Ucrania y Putin, aborto, deuda pública, Unión Europea... ¿Qué va a ocurrir ahora en Italia?
La primera duda a despejar son los equilibrios de poder que se establezcan en las próximas semanas entre los tres aliados de la coalición. ¿Desafiará Meloni a Bruselas? ¿Cambiará la postura de Italia en Ucrania?
Ahora que ya sabemos que Giorgia Meloni se convertirá casi con total seguridad en la próxima primera ministra italiana tras las elecciones celebradas en Italia, la pregunta cobra terreno. ¿Qué podemos esperar de su Gobierno? La cuestión se formula a menudo con más apremio fuera que dentro de Italia. La primera duda a despejar son los equilibrios de poder que se van a establecer en las próximas semanas entre los tres aliados de la coalición. No hay demasiado margen: urge preparar y aprobar unos presupuestos. Dependiendo de los resultados finales, Fratelli d'Italia (FdI) podría necesitar tanto a la Liga como a Forza Italia, o quizá le baste con sumar los apoyos de uno de los dos.
En cualquier caso, la previsión de la mayoría de los analistas de su propio entorno es que actúe manteniendo la vieja fórmula de los gobiernos italianos, perfeccionada durante décadas por la Democracia Cristiana: ofrecer ministerios importantes a sus aliados para mantenerlos en el barco. Cualquier decisión sobre los miembros del Consejo de Ministros, recordemos, tendrá que ser refrendada por el presidente de la República, que en este caso es un hueso duro de roer: Sergio Mattarella. No sería la primera vez que tumba a un candidato.
Seguramente, los tres sillones más ambicionados son Exteriores, Interior y Economía. Para el primero, Meloni podría buscar un candidato presentable ante la Unión Europea, alguien con cuyo nombramiento logre transmitir la imagen de estabilidad y disipar las dudas y la preocupación de Bruselas. La elección más evidente en este sentido sería la de Antonio Tajani, exvicepresidente de la UE, quien sigue en las filas de Silvio Berlusconi. "Sería un gesto inteligente, tranquilizador, que se entendería inmediatamente en el extranjero y que ella podría justificar frente a su parroquia como una concesión necesaria dentro para apuntalar la coalición y ofrecer estabilidad al Ejecutivo y al país", vaticina un exasesor político.
La segunda cartera (Interior) es la que ambiciona Matteo Salvini, cuyos resultados han acabado siendo más bien decepcionantes. Desde el palacio del Viminale, el líder de la Liga sería capaz de recuperar su pulso antimigratorio con la UE, la estrategia que tantos réditos le dio durante la coalición con el Movimiento 5 Estrellas. Para los equilibrios de Meloni, de hecho, podría venir bien el no tener que ocuparse de ello. Para la tercera poltrona, la del Tesoro, se prevé que elija un perfil capaz de convencer al 'establishment' italiano. Hay varios nombres en las quinielas, ninguno muy definido.
Meter dos pies en un zapato
Porque, una vez constituido el Gobierno, FdI tendrá que "meter los dos pies en un zapato", como define un analista político italiano con años de experiencia en las campañas del centro derecha. El desafío es mantener el entusiasmo de las bases y el apoyo de sus socios, pero sin provocar grandes turbulencias en Bruselas, ni con los mercados financieros, siempre pendientes de la altísima deuda pública italiana (135% del PIB). En los programas electorales de la Liga Norte y de Forza Italia, hay varios sapos con los que es imposible tragar. Salvini persiste en su idea de la 'flat tax' (impuesto único), un gravamen universal en torno al 15%, totalmente inasumible para la Hacienda italiana.
Berlusconi también lo ha llevado a su programa, aunque subiendo el porcentaje al 23%. Il Cavaliere incluso ha prometido elevar la pensión contributiva mínima hasta los 1.000 euros, así como plantar un millón de árboles al año. Dos medidas que difícilmente podrán ponerse en marcha. Y menos durante el largo invierno de la crisis ucraniana. Aunque no renuncia a bajar impuestos, el programa de FdI habla de fortalecer el estado de bienestar, mediante políticas que alivien la pérdida de poder adquisitivo de los hogares, sobre todo en un contexto de inflación desatada como el actual. En este sentido, la candidata de FdI no ha descartado elevar la deuda pública, desbloqueando el tope marcado por las Cámaras. "No quiero hacerlo, siempre que pueda evitarlo. Pero quede claro que la prioridad es ayudar a los italianos", afirmó en una de sus últimas entrevistas.
En política exterior, la mayoría de los analistas no esperan tampoco grandes transformaciones a corto y medio plazo, aparte de cambios retóricos y simbólicos. Más allá de las declaraciones de Salvini o Berlusconi justificando a Putin, de los ataques a la Administración Biden o a Ursula Von del Leyen, desde todo el centro-derecha se han esforzado en los últimos meses en mandar un mensaje tranquilizador a sus aliados: el nuevo Gobierno, dicen en corto, será pro-OTAN y mantendrá los compromisos en la guerra de Ucrania. No es algo que entusiasme a todo el mundo entre sus bases, pero tampoco parece suficiente para sublevarlas.
Meloni ha sido la más asertiva al respecto, dejando atrás los escarceos con Moscú, más circunscritos a la guerra cultural que a un verdadero posicionamiento geopolítico. En cuanto a su relación con la Unión Europea, sí que se espera una fase diferente a la luna de miel vivida con Mario Draghi. Como poco, en el plano retórico. Meloni ha defendido hasta la saciedad una Italia con más autonomía nacional, más fuerte, frente a los "burócratas y banqueros de Bruselas", y se ha posicionado abiertamente a favor del grupo de Visegrado, que lideran Hungría y Polonia. Es de esperar que reme en contra del proceso de integración europea. "Pero no creo que llegue la sangre al río. Habrá polémica, jugará al desafío y tendrá que desplegar dos barajas, pero en esto los italianos somos diestros", explica el veterano asesor.
En cuanto a los asuntos sociales, no hay grandes golpes de timón legislativos a la vista. El aborto, por ejemplo, no parece que se vaya a tocar, al menos en lo respectivo a la cobertura legal, aunque quizá lo haga torpedeando su aplicación, como ha hecho en las dos regiones que ya gobierna. Como mucho, se introducirá alguna norma cosmética para contentar a las asociaciones 'pro-vida'. "Pero derogar el derecho al aborto, o recortarlo, creo que está totalmente fuera de discusión". Y algo parecido sucede con los derechos LGTBI. Quizás en materia de natalidad se pueda proponer algún paquete de ayudas a las familias con hijos, aunque aquí nuevamente la deuda pública no ofrece mucho margen para empresas multimillonarias.
Con la renta de inserción mínima, otro de los caballos de batalla de la campaña, es previsible que sí tenga que hacer algo para cumplir con lo prometido. Pero cientos de miles de hogares han recibido ya algún pago mensual desde que entró en vigor en la primavera de 2019 y eliminarlo de raíz podría tener consecuencias catastróficas, especialmente en el sur del país. "Es posible que la reforme, asociándola de alguna manera al trabajo, introduciendo nuevas condiciones, etcétera. Pero descartaría que la vaya a desmontar del todo".
En función de la mayoría parlamentaria que se consolide, es previsible que la coalición decida afrontar una reforma constitucional de calado. Con dos tercios de las cámaras, algo que con las últimas proyecciones se antoja ya imposible, se puede sacar adelante cualquier cosa sin tener que refrendarla después en referéndum. La propuesta más ambiciosa es un viejo mantra, muy respaldado por Meloni desde la fundación del nuevo partido: el cambio hacia un sistema presidencialista en el que quienes ocupen el Gobierno tengan las manos libres y no dependan tanto del resto de instituciones. Si deciden embarcarse en esta aventura, será sin duda uno de los grandes legados de su Gobierno.
Sobre la oposición, hay más certezas. El futuro político de Enrico Letta está ya acabado. Su incapacidad para formar una coalición con Giuseppe Conte y, quizá, Matteo Renzi ha frustrado cualquier posibilidad de disputar la partida y elevarse como alternativa de gobierno. Ni siquiera entre sus filas consideran que haya una salida digna después de esto. Este lunes, el socialdemócrata anunció que no se volverá a presentar como secretario general del partido en el próximo congreso previsto en marzo y que dejará el liderazgo de la formación.
Mucho más dulce es el pronóstico de Conte, que ha acabado con sus rivales internos, ha hecho una buena campaña y ha conseguido evitar el cataclismo, manteniendo un resultado digno. Perdiendo muchos diputados, es cierto, pero sin peligro de extinción a la vista y levantando encuestas muy adversas.
Pero esto acaba de empezar, entramos en una fase volátil en lo económico y lo geopolítico, y por ahora son todo cábalas. Veremos.
Ahora que ya sabemos que Giorgia Meloni se convertirá casi con total seguridad en la próxima primera ministra italiana tras las elecciones celebradas en Italia, la pregunta cobra terreno. ¿Qué podemos esperar de su Gobierno? La cuestión se formula a menudo con más apremio fuera que dentro de Italia. La primera duda a despejar son los equilibrios de poder que se van a establecer en las próximas semanas entre los tres aliados de la coalición. No hay demasiado margen: urge preparar y aprobar unos presupuestos. Dependiendo de los resultados finales, Fratelli d'Italia (FdI) podría necesitar tanto a la Liga como a Forza Italia, o quizá le baste con sumar los apoyos de uno de los dos.
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