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'Succession': morir para resucitar, la gran masacre del 'spoiler'
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'Succession': morir para resucitar, la gran masacre del 'spoiler'

Una de las mejores series del siglo XXI debido a sus dos primeras temporadas recurrió al truco más viejo del mundo para corregir su triste trayectoria descendente: matar a alguien

Foto: Fotograma de 'Succession'.
Fotograma de 'Succession'.

Parece que buena parte de la población española no tiene nada mejor que hacer los lunes que ponerse el capítulo recién subido en HBO de la serie de moda. Esto es desolador. Nos dijeron que las plataformas venían a liberarnos del sofá y las teleguías, de la puntualidad espectadora, para darnos un bufé libre de contenido que podríamos disfrutar cuando quisiéramos. Casualmente, la gente ha decidido ver libremente el capítulo semanal de su serie favorita exactamente igual que veían nuestros abuelos el capítulo semanal de Crónicas de un pueblo: justo cuando lo ponen. HBO, serie adictiva tras serie adictiva, está a un paso de inventar algo totalmente revolucionario llamado televisión.

El lunes todo el mundo había visto el capítulo 3 de la cuarta temporada de Succession antes de acostar a sus hijos. Antes de ir a trabajar. Antes de salir de trabajar. Antes de mirar los resultados de la quiniela. Antes de ducharse y antes de tomar las cañas con los amigos. El lunes fue increíble. El capítulo 3 de Succession estaba todo él todo a la vez en todas partes, en todas las conversaciones, en todos los tuits y en todas las ansias. Había que verlo enseguida para saber qué cojones pasaba en él que hacía a la gente sentirse parte de la historia de la televisión. Y había que revelar enseguida qué pasaba en él para privar a un montón de gente de sentirse parte de la historia de la televisión. Fue una escabechina, la gran masacre del spoiler.

placeholder Kieran Culkin, Sarah Snook y Jeremy Strong, en una imagen de la cuarta temporada de 'Succession'. (HBO)
Kieran Culkin, Sarah Snook y Jeremy Strong, en una imagen de la cuarta temporada de 'Succession'. (HBO)

Gracias a este inmenso spoiler letal volvimos a la caverna, o sea, a Crónicas de un pueblo. Si quieres disfrutar de verdad de una serie, tienes que verla justo cuando la ponen, media hora más tarde como mucho. Si no, visualizarás las sobras de un acontecimiento. Debes elegir, por tanto, entre la libertad de ver las series cuando quieras (¡incluso un mes después!) o estar en la pomada. Lógicamente la gente prefiere estar en la pomada a aguantar hora y media de Bruce Willis actuando muerto.

El spoiler, que parecía una cosa vieja de películas de Billy Wilder o Alfred Hitchcock (esos tiernos avisos a los espectadores de que no contaran el final cuando volvieran a casa), se ha convertido en un disparadero de vanidad. Hacer spoiler es hacerse un selfie: yo estuve allí. Yo estuve allí cuando tal personaje de tal serie hizo tal cosa sorprendente, y porque estuve allí ese episodio es historia de la televisión. Naturalmente, la gente ya cree que se hace historia de la televisión un lunes de cada tres, más o menos.

¿Qué pasaba en el episodio 3 de la temporada 4 de Succession? Algo nunca visto en toda la historia de la ficción mundial: un personaje muere.

Spoiler!

Creo que las dos primeras temporadas de Succession sitúan este show entre las tres o cuatro series más importantes de nuestro siglo. Ver Succession es ver algo realmente increíble, el mal, la desfachatez, el humor, la libertad, justo cuando cualquier pequeño desliz político lleva al paredón a un artista o a una obra. Succession es, entre otras cosas, un tsunami de incorrección política. Y, paradójicamente, nos hace mejores o, por lo menos, adultos.

Foto: Kieran Culkin, Sarah Snook y Jeremy Strong, en una imagen de la cuarta temporada de 'Succession'. (HBO)

El ecuador de la serie nos muestra a un primogénito alzándose contra su padre. Ahí acababa la temporada 2. Y ahí debía haber acabado Succession, en la pura perfección.

La temporada 3 se veía entonces como se toma esa copa de más, ese café que te sobra, ese autobús para ir realmente aquí al lado. No recuerdo nada de la temporada 3 salvo el lujo italiano, unos cubos de basura, líos empresariales que no merecía la pena ni tratar de entender y supongo que alguna boda. Eran los minutos de la basura de la basura que domina el mundo.

placeholder Brian Cox en el papel de Logan Roy en 'Sucession'.
Brian Cox en el papel de Logan Roy en 'Sucession'.

Así, la temporada 4 se presentaba como una agonía intolerable, ver otros ocho episodios donde un serial inolvidable se va volviendo mediano, repetitivo, confuso, erróneo. El primer capítulo de esta temporada final nos presentaba la guerra que libraban los tres hermanos Roy contra su propio padre por liderar la comunicación informativa global, algo que no interesa a nadie civilizado, fusiones, ofertas, comisiones, mi tele, tu tele. Los hermanos querían crear un canal de televisión tirados en un sofá e insultando a todo aquel que habían contratado para diseñar su cadena. Era ridículo.

En el capítulo 2 no supe qué pasaba porque lo vi en diagonal. Cada vez que Roman iba a hablar, sabía que oiríamos una frase relacionada con penes o vaginas o esperma, y así era en todas las ocasiones, en efecto. Succession se estaba volviendo una parodia de Succession. Se recalentaban tensiones fraternales y paternofiliales, otra vez el padre amaba a uno de sus hijos más que a otro, otra vez los hijos se asociaban contra el padre. Era como ver la temporada 1 y 2 de Succession dobladas por Florentino Fernández.

Lo fascinante es que estos episodios fallidos y desinflados recibían halagos automáticos de los fans: les valía cualquier cosa por seguir en el mundo de los Roy.

Tras la temporada 2 no iba a ninguna parte y, tras la tercera, iba al desastre. Sólo una muerte de un personaje principal podía reanimar el show

Lo que prueba lo malos que eran estos episodios es lo bueno que resultó el tercero. Los guionistas rellenaron a posta dos horas de NADA para poder asestar el gran giro narrativo de la serie. La fusión no importaba lo más mínimo, la empresa daba igual, todo era un embrollado macguffin preparatorio que, sin embargo, mucha gente estaba considerando extraordinario. Los propios guionistas saben que esos dos episodios son pura paja, y se ríen de ti y de tus flipes.

El secreto de la serie era éste: matemos al patriarca. Brian Cox (Logan Roy) debía ser sacrificado. Que se vuelva a Inglaterra a interpretar a alguien llamado Howard. Succession, tras la segunda temporada, no iba a ninguna parte, y, tras la tercera, iba directamente al desastre. Sólo una muerte de un personaje principal podía reanimar el show. Alguien tenía que morir en Succession para que la serie resucitara.

Foto: 'Succession'. (HBO)

Desde por lo menos Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), eliminar al protagonista siempre impresiona. Numerosas series han echado mano de este recurso, no siempre artísticamente rentable. En Death Note (Oba, Obata, 2006), la muerte de L te sobrecogía, pero abocaba a la serie al sinsentido. En Juego de Tronos, matar personajes de los que el público se había encariñado era una rutina, y funcionaba por el amplio catálogo de personajes sustanciales que se había desplegado. Matar a Logan Roy en los primeros compases de la temporada es más una solución de urgencia que un propósito. La serie va de tres hermanos que se enfrentan a su padre tiránico; la serie no va de tres hermanos que han perdido a su padre.

Capítulo brillante

Con todo, el capítulo es brillante. Siguiendo la estrategia nebulosa de los dos primeros episodios, el tercero se titula muy discretamente La boda de Connor, e introduce una subtrama para añadir despiste: despedir a la fiel Gerry, amante virtual del hijo menor, Roman, que además es quien tiene que comunicarle su cese. Mientras, Logan Roy vuela no sabemos dónde a fusionar o absorber no sabemos qué mientras su hijo mayor se casa en un barco. Todo pirotecnia.

De pronto (la gente se suele morir de pronto, sí), una llamada avisa a los hermanos de que su padre ha sufrido un ataque al corazón y está muy grave. No vemos el ataque al corazón, no vemos casi a Logan agonizando; no veremos su funeral. Sólo vemos el impacto de la noticia en los hijos.

placeholder Un fotograma del capítulo 3 de la cuarta temporada de 'Succession'. (HBO)
Un fotograma del capítulo 3 de la cuarta temporada de 'Succession'. (HBO)

Lo esencial del capítulo no es qué pasa cuando se muere tu padre, sino cuando se muere nuestro padre. La desgracia se vuelve refleja, el hijo sufre y ve sufrir al hermano, a la hermana, y cada uno tiene que saber de inmediato qué lugar ocupa en el luto, quién toma las riendas, quién se permite derrumbarse. De eso (sí, magistralmente), trata la media hora central del episodio: de las interpretaciones de la muerte, de cómo un padre muerto reparte identidades adultas muy distintas entre sus hijos afligidos. Hasta muerto un padre tiene sus favoritos. Hasta muerto, quieres ser el hijo favorito de tu padre.

Mi apuesta es que esta serie se ha terminado en el capítulo 3. No creo que lo que venga después vaya a sacar tanto provecho del truco del protagonista muerto como lo han sacado en las redes sociales la gente que los lunes no tiene muchas cosas que hacer.

Parece que buena parte de la población española no tiene nada mejor que hacer los lunes que ponerse el capítulo recién subido en HBO de la serie de moda. Esto es desolador. Nos dijeron que las plataformas venían a liberarnos del sofá y las teleguías, de la puntualidad espectadora, para darnos un bufé libre de contenido que podríamos disfrutar cuando quisiéramos. Casualmente, la gente ha decidido ver libremente el capítulo semanal de su serie favorita exactamente igual que veían nuestros abuelos el capítulo semanal de Crónicas de un pueblo: justo cuando lo ponen. HBO, serie adictiva tras serie adictiva, está a un paso de inventar algo totalmente revolucionario llamado televisión.

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