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Rosa Montero: "Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza"
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Rosa Montero: "Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza"

Admite que su cerebro está "por podar", se alegra de que la salud mental forme parte de la conversación pública y cuenta que los dos años que fue jefa sufrió y trabajó como una bellaca

Foto: Entrevista a Rosa Montero. (Isabel Blanco)
Entrevista a Rosa Montero. (Isabel Blanco)

Rosa Montero, nacida en 1951 y crecida en el madrileño barrio de Cuatro Caminos, tiene una risa contagiosa. Posa para las fotos jaranera y locuaz y explica que la biblioteca en la que se realiza la entrevista fue hace mucho la Casa de Fieras de Retiro. "¿Te puedes creer que ahí hubiera un oso polar? Pobrecito, qué barbaridad", explica mientras sujeta su último libro, 'El peligro de estar cuerda' (Seix Barral).

Dice que su cabeza está "por podar", se alegra de que la salud mental forme parte de la conversación pública y cuenta que los dos años que fue jefa sufrió y trabajó como una bellaca. Dice que este libro es el primero en el que se da respuestas a esos ataques de pánico que pasó a pelo, sin tomar un solo ansiolítico. Eso sí, lanza vivas a la química. Le preocupa la añoranza de los totalitarismos y el triunfo del miedo. Ella, acostumbrada a convivir con monstruos desde pequeña en un Madrid que era gris y del que ahora se confiesa enamorada.

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Foto: I. B.

PREGUNTA. Dice que en este libro ha conseguido poner luz en sus oscuridades…

RESPUESTA. Es que siempre se escribe para eso. Al escribir, todos repetimos una y otra vez nuestras obsesiones para intentar entender un poco, pero en este caso he puesto un poco más que otras veces. Este libro para mí es muy especial porque lo he estado escribiendo toda mi vida y menciono temas de los que siempre he hablado. Uno de ellos es el trastorno mental, por eso empiezo diciendo: "Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza". En mi caso, que he tenido ataques de pánico, te preguntas más aún qué pasa en tu cabeza. También hablo de creación. ¿Qué te lleva a sentarte en una esquina de tu casa durante años a inventar mentiras? En este libro, por primera vez, me he dado respuestas suficientes. Lo he podido explicar de una manera en la que me quedo razonablemente satisfecha.

P. ¿Esas respuestas le pueden valer a todo el mundo?

R. Creo que sí, porque en el fondo no hablo de mí. No es un libro testimonial en absoluto, más bien hago cierto ejercicio de investigación sobre cómo funcionan esas cabezas nuestras que son un poco más raras. Y es algo que nos pasa a muchos; de hecho, una de mis teorías es que somos un 15% de personas las que tenemos la cabeza sin terminar de podar, de crecer y de madurar neuronalmente. Hablo de mi propio caso, pero como un ingrediente más. He leído libros de psiquiatras, de neurólogos, de psicoanalistas, de otros escritores, biografías para fijarme en lo que les pasaba. Yo soy un objeto más de estudio.

P. Que la salud mental ya sea parte de la conversación pública…

R. Es una muy buena noticia con un coste muy alto.

"Hago cierto ejercicio de investigación sobre cómo funcionan esas cabezas nuestras que son un poco más raras"

P. ¿Lo dice por quienes se mofan del asunto?

R. No, me refiero a por qué de repente se habla de esto en todo el mundo y por qué hasta hace poco se trataba como un tabú. Creo que es porque con la pandemia estos trastornos han aumentado de manera brutal, y la tapa de la olla ha saltado. El precio es muy grave, pero que haya saltado es un adelanto tan grande para la sociedad… La salud mental forma parte de lo que somos, y la OMS dice que el 25% de los humanos caerán en algún momento de su vida en un trastorno mental. Yo ya lo he pasado y puedo volver a pasarlo, y me parece que esos números se quedan muy cortos. Es algo tan común, tan cotidiano… es imposible vivir en el mundo salvo que seas un ermitaño sin tener gente cerca con un problema de ese tipo. Asumir eso y reconocerlo, no hacer de eso una tragedia y no estigmatizarlo es muy importante.

Un trastorno mental es una ruptura de la narración común, te saca del mundo. Me siento feliz de haber vivido esas crisis de pánico que tuve porque me enseñaron a conocer esa parte del mundo que de otra manera no habría podido conocer. Te mete en una soledad que es inexplicable. Tienes que estar allí para saber de lo que te estoy hablando.

P. ¿Qué o quién le ayudó con esas crisis de pánico?

R. En mi época y en mi clase social a nadie se le ocurría llevarte al psiquiatra, así que las tres etapas que he tenido con ese tipo de ataques me las he pasado a pelo sin tomar un solo ansiolítico, cosa que lamento porque ¡viva la química! Pero eso también demuestra que la angustia y el pánico se pasan. Perder miedo al miedo es esencial. También creo que escribir ayuda. Cuento en el libro que cuando empecé a publicar novelas de manera continuada dejé de tener trastornos de pánico. Creo que está muy relacionado.

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Foto: I. B.

P. Hace unos días, durante la presentación del último libro de Marta Sanz, ella se definía a sí misma como lectora poco sectaria. ¿Es usted también así, de las que leen todo lo que cae en sus manos?

R. Sí, sí. Soy una lectora impulsiva y yonqui. Es que no puedo ver una cosa y no leerla. Si no tengo algo, hasta los prospectos de los medicamentos. Soy ecléctica en mis lecturas, voy haciendo mi propio camino. Lecturas que te llevan a otras lecturas, libros que te entran por los ojos, o que te los recomienda alguien… es algo arbitrario. Tengo la casa llena de libros, y como me mandan muchos, ya nunca me los podré leer todos ni de coña, lo cual es una agonía.

P. Habla de convivir con monstruos y con miedos. ¿Cuáles son los suyos?

R. Es muy preocupante la situación del mundo. No solo por la guerra en Ucrania, sino por cosas más profundas que no son recientes. Cuando empecé a hacer las 'brunas' (serie de libros basada en el personaje de la detective Bruna Husky) hace 14 años, ya veía que el sistema democrático estaba perdiendo legitimidad y cada vez había más gente que no se sentía representada. Eso es algo que ocurre desde la crisis de 2008, que se solucionó en falso a costa del empobrecimiento de una cuarta parte del mundo. Y esa gente empobrecida vio que los causantes de la crisis no solo no habían pagado nada, sino que cada vez eran más ricos. Esa falta de representación es trágica porque yo, que he nacido y crecido en una dictadura, te aseguro que la peor democracia es mil veces mejor que la mejor dictadura.

Observo que van creciendo los dogmatismos, los totalitarismos y una serie de populistas a izquierdas y a derechas. Es preocupante porque crea un mundo de odios que no resuelve los retos que tenemos delante, como el calentamiento global.

"Esa gente empobrecida vio que los causantes de la crisis no solo no habían pagado nada, sino que cada vez eran más ricos"

P. "Fanatismo climático", lo llama Santiago Abascal.

R. ¡Madre del amor hermoso! Qué analfabeto. Me preocupa esa sensación de los miedos inmanejables, como la pandemia, la guerra de Ucrania o los desplazados de Siria, que han sido el primer gran fracaso del mundo frente a algo que estuvo causado por ese cambio climático. Porque hubo siete años de sequía brutales en Siria que hicieron que millón y medio de personas se desplazaran del campo a Aleppo y a otras ciudades y eso creó situaciones de violencia. Esto no para de crecer y aunque es muy humano hacer como que no existe, no sirve para nada. La mayoría de la gente tampoco piensa en la muerte porque cuando es algo que te da pavor y no lo sabes manejar, lo ignoras. Pero esa negación no nos lleva a nada bueno.

P. Esta mañana escuchaba que en Rusia a los despidos se les está denominando "liberalización de las personas". ¿Cómo digiere esto una persona como usted, que trabaja con el lenguaje?

R. Pues mira, me parece tremendo. Aunque en el fondo, muy, muy en el fondo, tiene razón en el sentido de que el trabajo es una esclavitud (sonríe).

P. Sabemos de usted que es una animalista convencida. En la manifestación de hace unos días en Madrid había carteles que decían: "No a la dictadura animal".

R. Eso es manipulación y desinformación. El campo está fatal y tienen suficientes razones para protestar, pero casi el 4% del territorio español son cotos de caza privados propiedad de 500 familias. Es un negociazo y es mucho dinero, y esa asociación de cazadores metió en la manifestación a mucha gente a la que llevó en autobuses. Puro 'fake news'.

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Foto: I. B.

P. Hablemos si le parece de su faceta periodística y su vinculación al diario 'El País'.

R. En marzo de 1977 empecé a colaborar en el suplemento dominical. Había trabajado antes haciendo en entrevistas en 'Fotogramas', 'Posibles' y otras revistas de la época. Me llamó Félix Bayón, redactor jefe del dominical, porque se les había caído la entrevista principal. Me dijo: "¿Puedes tener para mañana una entrevista de 12 páginas?", le dije: "¿Pero quién?" y me dijo "¡A quien sea!" (risas). Y cuando una es colaboradora siempre dice vale, así que llamé a Ana Belén y le dije: "¿Te importa darme una entrevista para ya?" y también me dijo vale. Qué maja la tía. Me fui a su casa y entregué el texto 12 horas después.

P. Fue redactora jefe del dominical durante dos años. ¿Cómo fue ser jefa?

R. Para mí un horror, sufrí como una bellaca. Pero Juan Luis Cebrián, que tiene sus cosas criticables, apoyaba a las mujeres y fue el que me lo propuso. Me pilló además en una época en la que estaba un poco harta, porque empecé a publicar en 'El País' y de repente el periódico dio un pelotazo y nos lanzó a la fama a los colaboradores de entonces. Tú fíjate, de repente hacerme famosísima y que todo el mundo te comente tu trabajo. Es que hasta mis amigos, en vez de hablarme de cosas normales, me aconsejaban sobre las cosas que tenía que hacer para mantenerme. Fue angustioso, así que lo que quería era dejar de firmar para que la gente se olvidara de mí. Cuando Cebrián me ofreció eso pensé que era una oportunidad de conseguirlo. Y aunque me daba miedo porque soy muy mala organizando, pensé que mi deber era aceptarlo porque al final las mujeres siempre nos negamos al poder. Ahora hay muchas más afortunadamente, pero entonces no había nadie. Y visto lo visto, creo que es mejor que la gente no se olvide de mí. Y como jefa, mira que me esforcé, pero creo que saqué un 7 raspadito de nota. No sirvo para eso.

"Quería era dejar de firmar para que la gente se olvidara de mí. Cuando Cebrián me ofreció eso pensé que era una oportunidad de conseguirlo"

P. Es muy activa en redes sociales. ¿Cuántos monstruos hay ahí?

R. Miles. En Twitter entro de vez en cuando y hay debates en los que te dicen lindezas, pero jamás hay que contestar a los que te insultan, porque si tú eres visible el algoritmo hace que aumentes la suya. Ellos lo saben muy bien y dicen cosas para que te piques. Sí estoy mucho en Facebook, que es un sitio que tiene su gracia. Tengo casi 197.000 seguidores, es como vivir en una ciudad con personas a las que nos unen los mismos intereses. Ahí la gente es increíble y he escrito artículos a partir de cosas que me han dicho.

P. Dice que recuerda un Madrid muy gris cuando era pequeña. ¿Cómo es ahora?

R. Soy madrileña, de Cuatro Caminos, y he pasado por muchos altibajos. Ahora estoy enamorada de Madrid de una manera profunda. He llegado a entender la esencia de este Madrid y a quererlo mucho. Es un conjunto de pueblos y eso me encanta, y al mismo tiempo es muy cosmopolita. Es una ciudad muy graciosa.

Rosa Montero, nacida en 1951 y crecida en el madrileño barrio de Cuatro Caminos, tiene una risa contagiosa. Posa para las fotos jaranera y locuaz y explica que la biblioteca en la que se realiza la entrevista fue hace mucho la Casa de Fieras de Retiro. "¿Te puedes creer que ahí hubiera un oso polar? Pobrecito, qué barbaridad", explica mientras sujeta su último libro, 'El peligro de estar cuerda' (Seix Barral).

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