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Lo que hay más allá de la guerra de Ucrania
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EL GIRO EN EL ORDEN INTERNACIONAL

Lo que hay más allá de la guerra de Ucrania

La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái es una demostración de cómo el mundo global está transformándose. La invasión de Ucrania es un detonante, pero el telón de fondo es mucho más extenso

Foto: Vladímir Putin y Xi Jinping en Samarcanda el pasado viernes. (EFE/Sergei Bobylev)
Vladímir Putin y Xi Jinping en Samarcanda el pasado viernes. (EFE/Sergei Bobylev)
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La guerra de Ucrania mantiene la atención europea y anglosajona, y es lógico que así sea por sus enormes repercusiones. Pero más allá de cuándo y cómo termine la guerra, el desplazamiento del eje internacional que se está produciendo es muy difícil de revertir incluso en el hipotético caso en que Rusia perdiera el conflicto. El proceso desglobalizador ha comenzado porque la potencia que está al fondo es China, no Rusia, y lo que se ha lanzado, desde antes de la invasión, es una competición estratégica, una suerte de nueva guerra fría entre Washington y Pekín.

Hay que considerar al menos tres movimientos importantes en ese plano. La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), que comenzó el jueves en Samarcanda, Uzbekistán, es uno de ellos. Hay 14 jefes de Estado presentes, incluidos Xi Jinping, Vladímir Putin y el primer ministro indio Narendra Modi, debatiendo en el seno de una organización que tiene un programa propio: trata de defender sus intereses a veces al margen de Occidente, a menudo en oposición y en ocasiones en colaboración. En el fondo de esta asociación late el deseo de poner en marcha un mundo multilateral no sujeto a la hegemonía estadounidense, una aspiración que no se limita únicamente a los países circunscritos a la OCS: las buenas relaciones de la organización con Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes, que quizá terminen formando parte de ella (como señala la prensa oficial china) y la firma del memorando de ingreso de Irán revelan cómo también Oriente Medio está dando un giro hacia nuevas posiciones.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, con su homólogo chino, Xi Jinping, en un encuentro anterior el pasado febrero de 2022. (Reuters)

En ese sentido, los lazos de China y Rusia son importantes, ya que son los países principales de la OCS, y por eso la reunión que han mantenido ambos líderes, pero no lo son todo. El "espíritu de Shanghái" va más allá: es el intento de construcción de una esfera alternativa liderada por China con la intención de cambiar la relación de fuerzas internacional. Este es el contexto de fondo.

La fuerza del dólar

Desde esa base, hay que comprender que las consecuencias de la guerra con Rusia van más allá de ella. La confiscación de activos rusos depositados fuera de sus fronteras ha generado suspicacias en los países de su entorno, dado que subraya la posibilidad de que en el futuro les pueda ocurrir a ellos. Esa desconfianza acelera la necesidad de aflojar los lazos con el dólar, la moneda de reserva global y la divisa que se utiliza para pagar la energía. Dado que un dólar fuerte implica que el precio de productos como los combustibles serán más caros, hay varios países que están desdolarizando el pago de petróleo y gas para evitar ese riesgo. Además, un dólar fuerte, que es lo que están provocando las subidas de tipos de interés de la Reserva Federal, también supone una inflación más alta para el resto de países, mientras que EEUU tiene más fácil controlarla.

Construir un espacio en el que el dólar tenga menos importancia es una prioridad, pues, para los países de la OCS. La intención última es utilizar otra moneda, en especial el yuan, o una cesta de ellas, para esta nueva esfera. Por incipientes que sean los pasos que se están dando en esa dirección, ya se están produciendo, y son una amenaza para EEUU.

El combate tecnológico

El tercer aspecto relevante señala la importancia de la independencia estratégica, porque la nueva guerra fría se librará en el terreno económico, en el energético y en el tecnológico. En este sentido, China está construyendo vías de abastecimiento de energía, y de ahí la nueva importancia de sus alianzas con Rusia y Arabia Saudí, y está impulsando decididamente las renovables para ser más autosuficiente a medio plazo. Pero, sobre todo, China está inmersa en una carrera tecnológica con la que, más que reducir su desventaja con Occidente, aspira a superarlo.

Foto: Encuentro entre los presidentes de Serbia y China en Pekín en 2019. (Getty/Kenzaburo Fukuhara)

Este movimiento conlleva un gran desarrollo de su industria tecnológica. A las inversiones estatales que lleva tiempo realizando se suman nuevas apuestas que unen recursos privados y públicos en vehículos de capital riesgo destinados a impulsar empresas tecnológicamente innovadoras. Pero esto implica un desalineamiento con Occidente en áreas estratégicas: los países que desean preservar su autonomía tendrán que reforzarse mediante un desarrollo propio, apoyado en sus aliados, que conlleva una dosis elevada de proteccionismo.

El desacople

La suma de los tres factores, una serie de potencias que comparten intereses y cuya influencia no se limita a Asia (el desarrollo chino y ruso en América Latina y África es creciente) un regreso al desarrollo nacional en áreas estratégicas y el deseo de separarse del dólar, subraya que se está produciendo un realineamiento de fuerzas en el que la desglobalización tendrá un papel principal. Hasta ahora está sucediendo en áreas estratégicas, pero el desacople es suficientemente importante como para pensar en cambios más amplios en el futuro. Los Estados más importantes del mundo están trabajando en términos claramente nacionales y lo que queda por saber es qué papel va a jugar Europa en el nuevo contexto.

La guerra de Ucrania mantiene la atención europea y anglosajona, y es lógico que así sea por sus enormes repercusiones. Pero más allá de cuándo y cómo termine la guerra, el desplazamiento del eje internacional que se está produciendo es muy difícil de revertir incluso en el hipotético caso en que Rusia perdiera el conflicto. El proceso desglobalizador ha comenzado porque la potencia que está al fondo es China, no Rusia, y lo que se ha lanzado, desde antes de la invasión, es una competición estratégica, una suerte de nueva guerra fría entre Washington y Pekín.

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