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El día que abuchearon a las feministas en el 15-M (y lo que ha cambiado desde entonces)
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10 años después del movimiento

El día que abuchearon a las feministas en el 15-M (y lo que ha cambiado desde entonces)

El movimiento feminista aún no se había extendido ni popularizado tanto y las mujeres tuvieron que lidiar con ello en las acampadas

Foto: Aniversario del 15-M, en 2016. (EFE)
Aniversario del 15-M, en 2016. (EFE)

La plaza de la Puerta del Sol estaba irreconocible. Una acampada que cada día que pasaba era menos improvisada abría telediarios, portadas y conversaciones. Las decenas de personas que dormían en la zona y los miles que transitaron por allí hicieron suyo el lugar, como en las otras 200 acampadas más que se repartían por España, incluso algunas en el extranjero. Como telón de fondo del kilómetro 0, una lona gigante de una conocida marca de cremas se convirtió en la pizarra del movimiento, el espacio elegido para colgar pancartas con diferentes reivindicaciones y en distintos idiomas. En ese momento, en ese lugar, todo era bienvenido, todos cabían, menos el feminismo, al menos en el preciso instante en el que se desplegó una pancarta que rezaba 'la revolución será feminista o no será'.

Los gritos y abucheos en contra de la pancarta de algunos de los acampados fueron inmediatos y llegaron hasta tal punto que “un machirulo rajó en dos la pancarta que ponía feminista y saludó en plan torero a la plaza lleno de orgullo y poder machista mientras mucha gente vitoreaba”, tal y como recoge un texto de una de las activistas. Un incidente, un hecho aislado, que tuvo su posterior repercusión: la asamblea general censuró lo ocurrido, se volvió a colgar la pancarta y la Comisión de Feminismos del 15-M en Sol organizó un taller de feminismo para principiantes. Pero ¿por qué ocurrió ese incidente en un espacio que propugnaba la igualdad? ¿Cuál fue la respuesta de las feministas?

Foto: Protestas en la Puerta del Sol el 15 de mayo de 2011. Opinión
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Marta G. Franco tenía 27 años, era periodista y se encontraba en Madrid estudiando un máster cuando surgió el movimiento 15-M. También participó en la manifestación que desembocó en la acampada, incluso en la primera asamblea que se formó en Sol la noche del 15 de mayo de 2011. Ella participó en las comisiones de Comunicación y Feminismos, y estaba en la plaza el día que sucedió el incidente con la pancarta: “Cuando la colgaron se formó un revuelo entre gente que la aplaudió y otra que no, hasta que alguien la tiró”, recuerda. La respuesta feminista tampoco se hizo esperar: “Después se realizaron varios talleres de feminismo, se contó lo ocurrido en las asambleas de otras comisiones e incluso realizamos unos circulitos con cartulina para colgártelos en la camiseta en los que ponía 'Feminismo SÍ”, en sus propias palabras.

La organización de las asambleas en las que llegaron a participar hasta 3.000 personas no era nada fácil, por lo que el trabajo previo en cuanto a la moderación en asambleas feministas ayudó a su dinamismo. “Yo creo que sí había conciencia feminista en la acampada. La gente que participó en ella ya lo había hecho antes en otros movimientos, también en colectivos feministas”, remarca Franco antes de agregar que el 15-M fue la primera vez que las feministas tuvieron un espacio tan 'mainstream' para decir que lo eran y reivindicar que todo el espacio debía serlo, parafraseándola.

Agresiones sexuales en la acampada

La acampada en Sol fue fruto de varias movilizaciones previas, entre ellas las convocadas por los colectivos Juventud Sin Futuro (JSF) y Democracia Real Ya (DRY). Lidia Posada militaba en esta última, tenía 26 años entonces y fue el caso de Julian Assange lo que le hizo empezar a politizarse: “Yo estuve la primera noche en Sol entre las 12 y las tres de la madrugada. Más tarde me encargaba, en la Comisión de Extensión, de pasar las actas y documentos a ordenador. Salía a las seis de la tarde de currar y volvía a mi casa en el búho de las tres de la mañana”, relata esta abogada. “Cuando ocurrió lo de la pancarta, aunque sí me parecía que tenían derecho a colgarla, me pareció un problema de un solo sector, porque no tenía tan interiorizada la lucha feminista, pero después sí vi la necesidad de la transversalidad del feminismo gracias a compañeras más veteranas que conocí allí”, desarrolla Posada.

En sus propias palabras, “la acampada no tenía conciencia feminista como grupo, así que las compañeras lo tuvieron que sembrar con esfuerzo”. Además, con el pasar de los días, mientras cumplía sus obligaciones como letrada en una empresa de energía solar, Posada vio que los debates fueron derivando en “cierta agresividad”.

"La acampada no tenía conciencia feminista como grupo, así que las compañeras lo tuvieron que sembrar con esfuerzo"

Ya el 2 de junio, la Comisión de Feminismos decidió dejar de dormir en la plaza. Así lo explicaron en un comunicado: “(…) Hemos recibido noticias y hemos comprobado en nuestra piel que están existiendo agresiones sexuales, sexistas y homófobas. Entendemos por agresión: intimidaciones sexuales, tocamientos, miradas, gestos, tactos sexuales —y no sexuales— no consentidos, actitudes paternalistas (…)”. Así lo recuerda Franco, “según pasaba el tiempo se daban más problemas de convivencia, no por parte de los acampados, sino por estar en el centro de una ciudad, y venía gente de ideología contraria y bajo los efectos de las drogas”.

El comunicado de la comisión también dejó un recado a la asamblea: “(…) Estas agresiones no se están visibilizando ni hay conciencia común de que solucionarlas (reparar las ocurridas e impedir que ocurran otras) es responsabilidad de todas y todos y una tarea política fundamental (…)”. Posada hace memoria: “Se gestionó con mucho secreto, y no sé hasta qué punto eso puede ser censura por parte de la asamblea general, que quizá lo hacían por miedo a los medios de comunicación, pero eso estaba ahí”.

Las feministas, en todas partes

Joana G. Grenzner vivió el 15-M desde la Plaza Catalunya de Barcelona cuando tenía 34 años participando en la Assemblea de Feministes Indignades, integrada en la acampada. Al año siguiente, en 2012, coordinó 'R-Evolucionando: Feminismos en el 15-M' (Icaria Asaco). La publicación aúna diferentes experiencias desde la perspectiva feminista en cinco acampadas que se dieron en España: “El libro es un crisol que muestra cómo el movimiento feminista está en todas partes, articulado en todos los sitios y sosteniendo buena parte de las luchas populares que siguen funcionando 10 años después. El 15-M fue el principio de la efervescencia del movimiento que ha llegado a convocar tres huelgas generales desde la base forzando a los sindicatos mayoritarios a apoyarlas”.

Desde su punto de vista, el movimiento surgido aquel 15 de mayo “sirvió para que mucha gente se acercara a las propuestas feministas desde un lugar alejado al estigma al que tradicionalmente se las han intentado minimizar”, en sus palabras. “Recuerdo que tuvimos dificultades para posicionar a la asamblea como feminista, pero para nosotras era una prioridad porque sabemos que lo que no se nombra no existe. Al fin y al cabo, las propuestas que defendíamos las feministas en el 15-M siguen igual de vigentes 10 años después”, determina Grenzner.

Isa Serra, actual portavoz de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid, estaba de Erasmus en Roma cuando estalló el movimiento. Ella era miembro de JSF y en cuanto vio las calles llenas volvió a la capital española para vivirlo de cerca. Tenía 21 años y estudiaba Filosofía. “El feminismo fue la gran ausencia del 15-M aunque, al mismo tiempo, pudo ser el arranque del movimiento feminista y de todos los logros que ha conseguido desde el 2014, cuando tumbamos a Gallardón”, comenta al respecto.

“Al fin y al cabo, el movimiento ha demostrado durante estos años lo que decía esa pancarta, que aquí estamos las mujeres y que no habrá una transformación social que nos permita avanzar hacia una sociedad más justa si no se hace desde el feminismo”, continúa Serra. “Lo de la pancarta fue algo muy agresivo que vimos como un rechazo, como que no éramos bienvenidas en la plaza. La acampada también nos sirvió para ver las relaciones de poder que se dan dentro de los movimientos sociales, y dentro de las asambleas había mucha falta de prácticas feministas. Aquello que ocurrió no sorprende en un movimiento como el 15-M, que sí era transversal, pero en el que las feministas seguíamos muy estigmatizadas”, concluye esta política.

La masculinidad dentro del movimiento

Julia Ramírez-Blanco es la autora del libro 15M. 'El tiempo de las plazas' (Alianza Editorial, 2021), donde desgrana los antecedentes, las vivencias y las ramificaciones que de manera posterior tuvieron las acampadas en todo el país y el extranjero. En mayo de 2011, tenía 25 años y estaba haciendo su tesis doctoral. “El 15-M dio un vuelco a mi vida, incluida la tesis. Cambié la mesa por la calle y luego volví a la mesa, que imagino que es mi manera de procesar las cosas”, introduce esta profesora en la Universidad de Barcelona. Participaba en la Comisión de Educación y en todas las asambleas que podía, también en la que se condenó que alguien quitara la ya mencionada pancarta.

“Yo llegué el día 17 y me quedé fascinada con todo aquello. En cuanto a las asambleas, sí recuerdo un protagonismo masculino en algunas de ellas, aunque está muy relacionado con la autorización de ocupar espacios que la sociedad les concede a los hombres pero no a las mujeres, como hablar más alto, expandirse más con el cuerpo y tener más seguridad en lo que dicen. No era una cosa que ocurriera solo en Sol, sino que pasaba siempre en cualquier ámbito y no iba a dejar de producirse en la acampada milagrosamente”, relata Ramírez-Blanco. Ese perfil de activista carismático y extrovertido se veía por aquellos días, pero también se empezaba a cuestionar en la acampada, agrega la profesora universitaria.

placeholder Protestas en la Puerta del Sol el 15 de mayo de 2001.
Protestas en la Puerta del Sol el 15 de mayo de 2001.

En su libro, además, recoge el comunicado de la Comisión de Feminismos de Sol en donde explican que dejarán de dormir en la plaza: “Había cierta contradicción en la acampada porque no se quería dejar fuera a nadie y tampoco dejó de haber agresiones contra las mujeres, y yo creo que eso no se supo afrontar. Quizá no había herramientas ni concienciación suficiente, pero también otras personas le quitaban peso al asunto”, explica la escritora.

Un movimiento tan inesperado para determinadas personas como revolucionario para otras consiguió agrupar a miles de ellas, lo que para muchas supuso su primer contacto con la política, pero también con el feminismo. La escritora Belén Gopegui escribió con respecto a lo ocurrido con la pancarta pocos días después, pero sobre todo se refirió al taller de feminismo que lo precedió: “Tuve que salir antes de que el taller acabase y me quedé pensando que Sol es también un movimiento 'queer', porque ha recogido aquello que se le arrojaba como insulto y lo ha transformado, convirtiéndolo en un gran comienzo”, acertó en su breve texto.

La plaza de la Puerta del Sol estaba irreconocible. Una acampada que cada día que pasaba era menos improvisada abría telediarios, portadas y conversaciones. Las decenas de personas que dormían en la zona y los miles que transitaron por allí hicieron suyo el lugar, como en las otras 200 acampadas más que se repartían por España, incluso algunas en el extranjero. Como telón de fondo del kilómetro 0, una lona gigante de una conocida marca de cremas se convirtió en la pizarra del movimiento, el espacio elegido para colgar pancartas con diferentes reivindicaciones y en distintos idiomas. En ese momento, en ese lugar, todo era bienvenido, todos cabían, menos el feminismo, al menos en el preciso instante en el que se desplegó una pancarta que rezaba 'la revolución será feminista o no será'.

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