Es noticia
La madre posfascista que todos llevamos dentro: "El miedo a Meloni ya no funciona"
  1. Mundo
  2. Europa
Elecciones en Italia

La madre posfascista que todos llevamos dentro: "El miedo a Meloni ya no funciona"

Giorgia Meloni puede convertirse en la primera mujer en gobernar Italia tras adelantar a Berlusconi y Salvini por la derecha, explotar una biografía de superación personal femenina y vender atlantismo para suavizar su perfil

Foto: Giorgia Meloni en un mitin electoral. (EFE)
Giorgia Meloni en un mitin electoral. (EFE)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Giorgia Meloni irrumpió en la campaña autonómica andaluza como elefante en cacharrería.

12 de junio de 2022, mitin de Vox en Marbella; Meloni, lideresa del partido posfascista Fratelli d’Italia, espetó a gritos: "O se dice sí o se dice no. Sí a la familia natural, no a los lobbies LGBT; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva… Sí a la soberanía de los pueblos, no a los burócratas de Bruselas; y sí a nuestra civilización, y no a quienes quieren destruirla".

El discurso, que Meloni dio en español, fue tachado de "ultra" por algunos periodistas españoles; demasiado "ultra" para un mitin de Vox…

Pasadas las elecciones, Macarena Olona, candidata de Vox a la Junta, parafraseó el 'speech' de Meloni en el parlamento andaluz.

No obstante, el 'melolinazo', que viralizó en Italia por su tono desaforado, no fue el revulsivo que pretendía Vox; por varios motivos:

1) Meloni admitió luego en 'La Stampa' que se pasó de frenada porque estaba fatigada del viaje. "Cambiaría el tono, no el contenido, porque son cosas que he dicho muchas veces... Volví a ver el mitin [de Marbella] y no me gustó. Cuando estoy cansada, no logro modular un tono apasionado que no resulte agresivo".

2) Que la campaña de Vox en Andalucía fue fallida es algo que admiten internamente en el propio partido. Entre el pastiche folclórico de Olona (toda la campaña 'disfrazada' de presunta andaluza) y el turbo discurso de Meloni (con escaso anclaje en la política local), Vox no sacó el resultado esperado.

Foto: Giorgia Meloni, líder del partido Fratelli d'Italia (Hermanos de Italia). EFE

Pero si Olona acabó dejando Vox (29 de julio) por sus malas relaciones con popes del partido, Meloni entró en órbita al mismo tiempo: la inesperada caída del gobierno de Mario Dragui (28 de julio) le dejó como favorita a ganar las elecciones el próximo domingo.

Ahora que Olona amaga con volver por su cuenta, debería saber que la carrera de Meloni (45 años) está marcada por un ascenso con picos de sierra: fue la ministra más joven de la democracia italiana (en 2008 a los 31 años), pasó una travesía del desierto resucitando al posfascismo (la pasada década) y ahora puede convertirse en la primera mujer en gobernar Italia. ¿Cómo lo logró?

1992

A principios de los noventa, Meloni era la canguro de la hija de Rosario Fiorello, popular presentador de varietés de la televisión italiana. En un momento en el que Silvio Berlusconi planeaba su salto televisivo a la política, Meloni era una adolescente (del barrio popular romano de la Garbatella) que veía el establishment desde abajo: trabajaba (canguro, camarera, en el mercado) para llevar dinero a casa tras la 'fuga' de su padre, estudiaba y militaba (desde los 15 años) en el Fronte della Gioventù, juventudes neofascistas del Movimento Sociale Italiano.

"Llamar a la puerta del Fronte della Gioventù me cambió la vida", aseguró en su libro 'Noi Crediamo'.

Y justo en ese momento: Italia implosionó.

Foto: El funeral de Togliatti

Al partido comunista más grande de Europa, el PCI, la Historia le jugó una mala pasada en 1992. Tras varias décadas rozando el sorpaso a la Democracia Cristiana (DC), pareció llegar el momento del PCI por incomparecencia, al hundirse el sistema de partidos (DC y socialistas) por la corrupción y la acción judicial (Tagentópolis/Mani pulite). Pero…

Con todo a favor, el PCI se vio atropellado por el tren de la Historia (crisis de los partidos poscomunistas europeos a la caída del Muro) y por la locomotora posmoderna berlusconiana: en un alucinante giro político italiano, el país decidió que la mejor manera de regenerar el sistema era nombrar presidente (1994) al empresario televisivo Silvio Berlusconi (con el apoyo de la Lega Norte y de los filofascistas del Movimiento Social Italiano). Bunga bunga o comunismo.

placeholder Berlusconi, Salvini y Meloni en 2020. (Reuters)
Berlusconi, Salvini y Meloni en 2020. (Reuters)

Para sorpresa de nadie (fuera de Italia), el relato del Berlusconi regenerador acabaría (con los años) como el partido contra las drogas de Maradona y Julio Alberto, pero eso no quita para que la irrupción política de Berlusconi fuera un hito vanguardista al mezclar populismo, antipolítica, posfascismo, guasa y show televisivo en el mismo artefacto de gobierno. Tabula rasa.

Tras la derrota del fascismo italiano en la II Guerra Mundial, los herederos políticos de Mussolini tuvieron hueco en el nuevo sistema democrático de partidos, pero con truco: había un acuerdo tácito (que la Democracia Cristiana nunca se saltó) de no dejarles entrar en el gobierno. Y así fue… hasta que llegó Berlusconi.

Necesitado de los apoyos del Movimento Sociale Italiano (fundado en 1946 por seguidores de Mussolini, y refundado, en 1995, como Alianza Nacional, y en 2012, como Fratelli d'Italia con Meloni al frente), Berlusconi abrió la puerta a la normalización institucional del posfascismo en Italia. "El tabú de pactar con los herederos del fascismo había desaparecido completamente", cuentan Daniel Guisado y Jaime Bordel en el libro 'Salvini & Meloni: Hijos de la misma rabia'.

Los tres tenores

La Italia política de 2022, por tanto, tiene algo de réplica del terremoto 92. La Europa de los últimos años ha asistido pasmada al crecimiento del populismo, la antipolítica y la extrema derecha, pero el laboratorio político italiano no solo ya pasó por eso mismo en 1992/3/4, sino que Italia se prepara hoy para el previsible desembarco en el gobierno de las mismas tres familias de la derecha que en el 92, solo que (salvo Berlusconi) con distintos nombres y estrategias, y con los liderazgos reordenados:

1) Silvio Berlusconi, antiguo patrón carismático, es ahora la parte débil de la alianza derechista, una parodia de sí mismo con máscara de látex (su proyecto político parece definitivamente centrado en contar chistes verdes en la tele).

Foto: Berlusconi, el pasado abril. (Reuters/Remo Casilli)

2) Matteo Salvini ha sido el hombre fuerte de la derecha los últimos años; gracias a su reinvención de la Lega: del secesionismo del norte contra los "ladrones" de Roma y los "vagos" del sur al soberanismo nacionalista contra la inmigración y las élites europeas. Pero Salvini, maestro de las contorsiones políticas y el impacto mediático, perdió gas por sus ansias de poder: intentó tumbar el gobierno populista 5 Estrellas/Lega, del que era ministro del Interior y sheriff máximo, porque las encuestas le favorecían, pero una inesperada alianza alternativa le dejó aturdido y visibilizó sus contradicciones, especialmente flagrantes en 2022, cuando trató de borrar su pasado como groupie de Putin con grotescas vigilias a favor de la paz y el amor en Ucrania.

Para entender la subida de Meloni, es necesario detenerse en la bajada de Salvini. Hablamos con Jaime Bordel, autor de 'Salvini & Meloni'.

PREGUNTA. Durante años, Salvini se movió como pez en el agua en el oportunismo y en el decir una cosa y la contraria, quizá porque la política italiana, más teatral que la española, aguanta mejor este tipo de actuaciones picarescas. Sin embargo, el gran performer de la política italiana se ha deshinchado los últimos tiempos. ¿Por qué?

RESPUESTA. Salvini supo leer muy bien los acontecimientos unos años. Su operación de nacionalización de la Lega fue descomunal. Si en 2010 pronosticas que el partido de los separatistas del norte iba a acabar irrumpiendo en toda Italia, nadie te hubiera creído, ni el mayor politólogo del mundo, tú le cuentas eso a Giovanni Sartori hace diez años, y te hubiera dicho: 'Anda, chaval, vete de aquí y deja de decir tonterías'.

Fue algo impensable, pero Salvini supo tocar las teclas necesarias para seguir creciendo: crisis migratoria, seguridad en los barrios, etc.

Pero tuvo un error de cálculo, intentó hacer caer el Gobierno para forzar otras elecciones, y no lo logró. La borrachera de poder le nubló el juicio.

En fuera de juego, Salvini ya no sabía lo que hacer, tanto giro y tanta teatralidad empezaron a pasarle factura, sobre todo con el covid, cuando la gente dejó de estar para bromas, quería más certezas, y los shows de Salvini ya no gustaban tanto. La crisis migratoria fue muy favorable para él, pero llegaron otros tiempos políticos menos cómodos (covid, guerra en Ucrania) para un partido sospechoso de haber recibido financiación de Moscú y para un hombre que se había paseado por la Plaza Roja con una camiseta de Putin.

3) Giorgia Meloni, parte débil del tridente derechista hasta hace poco, va ahora como un tiro tras esperar pacientemente el desgaste de sus aliados. Meloni, a la que se le llena la boca hablando de tradicionalismo, fue ministra en uno de los bunga gobiernos de Berlusconi. Contradicciones aparte, su insistencia en los valores históricos de su partido (catolicismo, anticomunismo, nacionalismo) le llevaron a rozar el extraparlamentarismo… y ahora a liderar las encuestas (en efecto, la política contemporánea es más imprevisible que una película de Jackie Chan).

Antes de Meloni, los posfascistas crecieron con el liderazgo pragmático de Gianfranco Fini, que blanqueó el partido en las instituciones, como socio fiel del berlusconismo. Pero cuando Berlusconi comenzó a ahogarse en escándalos sexuales, Fini coqueteó con el centro para disputar el liderazgo de la derecha (fracasó y dejó a los posfascistas en crisis de identidad). La reacción al 'tecnócrata' Fini se llamó Giorgia Meloni, que le cambió el nombre al partido (Fratelli d'Italia) y devolvió a la derecha radical a sus esencias. En los últimos años, mientras sus aliados naturales apoyaban el ejecutivo técnico de Mario Draghi, Meloni se mantuvo firme en la oposición.

"Fratelli d'Italia es un partido que no se retracta, porque siempre ha dicho las mismas cosas, y hace gala continuamente de su rectitud moral y sus principios inquebrantables. Meloni tuvo claro eso desde el primer momento. Había que mantenerse firmes, perseverar y seguir defendiendo los valores de siempre: Dios, Patria y Familia. No dejarse llevar por el ritmo frenético de la política mainstream y esperar pacientemente el momento sin incurrir en contradicciones que pudieran suponer una traición a los suyos", cuentan Guisado y Bordel

Foto: Giorgia Meloni. (EFE/Alessandro Di Meo) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
La insoportable levedad de Vox y la histeria de Meloni
José Antonio Zarzalejos

"El principal mérito que atribuyen a Meloni desde la derecha es haber salvado un espacio político que se encontraba en pleno proceso de descomposición", añaden.

En noviembre de 2015, Berlusconi, Salvini y Meloni coincidieron por primera vez en una manifestación, en la roja Bolonia, contra el gobierno de Matteo Renzi. Era el inicio de una nueva unidad de acción, con altibajos, pero vigente hasta nuestros días. Era la foto de Colón del nuevo tridente de la derecha italiana; salvo que, a diferencia de la foto española, ésta iba a salir bien... y a pasar por encima de cualquier contradicción por gruesa que fuera: durante esa manifestación, Berlusconi dijo que Beppe Grillo, líder del Movimiento 5 Estrellas, era un "nazi", al tiempo que desfilaban manifestantes meloninianos luciendo iconografía fascista. En efecto, las tres derechas italianas tienen sus contradicciones, pero el sistema favorece las coaliciones electorales entre afines, clave de la posible presidencia Meloni.

Caído el gobierno Dragui (los italianos son los mejores haciendo pizzas, cantando canción melódica y derribando gobiernos desde el parlamento) ha llegado la hora de la paciente Meloni, que puede ser la primera presidenta posfascista del país que pasó a cuchillo al inventor del fascismo, Benito Mussolini, y fundó una Constitución (vigente) sobre sus cenizas.

En otoño de 2019, cuando aún era la última de la fila de la derecha, Meloni dijo en un mitin: "Soy Giorgia, soy mujer, soy madre, soy cristiana". Un DJ convirtió su declaración en hit discotequero satírico ('Io sono Giorgia').

Paradójicamente, el lanzamiento de la canción coincidió con el inicio de su popularidad electoral. A mediados de 2019, las encuestas daban 27 puntos de diferencia entre Salvini y Meloni. Tres años después, nadie duda de que Meloni va a pasar por encima de Salvini en las urnas el próximo domingo.

Todos somos otanistas

Hablamos con el historiador italiano Steven Forti, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor de 'Extrema derecha 2.0'.

PREGUNTA. ¿A qué achaca que Meloni sea la favorita en las elecciones cuando casi nadie daba un duro por ella hace pocos años?

RESPUESTA. Más que preguntar ¿qué ha hecho Meloni para subir?, yo preguntaría ¿qué ha hecho Salvini para bajar? En Italia ha habido una progresiva radicalización del votante de centro derecha. Votante que, antes del 94, votaba a la Democracia Cristiana, y después, a Berlusconi. Tras la crisis económica 2008/2012, el fracaso del Pueblo de la Libertad [unificación de las derechas en un partido único controlado por Berlusconi] y la crisis del berlusconismo, el votante de centro derecha se sintió desorientado, y acabó escogiendo a la Lega de Salvini. Pero en los dos últimos años, tras varios errores de Salvini (derriba el gobierno con 5 Estrellas, pide plenos poderes, se descoloca con la pandemia y le estallan sus relaciones con Rusia), el votante conservador fue girando hacia una Meloni que, tras entrar un incómodo Salvini en el gobierno técnico de Draghi, capitalizó la oposición.

Aunque no hay estudios recientes, puede deducirse que el votante de Meloni, hace veinte años, escogía la papeleta de Berlusconi y Forza Italia; sí, también la de Alianza Nacional, pero Meloni ya supera con creces los mejores resultados (un 13% de los votos) de su familia política. O la constante radicalización del antiguo votante de centro derecha.

"Nosotros somos europeístas y atlantistas fiables, pero la coalición de Meloni no, porque está Salvini, que se deja querer por Moscú"

P. ¿Cómo le ha ido a la izquierda en campaña y cómo ha decidido combatir a Meloni?

R. Veremos los resultados, pero la campaña por la izquierda va mal. El proyecto unificador de Enrico Letta (Partido Democrático) fracasó. Hay un centro derecha, una derecha, y una extrema derecha que se presentan unidas, al margen de sus divergencias, y una izquierda fragmentada.

Más allá de apelar a que ellos son más responsables y mejores gestores que la derecha, y al "ellos o nosotros" (miedo a la extrema derecha), la izquierda está jugando la baza internacional: nosotros somos europeístas y atlantistas fiables, pero la coalición de Meloni no, porque está Salvini, que se deja querer por Moscú.

En general, la economía y el trabajo está teniendo muy poca centralidad en la campaña.

P. Convertida en favorita, pero bajo sospecha por su tendencia posfascista, Meloni se ha aplicado en campaña para parecer moderada y presidenciable. ¿Qué tal le ha ido?

"Meloni vende el relato de una mujer que siempre tuvo que hacerse valer"

R. El proceso de relativa moderación de Meloni lleva tiempo en marcha. El año pasado, publicó un libro ('Io sonó Giorgia') que fue un éxito de ventas en Italia, y donde ya intentaba lo que los franceses llaman [aplicado a Le Pen] la desdiabolizacion.

Esto no significa que Meloni no siga dirigiéndose (en clave) a su electorado más radicalizado y nostálgico, pero sí que ha pisado el acelerador como mujer de Estado que entierra sus conexiones neofascistas más amenazantes.

Su gran baza, por el contexto internacional y por el pasado [prorruso] de Salvini, es su renovado atlantismo. Meloni vende atlantismo firme en contraste con otras extremas derechas europeas. Es su carta de presentación internacional, y por las señales que están llegando de Washington y Bruselas, le está funcionando... y no es a la única: a Polonia, en modo máximo otanismo, le va mucho mejor en Bruselas desde que estalló la guerra en Ucrania. Un dirigente muy importante del partido de Meloni, Adolfo Urso (veterano de los gobiernos Berlusconi/Fini), ha estado los últimos días en Washington y Kiev garantizando el compromiso de Italia (envío de armas a Ucrania) si Meloni preside el gobierno.

Estos movimientos, no obstante, son más hacia fuera (ganar legitimidad internacional) que hacia dentro: aunque me puedo equivocar, no creo que el tema Ucrania/Rusia vaya a ser un factor movilizador decisivo en estas elecciones.

P. ¿Cómo explotaba su historia personal Meloni en el libro?

R. Se presenta como la chica buena de barrio que podría ser tu vecina del tercero. Cuenta que de pequeña le llamaban Calimero [el pequeño pollo negro de los dibujos]. Ironiza con su tamaño pequeño. Recuerda que, cuando era niña, su padre se 'escapó' a las Canarias [con otra pareja]. Cuando iba a visitar al padre a España, aprendió un poco de español, que utiliza en los mítines de Vox. Cuenta que se crio con una madre 'soltera' de clase media baja de Roma; que cuando empezó a militar era la única mujer en un mundo de hombres, y (se pone victimista) para denunciar que se metían con ella en el colegio por sus ideas políticas (debido, dice, a la hegemonía cultural de la izquierda) .

El relato que vende, por tanto, es el siguiente: siempre tuvo que hacerse valer y conquistar todo por sí misma.

Foto: El escritor italiano Gianrico Carofiglio (Giuseppe Biancofiore)

Primero las madres

En 2016, Meloni se presentó a la alcaldía de Roma, sacando un 20,6% de los votos en la primera vuelta. Empezaba a estar en la pomada, aunque la campaña se recuerde más por un choque dialéctico con Berlusconi.

Meloni estaba (muy) embarazada en la campaña cuando Berlusconi perpetró uno de sus clásicos comentarios Varón Dandy que puso en bandeja a Meloni la carta de la maternidad. Según Il Cavaliere, una madre con bebé difícilmente podría gestionar una ciudad tan compleja como Roma; a lo que Meloni respondió: "Le agradezco a Berlusconi la solidaridad, pero lo que Giorgia Meloni puede o no puede hacer lo decide ella misma". Juego, set y partido para Meloni.

Foto: Silvio Berlusconi. (EFE EPA FABIO FRUSTACI)

Guisado y Bordel resumen así la vía Meloni a las políticas de género:

1) "Este episodio [el choque con Berlusconi], del que Meloni salió victoriosa mediáticamente, supuso un fuerte impulso para su imagen. Una mujer que se rebelaba contra el tradicionalismo de una parte de la sociedad italiana que no concebía que las mujeres pudieran ser madres y realizarse profesionalmente. De esta manera, Meloni comenzaba a posicionarse como la líder de la derecha que mejor respondía a las cuestiones de igualdad de género. No porque se sumara al movimiento feminista —que siempre rechazó de pleno—, sino porque fue la única líder de la derecha capaz de articular un discurso sobre la igualdad de género desde una perspectiva conservadora que fuera más allá de una mera reacción de una masculinidad amenazada".

2) Meloni no es feminista pero se ocupa de los problemas de las mujeres, así se ha definido siempre una líder que despliega un curioso popurrí ideológico. Por un lado, sorprende la relevancia que concede al mérito en sus discursos... desde una perspectiva completamente liberal, lo que resulta chocante viniendo de una tradición ideológica crítica con el liberalismo como es la posfascista. Palabra de Meloni: "No creo en las cuotas, no creo que las políticas para las mujeres deban ser una especie de gueto. Creo en el mérito. Creo que las mujeres tienen los instrumentos para medirse de igual a igual con los hombres, y combato esta dinámica que lleva a las mujeres a competir entre ellas y no a competir contra los hombres".

3) "Argumento meritocrático que suele acompañar inmediatamente con una demanda de mayor conciliación en el ámbito laboral y personal. Este binomio es explotado muy a menudo por Meloni, que se dirige a todas las mujeres, pero sobre todo a las madres: "Hoy las mujeres están discriminadas, pero sobre todo las madres" comentaba en 2019. Siempre ha puesto especial énfasis en las dificultades de las madres italianas para conciliar su vida personal y profesional. Tal vez porque lo vivió en su propia piel... Meloni situó en la primera página de su agenda los problemas de conciliación de las mujeres. Un punto que le separa de las extremas derechas de los años setenta y ochenta, que en su defensa de la familia promovían la vuelta de la mujer al ámbito doméstico", zanjan Guisado y Bordel.

Historia de una lideresa

Rematamos con más preguntas a Jaime Bordel, autor de 'Salvini & Meloni. Hijos de la misma rabia'.

PREGUNTA. El 92 italiano sigue siendo, treinta años después, un gran laboratorio político europeo, ¿no?

"Entre inmigración y familia, Meloni siempre priorizó la familia (como tema político fundamental) y Salvini la inmigración"

RESPUESTA. Es que se vino el sistema abajo. No hablamos de la desaparición de meros partidos políticos, sino de organizaciones muy enraizadas en la sociedad, con sus sindicatos, sus ramas culturales, etc. El 92 trajo la irrupción del berlusconismo, no ya solo como movimiento político, sino como nueva forma de socialización política. Los medios de comunicación (sobre todo la televisión) adquirieron un papel clave. Más allá de las evidentes incompatibilidades de Berlusconi como presidente de Italia (desde 1994) y dueño de un gran conglomerado mediático, en la tele se harán populares futuros líderes de la derecha como Salvini y Meloni [Según un estudio, entre enero y febrero de 2015, Salvini fue invitado 73 veces a aparecer en los siete principales canales de televisión. Entre julio de 2019 y febrero de 2020, Salvini apareció 17,5 horas al mes en la tele, más de media hora diaria].

En los últimos meses ha habido una barbaridad de entrevistas a Meloni en la televisión italiana, formato donde vende su historia personal para dulcificar su historia política.

P. ¿Qué aspectos destaca Meloni en los medios sobre su vida personal?

R. Meloni no viene de un lecho de oro como otros políticos de su cuerda, de Trump a las Le Pen. Tiene una historia personal más complicada, con el abandono del padre, trabajos desde joven, etc. En la tele ha contado ese tipo de cosas.

Meloni tiene pareja, pero no están casados. Ha tenido una hija fuera de eso que tanto defiende: el matrimonio como dios manda y la familia natural. Pero en lugar de quedarse bloqueada en sus contradicciones, ha intentando utilizarlas a su favor, hablando de su vida personal para potenciar su perfil no dogmático.

Le funciona porque su perfil se sale del arquetipo de la derecha más dura, que en España podrían representar Iván Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio, buena familia, buenos apellidos, buena casa y muchos hijos vestidos iguales en misa los domingos. Meloni viene de otro lado; sería más una chica modesta de Vallecas.

Foto: Jimmie Akesson, líder de la derecha sueca. (EFE/Stefan Jerrevang)

P. También tiene un discurso más o menos propio en temas de género...

R. A su manera, Meloni vende una forma de empoderamiento. Aunque luego esté en contra de muchas de las demandas feministas, no tiene un discurso meramente reactivo en temas de género, al contrario que la mayoría de la extrema derecha, que se opone a los derechos feministas porque atacan a los hombres o por lo que sea. Meloni hila más fino, quizás por su historia personal, que le sirve para subirse a estas cuestiones políticas.

Defiende, por ejemplo, que mujer y madre son dos trabajos y eso dificulta la conciliación. Apoya medidas conciliatorias que podría comprarte la socialdemocracia, como la proliferación de guarderías. La extrema derecha tradicional italiana defendía la vuelta de las mujeres al hogar; Meloni habla de desplegar las condiciones para que las mujeres puedan trabajar y cuidar a sus hijos.

Entre inmigración y familia, Meloni siempre priorizó la familia (como tema político fundamental) y Salvini la inmigración.

P. Otro de los legados del 92 fue la normalización institucional de la extrema derecha, algo que ha vuelto loca a Europa los últimos años, pero que en Italia lleva 30 años siendo el pan nuestro de cada día…

R. Se olvida con frecuencia que uno de los efectos de Tangentópoli fue la inclusión de la extrema derecha en el gobierno en 1994. Están dentro de todos los ejecutivos de derechas desde entonces. Aunque hicieron un proceso de desfasticización, y Fini llegó a viajar a Israel a condenar el nazismo y el Holocausto, en el 94 aún no habían renunciado a nada y Berlusconi los metió dentro del gobierno.

Si Vox acaba entrando en un gobierno del PP, se hablará de línea roja saltada, pero en Italia eso no es nada nuevo.

Foto:  Maxo Benalal, en el Parlamento balear (Wikimedia Commons)

P. ¿Cómo ha respondido la izquierda institucional al fenómeno Meloni?

R. Desde los tiempos del PCI, que tenía bastante claro a qué jugaba, la izquierda italiana está un poco confusa, algo evidente en su oposición actual a Meloni. El Partido Democrático (PD) de Letta no sabe bien cómo hacerle frente, se centran todo el rato en lo que ha dicho Meloni, van a rebufo. El PD apuesta fuerte por la carta europeísta y la estabilidad. Letta da entrevistas en francés sin problemas. Es culto. Le ves y piensas: alto funcionario de buena familia. Venden orden y gestión contra el futuro nacionalista y tenebroso de Meloni, pero creo que no les está funcionando. Están más centrados en lo terribles que son los otros que en qué tengo yo que merezca la pena ser votado.

P. ¿Meloni no da miedo?

R. A estas alturas, tras tres décadas de puertas institucionales abiertas, el discurso del miedo contra un gobierno de extrema derecha en Italia difícilmente va a funcionar.

Giorgia Meloni irrumpió en la campaña autonómica andaluza como elefante en cacharrería.

Noticias de Italia
El redactor recomienda