España-Kosovo. Los problemas de enfrentarte a un equipo que no reconoces
Las dos selecciones se enfrentan por primera vez en su historia. Tratamos de entender lo que hay detrás del embrollo diplomático que rodea al partido
El rival no era el Real Madrid de los galácticos ni la Argentina de Diego Armando Maradona, sino la selección nacional de Haití. Pero era lo de menos. Diecisiete mil espectadores abarrotaron el estadio olímpico de Mitrovica para ver el primer partido oficial –un amistoso permitido por la FIFA– del combinado futbolístico de Kosovo. Ni siquiera el resultado acompañó, pues no hubo goles al final del encuentro, pero el 5 de marzo de 2014 es una fecha inolvidable para muchos. Axel Torres, periodista especializado en fútbol internacional, fue uno de los asistentes al encuentro. Recuerda el enorme fervor popular, el entusiasmo inigualable de toda la afición al contemplar el primer partido de fútbol reconocido para los hinchas kosovares en la historia. Un antecedente de lo que después llegaría, ya que en 2016, tanto la FIFA como la UEFA reconocen la Federación de Fútbol de Kosovo, lo que permite a la selección balcánica competir en las rondas de clasificación para optar a una plaza en el Mundial o la Eurocopa.
Seis años antes del encuentro contra los haitianos se produjo la declaración unilateral de independencia de Kosovo para separarse de Serbia. La comunidad internacional no reaccionó de similar modo a este movimiento. En la actualidad, gran parte del continente europeo o Estados Unidos sí reconoce a Kosovo como país, pero en el globo terráqueo son aún numerosos los estados que no lo hacen, considerándolo un territorio serbio, desde China o Rusia hasta gran parte de Latinoamérica. España, al igual que miembros de la UE como Grecia, Eslovaquia o Rumanía, se encuentra entre los segundos. Por este motivo, no pocos se echaron las manos a la cabeza cuando la mano inocente de Rafael Van der Vaart, en el sorteo de selecciones para la fase de clasificación al Mundial de Qatar 2022, sacó la papeleta de Kosovo que encuadraba al equipo en el mismo grupo que España, lo que hacía prever, como ya se está pudiendo constatar, embrollo diplomático. Pese a la posición férrea mostrada hasta la fecha, por vez primera en un gran evento España autoriza que suene el himno kosovar y se luzca su bandera para el partido que enfrentará a ambas selecciones, el próximo 31 de marzo, en La Cartuja de Sevilla.
Aunque se pretenda no vincular el deporte con lo político, se trata de un tema bastante complejo, como constatan las numerosas fuentes consultadas para este reportaje, en la que se pueden argüir diferentes razones. Y resulta imprescindible entender el pasado reciente de Kosovo, la guerra que tuvo lugar en la zona entre 1998 y 1999 –dentro del contexto de las guerras de desintegración de Yugoslavia–, para comprender lo ocurrido en 2008 y años venideros. En la actualidad, pese a las heridas que quedan, una nueva generación trata de salir adelante y dejar atrás cualquier “memoria herida” del conflicto y, en esto, el fútbol juega un relevante papel.
Kosovo: del trágico pasado a un presente efervescente
De los bombardeos en Prístina a los golazos de la estrella de la selección kosovar, Valon Berisha, transcurren menos de dos décadas. Para muchos, es muy difícil olvidar. Kosovo, en el contexto balcánico, no es una zona más. Como asegura Marc Casals, probablemente sea el lugar con mayor carga simbólica de los Balcanes por dos motivos: “Primero porque en la Edad Media fue el escenario de una batalla entre el Imperio otomano y un ejército cristiano (sobre todo serbio) que se considera el principio del fin de la Serbia medieval. Segundo, porque en Kosovo se pusieron de manifiesto en los años ochenta las tensiones nacionales que acabarían rompiendo Yugoslavia y porque la guerra de 1999 culminó la disolución del país”, asegura el periodista, afincado en Sarajevo desde hace tres lustros y especializado en la región. Sin desdeñar la importancia de lo ocurrido en el convulso siglo XX –Las Guerras Balcánicas (1912-1913), las dos contiendas mundiales y la instauración de la Yugoslavia comunista de Josip Broz Tito a partir de 1945–, la penúltima década de la pasada centuria es clave. En 1980 fallece el dictador y en la primavera del año siguiente se produce una ola de violencia en Kosovo, cuando los albaneses partidarios de la independencia atacan a la población serbia, que se marchará de la región en masa. En 1987, el presidente serbio Iban Stambolic manda a su protegido a Kosovo, y allí, ante la minoría serbia, expresa un discurso incendiario que, según recoge el historiador Julián Casanova en Una violencia indómita, contiene todos los elementos del más duro nacionalismo. El referido agitador es conocido por todos: Slodoban Milošević.
La mecha no deja de prenderse y todo estalla por los aires a inicios de los noventa, con las diferentes guerras de secesión, siendo la de Bosnia la más larga y violenta de todas. En febrero de 1998 da comienzo la guerra de Kosovo. “Milošević restringió al máximo la autonomía de Kosovo y los derechos lingüísticos, y aquello acabó convertido en un estado policial donde se cometían frecuentes abusos. Durante la guerra, aprovechándola o como consecuencia de esta, llevaron a cabo operaciones militares de limpieza étnica. El número de albaneses desparecidos todavía es de varios millares. Si bien, en el lado serbio también se reclaman muchos muertos, incluida la población romaní, y han sufrido abusos después de la independencia”, escribe Álvaro González, conocido como “Corazón Rural”, periodista especializado en el mundo de los Balcanes. El nacionalismo serbio y los separatistas albano-kosovares, con el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) como líder, se enfrentaron en una guerra que dejó un gran número de muertos y de desplazados, y en la que intervino la OTAN, hasta su final oficial en junio de 1999. Como escribe Ramón González Férriz en La trampa del optimismo (Debate, 2020) “solo un ataque de la OTAN contra las posiciones serbias impidió la eliminación total de los albaneses en la región”. Se puede imaginar, por lo tanto, que los años siguientes no fueron nada sencillos. Corazón Rural reconoce que en el bando serbio se pueden encontrar desde aquellos que consideran Kosovo un territorio sagrado irrenunciable hasta los que habrían preferido una independencia total para poder olvidarse del tema. “Y no se puede olvidar que el primer ministro serbio, Zoran Djindjic, que insistía en que había que llegar a un acuerdo cuanto antes, desapareció de la escena porque le asesinaron en un atentado en 2003”, añade el periodista. Recientemente se ha recordado, con motivo del decimoctavo aniversario de su asesinato, la figura de este precursor del acercamiento de Serbia a las democracias occidentales.
"Es una sociedad efervescente, que remonta después de un periodo pasado difícil”
La declaración unilateral de independencia de 2008 supone un terremoto, tanto en los Balcanes como en el escenario internacional, germinando un conflicto que está lejos de resolverse. Hoy en día, los jóvenes evitan asociarse al recuerdo pretérito, y tratan de salir adelante: “Es una sociedad efervescente, que remonta después de un periodo pasado difícil”, reconoce Miguel Roán, politólogo y autor de un libro imprescindible para luchar contra los estereotipos que la mirada occidental proyecta sobre toda la región del sureste del continente, Balcanismos (Báltica Editorial, 2020). Ha viajado en diferentes ocasiones a Kosovo, y pese a destacar algunos problemas irrefutables que lo dañan –como los altos índices de emigración, desempleo y corrupción–, asegura que constituye una sociedad vibrante, con ciudades históricas y atractivas como la capital, Prístina, Peć o Prizren, dónde se celebra un importante festival internacional de cine documental DokuFest.
Se trata de encarar el presente con optimismo, pese a que el recuerdo de la guerra, tristemente, permanece. Y, justamente, si se mira al séptimo arte, cada vez son más los intentos de diferentes creadores por tratar de entender lo ocurrido, y más aún dada la complejidad de un conflicto que acabó con tantas vidas humanas. Muy elogioso es el filme La carga (2019), del serbio Ognjen Glavonic –disponible en España, en Filmin–, donde se muestra cómo un conductor serbio transporta, en un camión frigorífico, cadáveres de los civiles kosovares que son enterrados en fosas comunes en las cercanías de Belgrado. Es algo que ocurrió, como señala Corazón Rural, por lo que destaca la valentía de Glanovic. Y en la nueva realidad, el fútbol también juega un rol fundamental, como añade Roán: “De las primeras cosas que te preguntan cuando llegas como extranjero, tanto en Kosovo como en el resto de los Balcanes, es de qué equipo eres”. No se puede olvidar que el año en que empezaba el baño de sangre en la antigua Yugoslavia, en 1991, el Estrella Roja conseguía levantar la Copa de Europa, al vencer en la final al Olympique de Marsella. Un hecho sin precedentes, muy lejos de repetirse. En Kosovo, al menos, desde 2016 tienen la posibilidad de competir en las rondas previas, y el Prishtina FC ha jugado en los últimos años las rondas previas de la Europa League, aunque con escasa fortuna.
El no-reconocimiento español de Kosovo
El encuentro que han de disputar las selecciones entrenadas por Luis Enrique y Bernard Challandes es el último de una serie de emparejamientos que, en otros deportes y en categorías inferiores futbolísticas, ya han causado encontronazos y problemas para la diplomacia española. En 2019, la UEFA quitó a España el hospedaje de un torneo sub-17 de balompié que se iba a celebrar en Benidorm por no permitir la bandera kosovar, y un año antes, en el Mundial de Kárate celebrado en Madrid, se impidió a los kosovares competir con su equipación, pues lucía los colores nacionales.
Más allá del escenario deportivo, en la Unión Europea también se han producido diferentes desencuentros. De ellos ha sido testigo el corresponsal de este periódico en Bruselas, Nacho Alarcón. Es un asunto enormemente sensible para España, y que ha generado repetidos dolores de cabeza: “Tras el cambio de Gobierno, en el ministerio de Exteriores empezó a utilizarse una frase en referencia al asunto kosovar: ‘No hay que ser más papistas que el papa’. En otras palabras: lo que sirva para Serbia servirá para España”, asegura Alarcón. De hecho, en estos últimos años se han producido algunas situaciones que podrían calificarse como absurdas. En una cumbre en Sofía (Bulgaria), en mayo de 2018, el primer ministro serbio estuvo sentado en la misma mesa que el kosovar, mientras que España no acudió para no hacer entender que había un reconocimiento explícito de Kosovo. Aquí, el gobierno de Rajoy se mostró duro. El coronavirus, no obstante, consiguió aliviar las tensiones: “En mayo de 2020, en una cumbre digital, el Gobierno español accedió a sentarse con el kosovar a cambio de que en videollamada no se viera ninguna bandera y se acordó que cuando se dieran la palabra fuera por los nombres y no por los cargos, para evitar que, de alguna manera, se entendiera que España reconocía como homólogo al líder kosovar”, cuenta Alarcón, que añade: “La postura española no ha cambiado, pero sí la actitud, y su intención de impulsar el diálogo entre Prístina y Belgrado para intentar llegar a una solución. En el momento en que Serbia reconozca a Kosovo, España se quitará un peso de encima”.
"España, naturalmente, se opone a cualquier rectificación de fronteras en Europa"
José Álvarez Junco, historiador y catedrático emérito de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Políticos y Sociales de la Universidad Complutense, ha escrito e investigado sobre los nacionalismos y es uno de sus grandes especialistas. En el marco de un congreso celebrado en esta institución académica sobre religión y nacionalismos, le preguntamos sobre la posición española ante el tema Kosovo: “Es una toma de posición contraria a cualquier rectificación de fronteras. España, que es una unidad nacional todavía con problemas, quiere evitar verse amenazada por un proceso de ‘balcanización’ que sería, no hace falta decirlo, enormemente doloroso, complicadísimo y necesariamente violento. España, naturalmente, se opone a cualquier rectificación de fronteras en Europa”, comenta.
Es una misma línea se sitúa Casals. Para este, que España reconozca una independencia unilateral establecería un precedente complejo, que luego se podría aplicar, por ejemplo, en Cataluña. Sin embargo, recuerda que no se pueden establecer comparaciones a la ligera: “Para hacer una analogía entre dos términos hay que conocer bien ambos, circunstancia que no se da en las polémicas relacionadas con los Balcanes que surgen de vez en cuando en España: hace un tiempo fue Eslovenia a raíz de unas declaraciones de Quim Torra, ahora Kosovo a raíz del fútbol. En realidad son ‘pseudodebates’ a golpe de titular donde los Balcanes son poco más que una tabla casi rasa sobre la que proyectar nuestras discordias nacionales”, expresa.
No obstante, como recuerda Miguel Roán, no se puede olvidar que el caso de España no es, en absoluto, excepcional. Expone que una razón por la que no se reconoce la existencia del Estado kosovar responde a un cuestión de coherencia en política nacional, ya que España ha estado en contra de declaraciones unilaterales de independencia que no han ido seguidas de un consenso internacional. “Dar un giro a esa político no es fácil si no hay razones que lo legitimen. Kosovo no ha sido reconocida por todos los estados, sí por la mayoría de la UE, pero, como quien dice, prácticamente la mitad del planeta no lo ha reconocido”, afirma el politólogo, que añade que España es respetuosa de la legislación internacional, pese a que pueda tener debilidades en políticas de interior y exterior, y que no son pocos los partidos independentistas que, con fines puramente políticos, como la CUP, han reivindicado la vía unilateral de Kosovo como un modelo a seguir.
Reconocimiento de la federación kosovar de fútbol
Son poco menos de un centenar los estados de las Naciones Unidas que aceptan la soberanía de Kosovo de un total de 193 países miembros. Esto constata que el conflicto, en la esfera internacional, está lejos de ser medianamente unánime. Axel Torres es un enamorado de la realidad y el fútbol kosovar, y ha podido visitar sus ciudades en diferentes ocasiones: “Me interesa mucho que cuando vas a Kosovo, piensas que el debate que te vas a encontrar en la sociedad es si ellos son Serbia o no lo son. Aunque en la comunidad internacional este debate no esté superado, ellos sí que lo tienen superado. El debate que hay allí es si Kosovo tiene que ser Albania, esto es, si tiene que unirse a Albania y la independencia fue un paso transitorio, o si Kosovo tiene una identidad propia con entidad para ser un Estado”, explica.
El interés del periodista por esta área eslava del sur comienza mucho antes de que la UEFA y la FIFA permitiesen la constitución de la Federación de Fútbol de Kosovo. Le fascinaba comprobar cómo podía desarrollarse una liga local, -aunque propia como era la Liga de Fútbol de Kosovo-, cuyos equipos no podían aspirar a clasificarse para Europa, un campeonato que no llegaba a ninguna parte. “Era una liga oscura a los ojos del mundo y los futbolistas no podían jugar en ninguna selección porque no existía la selección kosovar, mi interés nace de aquí”, explica Torres. Tal es su entusiasmo que reconoce estar inmerso en un libro sobre la realidad social kosovar y su historia futbolística contemporánea que, espera, pueda ver la luz en los próximos años.
Para Kosovo, el reconocimiento de su federación y la posibilidad de competir en Europa, conseguido en 2016, fue todo un espaldarazo. Roán piensa que, cualquier reconocimiento, aunque sea en el apartado deportivo, es decisivo para la causa kosovar, y el fútbol es algo que mueve pasiones en Prístina. Torres, al mismo tiempo, reconoce que los argumentos que manejó la federación kosovar para convencer a las autoridades internacionales residían en que, a nivel de desarrollo, necesitaban esta federación para mejorar su nivel de infraestructuras, equipamientos y terrenos, que estaban en condiciones ínfimas. Si bien, es innegable que el abandono del oscurantismo en el balompié kosovar también ha traído una utilización política. Así lo cree el periodista de fútbol internacional Nahuel Lanzón: “Kosovo se volcó en lo deportivo ante la falta de reconocimientos diplomáticos en otras instancias”, asevera.
El momento culminante para la causa de Kosovo en el contexto deportivo, curiosamente, no lo protagonizó su selección nacional, y ocurrió a más de dos mil kilómetros de Prístina, en Kaliningrado. En junio de 2018, en esta ciudad de la antigua Prusia, la selección Suiza derrotó a Serbia por 2-1 en el Mundial de Fútbol de Rusia. Fue una remontada espectacular, y los tantos los anotaron Xherdan Shaqiri y Granit Xhaka, dos jugadores de procedencia albano-kosovar, que celebraron sus goles haciendo el gesto del águila, símbolo de la bandera de Albania. Este fue un momento inolvidable para Kosovo, como asegura Torres, que evoca la cantidad de pancartas de la afición que pedían, en aquel primer amistoso contra Haití del que fue testigo, que ambos futbolistas jugasen con la elástica de su selección. Algo que no está permitido al haber ya participado ambos en partidos oficiales con el combinado nacional helvético.
Capaces de plantar cara a España
La selección que viste de azul y negro con detalles amarillos comenzó su andadura en las rondas de clasificación europea desde cero, por lo que fue incluida en el bombo con los peores equipos del continente, como San Marino o Liechtenstein. Pero pronto demostró que su lugar no debía estar ahí. Empezó a ganar partidos contra las selecciones más modestas y a complicarle la vida a otras tantas de nivel medio. A lo largo de estos cinco años, ha llegado a golear por 0-5 a la débil Malta y vencer por 2-1 a rivales históricos como la República Checa. Y aunque haya recibido algún baño de realidad –la selección croata de Modric le endosó, en 2016, un doloroso 0-6– llegó a protagonizar uno de los grandes partidos entre selecciones de los últimos años, en Wembley, al perder contra la todopoderosa Inglaterra por 5-3.
Incluso, la plantilla dirigida por Challandes se llegó a clasificar a la repesca para entrar en la Eurocopa que se celebra esta canícula, pero perdió en semifinales contra Macedonia del Norte. “La selección es de un nivel más alto del que la gente puede pensar. Creo que aún les falta, tienen mucho talento ofensivo, pero van peor en defensa. Es un equipo cuya posición en el panorama UEFA es media, no baja, por lo que podrían meterse, pronto, en una Eurocopa, ya que van 24 equipos”, piensa Torres. José David López, experto en fútbol internacional, también conoce bien a la selección de Kosovo, y destaca a algunos de sus futbolistas que juegan en ligas europeas de alto nivel, como Milot Rashica, en el Werder Bremen alemán; o Vedat Muriqi y Amir Rrahmani, en los clubes italianos de la Lazio y el Nápoles, respectivamente. Cualquier resultado que no sea una cómoda victoria del equipo de Luis Enrique, y más aún al jugar como locales, sería una sorpresa. Pese a ser una escuadra rocosa, Kosovo aún tiene que progresar bastante para competir con las selecciones más destacadas. “No debería ser problema para España, que ya sabe que su rival planteará un duelo de regalar pelota, de no querer separar mucho sus líneas para hacer pensar mucho a España y para exigirle que tenga un nivel asociativo y de distribución de pelota muy alto”, afirma López.
La réplica de este encuentro tendrá lugar el 8 de septiembre. El propósito de la federación kosovar es que se dispute en Prístina por lo que, de nuevo, se puede esperar lío diplomático a la vuelta de vacaciones. Por todo ello, más que imaginarse a la selección balcánica jugando una Eurocopa o venciendo a grandes rivales, Roán prefiere pensar en otra dirección en la que la pelota quede aparcada: “Me gustaría imaginarme antes una solución del conflicto, que es lo deseable para ambas partes, Serbia y Kosovo. Esto es mucho más importante”, apostilla. Sin duda, en casos como estos, el resultado que muestra el marcador al final de los noventa minutos es lo de menos.
El rival no era el Real Madrid de los galácticos ni la Argentina de Diego Armando Maradona, sino la selección nacional de Haití. Pero era lo de menos. Diecisiete mil espectadores abarrotaron el estadio olímpico de Mitrovica para ver el primer partido oficial –un amistoso permitido por la FIFA– del combinado futbolístico de Kosovo. Ni siquiera el resultado acompañó, pues no hubo goles al final del encuentro, pero el 5 de marzo de 2014 es una fecha inolvidable para muchos. Axel Torres, periodista especializado en fútbol internacional, fue uno de los asistentes al encuentro. Recuerda el enorme fervor popular, el entusiasmo inigualable de toda la afición al contemplar el primer partido de fútbol reconocido para los hinchas kosovares en la historia. Un antecedente de lo que después llegaría, ya que en 2016, tanto la FIFA como la UEFA reconocen la Federación de Fútbol de Kosovo, lo que permite a la selección balcánica competir en las rondas de clasificación para optar a una plaza en el Mundial o la Eurocopa.
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