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¿Y si los chamanes tienen razón? Lo probable, lo difícil y lo imposible en la guerra de Ucrania
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larga, feroz y ¿estática?

¿Y si los chamanes tienen razón? Lo probable, lo difícil y lo imposible en la guerra de Ucrania

Obviamente, no todos los análisis tienen el mismo peso o valor. Ni tampoco los expertos militares están en el negocio de hacerle el horóscopo a la invasión

Foto: Chamanes peruanos piden por la paz en 2023. (EFE/Paolo Aguilar)
Chamanes peruanos piden por la paz en 2023. (EFE/Paolo Aguilar)

Tocados con penachos de plumas y alhajas rituales, un grupo de chamanes amazónicos y andinos canta al ritmo del tambor y la sonaja sobre un manto de flores, huesos y hojas de coca. En la ceremonia, portan retratos del presidente ruso, Vladímir Putin, y del ucraniano, Volodímir Zelenski, a los que envuelve el humo dulzón del incienso. "Todo se calmará. Llegarán la paz y la tranquilidad. Eso es lo que hemos visto", vaticina el curandero Cleofe Sedano desde el cerro San Cristóbal, cerca de la capital peruana. Asistido por una boa constrictor, el hombre incluso se anima a predecir cuándo se firmará el tratado para poner fin a las hostilidades: en agosto.

Entremezcladas con otros augurios random —desde un terremoto en algún punto no específico de las Américas a más inestabilidad política en Perú—, detrás de los presagios de Sedano y sus colegas hay cero sustento bélico, económico o político. No es raro entonces que su cábala vaya en contra de los pronósticos más generalizados de analistas geopolíticos y expertos militares, quienes avisan de que la guerra será larga y que no hay perspectivas ni contexto para unas eventuales conversaciones de paz. Por eso, lo más irónico es que los brujos sudamericanos bien podrían acabar teniendo razón.

Foto: Villancicos en el metro de Kiev. (EFE/Roman Pilipey)

Y no. Obviamente, no todas las opiniones tienen el mismo peso o valor. Ni tampoco los expertos militares están en el negocio de hacerle el horóscopo a la invasión. Cualquier analista serio reconoce que no tiene una bola de cristal. A estas alturas de la guerra, tras 10 meses de sorpresas e inesperados giros de guion, ya nada debería sorprendernos. No es que los chamanes puedan acertar. Es que hay tantos elementos y factores moviendo los engranajes del conflicto que, en realidad, todavía no se puede descartar ningún escenario. Ni siquiera ese de la paz que nadie —o pocos— cree que llegue este 2023. A continuación, repasamos lo probable, lo difícil y lo imposible en la guerra de Ucrania.

Larga, feroz y estática

El escenario base que maneja la mayoría de la comunidad militar, con los datos disponibles hasta la fecha, es el de un enquistamiento del conflicto. La perspectiva de un enfrentamiento largo e intenso en el que, sin un cambio estructural de las bases de la contienda (el apoyo continuo, pero limitado, de Occidente a Ucrania, la neutralidad prorrusa de China, el uso de armas atómicas de cualquier tipo o la estabilidad interna del Gobierno de Putin), ninguno de los bandos renunciará a sus objetivos y ninguno podrá conseguirlos. Al menos, en el corto plazo.

El Kremlin está claramente perdiendo la invasión. Una serie de reveses y humillaciones militares ha dejado su fuerza ocupante en agua de borrajas, y lidia con sanciones que están tensando las costuras de la débil economía rusa. Pero nada indica que vaya a dar su brazo a torcer ni se atisba un colapso inminente. Encomendado a su menguante superioridad artillera, su capacidad de bombardeo y a sus nuevos reclutas, Putin sigue alimentando su fallido sueño imperial de dominar, o al menos dividir, Ucrania por la fuerza consolidando la anexión de cuatro regiones del país vecino —Donetsk y Luhansk (Donbás), Zaporiyia y Jersón— a la ya ocupada Crimea (anexionada unilateralmente en 2014).

placeholder Ucranianos desplazados por la guerra celebran el Año Nuevo en Leópolis. (EFE/Rostyslav Averchuk)
Ucranianos desplazados por la guerra celebran el Año Nuevo en Leópolis. (EFE/Rostyslav Averchuk)

"Rusia está avanzando en la dirección correcta", aseguró el mandatario ruso en una entrevista televisada el pasado 25 de diciembre, secundado pocos días después por su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, quien exigía a Occidente reconocer los nuevos territorios rusos como el punto de partida de cualquier conversación. Puede que Moscú no tenga el músculo ni el momentum militar para relanzar su ofensiva, pero todavía controla una parte importante y estratégica del territorio ucraniano, incluyendo buena parte de su litoral. Además, pocos inversores apostarán por un país que tenga activo un conflicto con Rusia, por estancado que pueda llegar a estar.

Pero Zelenski y los ucranianos están convencidos de que pueden revertir la invasión, como mínimo, hasta la situación previa al 24 de febrero. La soberanía y la integridad territorial del país están fuera de toda discusión e incluso públicamente muestran su intención de volver a las fronteras de 1991, recuperando la península de Crimea y las zonas del Donbás perdidas hace ocho años ante los separatistas prorrusos. "Ucrania está aguantando y nunca se rendirá", dijo el mandatario en un histórico discurso ante el Congreso y el Senado estadounidenses, enfundado en su ya clásico atuendo verde oliva. "Los pondremos en su sitio", aseguró, haciendo un juego de palabras en inglés con el verbo put in.

Foto: El músico ucraniano Remez, en el frente de guerra. (Cedida)

¿Y cómo se traduce esto sobre el terreno? Los expertos describen un panorama general de estancamiento con una continuación de los esfuerzos vistos en las últimas semanas, en los que rusos y ucranianos se intercambian el rol de atacantes y defensores a lo largo de los todavía 1.000 kilómetros de frente activo. En varios puntos de la línea de contacto, la actividad es frenética, con feroces duelos de artillería, combates directos y operaciones tácticas. Como también lo son las bajas asumidas por rusos y ucranianos, que los servicios de inteligencia occidentales calculan en unas 100.000 en cada bando en los primeros nueve meses de la invasión.

Sin embargo, tan solo los más cafeteros del conflicto pueden seguir los microavances que van descifrando —enclave a enclave, barrio a barrio, calle a calle— el batallón global de analistas de inteligencia militar abierta que escrutan la refriega 24/7. Para el observador intermitente, la situación es estática la mayor parte del tiempo y solo percibe los cambios bruscos (colapso del frente ruso de Kiev, la reconquista de Járkov o la caída de Jersón). En el día a día, mirar el frente es como ver crecer la hierba.

"La situación está sencillamente atascada. No hay movimiento", dijo Kyrylo Budanov, jefe del espionaje ucraniano, en una entrevista con la BBC. "No podemos derrotarlos de manera integral en todos los frentes. Pero [los rusos] tampoco pueden. Están en un callejón sin salida", aseguró el funcionario ucraniano, quien supedita el potencial éxito bélico de Kiev al suministro de munición —de la que andan muy cortos— y armamento occidental —que llega de forma irregular y limitada—.

¿Golpe de efecto?

Los puntos más encarnizados en los primeros compases de 2023 seguirán concentrados en el Donbás. Por un lado, los rusos siguen empeñados en conquistar Bakhmut, golpear la línea de suministro ucraniana y abrirse camino hacia Kramatorsk y Sloviansk —un movimiento táctico muy discutido en la actual disposición del frente tras el colapso del frente nororiental de Járkov y al alto coste humano y material que está asumiendo Moscú y el grupo militar privado Wagner—.

"Tanto Rusia como Ucrania están por la labor de seguir sus operaciones militares y siguen tratando de ejercer la máxima presión posible al enemigo. La principal línea de batalla en esta fase está en la región de Donetsk y el frente del este en general. Bakhmut es el punto más duro, pero hay combates en otras posiciones a lo largo de la línea de contacto [como en la zona de Avdiivka-Donetsk, unos 100 kilómetros al sur]", comenta Ruslan Trad, investigador principal de seguridad de Atlantic Council, a El Confidencial.

Pero ni siquiera esta batalla pinta bien para el Kremlin, que lleva meses lanzando carne de cañón en su asalto a la ciudad, de unos 70.000 habitantes antes de la guerra. Los analistas del Institute for the Study of War consideran que la ofensiva "ha culminado" y que Rusia necesitará agregar más tropas profesionales a los mercenarios, expresidiarios y reclutas de Wagner si quiere cambiar la situación. “Las fuerzas rusas podrían, sin embargo, continuar atacando agresivamente (...) llevando a cabo inefectivos asaltos de escuadrones contra Bakhmut, que es muy poco probable que les den ganancias operativas significativas”, explican en un informe de finales de año.

"Rusia ha perdido probablemente cerca de la mitad de su fuerza de combate en 2022, incluyendo muchas unidades de élite necesarias para operaciones ofensivas. Es muy poco probable que todavía tenga la capacidad para una gran ofensiva a comienzos de 2023 y tendrá que confirmarse con pequeñas ofensivas en el Donbás", valora Oliver Imhof, analista alemán de estrategia y datos de inteligencia militar abierta.

Así que el imposible de Putin pasa por dar un golpe de efecto que desequilibre al Ejército ucraniano. Y eso solo lo puede lograr implicando a otros actores. El sospechoso habitual es Lukashenko, el dictador bielorruso. Hasta el momento, el país vecino ha servido como plataforma para la invasión, pero sus Fuerzas Armadas, de unos 48.000 efectivos, no han participado directamente en las hostilidades. Allí estarían entrenando decenas de miles de reclutas con los que amenazar con reabrir el frente norte. Aunque la comunidad militar se muestra escéptica —porque este movimiento, como muchos otros de Putin, podría ser contraproducente— la posibilidad existe. Las propias autoridades militares ucranianas avisan que el Kremlin intentará, en algún momento, tomar Kiev de nuevo.

placeholder Putin, con el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko. (EFE/Alexei Danichev/Sputnik)
Putin, con el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko. (EFE/Alexei Danichev/Sputnik)

"Por lo que he podido observar, el entrenamiento en Bielorrusia está enfocado en crear una fuerza militar integrada y capaz de llevar a cabo operaciones armadas combinadas en un espacio de batalla moderno (infantería, artillería, blindados, aviación, comunicación, logística y comando)", expone Uri, un exmilitar ahora volcado en análisis Osint. "La buena noticia es que la mayoría de los analistas, incluyéndome, creen que a Rusia/Bielorrusia les llevaría dos meses o más estar listos para cualquier tipo de ofensiva. Esto implica que la amenaza de una ofensiva desde Bielorrusia es real y está afectando a la habilidad de las Fuerzas Armadas ucranianas de llevar a cabo ciertas operaciones ofensivas en el frente este y sur en el corto plazo", agrega.

Más descabellado aún, pero todavía factible sobre el papel —que lo aguanta todo—, sería que el Kremlin buscara utilizar Transnistria, la región prorrusa en Moldavia, como trampolín para lanzar un inédito flanco occidental con el que amenazar Odesa y el sur de Ucrania. Una fuerza militar secundaria en estas latitudes tendría como misión forzar cambios en la disposición de las tropas ucranianas que disloquen su ofensiva en otros puntos. Las autoridades moldavas han denunciado movimientos en este sentido, pero pocos expertos lo ven militar o estratégicamente viable. Fuera de lo convencional, siempre está la amenaza latente de que Putin materialice, de alguna forma, sus amenazas nucleares, lo que nos llevaría a un nuevo escenario de incertidumbre plena.

"Está en camino"

Mientras Rusia parece relativamente cómoda con la perspectiva de atrincherar la guerra y continuar con su campaña de castigo contra ciudades e infraestructuras civiles, el tiempo parece jugar contra los intereses ucranianos. Kiev necesita seguir anotándose victorias sobre el campo de batalla para mantener alta la moral de los suyos y alimentar el entusiasmo de la opinión pública y política occidental, que engrasa la transferencia de armas y equipos. Si la guerra encalla, la causa se adormece y el espectro de una negociación forzada con Moscú asoma en círculos diplomáticos.

En las últimas semanas, el Ejército ucraniano ha hecho esfuerzos para avanzar en la línea Svatove-Kreminna, en Luhansk, esperando encontrar allí un punto de presión que quiebre la línea de defensa rusa y les permita avanzar significativamente, como sucedió en las reconquistas de Járkov y Jersón. Sin embargo, la llegada de decenas de miles de reclutas rusos a las trincheras y el refuerzo con tropas profesionales reubicadas desde el frente de Jersón —donde ahora los bandos están separados y protegidos mutuamente por el río Dniéper— dificultan el panorama en el Donbás.

Más difícil aún lo tiene en el crucial frente de Zaporiyia, una línea que está ganando intensidad en las últimas semanas. Aquí los ucranianos tienen un complicado avance de casi 80 kilómetros desde sus actuales posiciones hasta Melitopol, la apuesta de los analistas sobre el próximo gran movimiento de Ucrania. Allí, los rusos aceleran la construcción de trincheras y fortificaciones, ya que un asalto exitoso pondría Crimea al alcance de la artillería ucraniana. Un paso más allá, la ciudad de Mariúpol, Berdiansk, el mar Azov y la posibilidad de dividir el frente invasor con efectos potencialmente devastadores para los intereses bélicos de Moscú.

“Información reciente de inteligencia militar de fuentes abiertas indican que el principal objetivo de las Fuerzas Armadas ucranianas es recapturar las áreas ocupadas del óblast de Zaporiyia y la orilla izquierda (oriental) de Jersón, para ubicar Crimea (y el puente de Kerch/Crimea) dentro del rango de su artillería, GLMRS y misiles (Tochka-U)”, explica Uri. “Las tácticas utilizadas recuerdan a las que se usaron para aislar y capturar la orilla derecha (occidental) del Dniéper, incluyendo la destrucción de vías de comunicación y suministro (GLOCs) en las áreas ocupadas para corte las líneas de reabastecimiento y refuerzos del Ejército ruso desde Crimea pasando por Armiansk, Mykolaivka y Heniches'k, y a través de la parte occidental de Zaporiyia, via Mariúpol, Donetsk, Luhansk y el territorio ruso”.

"Aunque actualmente estamos trabajando en una (operación). Está en camino, pero no la habéis visto todavía"

Y lo supuestamente imposible es un asalto en el corto plazo a Crimea. Un objetivo que requeriría que los ucranianos crucen el Dniéper, hagan un desembarco u otra operación de alto riesgo que, por el momento, parece lejana. Pero los rusos tampoco lo consideran una entelequia y también se han dedicado a cavar trincheras y levantar líneas defensivas. Saben que si Ucrania ataca la península, eso podría desencadenar reacciones con la capacidad de amenazar la estabilidad de Putin en el poder.

El propio jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas, Valery Zaluzhny, aseguraba en una reciente entrevista con The Economist que Rusia preparaba una ofensiva el primer semestre de 2023, probablemente en primavera, y reconocía sus limitaciones para lanzar contraataques. "Con este tipo de recursos, no puedo ejecutar nuevas grandes operaciones”, dijo el general Zaluzhny a la publicación británica. Para seguidamente agregar: “Aunque actualmente estamos trabajando en una. Está en camino, pero no la habéis visto todavía”. ¿Será esto lo que habrán visto los chamanes?

Tocados con penachos de plumas y alhajas rituales, un grupo de chamanes amazónicos y andinos canta al ritmo del tambor y la sonaja sobre un manto de flores, huesos y hojas de coca. En la ceremonia, portan retratos del presidente ruso, Vladímir Putin, y del ucraniano, Volodímir Zelenski, a los que envuelve el humo dulzón del incienso. "Todo se calmará. Llegarán la paz y la tranquilidad. Eso es lo que hemos visto", vaticina el curandero Cleofe Sedano desde el cerro San Cristóbal, cerca de la capital peruana. Asistido por una boa constrictor, el hombre incluso se anima a predecir cuándo se firmará el tratado para poner fin a las hostilidades: en agosto.

Conflicto de Ucrania
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