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Juegos de casta: Meloni, contra la orquesta (de ex primeros ministros) del Titanic
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Cambiar para seguir igual

Juegos de casta: Meloni, contra la orquesta (de ex primeros ministros) del Titanic

En una Italia con una fuerte resistencia interna para renovarse, Giorgia Meloni se presenta como la 'outsider' de todos los candidatos, porque representa la antipolítica italiana

Foto: Giorgia Meloni, en un mitin en Milán este 11 de septiembre. (Reuters/Flavio Lo Scalzo)
Giorgia Meloni, en un mitin en Milán este 11 de septiembre. (Reuters/Flavio Lo Scalzo)

"Algo debe cambiar para que todo siga igual". Esta es una de las míticas frases del libro 'El gatopardo', de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, con la que se inicia buena parte de las crónicas políticas italianas de los últimos años. La frase tiene cerca de 70 años. El célebre escritor siciliano entendió entonces a la perfección la esencia de la incipiente nueva democracia italiana. La entonces poderosa Democracia Cristiana (DC) siguió esa regla durante décadas para controlar el país desde sus entrañas y hoy, con los restos de la DC repartidos por escaños de diversas formaciones, juzgados penales y consejos de administración, la sentencia sigue plenamente vigente.

Estas elecciones italianas vuelven a ser el enésimo ejemplo de la fuerte resistencia interna que hay en la tradicionalista Italia para renovarse. Al reto que han planteado populistas y extremistas, la respuesta 'política tradicional', o lo más parecido a eso que existe en Italia, ha sido más de lo mismo: pequeños cambios para que todo siga igual. El cartel electoral de 2022 del centro izquierda o centro derecha se parece mucho al de años anteriores. A la ruleta rusa de los populistas extremistas le plantan cara los de siempre: Letta, Berlusconi, Conte, Renzi...

Foto: Giorgia Meloni en un mitin electoral. (EFE)

"Los 'programas' electorales realmente no interesan a casi nadie", afirmaba recientemente en Twitter Lorenzo Pregliasco, cofundador de la reputada empresa de análisis políticos YouTrend. Aceptada esa realidad, la figura del candidato y su credibilidad para cambiar de verdad la deriva italiana son importantes valores añadidos en una sociedad que vota más en contra que a favor de algo. Ya hubo un aviso del éxito de esta fórmula en 2018, cuando los inexpertos populistas antisistema del M5S arrasaron con el 32% de los votos. "Pensamos que iba a cambiar algo y al final ha sido más de lo mismo", es una frase que se ha escuchado en los últimos cuatro años en Italia a muchos de sus ahora decepcionados votantes.

En 2022, la opción de que esa revolución acabe con el estigma Lampedusa viene ahora de los ultraconservadores de Fratelli d'Italia (Fdl), que apuntan a ganar los comicios. ¿Y cuál es la respuesta no extremista ante un nuevo desafío como el de 2018? No parece que se hayan dado por aludidos y los viejos dinosaurios, al despertar y al ir a dormir, siguen ahí. Más de lo mismo y por los mismos. Una retahíla de ex primer ministros intenta entusiasmar a votantes que ya dejaron de votarles. No parece una gran fórmula.

Letta, víctima de las guerras internas

El Partido Democrático, centro izquierda europeísta y única opción de vencer al bloque conservador liderado por los neofascistas de FdI, ha decidido presentar como candidato al que fuera primer ministro, Enricco Letta, entre 2013 y 2014. No fue bien entonces, la gente y su propio partido, envuelto siempre en guerras internas, le dieron la espalda, pero eso no ha sido inconveniente para presentarle como gran reclamo electoral ocho años después.

Foto: El primer ministro italiano, Mario Draghi. (EFE/Fabio Frustaci)

El académico Letta no levanta pasiones en casi nadie, incluso entre los suyos, pero el PD no ha sido capaz de encontrar entre su inmenso aparato de partido un sucesor fresco que no fuera un personaje que fue por primera vez ministro en 1998, bajo el mandato de Massimo D'Alema. Letta lidera el PD actualmente porque tras la dimisión en 2021 del anterior secretario general, Nicola Zingaretti, la formación corría riesgo de ruptura y el ex primer ministro fue el único que quiso hacerse cargo de un trasatlántico viejo al que le hace falta cambio de piezas más que mantenimiento.

Las calles de Italia no son del PD, lo son más sus universidades, pero la formación sobrevive gracias a que ocupa un enorme espacio electoral de voto útil que va desde el centro a la extrema izquierda. La duda que queda es: ¿qué hubiera pasado en estas elecciones con un candidato de centro izquierda que generara algo más de entusiasmo que un ex primer ministro que dimitió hace ocho años?

Berlusconi, la leyenda

Desde el centro derecha de Forza Italia (FI), socios de coalición de FdI y Lega, la cosa es aún más complicada. Silvio Berlusconi, nacido el 29 de septiembre de 1936, se presentó y ganó sus primeras elecciones en 1994.

placeholder Giorgia Meloni, Silvio Berlusconi y Matteo Salvini, en un encuentro político en 2018. (Reuters)
Giorgia Meloni, Silvio Berlusconi y Matteo Salvini, en un encuentro político en 2018. (Reuters)

El centro derecha liberal no existe o ha perdido casi todo su peso en Italia. Existen Berlusconi y un partido hecho a su medida, que lleva 30 años ocupando el panorama político del centro derecha italiano. Sin embargo, la formación parece solo representar los intereses del Cavaliere. A la mayoría de ciudadanos no le seduce ya votar por un hombre de 85 años que fue primer ministro hace 28.

Es verdad que el milanés tiene sus incondicionales, pero son cada vez menos y su formación ha acabado siendo rebasada por la extrema derecha de la Lega de Salvini y la extremísima derecha de Meloni. Él no ha presentado batalla ante ellos. Al contrario, ha apadrinado a ambos y ha metido su partido en el mismo saco que dos formaciones que forman parte de los grupos ultraconservadores soberanistas europeos.

Foto: Berlusconi, el pasado abril. (Reuters/Remo Casilli)

FI es la tercera fuerza del bloque conservador, con un futuro incierto que apunta a estar por debajo del 10% de los votos. Forza Italia no ha sabido reinventarse. Algunas de sus figuras más reputadas, como Marta Carfagna y Mariastella Gelmini, han dejado al partido y se han ido con el centrista Azione. Lo justificaron porque Berlusconi estaba detrás de la maniobra para acabar con el Gobierno de Mario Draghi y por abrazar el proyecto soberanista y extremista de FdI y Lega.

El 'maquiavélico' Renzi

La opción de centro reformista, bautizada como tercer polo, la lideran Carlo Calenda y su joven partido Azione. El romano fue ya ministro de Desarrollo Económico con el PD en 2016. Un hombre inteligente, ambicioso, se vende como única opción de centro en una Italia de extremos. Calenda ha sabido hacerse de la nada un hueco mediático en la campaña. Primero, porque se hizo valedor de los valores de Draghi y, segundo, porque protagonizó el gatillazo político de los comicios con su anunciada alianza con el PD de la que días después se acabó bajando. Eso ha sido un primer palo para su imagen.

El segundo escollo es su finalmente compañero de coalición, Matteo Renzi. Tras una serie de desencuentros públicos con él, la ruptura con el PD le lleva a aliarse con el político italiano que seguramente tenga la imagen más deteriorada. El maquiavélico Renzi, que hace un mes parecía sin opciones de salir elegido senador, le ha cedido el protagonismo a Calenda. Se ha asegurado así, parece, salir elegido y, además, será coparticipe del triunfo si ambos sacan más de un 7% de votos, y será ajeno al fracaso si están por debajo del 5%, porque él no ha participado casi en la campaña.

Foto: Matteo Renzi (Reuters)

Renzi fue primer ministro con el PD en 2014 y tras poner su cargo en juego en un plebiscito constitucional, acabó dejando el PD en 2019 por su alinaza con el M5S, y creando su formación Italia Viva con algunos tránsfugas.

Ahora, Calenda y Renzi forman ese nuevo centro reformista que pretendía ser un soplo de aire fresco en el polarizado panorama político italiano y que difícilmente lo es con uno de los ex primer ministros más controvertidos y rechazados de la reciente historia de Italia en la misma papeleta.

Conte ya no tiene 5 Estrellas

Pocos apostaban cuando cayó el segundo Gobierno de Conte a que el ex primer ministro sería el candidato del complicado gallinero en el que se ha convertido el Movimiento 5 Estrellas (M5S). Giuseppe Conte ha pasado de ser un profesor universitario no inscrito en el M5S a ser el líder del tambaleante experimento populista.

En 2018, el independiente Conte fue elegido PM porque Luigi Di Maio, el entonces líder del M5S que había ganado las elecciones, era considerado un inexperto peligroso populista para ocupar un cargo de consenso. Cuatro años después, cosas de la política, Di Maio, ministro de Asuntos Exteriores que ha dejado el M5S, se ha convertido en un hombre de Estado al que el PD le 'regalará' un puesto en la Cámara. Conte ha pasado a ser el líder de los populistas con su táctica de pisar todos los charcos.

placeholder Luigi Di Maio, en Nápoles, el 14 de septiembre. (EFE/Ciro Fusco)
Luigi Di Maio, en Nápoles, el 14 de septiembre. (EFE/Ciro Fusco)

Los M5S, tras gobernar con la extrema derecha de la Lega y la izquierda del PD, no son ya el partido antisistema de 2018. Conte tragó con gobernar con soberanistas conservadores primero, europeístas progresistas después y, parece, hubiera pactado con terraplanistas monárquicos si hubiera hecho falta con tal de conservar el cargo. De aquel 32% de los votos en las generales de 2018, y el triunfo anterior en ciudades como Roma y Turín, se ha pasado a un escenario desolador en el que los populistas son barridos en todas las elecciones desde 2019.

El ex primer ministro Conte, que durante su mandato tuvo buenos niveles de aprobación, ha perdido el aura de novedad de su Movimiento de hace cuatro años. Su única baza, pero que le da todavía un granero de votos, es que ellos son los valedores de la paga de ciudadanía. Una subvención de la que vive mucha gente, especialmente en el sur, y que inventaron y sostienen ellos.

La 'outsider' no desafina

Todos los ex primer ministros mencionados tienen la posibilidad de disputarle el triunfo a Meloni. La reciente reforma electoral italiana, la quinta en tres décadas, ha reducido el número de diputados de 630 a 400 y los senadores de 315 a 200. Algo más de un tercio de sus señorías será elegido por el sistema mayoritario, lo que favorece las grandes coaliciones, y el resto por sistema proporcional. Con menos poltronas en juego, los viejos profesionales de la política no han permitido experimentos.

Meloni, la primera mujer con opciones de ganar unas elecciones en Italia, se presenta como la 'outsider' de todos los candidatos porque representa la antipolítica italiana. Aunque en realidad ella fue ministra de la Juventud en 2008 en un Gobierno justamente del Cavaliere y lleva toda su vida dedicada a la política, es la única entre los grandes candidatos que puede presumir —ya que hasta Matteo Salvini, por la Lega, ha ejercido de vicepresidente— de no ser responsable de las decisiones que han llevado Italia hasta aquí. Eso la convierte en la mejor colocada para hacer creer a esos votantes enfadados, que sienten que Italia es el Titanic y sus gobernantes la orquesta que tocaba dentro, que ella sí traerá un cambio verdadero.

"Algo debe cambiar para que todo siga igual". Esta es una de las míticas frases del libro 'El gatopardo', de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, con la que se inicia buena parte de las crónicas políticas italianas de los últimos años. La frase tiene cerca de 70 años. El célebre escritor siciliano entendió entonces a la perfección la esencia de la incipiente nueva democracia italiana. La entonces poderosa Democracia Cristiana (DC) siguió esa regla durante décadas para controlar el país desde sus entrañas y hoy, con los restos de la DC repartidos por escaños de diversas formaciones, juzgados penales y consejos de administración, la sentencia sigue plenamente vigente.

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