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Cuatro razones por las que la victoria de Meloni no hace saltar (todavía) las alarmas en Bruselas
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Nada que ver con 2018

Cuatro razones por las que la victoria de Meloni no hace saltar (todavía) las alarmas en Bruselas

La victoria de la extrema derecha en Italia preocupa en Bruselas, pero no genera una alarma inmediata porque confían en que Meloni no tiene incentivos para grandes cambios de política europea

Foto: La bandera italiana, junto a la de la Unión, en la antigua residencia de Mario Draghi (EFE/G.Basilietti)
La bandera italiana, junto a la de la Unión, en la antigua residencia de Mario Draghi (EFE/G.Basilietti)
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Solamente hay un nombre en Bruselas que puede competir con el del presidente ruso Vladímir Putin en número de menciones en los últimos días, y ese es el de Giorgia Meloni, la líder del partido de extrema derecha Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia) que ha ganado las elecciones italianas este domingo, impulsando al bloque derechista a la mayoría absoluta en una victoria histórica para la derecha radical en Italia y en Europa Occidental.

Roma seguirá siendo uno de los centros de atención de la Unión en las próximas semanas, durante la coreografía de formación de Gobierno y a la espera de ver cómo se estructura el Ejecutivo y cuál es el equilibrio de fuerzas. Hay cierta preocupación por cómo va a actuar Meloni a nivel personal como primera ministra, si finalmente es escogida (algo que se da por descontado), porque los líderes políticos tienen un enorme poder en la Unión en el marco del Consejo Europeo, las reuniones de los jefes de Estado y de Gobierno, en el que la personalidad y la naturaleza del primer ministro tienen un impacto directo sobre las decisiones que toma la Unión, especialmente en momentos de crisis.

Foto: Los líderes de la coalición de derechas en la campaña electoral. (EFE/Giuseppe Lami)

Se da por hecho que el nuevo Gobierno tendrá un tono populista —algo que nunca gusta en Bruselas—, que endurecerá su discurso en materia de inmigración y que, cuando sea necesario, tendrá la tentación de hacer de la Comisión Europea un enemigo para mandar el mensaje en Italia de que protege los intereses de los italianos. Tampoco hay dudas de que se alineará con Hungría y Polonia, los dos países en una mayor deriva autoritaria dentro de la Unión, en su pulso con la Comisión. Pero, en general, y a pesar de haber cierta preocupación, lo que domina es una relativa calma, nada que ver con la sensación de alarma que generó en 2018 la formación del Gobierno de 2018 entre los populistas del Movimento 5 Stelle y el partido de extrema derecha Lega, de Matteo Salvini.

Hay varias razones que lo explican. La primera es que esta vez el resultado era más que esperado. Las encuestas eran claras y la coalición de extrema derecha que forman Meloni, Salvini y el partido de Silvio Berlusconi, Forza Italia, se presentaban bastante unidos a los comicios, por mucho que, en cuanto se rasca en la superficie, empiecen a aparecer las divisiones. La segunda es que Meloni se ha mostrado más o menos alineada con las prioridades europeas en Ucrania, lo que hace que, en principio, no se tema que Roma vaya a cambiar su actitud a la hora de sancionar a Rusia, aunque también hay quien cree que la líder de FdI cambiará de postura a la mínima aparición de malestar social entre los italianos por los efectos de la guerra.

La tercera es la presencia de Forza Italia en esa ecuación. El Partido Popular Europeo (PPE), al que pertenece la formación de Berlusconi, ha evitado en todo momento criticar la coalición y de forma efectiva le ha dado cobertura en Bruselas, donde contar con el visto bueno de los democristianos ahorra muchos dolores de cabeza. Antonio Tajani, mano derecha de Berlusconi y antiguo presidente del Parlamento Europeo, ha influido en las capas altas del PPE para asegurarse la bendición del líder, el alemán Manfred Weber, aunque dentro de la familia democristiana los partidos que se encuentran más en el centro no se sienten cómodos en esta situación.

Foto: Giorgia Meloni. (Reuters/Ciro de Luca)

El cuarto factor, y el más relevante, es el económico. En Bruselas se ve a Meloni como una radical ultraconservadora que intentará dar marcha atrás en derechos y libertades de los italianos y que, en lo que se refiere a la cuestión del Estado de derecho, puede alinear al país con Hungría y, especialmente, con Polonia. Pero la líder de FdI ha sabido jugar sus cartas y ha mandado un mensaje claro a empresarios, inversores y mercados: su intención no es hacer experimentos con la deuda pública italiana ni con el déficit presupuestario del país. Ha querido mandar el mensaje claro de que tendrá las finanzas del país en orden. Y eso, ahora mismo, es lo más urgente para la Unión.

Italia tiene una deuda pública superior al 120% del PIB y cualquier reacción agresiva de los mercados puede poner a Roma en un aprieto, y con ella a toda la eurozona. Para evitarlo, el Banco Central Europeo (BCE) acordó en julio la creación de una herramienta antifragmentación que permitiría evitar esa situación. Pero solamente si la reacción de los mercados que haga que se dispare la prima de riesgo italiana no es consecuencia de medidas irresponsables por parte del Ejecutivo. Así que, si Meloni quiere evitar turbulencias financieras, tiene que cumplir con esas exigencias del BCE, que incluyen, por ejemplo, no tener abierto un procedimiento de déficit excesivo por parte de la Comisión Europea. Meloni, que tiene ya el difícil reto de tener que gobernar en un momento extremadamente delicado, no tiene, o eso creen en Bruselas y Fráncfort, ningún incentivo para crearse un problema más, sabiendo que, si se comporta de forma responsable, tiene el frente financiero más o menos cubierto.

Pero esto no se traduce en que no haya ninguna preocupación respecto a los efectos económicos de un Gobierno de Meloni. Proponen recortes de impuestos para todos, un mayor gasto social, más pensiones y beneficios a las familias, y, claramente, si Roma quiere evitar un choque frontal con Bruselas, tendrá que renunciar a algunas de esas ideas. Además, durante la campaña se ha insistido en la idea de renegociar las condiciones para recibir los cerca de 200.000 millones que le corresponden a Italia del fondo de recuperación, algo que también puede generar fricciones. Que haya prometido que no va a mover el avispero económico no significa que no lo vaya a hacer tras ganar las elecciones, pero en Bruselas hay confianza en que no lo hará por su propio interés.

Los otros factores

Estas cuatro razones que explican la cierta calma con la que se afronta la toma de poder de Meloni no significa que la líder de Fratelli d’Italia no preocupe en la capital comunitaria por muchas otras de sus propuestas e ideas. Pero se hace una división entre lo grave y lo urgente. Atacar el Estado de derecho o las instituciones son cuestiones graves, pero no urgentes: es un proceso que puede llevar tiempo. Hundir económicamente al país en el caos financiero y que arrastre con él a toda la eurozona, en la situación actual, es el escenario urgente que todo el mundo quiere evitar.

En un acto de 'realpolitik' comunitaria, Bruselas se considera más preparada para lidiar con el escenario de una Italia a la deriva en materia de Estado de derecho, una partida que se juega a más largo plazo, que con una hecatombe económica, que puede producirse en cuestión de meses. Pero desde el Ejecutivo comunitario no quieren que por esto se entienda que no van a estar vigilantes ante lo que ocurra en Roma en materia de derechos y libertades. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, lanzó ya un aviso el viernes, asegurando que, si las cosas van “en una dirección difícil”, la Unión Europea tiene “instrumentos” para responder, unas declaraciones hechas en Estados Unidos que distintas fuentes coinciden en señalar como desafortunadas antes de unas elecciones en las que la extrema derecha tiene en su contraposición a Bruselas uno de sus principales argumentos políticos.

Foto: La líder ultraderechista gala Marine Le Pen en una imagen de archivo. (EFE/Víctor Lerena)

En todo caso, esos “instrumentos” a los que se refería Von der Leyen, como son el artículo 7 de los Tratados o la congelación de fondos europeos, están resultando poco efectivos en los dos casos de claro deterioro del Estado de derecho en la Unión, los de Polonia y Hungría, a pesar de las últimas modificaciones hechas sobre estos mecanismos para que sean más contundentes. En ambos países, la situación ha empeorado de forma significativa desde que en 2018 se convirtió en una de las prioridades de la Comisión Europea.

Fratelli d’Italia y Lega son dos formaciones tradicionalmente euroescépticas que, sin embargo, como la mayoría de ellas, en los últimos años han dejado atrás las ideas de abandonar la Unión o el euro. Es una incógnita cómo se comportaría un Gobierno de Meloni en la gran escena europea, aunque, en el contexto actual en Bruselas, se da por hecho que, en materia de seguridad y en la cuestión de la guerra en Ucrania, se comportaría de forma similar al Ejecutivo actual liderado por Mario Draghi. La líder de FdI se ha identificado como atlantista y se compara la actitud que su Gobierno pueda tomar con la que tiene el polaco.

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Solamente hay un nombre en Bruselas que puede competir con el del presidente ruso Vladímir Putin en número de menciones en los últimos días, y ese es el de Giorgia Meloni, la líder del partido de extrema derecha Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia) que ha ganado las elecciones italianas este domingo, impulsando al bloque derechista a la mayoría absoluta en una victoria histórica para la derecha radical en Italia y en Europa Occidental.

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