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Tango estratégico con los ayatolás: ¿puede Irán ser la salvación energética de Europa?
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Un mundo con gas iraní en Europa

Tango estratégico con los ayatolás: ¿puede Irán ser la salvación energética de Europa?

Ante la crisis energética que amenaza a Europa por la guerra de Ucrania, los países europeos están buscando nuevos aliados. Irán sería el candidato perfecto

Foto: Una plataforma de producción de petróleo en Irán. (Reuters/Raheb Homavandi)
Una plataforma de producción de petróleo en Irán. (Reuters/Raheb Homavandi)
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Desde que Rusia invadió Ucrania el pasado 24 de febrero, el presidente Vladímir Putin ha viajado poco fuera de las fronteras de su país, y siempre en el vecindario cercano. Para su primer viaje fuera del espacio postsoviético, el líder ruso ha elegido Irán para un encuentro tripartito con el ayatolá Jamenei y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Una reunión cuyo propósito declarado era abordar la situación en Siria, pero que, en el contexto en que nos encontramos, ha atraído la atención del mundo por sus posibles implicaciones.

Como consecuencia de la guerra, las sanciones y las restricciones al suministro desde Rusia, Europa se encuentra a las puertas de la mayor emergencia energética de su historia reciente. Las cancillerías europeas trabajan contrarreloj para tratar de encontrar proveedores alternativos como Azerbaiyán, Qatar, Kazajistán o los nuevos yacimientos del Mediterráneo Oriental. Frente a todos ellos, Irán posee nada menos que las segundas mayores reservas de gas del mundo y las cuartas de petróleo, lo que podría resolver bastantes de las necesidades energéticas del continente europeo. Pero hay un problema. Ahora mismo, no puede exportar legalmente estos recursos debido a la batería de sanciones impuestas contra el régimen de los ayatolás desde 1979.

La demanda interna, además, se come una gran parte de la producción del país. La falta de inversión en las infraestructuras de extracción, junto a la inexistencia de terminales suficientes de gas natural licuado o de gasoductos y oleoductos en la dirección adecuada, dificulta la tarea todavía más. Pero se calcula que si se levantaran estas restricciones, la producción de Irán se podría incrementar en medio millón de barriles en un plazo de seis meses, y el doble de esa cifra en apenas un año. Para 2025 o 2026, la capacidad podría llegar a los cuatro millones de barriles. El país también podría beneficiarse de una generosa inversión extranjera que modernizase y ampliase las infraestructuras existentes.

Foto: Funeral del coronel Sayad Jhodai en Teherán. (Reuters/Majid Asgaripour)

Si Estados Unidos respaldase un regreso al acuerdo nuclear de 2015, el llamado Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), bajo la Administración Biden —no han faltado esfuerzos en ese sentido en los últimos meses—, Europa podría comenzar a explorar seriamente esta posibilidad. Esto, ciertamente, es uno de los incentivos de la UE para promover la normalización gradual con Irán. Josep Borrell lo expresó de forma explícita en declaraciones al 'Financial Times' a principios de mayo. "Los europeos se beneficiarán en gran medida de este acuerdo [y] sería muy interesante para nosotros [la UE] tener otro suministrador [energético]", dijo el jefe de la diplomacia europea, quien también viajó a Teherán a finales de junio para abordar las dificultades que impiden la consolidación de este nuevo acuerdo.

"El punto muerto acerca del acuerdo nuclear significa que Irán no puede beneficiarse completamente de los altos precios de la energía derivados de las sanciones occidentales contra Rusia. China ha seguido comprando petróleo iraní pese a las sanciones estadounidenses, pero lo ha hecho a lo barato", indica Ellie Geranmayeh, subdirectora del programa sobre Oriente Medio y África del Norte en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, en un reciente análisis. "Mientras Irán permanezca en la caja de las sanciones estadounidenses, no puede encontrar más compradores para su petróleo, tales como Corea del Sur, India y aquellos países europeos que buscan reducir su dependencia energética de Rusia", afirma esta experta.

Desacuerdos sobre el acuerdo

El problema es que las dificultades para revivir el acuerdo nuclear no dejan de amontonarse. La desconfianza entre Irán y EEUU es demasiado profunda, y las últimas rondas de negociaciones, como las mantenidas en Qatar a finales de junio, se han saldado sin resultados tangibles. El principal obstáculo es la designación del llamado Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) o Pasdarán como organización terrorista extranjera por parte de EEUU. La decisión contra el organismo militar de élite paralelo a las fuerzas armadas regulares, y mucho más ideologizado, fue una de las últimas medidas del Gobierno de Donald Trump.

Foto: Un buque metanero de transporte de GNL, cerca de Tokio, en Japón. (Reuters/Issei Kato)

La etiqueta ha resultado ser ineficaz, porque los ataques contra objetivos estadounidenses y sus aliados en Oriente Medio por parte de milicias respaldadas por el CGRI se han incrementado un 400% desde esta inclusión. No obstante, la Administración Biden se resiste a eliminarla, y Teherán considera el cuerpo una cuestión de principios.

"En este punto, esto se ha convertido en una cuestión política en Irán, donde no conseguir que se saque al CGRI de las listas le saldrá muy caro a [el presidente iraní Ebrahim] Raisi", explica Trita Parsi, vicepresidente ejecutivo del Instituto Quincy para una Política Estatal Responsable, un 'think tank' que aboga por una diplomacia estadounidense menos belicista. Para este experto, la inflexibilidad por parte de Irán también se debe a que "los iraníes creen que las listas de terrorismo también implican que EEUU seguirá asesinando a oficiales militares iraníes en Oriente Medio, igual que Trump asesinó a [el comandante del Pasdarán Qassem] Soleimani".

La posición iraní, si acaso, ha sido de desafío. A finales de mayo, la Agencia Internacional de la Energía Atómica señaló que Irán está enriqueciendo uranio al 60%, muy cerca del 90% necesario para la fabricación de una bomba atómica. El organismo señala que Irán podría enriquecer material suficiente para una bomba, unos 25 kilos, en menos de 10 días.

Foto: Manifestante contra el asesinato del general iraní Soleimani. (Reuters)

"Convertirlo en un arma todavía llevaría uno o dos años", indica un informe de la Asociación para el Control de Armamento. "Pero ese proceso podría ser más difícil de detectar y obstaculizar" si Irán se lleva el uranio ya enriquecido al nivel necesario para un arma desde las plantas declaradas a otras clandestinas. El mes pasado, además, Irán apagó las cámaras de vigilancia mediante las que el Organismo Internacional de Energía Atómica (AIEA) supervisaba las actividades en las principales instalaciones nucleares del país, y ha empezado a instalar centrifugadoras avanzadas en una localización bajo tierra.

Sin embargo, el cambio de contexto internacional podría ablandar la postura iraní. Antes de la invasión de Ucrania, Irán vendía un millón de barriles de crudo por día a China, pero en los últimos meses Rusia ha empezado a vender petróleo en el mercado internacional con un descuento de 30 dólares por cada barril, 10 dólares más barato que el ofrecido por Teherán. Como resultado, las exportaciones iraníes a Asia han caído a la mitad, de 908.000 barriles en marzo y 820.000 barriles en abril a apenas 400.000 barriles en mayo. Irán, en suma, necesita otros clientes.

Todo es política

El presidente Biden, por su parte, se ha mostrado ambiguo acerca de su postura durante su reciente visita a Israel donde, pese a afirmar que prefiere una salida diplomática a la crisis, se ha comprometido a evitar un Irán nuclear a toda costa, incluyendo el uso de la fuerza "como último recurso". La mayoría de los analistas, sin embargo, considera que en realidad ambas partes desean un acuerdo, pero tienen pocas ganas de exponerse a los riesgos políticos que entraña.

Foto: El príncipe heredero saudí recibe al presidente estadounidense. (EFE/EPA/Bandar Aljaloud)

"Estoy cada vez más convencido de que Biden ha rechazado los compromisos necesarios en el PAIC, específicamente el sacar al CGRI de las listas, por miedo a que ponga en riesgo su prioridad real: llevar a Israel y a Arabia Saudí hacia una mayor normalización. Como tal, ha elegido los Acuerdos de Abraham de Trump frente al acuerdo nuclear con Irán de Obama", dice Trita Parsi a El Confidencial. Este experto, que anteriormente presidió el Consejo Nacional Irano-Americano, una de las organizaciones de exiliados iraníes más moderadas, es considerado una de las voces más autorizadas sobre Irán en EEUU.

Otros observadores, en cambio, opinan que el motivo de los titubeos estadounidenses es la proximidad de las elecciones legislativas en EEUU, previstas para noviembre de este año, donde es muy probable que el Partido Republicano arrebate a los demócratas el control del Congreso. Dada la férrea oposición de numerosos republicanos (y bastantes demócratas) a todo gesto de apertura hacia Teherán, el Gobierno de Biden teme que cualquier concesión en las negociaciones sea interpretada como "debilidad ante Irán" y utilizada como munición política.

"La Administración Biden parece tener escaso interés en llegar a un acuerdo con Irán hasta después de las elecciones de otoño, ante el temor de que llegar a compromisos en áreas clave dañará a los demócratas en las urnas. Pero para entonces podría ser demasiado tarde. Dependiendo de cómo vayan las elecciones, el presidente Biden y sus aliados en el Congreso podrían tenerlo aún más difícil para lograr apoyo para el acuerdo", escriben Emma Belcher y Tom Collina, de la fundación Ploughshares para la paz y seguridad global. "Es más, si los demócratas pierden el control del Congreso, Irán podría perder aún más confianza en la capacidad de la Administración Biden para revivir el acuerdo, y Teherán podría verlo como otro indicador de que los republicanos ganarán la Casa Blanca en dos años y abandonarán el acuerdo de nuevo", indican.

placeholder El presidente Joe Biden y el príncipe saudí, Mohammed bin Salman. (Reuters)
El presidente Joe Biden y el príncipe saudí, Mohammed bin Salman. (Reuters)

La propia política iraní también impacta en este proceso. "Es muy probable que los iraníes decidan posponer el acuerdo hasta las próximas elecciones estadounidenses de 2024, manteniendo intacta su capacidad de influencia. Pero los iraníes tienen sus propias elecciones presidenciales en 2025, y tendrían que esperar a dicho resultado electoral. Llegados a este punto, el acuerdo estaría muerto y las partes tendrían que negociar uno nuevo desde el principio, lo que probablemente llevaría varios años", señala Ali Vaez, director del proyecto sobre Irán en el International Crisis Group, en una reciente entrevista con CNN. "Así, las opciones no son entre un acuerdo ahora o dentro de seis meses, sino entre un acuerdo ahora o dentro de seis años. Y dado lo cerca que está Irán de obtener un arma nuclear, el 'statu quo' no es sostenible. Tarde o temprano, Israel va a arrastrar o animar a EEUU a adoptar una acción militar para revertir el programa nuclear de Irán, desatando potencialmente una desastrosa conflagración regional", opina.

En lugar de la normalización… ¿la guerra?

Israel, de hecho, lleva años mostrándose en contra de cualquier acercamiento hacia Irán, y ha tratado de sabotear activamente todas las iniciativas diplomáticas alrededor del acuerdo nuclear. Se cree que sus servicios de Inteligencia están detrás de una reciente serie de asesinatos de oficiales de la Guardia Revolucionaria iraní, así como de los sabotajes y ataques con drones contra instalaciones nucleares en Irán, que han sido interpretados como un intento de cortocircuitar las negociaciones.

Para Parsi, la estrategia israelí va incluso más allá de la cuestión nuclear. "Para Israel, esto nunca ha ido de armas nucleares. Siempre ha sido sobre prevenir un acercamiento EEUU-Irán que permitiría a Estados Unidos reducir su presencia militar en Oriente Medio y permitirle apoyarse más en Irán y, de este modo, ver a Israel como menos importante estratégicamente", dice a este diario.

Foto: Funeral por un militar en Lviv, Ucrania. (Reuters/Pavlo Palamarchuk)

Sea como fuere, el Gobierno israelí está jugando fuerte. A principios de junio, las fuerzas armadas llevaron a cabo ejercicios militares en los que, por primera vez, se ensayaba de forma explícita un ataque contra instalaciones en Irán. Y si el objetivo es lanzar una operación bélica —que ahora la Administración Biden se ha comprometido formalmente a respaldar— para prevenir que el régimen iraní se haga con armamento nuclear, la ventana de oportunidad es cada vez más estrecha. Seyyed Kamal Kharrazi, jefe del Consejo Estratégico de Relaciones Exteriores de Irán y asesor sénior del ayatolá Jamenei, ha declarado a Al Jazeera que Teherán ya tiene las capacidades técnicas para fabricar la bomba, pero "aún no ha tomado la decisión".

Por si este panorama no fuese lo suficientemente complejo, Rusia es también un actor relevante en este tablero. Al mismo tiempo que Putin viajaba a la capital iraní, la petrolera semiestatal rusa Gazprom firmó un memorándum de entendimiento con la Compañía Petrolera Nacional de Irán por valor de unos 40.000 millones de dólares. El objetivo es ayudarle a desarrollar los campos de gas de Kish y North Pars y seis yacimientos petrolíferos, así como en varios proyectos de gas natural licuado y en la construcción de diversos gasoductos destinados a la exportación.

Aunque las consecuencias están todavía por verse, el acuerdo señala una voluntad de entendimiento entre ambos países, cimentada en la rivalidad de ambos con Occidente. Así, Rusia señala que no está tan aislada como les gustaría a las cancillerías europeas y a Washington, al tiempo que Irán indica su preferencia por un socio no occidental.

Foto: Reciente visita del Director General de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Rafael Grossi. (EFE/Abdein Taherkenareh)

No obstante, algunos expertos han señalado que no existe una verdadera convergencia entre Moscú y Teherán, puesto que los iraníes no terminan de fiarse de los rusos. Sin embargo, no es ningún secreto que el núcleo duro del régimen iraní prefiere evitar a toda costa cualquier dependencia de unos países occidentales sometidos a la volatilidad de las urnas y de su propia política doméstica.

En ese contexto, la maniobra de Gazprom para ayudar a Irán a modernizar sus infraestructuras le permitiría a este recuperar competitividad en este sector sin tener que abrirse a las compañías occidentales, al tiempo que Rusia estrecha su relación con un potencial competidor energético, facilitando en su lugar la posibilidad de establecer un frente común.

Teniendo todo esto en cuenta, Europa tiene pocas posibilidades de convertir a Irán en un suministrador alternativo de energía a corto plazo. Es posible que, en un momento de aceleración geopolítica como el que vivimos, la situación acabe cambiando radicalmente. Pero lo que es casi seguro es que no lo hará en unos pocos meses, cuando el impacto de la crisis energética llegará en toda su plenitud. Este otoño no será el gas iraní lo que caliente los hogares europeos.

Desde que Rusia invadió Ucrania el pasado 24 de febrero, el presidente Vladímir Putin ha viajado poco fuera de las fronteras de su país, y siempre en el vecindario cercano. Para su primer viaje fuera del espacio postsoviético, el líder ruso ha elegido Irán para un encuentro tripartito con el ayatolá Jamenei y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Una reunión cuyo propósito declarado era abordar la situación en Siria, pero que, en el contexto en que nos encontramos, ha atraído la atención del mundo por sus posibles implicaciones.

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