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"Destruido, pero no muerto". Los 100 años del Zeljeznicar, el club superviviente de Sarajevo
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"Destruido, pero no muerto". Los 100 años del Zeljeznicar, el club superviviente de Sarajevo

La entidad bosnia, donde comenzaron sus carreras Osim o Dzeko, celebra su centenario entre la zozobra causada por una grave crisis económica y el orgullo de su propia historia

Foto: La academia visita Grbavica en 1996. (FK ZELJEZNICAR)
La academia visita Grbavica en 1996. (FK ZELJEZNICAR)

Sarajevo nunca pierde de vista a sus ídolos. No lo hace con Asim Ferhatovic, que da nombre al estadio donde se inauguraron los Juegos Olímpicos de 1984, ni con el que fuera escolta del Real Madrid, Mirza Delibasic, que hace lo propio con el pabellón de baloncesto. Tampoco con los que, estando vivos, llevan tiempo fuera, como el jugador del Inter de Milán, Edin Dzeko. Su camiseta preside los puestos de Bascarsija, en el barrio otomano, su foto cuelga de las paredes de las peluquerías y de las kafanas donde se sirve el denso y contundente café bosnio, y los críos gritan su nombre para que el espíritu del delantero centro de la selección nacional de fútbol les posea y asegurarse el triunfo en los partidos de la mahala, las empinadas calles que surcan las colinas que abrazan la ciudad.

placeholder Imagen de un partido del Zeljeznicar ( FK ZELJEZNICAR).
Imagen de un partido del Zeljeznicar ( FK ZELJEZNICAR).

En octubre de 1991, cuando Dzeko tenía apenas cinco años, el líder serbobosnio, Radovan Karazdic, tomó la palabra en el parlamento para advertir que si Bosnia iniciaba el mismo camino hacia la independencia que Eslovenia y Croacia habían logrado ya, acabaría en el “infierno”. “¿Cómo van a evitar que se maten los unos a los otros en Bosnia y Herzegovina?”, preguntó airado al futuro presidente, Alija Izetbegovic.

Siete meses después, en abril de 1992, Sarajevo quedó suspendida en el tiempo, las barricadas cortaron las calles y se empezaron a escuchar los primeros disparos. El deporte desapareció. Los niños dejaron de jugar en la mahala. El pequeño Dzeko tuvo que trasladarse con sus padres al diminuto apartamento de sus abuelos, donde pasó el resto de la guerra con otros quince familiares. Cerca del final del sitio de la capital bosnia, volvió a jugar al fútbol en la academia de una institución que, como muchas otras en la ciudad, había quedado terriblemente dañada al concluir el conflicto: el club de fútbol Zeljeznicar.

placeholder Parte del estadio, destruido durante el conflicto. (FK ZELJEZNICAR)
Parte del estadio, destruido durante el conflicto. (FK ZELJEZNICAR)

Durante los más de mil cuatrocientos días que duró el asedio, el estadio de Grbavica, donde juega el club y se disputan algunos partidos de la selección bosnia, fue parte del frente de batalla; un enclave en ocasiones ocupado y en otras, tierra de nadie, en medio del infierno en el que se convirtió la franja que se extiende entre la ribera sur del río Miljacka y las colinas en las que se instalaron las fuerzas serbobosnias. Esa circunstancia convirtió al estadio en la “primera línea de resistencia en esa guerra desafortunada”, en palabras de Sanjin Mesic, ex jugador del Zeljeznicar y actual entrenador de los jóvenes talentos de la academia.

El pasado 19 de septiembre, un manto de fuegos artificiales de siete kilómetros de longitud pareció sepultar aquella línea de frente treinta años después del inicio de la guerra. La escena, dibujada en el cielo despejado de la noche sarajevita, fue concebida por los aficionados del club como el apogeo de los actos de celebración del centenario de su fundación. La pirotecnia cubrió la ciudad de rojo desde 350 localizaciones ubicadas entre el suburbio occidental de Otoka y la Bascarsija de la zona vieja que pone el cierre en el extremo este.

placeholder Celebración del centenario del club. (KLIX.BA)
Celebración del centenario del club. (KLIX.BA)

En los días anteriores habían llegado las felicitaciones del propio Dzeko y de otros jugadores como Miralem Pjanic. La biblioteca de Sarajevo lucía iluminada de azul, el color del Zeljo, al igual que los edificios del distrito centro y de Novo Sarajevo, pero nadie olvidaba que el club fue fundado hace cien años por los trabajadores del ferrocarril y por sus hijos. En el recuerdo, la liga de Yugoslavia ganada a los cuatro grandes -Partizan y Estrella Roja de Belgrado, Dinamo de Zagreb y Hajduk Split- en 1972, y el gran “casi” del Zeljeznicar, cuando un gol del Videoton húngaro en el último minuto les privó de jugar la final de la Copa de la UEFA de 1985 contra el Real Madrid. “El club Zeljeznicar ha pasado momentos graves dentro de su historia, especialmente en el periodo entre 1992 y 1995 cuando el estadio estaba totalmente quemado y destruido”, recuerda Samir Avdic, ministro de Cultura y Deportes del Cantón de Sarajevo. “Ahora, casi treinta años después de acabar la guerra, puedo decir que estoy muy feliz de que formemos parte de una generación que puede celebrar estos cien años. Esto pasa una vez en la vida”.

Desde sus orígenes, el Zeljeznicar fue un club “donde eran bienvenidos todos”, explica Medina Sehic, responsable de deportes de la televisión pública bosnia. No representó a ningún grupo confesional de forma específica, según indica Richard Mills en su ensayo “The pitch itself was no man’s land: Siege, Željezničar Sarajevo Football Club and the Grbavica Stadium”. El autor añade que, durante el periodo de entreguerras, el club fue una “organización modesta” que participaba en competiciones locales en Sarajevo. “Como club de trabajadores”, escribe Mills, “siempre estuvo asociado con la política radical”, algo que llamó la atención de las autoridades del efímero Reino de Yugoslavia, que sospechaban que albergaba a activistas comunistas. Cuando, en 1941, se produjo la invasión de Yugoslavia por parte de las potencias del Eje, Sarajevo pasó a formar parte del Estado Independiente de Croacia, aliado de Alemania. Entonces, la actividad del Zeljeznicar cesó. Muchos miembros del club, concluye Mills, se unieron a los partisanos haciendo una “contribución significativa” a la lucha para la liberación. De hecho, el terreno de juego al que se trasladó el equipo durante los primeros años de la etapa socialista, se llamó “6 de abril” en memoria del aquel día de 1945 en que se produjo la liberación de Sarajevo.

placeholder Labores de limpieza de Grbavica, en 1996. ( FK ZELJEZNICAR)
Labores de limpieza de Grbavica, en 1996. ( FK ZELJEZNICAR)

Zeljeznicar se traduce como “ferroviario” y una locomotora preside los partidos desde la esquina sureste del estadio de Grbavica, construido, como ocurrió con otras instalaciones en la época de la Yugoslavia de Tito, gracias al trabajo de cientos de voluntarios, soldados y de los propios trabajadores del ferrocarril. Richard Mills, autor también de obras como “The politics of football in Yugoslavia: sport, nationalism and the state”, recoge la mirada nostálgica del escritor Dzevad Kajan, quien recuerda que, en la década de los cincuenta y los sesenta, una línea de vía estrecha pasaba detrás de la grada sur del nuevo estadio. Los maquinistas reducían entonces la velocidad para saludar a los jugadores y a los espectadores con el silbido de la locomotora. Eran los tiempos de la expansión hacia el oeste de los suburbios de Sarajevo bajo la doctrina de “hermandad y unidad” dictada por Tito, y los nuevos distritos fueron llenándose de familias. “El Zeljeznicar para mí personalmente es algo muy importante, porque nací y crecí en Grbavica. Es parte de la vida de todos los niños” que han crecido en el barrio, señala Samir Avdic. “Es un club de gente corriente y de trabajadores”, añade Sanjin Mesic, quien, como jugador, formó parte de la plantilla del Zeljeznicar que avanzó hasta la tercera ronda clasificatoria de la Liga de Campeones en 2002 donde fueron derrotados por el Newcastle de Bobby Robson y Alan Shearer.

placeholder La academia del Zeljeznicar visita el Grbavica, 1996. ( FK ZELJEZNICAR
La academia del Zeljeznicar visita el Grbavica, 1996. ( FK ZELJEZNICAR

Gradualmente, el estadio fue adquiriendo un carácter simbólico. El himno no oficial del club, “Grbavica” compuesto por Mladen Vojicic “Tifa”, uno de los antiguos miembros de la banda de rock Bjelo Dugme, dice: “ahí están las imágenes de mi infancia, ahí está todo lo que es mío…y después miro al estadio del Zeljo, veo tu orgullo”. Es el tema que cantan a capela antes de los partidos los veinte mil espectadores que entran en Grbavica, una especie de “You´ll never walk alone” del Zeljeznicar. Con la salvedad de que esas imágenes de la infancia que describe Tifa ardieron el 4 de mayo de 1992. La cámara de un video aficionado captó cómo las llamas arrasaban el estadio que, durante los siguientes años, se convirtió en un lugar pavoroso. “El Zeljo sabía caer y levantarse”, dice la periodista Medina Sehic, “pero en el periodo entre 1992 y 1995 sufrió una crisis que hizo que nadie pensara que el club fuera a sobrevivir”. La rebeldía y persistencia de los miembros que permanecieron en Sarajevo hizo que el club “continuara con vida”, señala. Siguieron jugando en escuelas y otros espacios cubiertos para preservar la idea de sus fundadores y como una forma de terapia para conservar la cordura y la normalidad. Lo hacían, dice la periodista, “sabiendo que un día volverían a Grbavica”.

"Estaba destruido, pero no muerto. Era una imagen depresiva, pero había esperanza"

Cuando la guerra terminó, algunos de los directivos y jugadores del club acudieron a visitar lo que quedaba de su estadio. La antigua grada oeste, que había sido trasladada en bloque desde el vetusto recinto del “6 de abril” en los años cincuenta, había desaparecido y con ella documentos, trofeos y recuerdos. Solo se salvó lo que estaba guardado en otras partes de la ciudad. Los cráteres y las minas hacían imposible pisar el césped y el campo de entrenamiento adyacente. “Ese fue uno de los días más emocionantes de mi vida porque toda mi familia esta conectada con este club”, recuerda Sehic. “Fui al estadio con el alcalde de Sarajevo, una pequeña delegación de los oficiales del club y algunos jugadores. Estaba completamente destruido”, se lamenta. “Destruido, pero no muerto. Era una imagen depresiva, pero esperanza fue la palabra que recuerdo entre los sentimientos de ese día”.

El terreno, cubierto de maleza, tuvo que ser desminado antes del 2 de mayo de 1996, fecha del partido con el que el Zeljeznicar y su gran rival, el FK Sarajevo, devolvieron el fútbol a la gente en Grbavica. Cada afición abucheó al equipo contrario, por supuesto, para dejar claro que, después de la guerra estaban unidos, pero que nada había cambiado en el aspecto deportivo y que con el fútbol no se juega.

placeholder 100 años de historia entre guerras, regimenes y partidos. (FK ZELJEZNICAR)
100 años de historia entre guerras, regimenes y partidos. (FK ZELJEZNICAR)

Desde entonces, el club ha ganado seis títulos de la liga bosnia y el estadio ha sido reconstruido poco a poco gracias, entre otras cosas, a iniciativas y contribuciones de sus aficionados. No obstante, actualmente atraviesa una mala racha de resultados deportivos y, sobre todo, una crisis económica grave. La esperanza pasa por la aparición de nuevos inversores. En estos días de celebración, flota entre los aficionados del Zeljo una mezcla de preocupación por la situación del club y de confianza por tratarse de una entidad, según dice uno de los lemas que muestran habitualmente sus fieles, “más fuerte que las guerras, los regímenes y los partidos”.

Sarajevo nunca pierde de vista a sus ídolos. No lo hace con Asim Ferhatovic, que da nombre al estadio donde se inauguraron los Juegos Olímpicos de 1984, ni con el que fuera escolta del Real Madrid, Mirza Delibasic, que hace lo propio con el pabellón de baloncesto. Tampoco con los que, estando vivos, llevan tiempo fuera, como el jugador del Inter de Milán, Edin Dzeko. Su camiseta preside los puestos de Bascarsija, en el barrio otomano, su foto cuelga de las paredes de las peluquerías y de las kafanas donde se sirve el denso y contundente café bosnio, y los críos gritan su nombre para que el espíritu del delantero centro de la selección nacional de fútbol les posea y asegurarse el triunfo en los partidos de la mahala, las empinadas calles que surcan las colinas que abrazan la ciudad.

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