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Siguiendo el rastro de la basura: una explicación a lo que puede pasar hoy en Italia
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Siguiendo el rastro de la basura: una explicación a lo que puede pasar hoy en Italia

La decadencia económica ha abierto brechas identitarias y sociales cada vez más profundas en Roma. El tráfico y la basura de la capital italiana como síntomas del malestar que recorre el país

Foto: Cubos de basura en Roma. (Ángel Villarino)
Cubos de basura en Roma. (Ángel Villarino)

Italia vota este domingo y se valoran dos pronósticos. El primero, los sondeos, anticipan una clara victoria de la candidata de Fratelli D'Italia, Giorgia Meloni, una ventaja que solo empaña la enorme cantidad de votantes indecisos o dispuestos a quedarse en casa, en torno al 40 por ciento. La segunda previsión es la del tiempo. En Roma, por ejemplo, el parte presagia fuertes lluvias. Cuando eso ocurre, calles enteras se inundan, el tráfico enloquece y moverse por la ciudad se convierte en un suplicio.

Incluso sin agua, la capital italiana es una de las más tortuosas del planeta para desplazarse. De media, cada automovilista pierde 166 horas en el tráfico cada año, una cifra que solo se supera en Bogotá y Río de Janeiro. El problema es relativo en el centro histórico, donde las distancias son más cortas y el transporte público, mal que bien, aún se sostiene. Los realmente perjudicados son quienes viven o trabajan en la periferia y la "extrema periferia". El ratio entre extensión metropolitana y kilómetros de líneas de metro es también uno de los más bajos del mundo.

El centro y la periferia, el norte y el sur, son asuntos identitarios. Al Partido Demócrata de Enrico Letta, segundo en los sondeos, se le ha denominado muchas veces como "el partido del ZTL", que vendría a ser "el partido de Madrid Central". Aunque no están totalmente a salvo de las muchas incomodidades de la ciudad, quienes pueden permitirse vivir dentro del diamante urbano son unos privilegiados: altos funcionarios, artistas, abogados, diplomáticos... Son ellos la base electoral de Letta, un intelectual de discurso impecable y sofisticado que para esta campaña electoral decidió viajar por el país en un minibús eléctrico que se quedó sin batería a los pocos kilómetros de partir. Rodeados por la belleza de la 'Città Eterna', ocupando imponentes edificios con siglos de historia, el principal problema de su entorno son los turistas, cada vez más numerosos. Donde hace diez años había una magnífica librería Mondadori, ahora han abierto otra pizzería a precios desorbitados y en la que solo comen extranjeros.

Pero la almendra central no está al alcance de todo el mundo, ni siquiera las zonas más residenciales. El mismo café cuesta dos euros en Via Andrea Doria y uno en Via Natale Palli, dos calles a veinte minutos en moto en una tarde sin mucho tráfico. Es en la periferia, en lugares como Tor Pignattara, donde la decadencia de la ciudad se hace más evidente. La zona, levantada por migrantes de Puglia, Calabria y Basilicata en décadas precedentes, se ha ido poblando de "extracomunitarios", como se denomina en Italia a los inmigrantes.

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En una de las escuelas han hecho un mural con los rostros de los alumnos y recuerda al viejo anuncio de Benetton. Los negocios tradicionales han sido sustituidos por carnicerías halal, colmados pakistaníes y peluquerías chinas. Algunos vecinos de toda la vida se quejan de que no se escucha hablar italiano y miran con sospechas los centros culturales donde rezan los musulmanes. De tanto en tanto se producen incidentes. Leonardo Bianchi, editor de Vice Italia, ha documentado la actividad de grupos de extrema derecha, como Casa Pound, que "echan insistentemente gasolina a las llamas".

No conviene exagerar, porque Roma sigue siendo una ciudad segura y sin guetos aislados. Pero en muchos aspectos, el día a día puede llegar a ser asfixiante. Demasiadas cosas funcionan mal, o directamente no funcionan. Los servicios públicos, sobre todo en estas zonas del extrarradio, son cada vez más escasos, a pesar de que la presión fiscal (43,5%) es cinco puntos más alta que en España. Los viejos autobuses se rompen cada dos por tres, los trámites burocráticos se convierten en una carrera de obstáculos y los autónomos pagan sus impuestos con un año de adelanto con base en un sistema complejísimo que ni siquiera las gestorías son capaces de administrar sin sustos. No solo lo público, también lo regulado funciona cada vez peor. Los seguros, por poner otro ejemplo, están entre los más caros de Europa.

placeholder Foto: A. V.
Foto: A. V.

Es en estos barrios donde Fratelli d'Italia ha buscado con más empeño a sus votantes. El discurso es sencillo y pegajoso: las cosas van de mal en peor y los sucesivos gobiernos han abandonado a la "gente normal" para dedicarse a atender los caprichos y las alambicadas ocurrencias de la élite que puebla el centro histórico y ocupa los centros de poder. Meloni ha construido el relato de salvadora del pueblo en torno a su propia biografía. Un cuento a veces efectivo, aunque imperfecto, para empezar porque ella creció en la Garbatella, 'quartiere' tradicional y muy romano, organizado en torno a las bonitas casas populares levantadas en tiempos de Mussolini, pero no exactamente periférico. Apenas ha recibido inmigración y los precios de las viviendas son casi tan elevados como los del centro histórico. Sus plazas, rodeadas de árboles, están flanqueadas de comercios tradicionales.

Uno de los pocos cambios legislativos que adelanta Meloni es acabar, o modificar profundamente, la renta mínima de inserción impulsada por el 'Movimiento 5 Estrellas': hasta 780 euros para todo aquel que no tiene fuente de ingresos. Más de un millón y medio de hogares han recibido al menos un pago mensual desde que entró en vigor en abril de 2019, muchos de ellos en el sur del país, donde la economía informal sigue siendo una realidad extendida y el único feudo donde el M5S mantiene sus expectativas de voto.

La derecha asegura que se trata de un incentivo a cobrar en negro mientras se reciben ayudas, a no trabajar. Comerciantes y empresarios se quejan de que es cada vez más complicado encontrar empleados; un hecho respaldado por las estadísticas, pero complejo de analizar, alimentado también por la caída drástica de la inmigración y la "gran renuncia" de cientos de miles de trabajadores tras la pandemia. La izquierda defiende la iniciativa asegurando que el fraude detectado es ínfimo, que solo afecta al 1% de los casos.

Antes de seguir, una advertencia. Roma no es Italia y cualquier metáfora resulta insuficiente para explicar algo tan complejo como un vuelco electoral en un país indescifrable, hecho de realidades tan diversas. No hay manera de hilar en un mismo relato lo que pasa en un pueblo del interior de Reggio Calabria y lo que sucede en el barrio de Brera (Milán). Pero si existe un sitio donde tratar de explicar lo que está ocurriendo en esta ocasión, seguramente es la capital: síntesis y epicentro del creciente malestar, de la desigualdad, del choque de identidades y de la desafección con la clase política.

"Se habla mucho de que Roma se ha 'napolizzato' en los últimos años, pero ya no sé si es correcto porque Nápoles está ahora mejor que hace unos años", dice el cineasta Simone Aleandri. El "efecto capitalidad" no solo no funciona en Italia. "Los males del país se sienten aquí más que en ningún sitio".

Foto: Raffaele Ventura.

Recuerda el escritor Christian Raimo que, en el año cero, Roma tenía un millón de habitantes. En el año 1000, el número había descendido hasta los 35.000. La ciudad, transformada una y mil veces, sumaba 2.700.000 habitantes en 1973, tras los años del "boom económico". Pero no ha crecido mucho más desde entonces, colocándose a la cola de las capitales europeas también en esto. Ahora los romanos son 2.850.000. La leyenda atribuye la ausencia de dinamismo y prosperidad a su legado milenario, pero seguramente tiene más que ver con el estancamiento económico de las últimas décadas.

El cansancio con la política está tan extendido que, en plena jornada de reflexión, a horas del "vuelco histórico", las dos noticias que tenían en vilo a la población eran dos sucesos: el 'caso Mattia', un niño de ocho años arrastrado por un aluvión en Las Marcas y cuyo cuerpo se encontró a varios kilómetros de su desaparición. Y el 'caso Shabbar', una chica pakistaní de 18 años asesinada brutalmente por su familia después de que trascendiese en redes sociales una foto en la que besaba a su novio en la calle.

Una polémica local sobre la gestión de los residuos en Roma fue la excusa utilizada para hacer caer el gobierno Draghi y la de las basuras es otro de los grandes hilos narrativo. Aunque estos días luce algo más limpia por la cercanía de las elecciones y los esfuerzos realizados durante el verano, los contenedores y las aceras siguen ofreciendo un espectáculo desagradable. No prenden fuego a todas horas, como ocurría en julio, pero el olor es fuerte cuando se camina a su lado. También hay diferencias notables según la zona. En el centro, en la ZTL, son grandes, de plásticos brillantes y ofrecen recogida selectiva. En las calles de Prati (uno de los barrios más opulentos) hay inmigrantes barriendo las aceras a cambio de una limosna, un gesto muy aplaudido por los vecinos. Mientras, en Tor Pignattara son de metal oxidado, tienen casi siempre los goznes partidos, y todas las bolsas van al mismo sitio.

"Aquí no hacemos la recogida selectiva. Aquí somos gente seria", zanja Andrea, uno de los vecinos de siempre. Medio en broma, medio en serio.

Italia vota este domingo y se valoran dos pronósticos. El primero, los sondeos, anticipan una clara victoria de la candidata de Fratelli D'Italia, Giorgia Meloni, una ventaja que solo empaña la enorme cantidad de votantes indecisos o dispuestos a quedarse en casa, en torno al 40 por ciento. La segunda previsión es la del tiempo. En Roma, por ejemplo, el parte presagia fuertes lluvias. Cuando eso ocurre, calles enteras se inundan, el tráfico enloquece y moverse por la ciudad se convierte en un suplicio.

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