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¿Y por qué habrá ganado Meloni? Lo que se dice y lo que se calla
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¿Y por qué habrá ganado Meloni? Lo que se dice y lo que se calla

Si Meloni ha ganado, ¿ganará aquí Vox? ¿Ganará Le Pen en Francia?

Foto: Giorgia Meloni. (Reuters/Guglielmo Mangiapane)
Giorgia Meloni. (Reuters/Guglielmo Mangiapane)

Ganó Meloni. Primera mujer que gana las elecciones en Italia: prueba de que el sexo de los líderes no es tan relevante como algunos nos pretenden hacer creer. La arcadia no necesariamente es un mundo gobernado por mujeres, básicamente porque las mujeres son tan humanas como los hombres. Ahora se discute si habrá contagio, como si Meloni y sus ideas fueran un virus. Lo que hay que preguntarse es por qué ha ganado. Y aquí hay cosas que se dicen, y otras que no se dicen.

Si Meloni ha ganado, ¿ganará aquí Vox? ¿Ganará Le Pen en Francia? El caso de la política italiana tal vez sea el menos extrapolable al resto de Europa. De hecho, lo que pasa allí no es extrapolable ni a Italia. Con los resultados electorales en la mano, nadie sabe por dónde va a soplar el viento. ¿Cuánto durará Meloni si sus apoyos son trepas de la categoría de Salvini y Berlusconi? Es imprevisible. Eso puede terminar como la República de Weimar o como el 'Sálvame Deluxe'.

Foto: Giorgia Meloni, en la sede de su partido, Fratelli d'Italia, durante la noche electoral en Roma. (EFE/Ettore Ferrari)

La inestabilidad es endémica, han cambiado varias veces la ley electoral y a menudo lo han empeorado todo. Desde el último Gobierno de Berlusconi, los primeros ministros han sido elegidos a base de pactos tangenciales a la voluntad popular, con los resultados más estrambóticos. Meloni se opuso a Draghi: esto es lo que la distingue, de entrada. Ningún otro país de Europa tiene una situación política semejante. Los italianos han castigado a quienes apoyaron al tecnócrata.

Sin embargo, desde hace años, se ha especulado con distintos nombres para futuro primer ministro italiano, y todos tenían en común esa postura, esas ideas, esa actitud chabacana, agresiva, que yo llamo nacionalpopulista, y que otros llaman fascista, y alguno incluso 'centro derecha'. Para llamarlos fascistas, a mí me faltan los comandos violentos y el poder totalitario del Estado, y para llamarlos centro derecha me sobra una tonelada de retórica antisistema. Pero, en fin, llámense equis. Abramos el bote, aspiremos el olor sin discutir tanto la etiqueta.

Foto: Giorgia Meloni. (Reuters/Ciro de Luca)

Meloni se parece a otros nacionalpopulismos europeos, y de ahí que la invitase Vox a Marbella, en cuatro ejes cruciales: propugna una inmigración muy restringida y vigilancia estricta sobre los musulmanes; sostiene una oposición categórica al feminismo y a la influencia LGTB, en particular sobre los currículos de educación pública, y crea un falso dilema entre todo eso y 'la familia'; abomina de lo que entiende como una conspiración disfrazada de ecologismo destinada a empobrecernos, y finalmente cacarea en sus mítines un antiglobalismo que tiene más de golpe en el pecho nacionalista que de crítica real al capitalismo financiero.

Eso es lo que tienen en común los movimientos de derechas que han relevado en intención del voto rupturista a los izquierdistas surgidos del descontento de la crisis de 2008, como Syriza, Podemos o la más tardía Francia Insumisa. A estos partidos, los de izquierdas, se los percibe hoy como más bien sistémicos, en parte por la corrección política que se ha ido imponiendo desde entonces. Con el universo mediático hablando cada día de feminismo, con las grandes multinacionales disfrazando sus logos con la bandera LGTB, con impuestos a la gasolina y el silencio general sobre los problemas generados por la inmigración, lo antisistema consiste en el disenso radical frente a esta tendencia.

De ahí que muchos jovencitos, que antaño se hacían de izquierdas para ser contestatarios, exhiban ahora chapas de esa derecha radical.

Foto: La bandera italiana, junto a la de la Unión, en la antigua residencia de Mario Draghi (EFE/G.Basilietti)

¿Queremos surfear esa ola? ¿Queremos defender la democracia liberal de las amenazas y veleidades iliberales propias de países como Hungría o Polonia? Para algunos izquierdistas, la cosa se arreglaría obligando a Laura Pausini a cantar 'O bella ciao', metiendo todavía más feminismo en las escuelas y ensordeciendo esos golpes de pecho nacionalistas con golpes de pecho antifascistas, ¡no pasarán! Sin embargo, yo pienso que la épica no se combate con épica. El fragor convoca fragor.

Llamarles 'fascistas' desde luego cada vez asusta a menos gente, y esto se debe al blanqueamiento del fascismo, que no es exactamente lo que la izquierda española suele señalar como tal. Blanqueamiento del fascismo consiste en llamar fascista a todo hasta que fascista no sea nada. Aquí han llamado fascistas al PP, a Ciudadanos, a Pablo Motos, a Iker Jiménez, a Laura Pausini y a usted. Han vaciado de contenido la etiqueta hasta el punto de que nadie se la toma en serio. Eso, por una parte.

Foto: Giorgia Meloni. (EFE/Claudio Peri) Opinión
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Pongámonos un momento en el caso de que el demonio no existe, planteémonos que aquí está habiendo algún tipo de acierto por parte de los nacionalpopulistas. ¿Qué están haciendo bien? Y, por tanto, ¿qué está haciendo mal el resto?

Recuerdo que, cuando surgió Podemos, era común escuchar a analistas conservadores diciendo que su auge se explicaba con un motivo de lo más razonable. Podemos había identificado vectores de descontento popular, temas que los partidos del sistema no se atrevían a encarar (desahucios, estafa financiera, democracia directa, recortes, etcétera), y había hecho de ellos su bandera. ¿No se puede aplicar lo mismo a estos partidos iliberales de derechas?

Foto: Giorgia Meloni en un mitin electoral. (EFE)

Sin duda, estos partidos han analizado bien —como lo hizo Podemos— cuáles son esos problemas que una parte del electorado percibe y muy pocos políticos de los partidos convencionales quieren encarar.

El caso de Suecia puede enseñarnos más que ningún otro. Tenemos allí un arcoíris de partidos que dicen que lo que mucha gente percibe como un problema grave no existe. Dicen esto porque no saben cómo resolverlo. Así que barren el problema debajo de las alfombras, con la colaboración de los medios de comunicación. De pronto, una voz no solo admite que el problema existe, sino que promete una solución radical. ¿A quién tenemos que acusar de su triunfo? ¿A quienes votan o a quienes callaron?

Ganó Meloni. Primera mujer que gana las elecciones en Italia: prueba de que el sexo de los líderes no es tan relevante como algunos nos pretenden hacer creer. La arcadia no necesariamente es un mundo gobernado por mujeres, básicamente porque las mujeres son tan humanas como los hombres. Ahora se discute si habrá contagio, como si Meloni y sus ideas fueran un virus. Lo que hay que preguntarse es por qué ha ganado. Y aquí hay cosas que se dicen, y otras que no se dicen.

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