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¿Puede la OTAN interceptar un ataque nuclear ruso? Estos son los escenarios posibles
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Las opciones para Putin se agotan

¿Puede la OTAN interceptar un ataque nuclear ruso? Estos son los escenarios posibles

El abanico de armas nucleares al alcance de Rusia para lanzar un posible ataque nuclear es muy amplio. Pero preocupan más las capacidades de la OTAN para responder y evitar que los misiles golpeen su objetivo. ¿Es posible?

Foto: Misil ICBM Topol-M. (Vitaly Kuzmin)
Misil ICBM Topol-M. (Vitaly Kuzmin)
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Vivimos un momento muy delicado e inesperado en cuanto a la estabilidad mundial. Pocos habríamos creído a quien, a mediados de 2021, nos hubiera dicho que un año después íbamos a estar casi al borde de un conflicto nuclear. Pero la realidad es que no se vivía una situación tan tensa casi desde la crisis de los misiles en Cuba. Nadie puede descartar ahora que Putin abra esa caja de Pandora que supone el empleo de un arma nuclear, y la pregunta es inevitable: llegado el caso, ¿habría posibilidad de defensa?

Los desastres militares se encadenan unos con otros. Ahora, la segunda línea rusa, apresuradamente establecida al este del río Oskil, es muy probable, por no decir seguro, que cederá en cuestión de días y se producirá una nueva desbandada. Kreminna ahora está al alcance de los ucranianos y con esa población liberada, el siguiente paso sería Sievierodonetsk, para apuntar directamente contra Lugansk, y eso son palabras mayores. Con eso, el nuevo territorio del Donbás anexionado hace solo unos días de forma ilegal comenzará a tambalearse para los rusos.

Foto: De izquierda a derecha, IRIS-T SLS, IRIS-T SLM, Dirección de Tiro y radar Master 200. (Diehl Defence)

Las opciones para Putin se agotan. Es una muy mala noticia para él, pero también para el resto del mundo porque, a medida que se vea más y más contra las cuerdas, la tentación —o el deseo— de usar la carta nuclear será más fuerte. Supongamos por un momento que la tensión en el Kremlin, fruto de los últimos reveses militares, llega a un punto de no retorno donde el propio Putin o su camarilla de ‘halcones’, aquellos que ya dicen abiertamente que es hora de usar armas nucleares, deciden pulsar el botón rojo. ¿Qué tipo de arma emplearían? El abanico de posibilidades es muy grande.

Las grandes alternativas son un ataque estratégico o uno táctico. Lo primero requeriría del empleo de sus misiles balísticos intercontinentales, sus ICBM. Es quizás uno de los movimientos más estudiados durante aquellos años de mutuo recelo entre ambas superpotencias e implicaría una inmediata respuesta equivalente, pues estaríamos hablando de un ataque a alguna capital o centro militar de un país occidental.

placeholder Lanzador doble de misiles Iskander. (Mil.ru)
Lanzador doble de misiles Iskander. (Mil.ru)

Ese ataque podría llevarse a cabo con los misiles estacionados en silos, en caso de emplear los SS-18 M6 Satan, unos monstruos de más de 36 metros de largo, casi 200 toneladas de peso y con un alcance de entre 10.000 y 16.000 km, o con las lanzaderas móviles de los misiles SS-25/SS-27 Topol y Topol-M, muy difíciles de descubrir y atacar con antelación. También se podrían utilizar los submarinos nucleares, más difíciles de neutralizar, aunque a buen seguro la OTAN ya habrá intensificado la tarea de intentar controlar sus movimientos.

El ataque con ICBM es fácil de detectar en su lanzamiento, no en su preparación, porque su activación puede ser inmediata y sin levantar sospechas; por ello, los tiempos de reacción son pequeños. La OTAN pondría en liza su escudo antimisiles con sus bases en Polonia y Rumanía (misiles Patriot) y con buques antiaéreos, los cuatro destructores norteamericanos —en un par de años, serán seis— basados en Rota, en el que pueden colaborar las fragatas F-100 españolas dotadas del sistema AEGIS. Un ‘escudo’, por cierto, puesto en funcionamiento en 2016 tras la anexión rusa de Crimea en 2014 y al que Putin se opuso con rotundidad, aunque entonces se activó en previsión de ataques de países como Irán o Corea del Norte.

Sin embargo, lanzarse de entrada a una guerra total con un ataque estratégico a sabiendas de que generaría una respuesta equivalente parece algo tan descabellado que se considera poco o nada probable. El ataque táctico, en cambio, es mucho más verosímil y posible. En este caso, podría tratarse de un ataque con lo que se denominan ‘armas tácticas’, pensadas para actuar contra un objetivo del campo de batalla, causando daños más ‘limitados’.

placeholder MiG-31K llevando un misil Kinzhal. (Mil.Ru)
MiG-31K llevando un misil Kinzhal. (Mil.Ru)

Si bien las cabezas nucleares estratégicas tienen una potencia de entre 500 y 1.000 kilotones e incluso algunas más del doble (un kilotón es el equivalente en potencia destructiva a 1.000 toneladas de TNT), los ingenios tácticos tienen potencias que oscilan alrededor de los 20-50 kilotones. Por comparación, la bomba lanzada sobre Nagasaki era de una potencia de cerca de 20 kilotones y, conociendo sus consecuencias, decir que un ingenio táctico es de ‘efectos limitados’ no deja de ser un trágico eufemismo.

Ataque táctico

Solo en cabezas tácticas, se estima que Rusia podría tener alrededor de 1.800, entre las disponibles para misiles de crucero, misiles balísticos de corto alcance, misiles aire-tierra e incluso sus nuevos hipersónicos. El número es ya de por sí aterrador, aunque están surgiendo voces entre analistas que indican que, a sabiendas del enorme coste que supone el mantenimiento de las armas nucleares —y viendo lo que estamos viendo durante la guerra—, es muy posible que una cifra significativa de ese total esté fuera de servicio.

Siguiendo con nuestro supuesto, lo más probable es que se lanzara una bomba pequeña sobre territorio ucraniano. Podría ser sobre una zona del frente donde ahora hay mucha actividad, como el frente noreste, pero se encuentra demasiado cerca del Donbás —recordemos, ya territorio ruso— y de sus propias fronteras. Por ello, y teniendo en cuenta la componente de ‘mensaje’ que implicaría este ataque, parece más lógico que se realizara sobre una zona central de Ucrania, no muy poblada y con algún objetivo militar que pudiera justificar el ataque.

Habría que apostar por el empleo de misiles, entre ellos un Iskander M, un Kalibr o un Kinzhal. El primero es el SS-26 SSM (9K720 o Iskander-M), del que hay en servicio unos 140 lanzadores y unas 70 cabezas nucleares. Transportado sobre una plataforma de camión, es fácil de mover y emplazar, tarda tan solo 16 minutos en estar listo y alcanza los 500 km. Desde una ubicación al otro lado de la frontera rusa, podría alcanzar una amplia zona hasta medio camino entre Kiev y Járkov.

placeholder Submarino Krasnodar, perteneciente a la Flota del mar Negro. (Mil.ru)
Submarino Krasnodar, perteneciente a la Flota del mar Negro. (Mil.ru)

El 3M-54 Kalibr es uno de los misiles que más juego le han dado a Rusia, hasta ahora usado con carga convencional. Es del tipo de ‘crucero’, vuela a velocidades subsónicas durante su fase de navegación hasta el objetivo y acelera hasta los 2,9 Mach en la fase de ataque. Su alcance está entre los 300 y 600 km para las versiones de corto alcance y de exportación, llegando a los 2.500 km en las de largo alcance. Se puede lanzar desde submarinos y supone un ‘brazo ofensivo’ muy largo con el que todo el territorio ucraniano estaría amenazado.

El Kh-47M2 Kinzhal es un modelo hipersónico para ataque de precisión aire-tierra. En buena medida, es un derivado del Iskander, pues utiliza su módulo propulsor modificado. Aunque Rusia ha afirmado que lo ha utilizado y que su velocidad es superior a Mach 10 (10 veces la del sonido), al menos el dato de velocidad está por confirmar y parece bastante exagerado. Sin embargo, dado que en el fondo este misil no ha sido muy utilizado, parecería más lógico que el ataque se encomendara a armas ya probadas y fiables como las dos anteriores.

Defenderse de estos misiles es posible y, de hecho, la artillería ucraniana lo ha conseguido en varias ocasiones, aunque nunca hay garantía de éxito. El Iskander, pese a ser considerado misil balístico, en realidad no sigue trayectoria balística, por lo que su interceptación se debe fiar a los misiles de medio e incluso corto alcance. En esas circunstancias, los tiempos de reacción son mínimos. El Kalibr, al ser del tipo crucero y volar a muy baja cota, es difícil de detectar y para su interceptación sería muy bueno contar con misiles sofisticados que garanticen su derribo en la fase de vuelo supersónico. Difícil, pero no imposible. Ya se ha conseguido antes.

Múltiples alternativas

Llegados a este punto, en el que ya se habría producido el temido ataque con el que iniciábamos esta hipótesis, la preocupación debería llegar por la respuesta de la OTAN. Cabría dar una respuesta equivalente, es decir, nuclear. Llegaría en forma de ataque con aviones y bombas B-61, poniéndose en práctica el 'nuclear sharing'. Pero vemos mucho más probable una respuesta convencional masiva y contundente.

placeholder El general de EEUU retirado David Petraeus. (Reuters)
El general de EEUU retirado David Petraeus. (Reuters)

Así también ha opinado alguien de peso como es el general Petraeus, exjefe de la CIA y curtido militar, muy carismático y respetado por sus tropas. Él afirmaba que Estados Unidos y la OTAN darían una respuesta convencional barriendo todas las fuerzas rusas en Ucrania. Eso incluiría Crimea y los buques rusos en el mar Negro. No es una opinión cualquiera y, desde luego, supondría la aniquilación de las bases aéreas en la península, así como las instalaciones militares de Sebastopol. ¿Recuerdan que hace unas semanas los rusos se llevaron a Novorosiik sus submarinos clase Kilo?

Putin tiene a su alcance muchas alternativas y nadie sabe qué puede estar pasando por su cabeza. Imaginen, por ejemplo, que decide realizar un ataque nuclear táctico, pero, a la vez, filtra el momento y el objetivo, para que el misil enviado sea derribado e incluso no detone. ¿Qué haría la OTAN en esa circunstancia? Por un lado, habría usado un arma nuclear —mensaje enviado—, pero en realidad no habría pasado nada.

Otra opción: ¿y si ahora Rusia, con su ‘nuevo’ submarino Belgorod navegando, realiza una prueba nuclear, por ejemplo, del famoso supertorpedo Poseidón o Status-6? Putin sigue poniendo fichas sobre el tapete, esperando que sean los demás los que se levanten ante sus amenazas, pero sus cartas cada vez son peores.

Vivimos un momento muy delicado e inesperado en cuanto a la estabilidad mundial. Pocos habríamos creído a quien, a mediados de 2021, nos hubiera dicho que un año después íbamos a estar casi al borde de un conflicto nuclear. Pero la realidad es que no se vivía una situación tan tensa casi desde la crisis de los misiles en Cuba. Nadie puede descartar ahora que Putin abra esa caja de Pandora que supone el empleo de un arma nuclear, y la pregunta es inevitable: llegado el caso, ¿habría posibilidad de defensa?

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