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La otra factura del covid: ya sabemos qué nos ha pasado mientras nos obsesionaba la curva
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La otra factura del covid: ya sabemos qué nos ha pasado mientras nos obsesionaba la curva

Ahora que ha pasado el tiempo, ya sabemos el impacto que tuvieron en nuestro bienestar mental y otros factores los primeros meses de pandemia. Y no fue nada bueno

Foto: Foto: EFE/Fernando Alvarado.
Foto: EFE/Fernando Alvarado.

A finales de marzo de 2020, mientras España asistía anonada al avance de una pandemia que apenas un par de meses antes habría parecido imposible, los psicólogos y científicos sociales advertían de que se trataba de un acontecimiento con unas derivadas incalculables que solo se podrían medir con el paso del tiempo.

El caso es que ese tiempo pasó, las mediciones se realizaron y publicaron y, debido a una mezcla de factores (la velocidad con la que se han sucedido los acontecimientos, el hartazgo o la preponderancia de lo epidemiológico por encima de otras consideraciones), los resultados casi han pasado desapercibidos, quizá también porque no necesitamos que nos repitan lo que sabemos. ¿O no?

"España es uno de los países con peor salud mental de Europa"

Sin embargo, si echamos un vistazo a las investigaciones que se han publicado a lo largo de este año 2021, la tesis es clara (la epidemia de covid ha pasado otras facturas, especialmente mentales, a la población española) pero algunos matices no lo son tanto. El mismo año en que se aprobó la tramitación de la ley sobre salud mental propuesta por Unidas Podemos, esta ha sido una de las más afectadas, pero no para todos lo mismo. Vayamos por partes.

Peor que en Wuhan

Que en general estamos un poco peor que hace dos años parece evidente. Un trabajo publicado a principios de este año en ‘The Spanish Journal of Psychology’ y realizado por investigadoras de la Universidad Complutense iba un poco más allá y señalaba no solo el previsible aumento de los niveles de depresión, ansiedad y de pérdida de bienestar, sino también las variables asociadas con estos problemas. A diferencia de lo que se decía al principio, el covid no afecta igual a todos.

Una serie de descubrimientos llamativos: haber sido infectado con el virus o pertenecer a un grupo vulnerable (como los pacientes de diabetes) no hacía aumentar el estrés; tampoco las personas mayores o los varones parecían más afectados por la ansiedad al covid. Por otra parte, gozar de altos ingresos o disfrutar de la ausencia de amenazas económicas relacionadas con los efectos de la pandemia eran los dos factores que predecían un mayor bienestar. Aquellas personas con problemas mentales, que padecen soledad o que habían sufrido adicciones, lo han pasado bastante peor.

placeholder Mascarillas en Wuhan. (Reuters/Aly Song)
Mascarillas en Wuhan. (Reuters/Aly Song)

Pero ¿qué pasó después del confinamiento? Un metaestudio aún sin revisar que analizaba estudios realizados hasta febrero del año pasado afirmaba que la salud mental de los españoles se había deteriorado aún más que en otros países como China, país de procedencia de los investigadores. La mirada extranjera es interesante: “Nuestros hallazgos muestran que hay niveles más altos de ansiedad, depresión y especialmente síntomas de insomnio en España, comparados con el resto de países europeos excepto Italia y Francia”. ¿Lo más preocupante? Que estamos durmiendo fatal.

Niños con ansiedad, adolescentes que duermen mal

A mediados de abril de 2020, en pleno confinamiento, un grupo de investigadores de las universidades de Málaga y Alicante presentó una encuesta ‘online’ a más de 1.000 jóvenes españoles de entre nueve y 18 años. Los resultados, publicados este año en ‘Frontiers in Psychology’, mostraban el aumento de la ansiedad y los problemas de sueño entre adolescentes: como explican los autores, es a partir de los 12 años cuando los problemas de ansiedad comienzan a aparecer, algo que el confinamiento ha propiciado. Por el contrario, los niños más pequeños no notaron ese impacto porque se sentían protegidos por sus padres.

Entre las consecuencias más claras del confinamiento se encontraban problemas de atención, irritabilidad y miedo a preguntar sobre el coronavirus. Otro de los hallazgos del estudio es que las adolescentes tienen menos problemas para la autorregulación emocional, comparadas con ellos: los varones tuvieron más problemas para organizarse, autorregular sus emociones, organizar su tiempo, resolver problemas y estar motivados.

Las consecuencias psicológicas fueron más acentuadas entre los jóvenes

“Luchando por respirar” es el elocuente título de otro estudio publicado en ‘Psychology & Health’ y realizado por un grupo de investigadoras de la Universidad del País Vasco con niños de hasta 12 años, que muestra que las sensaciones que tuvieron durante el confinamiento eran variadas, desde la felicidad de estar con sus familias hasta “miedo, nerviosismo, preocupación, soledad, tristeza, aburrimiento y furia”. Pero de lo que más solían quejarse era de la falta de aire fresco y de la imposibilidad de jugar al aire libre durante semanas. Para muchas familias, el confinamiento fue el momento en que pudieron dedicar más tiempo a la vida familiar.

Un trabajo publicado en ‘Psicología conductual’ y realizado por investigadores de la Universidad de Barcelona y la Universidad Ramon Lull mostraba que “la calidad del sueño, los hábitos alimentarios, las preocupaciones por la apariencia física, por el futuro y por la salud habían empeorado a raíz del confinamiento”. Eran sobre todo las mujeres las que tenían más posibilidades de sufrir un trastorno alimenticio, y las que más habían notado un impacto en la percepción de su apariencia física y su calidad de sueño.

placeholder Foto: EFE/Juan Herrero.
Foto: EFE/Juan Herrero.

El confinamiento también magnificó nuestras relaciones personales: “Ha tenido un impacto en las relaciones sociales en casi la mitad de la muestra, en algunos casos mejorando las relaciones familiares, amistosas y de pareja, y en algunos casos deteriorándolas”.

La crisis universitaria

Como mostraba el informe publicado por Unicef este otoño, España es además el país de Europa donde los adolescentes sufren más problemas de salud mental, especialmente ansiedad y depresión. El estudio anteriormente citado de la Universidad Complutense mostraba que el grupo de edad más afectado fue el de entre 18 y 24 años: un 34,6% presenta síntomas relacionados con la ansiedad y un 42,9%, con la depresión. Los jóvenes son los grandes penalizados por la pandemia: “Las actuales y previsibles consecuencias a largo plazo de la crisis del covid-19 son una amenaza directa a sus proyectos vitales, algo que no ocurre con las personas mayores”.

La ansiedad había aumentado, los pensamientos suicidas disminuyeron

El suicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. Sin embargo, otro estudio realizado por investigadores de la Universidad de Almería —entre febrero y marzo de este año y publicado en el ‘International Journal of Enviromental Research and Public Health’— mostró que en esa época (justo después de la tercera gran ola de Navidad), aunque había aumentado el miedo al covid respecto al año anterior y que los niveles de ansiedad se mantenían altos, eso había provocado menos pensamientos suicidas.

Otro hallazgo interesante es el que aportan en ‘Aging & Mental Health’ investigadores de la Universidad de Oviedo, que descubrieron que las personas mayores se sintieron mejor durante el confinamiento que los menores de 60. Algo que parece en principio contradictorio, ya que eran el perfil de edad que estaba siendo más castigado por la enfermedad. La explicación apunta una vez más a la incertidumbre económica causada por la pandemia: “Puede argumentarse que nuestro grupo de mayores tenía un estatus socioeconómico más confortable y un perfil covid más benigno, lo que puede haber aliviado el impacto psicológico derivado de estos factores, mientras que los jóvenes pueden tener más preocupaciones sobre su futuro, en lo que concierne al empleo, los hijos o los problemas financieros, debido a la inestabilidad de sus condiciones de vida”.

Cuanto más pasa el tiempo, peor

La pandemia no solo ha afectado de manera directa a nuestra ansiedad o nuestra probabilidad de sufrir una enfermedad mental, sino que también ha agudizado el estigma relacionado con ello. Una investigación realizada durante el confinamiento, entre la segunda y la quinta semana, mostró algo muy interesante: si bien al principio no había cambios sustanciales en la percepción de los demás, a medida que pasaba el tiempo (es decir, en la quinta semana, cuando ya se podía salir a pasear), los pacientes señalaban que estaban percibiendo una mayor discriminación por parte de su entorno y una mayor estigmatización interna.

placeholder Un simpático perro sin mascarilla. (EFE/Juan Herrero)
Un simpático perro sin mascarilla. (EFE/Juan Herrero)

Es una buena señal de lo que ocurre a medida que pasa el tiempo: no eran los pacientes con otras enfermedades los que sufrían mayor discriminación, sino aquellos con enfermedades mentales, y también algunos que sufrían enfermedades pulmonares. Eran los días de los policías de balcón en que los padres de algunos niños autistas denunciaron la persecución que estaban sufriendo.

Una reflexión final: “Es sorprendente que en una situación de emergencia causada por un virus que tiene impacto físico (sobre todo en el aparato respiratorio) sea la gente con problemas mentales la que sufra un mayor impacto en su estigmatización”. Una de esas paradojas pandémicas que, como tantas, no es tan paradójica cuando se la mira de cerca.

Hay para todos

Uno de los problemas (y virtudes) de la ciencia es que no puede realizarse en directo, por lo que la mayoría de investigaciones ya revisadas y publicadas se centra en el confinamiento, un acontecimiento social nunca antes visto, y en los meses posteriores. Sin embargo, aún tiene que pasar cierto tiempo para comprobar con perspectiva la evolución de la salud psicológica de los españoles durante los últimos meses. Lo irónico quizá sea que para entonces ya los datos nos parecerán viejos y, por eso mismo, los consideremos como el efecto natural de una situación complicada que hemos logrado dejar atrás. Y así hasta el infinito.

Lo que está claro es que podemos fijarnos en cualquier profesión o condición y en todas ellas hay un estudio que muestra cómo la pandemia ha producido un empeoramiento de su salud mental: hay para cuidadores en residencias de ancianos, hay para profesores y hay para profesionales sanitarios. Sabemos mucho, ¿hacemos poco?

A finales de marzo de 2020, mientras España asistía anonada al avance de una pandemia que apenas un par de meses antes habría parecido imposible, los psicólogos y científicos sociales advertían de que se trataba de un acontecimiento con unas derivadas incalculables que solo se podrían medir con el paso del tiempo.

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