá sobreponerse a las esclavitudes del trabajo y las reglas que rigen las relaciones modernas. Es un poco ridículo, pero también real. Y nos pasa a todos, también a quienes no podemos alquilar un piso en Manhattan y no alcanzamos el logro profesional perfecto de Toby: triunfar razonablemente sin necesidad de ser obsesivamente ambicioso.

placeholder Claire Danes y Jesse Eisenberg, en 'Fleishman está en apuros'. (Disney +)
Claire Danes y Jesse Eisenberg, en 'Fleishman está en apuros'. (Disney +)

La novelista Taffy Brodesser-Akner es la autora del guion de la serie, que es una adaptación de su libro del mismo título. Muchos de los capítulos están dirigidos o codirigidos por mujeres. La narradora de la serie —una amiga de la universidad de Toby que tiene su propio drama personal: se ha dado cuenta de que no va a triunfar como periodista y está casada infelizmente, aunque su marido es un buen tipo— es una mujer. Entonces, ¿por qué la serie parece entender tan bien a Toby y complacer tanto a los espectadores masculinos de mediana edad que, como él, a veces sentimos pena por nosotros mismos?

La explicación llega en un giro brillante pero muy arriesgado, porque llega muy tarde, en los últimos capítulos de la serie, que es cuando conocemos el punto de vista de Rachel, a la que Danes dota primero de una tremenda frialdad y luego de una asombrosa vulnerabilidad. No se trata de un thriller: no se descubre ningún delito ni nada muy chocante. Solo descubrimos que Toby no solo tiene dudas, hace tonterías y es cabezota, como la mayoría de los hombres que nos adentramos en la mediana edad, sino que como muchos de ellos (o de nosotros), tiene una enorme carencia: ¿y si se ha pasado quince años al lado de Rachel sin tener ni la más remota idea de cuáles son los miedos y los sufrimientos que se ocultan tras su ambición?

placeholder Jesse Eisenberg es Fleishman, un hombre en la crisis de la mediana edad. (Disney +)
Jesse Eisenberg es Fleishman, un hombre en la crisis de la mediana edad. (Disney +)

Fleishman está en apuros es un retrato inteligente de una inmensa crisis de la mediana edad, parecida a la de cualquiera, que le estalla en las manos a dos personas cuyas vidas que no se parecen a las de cualquiera (¿quién se va de ligue con alguien casado a un lujoso campamento de yoga?). Como en tantas series estadounidenses, todo el mundo es demasiado guapo, todo tiene demasiado glamour. Pero para un espectador masculino es particularmente ilustrativa: primero te sientes identificado con el protagonista por sus virtudes poco remarcables; luego, por sus errores un poco más graves.

Toby Fleishman tiene algo más de 40 años, es médico, vive y trabaja en Manhattan, gana 300.000 dólares al año, tiene dos hijos y es impecablemente progresista. Pero su mujer, Rachel, opina que eso no es suficiente. Cree que le falta ambición para dejar el hospital por algún puesto mucho mejor pagado en la industria farmacéutica. Toby no entiende por qué necesitan amigos ricos y llevar a los niños a escuelas caras a las que acuden quienes en el futuro serán la élite. No se da cuenta de que es importante que, ante lo poco que él gana, ella dedique cada vez más tiempo a su exitosa empresa de representación de actores. De modo que discuten y discuten hasta que se divorcian. Él descubre una nueva vida gracias a las aplicaciones de ligues. De ella, por el momento, sabemos poco. De hecho, ha dejado a los niños con Toby y ha desaparecido. No contesta a los mensajes ni a las llamadas.

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