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'Puñales por la espalda': inteligente, deslumbrante y rematadamente divertida
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'Puñales por la espalda': inteligente, deslumbrante y rematadamente divertida

Una película de detectives en la que las sorpresas afloran tan pronto y tan a menudo que mejor cuanto menos se diga de ella

Foto: Una imagen de 'Cuchillos por la espalda'.
Una imagen de 'Cuchillos por la espalda'.

Hay películas de las que es prácticamente imposible hablar sin hacer 'spoilers', porque revelar hasta el más mínimo detalle de su peripecia argumental más allá de la premisa inicial corre el riesgo de echar por tierra la experiencia del espectador. 'Puñales por la espalda' es ese tipo de película, una intriga increíblemente inteligente que se reconfigura a sí misma de forma constante mientras avanza y en la que los giros no son aderezos de la historia sino la historia misma; las sorpresas afloran tan pronto y tan a menudo que, de nuevo, mejor cuanto menos se diga de ella.

Su director, Rian Johnson, ya demostró en el pasado que tiene buena mano con las ficciones detectivescas; después de todo, se dio a conocer con el 'neo-noir' 'Brick' (2005), ambientado en un instituto de los suburbios. En todo caso, 'Puñales por la espalda' tiene más vocación de homenaje. Sobre el papel, de hecho, es una película casi idéntica al típico 'whodunit' plagado de actores estelares en el que las novelas de Agatha Christie solían convertirse al ser adaptadas a la pantalla. Su peripecia arranca cuando, la mañana después de celebrar la fiesta de su 85º cumpleaños, un celebrado escritor de novelas de misterio, Harlan Thrombey (Christopher Plummer), es hallado muerto en su habitación con un tajo en el cuello. Inicialmente, se asume que se ha suicidado, pero la investigación es reabierta una semana después cuando el sabueso Benoit Blanc (Daniel Craig) aparece en escena para inspeccionar más a fondo la mansión del fallecido y entrevistar a sus familiares y empleados —encarnados por Jamie Lee Curtis, Don Johnson, Toni Collette, Chris Evans, Michael Shannon y Ana de Armas, entre varios otros—, en su mayoría tan agradables como un dolor de muelas y poseedores cada uno de ellos de sus propios motivos para ver al patriarca muerto.

El grupo humano puede verse como un puñado de piezas de Cluedo dotadas de vida; en otras palabras, Johnson los ha diseñado a modo de estereotipos. En general, el director se deleita manejando las convenciones del género —la combinación de diferentes planos temporales, la ocultación de información, la importancia de cuchillos y jeringas en la trama, una criada que grita— popularizadas nos solo por autores como Christie, Arthur Conan Doyle y John Dickson Carr, sino también por teleseries derivativas como 'Colombo' o 'Se ha escrito un crimen' —de cuya versión doblada al español incluso aparece un fragmento—. Y en el proceso no solo juguetea con ellas sino que también las complica y subvierte; tan pronto como ha colocado todas las piezas sobre el tablero —la organización espacial de la casa, la sucesión cronológica de los hechos, el historial familiar—, decide darles un manotazo y desperdigarlas, haciendo una revelación temprana que cambia por completo las reglas del juego. Esa voluntad subversiva, recordemos, es la misma de la que Johnson ya hizo gala al frente de 'Los últimos Jedi' (2017) —quizá la mejor entrega de la saga 'Star Wars'—, por la que provocó la ira de los fans.

Llegado un momento, lo más sensato que puede hacer el espectador es dejar de intentar situarse por delante de la intriga y limitarse a disfrutar

En todo caso, aunque las verdaderas circunstancias de la muerte de Thrombey nos son explicadas relativamente pronto, sus ramificaciones y la solución final del misterio van desvelándose de forma gradual a medida que los diversos sospechosos van metiéndose ellos solos en el barro. Y si los acontecimientos de la trama no se sucedieran con tanta rapidez como lo hacen, quizás hasta sería posible anticipar su curso, pero lo hacen a tal ritmo que, llegado el momento, lo más sensato que puede hacer el espectador es dejar de intentar situarse por delante de la intriga y limitarse a disfrutar del modo que tiene de desentrañarse y resolverse; en ese sentido, uno de los recursos narrativos más originales e imaginativos de Johnson es dotar a un personaje crucial del hábito de vomitar cada vez que miente.

placeholder Cartel de 'Puñales por la espalda'.
Cartel de 'Puñales por la espalda'.
Foto: 'La hija de un ladrón'.

Dicho esto, no está de más insistir en que 'Puñales por la espalda' no solo es deslumbrantemente inteligente; también es hilarante de principio a fin, y al mismo tiempo se las arregla para resultar del todo relevante. En efecto, gracias a su manera de abordar asuntos como la conciencia de clase, el trato a los inmigrantes y el conflicto entre la decencia y la amoralidad que otorga el privilegio mientras nos somete a una sucesión de giros argumentales, demuestra ser también una afilada crítica a la América de Donald Trump. Los miembros del clan Thrombey son, se mire como se mire, dignos de burla, no tanto por el hecho de ser ricos como por su incapacidad para asumir que su riqueza no tiene nada que ver con méritos propios, su creencia ciega en su propia superioridad y su ilusoria arrogancia. Hacía tiempo que una crítica política nos era presentada de forma tan inteligente, y sofisticada, y rematadamente divertida.

Foto: Ricardo Darín encabeza el reparto coral de 'La odisea de los giles'. (Alfa Pictures)

Hay películas de las que es prácticamente imposible hablar sin hacer 'spoilers', porque revelar hasta el más mínimo detalle de su peripecia argumental más allá de la premisa inicial corre el riesgo de echar por tierra la experiencia del espectador. 'Puñales por la espalda' es ese tipo de película, una intriga increíblemente inteligente que se reconfigura a sí misma de forma constante mientras avanza y en la que los giros no son aderezos de la historia sino la historia misma; las sorpresas afloran tan pronto y tan a menudo que, de nuevo, mejor cuanto menos se diga de ella.

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