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La frontera imposible de la ampliación: una trampa balcánica sin solución a la vista
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La frontera imposible de la ampliación: una trampa balcánica sin solución a la vista

La Unión trata de mantener viva una promesa europea por la que la élite política de Bosnia-Herzegovina no está dispuesta a pelear. Pero romper esos puentes es un lujo que Bruselas no puede permitirse

Foto: Puente Viejo en Sarajevo. (EFE/Fehim Demir)
Puente Viejo en Sarajevo. (EFE/Fehim Demir)

El Confidencial, en colaboración con el Parlamento Europeo, presenta la quinta entrega de 'Las fronteras de Europa', parte del proyecto editorial 'Decodificando la mente del Parlamento Europeo', cofinanciado por la institución. Durante el último año, hemos publicado más de 50 entrevistas con eurodiputados de todas las familias políticas sobre los grandes debates que van a marcar nuestro futuro. Ahora, aterrizamos esta amplia mirada en una serie de reportajes para comprender estos desafíos sobre el terreno. En esta crónica, analizamos la frontera balcánica de la Unión Europea donde el caso de Bosnia-Herzegovina, un país todavía lastrado por los fantasmas de su pasado, es paradigmático de los desafíos de la ampliación.

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Durante un tiempo para los españoles el puente más famoso del mundo no volaba sobre el río Hudson ni se encontraba en la bahía de San Francisco, sino que salvaba las azules y caudalosas aguas del Neretva, a la altura de la ciudad de Mostar. Tras más de 400 años en pie, el bombardeo incesante del Consejo de Defensa Croata (HVO), que luchaban contra los bosniacos por el control de la ciudad, hizo que el puente colapsara y cayera a las frías aguas del río la mañana del 9 de noviembre de 1993; y con él la memoria de un símbolo que, hasta ese momento, era de todos los ciudadanos de Mostar. Tropas españolas construyeron un puente temporal para mantener el casco viejo conectado y las imágenes dieron la vuelta al mundo.

Han pasado 30 años desde esa guerra —un conflicto triangular de todos contra todos que enfrentó a los serbobosnios ortodoxos, a los bosniacos musulmanes y a los serbocroatas católicos entre 1992 y 1995 en distintas fases, protagonizado por la limpieza étnica, el desplazamiento forzoso, los bombardeos indiscriminados y el asesinato de civiles— y hoy, el Stari Most, el 'Viejo', reconstruido en 2004 e inaugurado por los políticos de los mismos partidos que alimentaron el odio que llevó a la violencia, apenas sobrevive en el imaginario público español como un recuerdo lejano y vive en la actualidad como un mero destino de vacaciones.

Los turistas que se arremolinan en el puente pueden llegar a creer que, con su reconstrucción, las heridas quedaron cerradas, que la vida ha vuelto a la normalidad. Que la piedra que pisan es ya firme. Para siempre. Pero en este país, lastrado por una guerra que costó, se calcula, unas 100.000 vidas y el futuro de millones de personas, ni las piedras terminan de escapar a su pasado.

Foto: Una protesta contra las medidas por el coronavirus en Múnich. (Reuters/Lukas Barth)

No muy lejos del Stari Most, a dos kilómetros y medio, en la zona croata de Mostar, se encuentra el cementerio memorial dedicado a los partisanos inaugurado por Tito en 1965 y vandalizado de forma periódica. El lugar languidece abandonado y en él se pueden ver pinturas de esvásticas o símbolos de los Ustachas, los fascistas croatas que sembraron el terror en el Estado Independiente de Croacia, el estado títere de la Alemania Nazi que ocupó todo el territorio de Bosnia-Herzegovina. Fue precisamente contra los Ustachas contra los que luchó la resistencia partisana, en la que participó gran parte de la población de Mostar.

placeholder Cementerio partisano de Mostar tras ser atacado. (Nacho Alarcón)
Cementerio partisano de Mostar tras ser atacado. (Nacho Alarcón)

La mañana del pasado 14 de junio las más de 600 lápidas que conforman el cementerio aparecieron destruidas. Prácticamente todas y cada una de ellas, por lo que se descarta que se tratara de un acto vandálico puntual: se da por hecho que era una acción muy coordinada. Una noticia que entristeció a muchos, pero que no sorprendió a tantos. Tras una pequeña manifestación para denunciar el ataque, el cementerio vuelve a estar completamente vacío, abandonado. El odio a flor de piel ya no está en el día a día, pero sí está durmiendo en forma de resentimiento y de desconfianza.

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Bosnia-Herzegovina es un país al que todavía le cuesta mirar al futuro. La desintegración de Yugoslavia y la guerra dejaron a una sociedad empobrecida, con pocas oportunidades; un país del que emigran muchos de los jóvenes con buena formación. Los acuerdos de Dayton de 1995 pusieron fin a la violencia y fueron útiles en el corto plazo, pero consagraron una política que gira sobre los amplios poderes para la comunidad internacional que supervisa los acuerdos y, sobre todo, sobre el eje del etnonacionalismo. Los serbobosnios se encuentran en la República Srpska; los bosniacos y bosniocroatas en la Federación de Bosnia-Herzegovina, con distritos especiales para la población mayoritariamente bosniocroata. Divididos, separados hasta en las escuelas, no hay ni solución ni demasiada esperanza a la vista.

"El riesgo es que esta separación lleve al 'apartheid", explica Paulo Rangel, eurodiputado popular portugués y miembro de la delegación de relaciones con el país balcánico. La idea de una Bosnia unida en su diversidad parece una quimera, a pesar de que hace solamente treinta años esos vecinos no sabían todavía que eran enemigos.

Hay una opinión generalizada entre la población bosnia: la solución a un país roto, dividido y enfrentado es la Unión Europea. Pero al mismo tiempo el país, candidato potencial desde la cumbre de Feira del año 2000 como el resto de los Balcanes, ha visto cómo el resto de sus vecinos van avanzando en el proceso de adhesión mientras ellos se quedan atrás. Para desesperación de buena parte de buena parte de la población civil, los líderes políticos no tienen ni interés ni voluntad de aplicar las reformas necesarias para poder optar a ingresar en la Unión. Y lo hacen mientras agitan un venenoso cóctel preparado cuidadosamente desde los principales partidos políticos y cuya receta incluye corrupción, clientelismo y una buena dosis de miedo y desconfianza hacia 'el otro'. 'Ostavka', resignación, eso es lo que queda para muchos.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin. (Foto: Getty Images)

Bosnia-Herzegovina está, geográfica, histórica y culturalmente en plena Europa. No se trata del patio de atrás de la Unión. Los análisis de las instituciones europeas no registran prácticamente ningún avance en el camino del país hacia la Unión Europea mientras la República Srpska juguetea con la idea de la secesión y su líder, Milorad Dodik, utiliza un discurso que algunos califican de maltrato psicológico: muy pocos creen que Dodik esté interesado en un choque violento, pero sí que coinciden en que usar el miedo a otro conflicto sobre una sociedad en la que una buena parte vive en estrés postraumático desde hace tres décadas le resulta útil, mientras profundiza en una agenda secesionista que ya va más allá del mero discurso.

Este jueves, en Bruselas, el Consejo Europeo, la reunión de líderes de la Unión Europea, ha dado su visto bueno a que Ucrania y Moldavia se conviertan en candidatos a ingresar. Algunos diplomáticos de países como Eslovenia y Croacia han insistido en la necesidad de que se le otorgue ese mismo estatus a Bosnia-Herzegovina para evitar que se extienda una apatía mayor entre la sociedad del país. Pero fuentes diplomáticas y europeas han sido tajantes: "No podemos reemplazar lo que deberían estar haciendo ellos". Otros defienden que hay que atraer a Bosnia-Herzegovina hacia la Unión Europea antes de que sea demasiado tarde.

placeholder Una bandera de Bosnia-Herzegovina ondea frente a un edificio dañado en Sarajevo. (Reuters)
Una bandera de Bosnia-Herzegovina ondea frente a un edificio dañado en Sarajevo. (Reuters)

El ambiente en una UE asediada por una guerra en sus fronteras, una crisis energética y varias tensiones internas entre Bruselas y algunas capitales no es muy propicio a lidiar con las complejidades de una adhesión. Un sondeo realizado por El Confidencial y el Parlamento Europeo preguntó a los eurodiputados por sus nuevos miembros preferidos para entrar en el club comunitario. En el tope de las prioridades encontramos a Ucrania, Serbia y Albania. Macedonia del Norte, Montenegro y Kosovo también tienen sus defensores en la Cámara. Incluso algunos guardan esperanzas en Turquía. Sin embargo, el hecho de que la respuesta más votada haya sido ‘ninguno’ es una muestra de que existe un núcleo duro de resistencia a ampliar y profundizar el proyecto europeo por ninguna de sus latitudes.

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Numerosas fuentes diplomáticas, europeas y comunitarias consultadas por El Confidencial en Bruselas, Berlín y Sarajevo, apuntan a un análisis muy similar de la situación del país balcánico. El primero y principal de los problemas es el ya mencionado: una clase política sin ninguna voluntad real de avanzar en el proceso de adhesión. La sensación generalizada es que, como señala Delara Burkhardt, eurodiputada socialdemócrata alemana y vicepresidenta de la delegación de relaciones con Bosnia-Herzegovina, los líderes "simulan el proceso de adhesión y no tienen un verdadero interés en avanzar porque perderían el 'statu quo".

Bruselas puso 14 condiciones básicas que Bosnia-Herzegovina tenía que cumplir para poder obtener el estatus de candidato, y los progresos han sido mínimos a pesar de ser puntos básicos, como por ejemplo garantizar los derechos de otras minorías. En ello tiene que ver tanto la falta de voluntad, con un incumplimiento permanente de un gran número de sentencias del constitucional bosnio, como la complejidad de la estructura del país, con un Estado enormemente descentralizado, que se evidencia de forma permanente en los contactos entre la Unión Europea y las autoridades bosnias. Por ejemplo, cuando tuvieron que responder al cuestionario enviado por la Comisión Europea las autoridades del país necesitaron años para completarlas, y de hecho una veintena de ellas se quedaron sin responder. Los análisis del Ejecutivo comunitario apuntan a que la República Srpska es el origen de una buena parte de los bloqueos.

Cementerio de Chekhov Kovaci en Sarajevo. (Nacho Alarcón)

Si el problema es la clase política, que es corrupta y ha establecido toda una red clientelar en la que les interesa mantener el 'statu quo', pero la sociedad civil indica que quiere cambios, ¿cuál es el problema? La solución sería obvia: cambiar a los líderes. El problema es que la economía bosnia tiene una enorme presencia de empresas públicas y los partidos mayoritarios protegen sus intereses controlando el mercado laboral.

Azem, un joven bosniaco que como casi todos los ciudadanos de Mostar vive del turismo, lamenta cómo los principales partidos tienen bajo control las posibilidades de encontrar y de mantener un trabajo. Incumplir con la disciplina de voto, no estar afiliado al partido mayoritario, suele costar el puesto de trabajo al rebelde y a su familia. "Es así. Siempre es así", explica mientras alza los hombros.

Remzija, que vivió de primera mano el sitio de Mostar, tiene un análisis muy claro: "Solamente hay una solución, que es ir a la Unión Europea". Cree que la población tiene voluntad de avanzar, pero en pocas palabras y en un inglés básico señala cuál es el problema para él. Alza tres dedos, haciendo referencia a la presidencia tripartita de BiH, y le sobran dos palabras para explicar el problema: "Nacionalistas. Fascistas".

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El otro gran problema identificado por todas las fuentes consultadas es la creciente tensión entre las dinámicas que establecen los acuerdos de Dayton de 1995 y el proceso de adhesión de la Unión Europea. Los líderes se aferran a un sistema cuya legitimidad bebe de una interpretación muy extensiva de unos acuerdos que lo son todo en la política bosnia y que confirman el etnonacionalismo como la norma. No en vano la constitución es algo tan poco elegante como un mero anexo, el número 4, de los acuerdos de Dayton.

Esos pactos también establecen un monitoreo y una 'dirección' por parte de la comunidad internacional, lo que provoca que los críticos, especialmente los serbobosnios, se refieran a todo el esquema como un "protectorado" balcánico de occidente. El alto representante para Bosnia-Herzegovina, que responde ante el Consejo de Implementación de Paz establecido en los acuerdos, cuenta desde 1997 con los llamados 'poderes de Bonn', que le permiten vetar normas o forzar la adopción de otras. Aunque durante los últimos años había reducido su intervención, en el último año el alto representante, que ahora es Christian Schmidt, ha utilizado los poderes en varias ocasiones.

Foto: Un camión circula hacia el puerto de Belfast, en Irlanda. (EFE/Liam McBurney)

Ese aumento del uso de los 'poderes de Bonn' refleja tanto la creciente incapacidad de los líderes bosnios a la hora de alcanzar acuerdos básicos como una divergencia en la manera de entender el papel occidental en el país entre los socios anglosajones y la Unión. Dayton consagra el monitoreo y la intervención externa, y eso, acusan muchos desde el lado europeo, provoca que los líderes bosnios se acomoden: si ellos no toman medidas ya las tomará el alto representante. La última vez que ha ocurrido ha sido hace solamente unas semanas, cuando Schmidt forzó la aprobación de un presupuesto suficiente para la celebración de elecciones que había sido retrasado por el ministro de Finanzas del HDZ, que pedía que antes se hiciera una reforma electoral para los bosniocroatas. Las elecciones de octubre se consideran otro momento clave en el futuro inmediato del país.

Mientras tanto la Unión considera que hay que aumentar la presión política pero con el objetivo de que sean los líderes los que tomen las medidas. El proceso de adhesión es contrario a la idea de Dayton porque no puedes forzar a un país a que se integre en la Unión Europea: tiene que ser por voluntad propia. Tienen que ser ellos los que den pasos hacia la integración, explican las numerosas fuentes consultadas. "No podemos hacerlo por ellos", añade una fuente europea. Recientemente Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, ha reunido a los líderes políticos en Bruselas para que vuelvan a comprometerse con las reformas necesarias para avanzar hacia la Unión aunque a puerta cerrada todo el mundo admite los efectos limitados de estas iniciativas.

Foto: Mural de Vladimir Putin y un oso en las calles de Moscú. (Getty/Sean Gallup)

Pero el silencio se hace cuando se plantea la ecuación imposible de resolver: si el proceso de ampliación requiere de que los líderes de un país tercero se hagan responsables de su camino hacia Europa, pero los líderes políticos bosnios se aferran al status quo incluso si la inmensa mayoría de la población considera que integrarse en la Unión Europea es la única garantía de futuro, entonces, ¿cuál es la solución?

La acción de la UE se reduce a un papel poco elegante: el de intentar mantener la estabilidad en un país muy volátil y que puede resultar jugoso para potencias, como Rusia, con voluntad de desestabilizar la región, un riesgo que en Bruselas se considera real como demuestra el hecho de que la Unión haya doblado la presencia de agentes de Eufor, la misión civil-militar heredera de la presencia de la OTAN sobre el terreno, y que no son difíciles de ver caminando a pie por ciudades como Mostar.

Aunque los análisis realizados por la propia Eufor es que no hay en Bosnia-Herzegovina un riesgo de un conflicto violento, más allá de determinados incidentes, lo cierto es que los líderes, como Milorad Dodik, de República Srpska, utilizan el miedo y el riesgo de una nueva guerra como un instrumento político. Y eso lo hacen sobre una sociedad en la que el miedo a un nuevo conflicto es permanente.

placeholder Brigada de Eufor en Sarajevo. (EFE)
Brigada de Eufor en Sarajevo. (EFE)

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Ninguna de las fuentes consultadas considera que exista la posibilidad de que en el corto plazo Bosnia-Herzegovina avance en el camino de las reformas y que cumpla con los deberes que la Comisión Europea le puso para obtener el estatus de candidato. El comisario de Ampliación, Olivér Várhelyi, ha recordado recientemente que Sarajevo tiene una lista que cumplir y que la Comisión no va a iniciar una política de "descuentos" sobre los requisitos que establece en sus opiniones originales. Los líderes europeos han encargado a la Comisión que revise cómo se han avanzado en esos 14 puntos comprometidos.

Pero no hay una única manera de entender la política de ampliación de la UE, y algunos países consideran que la mejor manera de atar a Bosnia-Herzegovina a la Unión es ofreciéndole cuanto antes el estatus de candidato. De cara a la cumbre de esta semana, en la que los líderes europeos han apoyado que Ucrania y Moldavia obtengan el estatus de candidatos, los diplomáticos de Eslovenia y otros países defienden la necesidad de dar ese mismo paso con Sarajevo. "Los progresos son indiscutiblemente pobres, pero hay que contribuir a que las cosas avancen y no a que se estanquen", explica un diplomático de otro país.

La eurodiputada Burkhardt, que en los últimos días ha visitado Sarajevo, advierte del riesgo que corre la UE si no ofrece ese estatus pronto, señalando que muchos bosnios van a sentir un mayor desapego hacia el proyecto. La socialdemócrata alemana explica que, en todo caso, son muchos los bosnios que ya se sienten desencantados al observar cómo el proceso de adhesión de Macedonia del Norte, que ha hecho grandes sacrificios en los últimos años para poder optar a iniciar negociaciones, se ve todavía bloqueada por Bulgaria, aunque se esperan progresos en los próximos días.

Foto: El presidente de Albania, Edi Rama (i), Macedonia, Dimitar Kovacevski (c), y Serbia, Aleksandar Vucic, durante una rueda de prensa esta mañana en Bruselas. (Reuters/Johanna Geron)

Pero el mensaje principal de Burkhardt se centra en una idea: si la UE quiere tener alguna opción en Bosnia-Herzegovina necesita centrarse en la sociedad civil. Solamente los bosnios, con un cambio político en el país, pueden propiciar su acercamiento a la Unión, explica la eurodiputada. Eso también lo saben en la Comisión Europea, y de hecho parte de la estrategia es intentar mantener a Bosnia cerca a la espera de que la corriente cambie de dirección.

Pero, con la corrupción extendida, su control sobre los medios de comunicación del país y sobre el mercado de trabajo, ¿es posible cambiar a la clase política? ¿Es posible un cambio real? En el cantón de Sarajevo, gobernado por Edin Forto, de un partido multiétnico y liberal, así como en la propia capital, se han registrado importantes progresos en distintos campos, como por ejemplo en la lucha contra la corrupción.

La alcaldesa de Sarajevo, Benjamina Karić, también ha hecho gestos hacia la comunidad serbobosnia, como por ejemplo un monumento a las más de 150 asesinadas en Kazani por orden del bosniaco Musan Topalović, y ella, junto al alcalde de Banja Luka, capital de facto de la República Srpska, protagonizaron el primer encuentro de líderes de las dos principales ciudades desde el inicio de la guerra. Sin embargo, estos cambios son muy limitados y normalmente restringidos sobre todo a Sarajevo.

placeholder Un miembro de Eufor, durante una ceremonia en Sarajevo. (Reuters)
Un miembro de Eufor, durante una ceremonia en Sarajevo. (Reuters)

Los análisis de la Comisión Europea sobre la situación de Bosnia están llenos de "no hay avances" o "se han registrado avances muy limitados". Pero políticos y diplomáticos de algunos países piden mover ficha y pensar en la ampliación desde una perspectiva geopolítica: la UE no se puede permitir perder a Bosnia-Herzegovina. Rangel defiende la necesidad de que, sin llegar a tener un papel de intervención, la Unión Europea apueste por establecer una especie de árbitro que esté presente en Sarajevo y que ayude a los líderes políticos a desatascar los principales debates, como la reforma electoral, que estuvo a punto de acordarse en febrero, o a superar la crisis provocada por las tendencias secesionistas de la República Srpska.

Azem apura el último de los cuatro cafés consecutivos que ha tomado a última hora de la tarde en una destartalada cafetería de las afueras de Mostar. Una y otra vez el joven, que nació durante los años del conflicto, habla de la guerra de Bosnia, y lo hace en presente. "Llevamos 30 años de guerra aquí", explica. Aunque ya no hay francotiradores en las colinas ni bombardeos masivos, aunque la realidad brutal de la guerra no golpea yendo a por el pan en las calles de Sarajevo, el miedo a que vuelva ocurrir está ahí, a flor de piel. Y eso es suficiente para algunos líderes políticos.

El Confidencial, en colaboración con el Parlamento Europeo, presenta la quinta entrega de 'Las fronteras de Europa', parte del proyecto editorial 'Decodificando la mente del Parlamento Europeo', cofinanciado por la institución. Durante el último año, hemos publicado más de 50 entrevistas con eurodiputados de todas las familias políticas sobre los grandes debates que van a marcar nuestro futuro. Ahora, aterrizamos esta amplia mirada en una serie de reportajes para comprender estos desafíos sobre el terreno. En esta crónica, analizamos la frontera balcánica de la Unión Europea donde el caso de Bosnia-Herzegovina, un país todavía lastrado por los fantasmas de su pasado, es paradigmático de los desafíos de la ampliación.

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