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La frontera que puede reventar el comercio en Europa: ¿es que no podemos superar el Brexit?
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Fronteras de la UE del futuro II

La frontera que puede reventar el comercio en Europa: ¿es que no podemos superar el Brexit?

La frontera irlandesa fue el principal escollo en las arduas negociaciones del Brexit y ahora amenaza con crear una guerra comercial entre Reino Unido y el bloque. Imposible entender las complejidades del divorcio sin recorrer sus 500 km

Foto: Un camión circula hacia el puerto de Belfast, en Irlanda. (EFE/Liam McBurney)
Un camión circula hacia el puerto de Belfast, en Irlanda. (EFE/Liam McBurney)

El Confidencial, en colaboración con el Parlamento Europeo, presenta la segunda entrega de 'Las fronteras de Europa', parte del proyecto editorial 'Decodificando la mente del Parlamento Europeo', cofinanciado por la institución. Durante el último año, hemos publicado más de 50 entrevistas con eurodiputados de todas las familias políticas sobre los grandes debates que van a marcar nuestro futuro. Ahora, aterrizamos esta amplia mirada en una serie de reportajes para comprender estos desafíos sobre el terreno. En esta crónica, analizamos la frontera más 'joven' de Europa, la que desde 2020 vuelve a dividir Irlanda y Reino Unido tras la materialización del Brexit. Una que puede reventar el comercio continental.

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Eamon Fitzpatrick siempre lleva en su bolsillo derecho euros y en el izquierdo libras. “Es algo muy práctico cuando tienes que cruzar una frontera más de 30 veces al día”, explica con cierta resignación. La vida de los vecinos de Fermanagh se desarrolla entre dos realidades. Escondido en un tranquilo rincón de la provincia británica de Irlanda del Norte, los paisajes verdes y el entorno rural de este condado no pueden sentirse más lejos de la burbuja de Westminster. Y, sin embargo, es aquí donde uno comprende las complejidades de un Brexit que, muy lejos de haber acabado con las tensiones entre Londres y Bruselas, puede desencadenar ahora una guerra comercial de consecuencias imprevisibles.

En esta recóndita parte del mundo, la frontera irlandesa no solo separa creencias entre católicos y protestantes, motivaciones políticas entre los que se sienten irlandeses o británicos; divide también en dos casas, terrenos y negocios, como los de Eamon. Tras el fin de la Guerra de Independencia Irlandesa de 1922, seis condados de la isla permanecieron bajo soberanía británica. Pero una cosa es dibujar una línea en rojo en un mapa y otra muy distinta poner un sello hermético a un país.

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La empresa familiar, Fitzpatrick Fuels & Ferretería, es todo un referente en la zona. Puedes comprar casi cualquier cosa, desde gasolina hasta pasteles y herramientas. Con la peculiaridad de que los clientes llenan los depósitos en los surtidores de la República de Irlanda para dar luego unos pasos hasta la caja, situada en Reino Unido. “Puedes pedir un café para tomártelo en otro país aún caliente”, bromea Eamon.

Se puede pagar tanto en libras como en euros. El enfoque recuerda al Arca de Noé: dos de todo. Dos monedas, dos direcciones postales (una en el condado británico de Fermanagh, otra en el irlandés de Monaghan), dos tipos de sistemas fiscales. “Cuando mi padre compró el terreno en 1986 ya estaba dividido. La gente nos preguntó si éramos unos inconscientes o unos valientes. Supongo que había un poco de las dos cosas. Pero tampoco se presentaban oportunidades así muy a menudo. Aquí no es fácil encontrar tierras”, explica.

placeholder Eamon Fitzpatrick con un pie en el norte y un pie en el sur de la frontera que separa a la República de Irlanda e Irlanda del Norte. Foto: Celia Maza.
Eamon Fitzpatrick con un pie en el norte y un pie en el sur de la frontera que separa a la República de Irlanda e Irlanda del Norte. Foto: Celia Maza.

Por aquel entonces, los 'Troubles' estaban en pleno apogeo. Más de 3.500 personas perdieron la vida en un sangriento conflicto de cuatro décadas entre los católicos —que buscan la reunificación de la isla de Irlanda y los protestantes —que quieren seguir siendo parte del Reino Unido—. “La frontera estaba tomada por el Ejército británico. Había estrictos controles para pasar de un lado al otro. El puente Lackey está muy cerca de aquí. Lo volaron varias veces. Fueron días muy complicados. Nosotros suministramos combustible a varias granjas de la zona. Hay una a tan solo dos millas. Pero teníamos que hacer 10 millas para poder llegar. Nadie quiere volver ahora a esos tiempos. Mi negocio, desde luego, sería inviable”, asegura.

El Acuerdo de Paz de Viernes Santo de 1998 determinó que no podría haber de nuevo una 'frontera dura' en la isla. La división no se trata de una línea recta. Es más bien un garabato que atraviesa el mapa como si fuera el trazo torpe de un niño dividiendo ríos, pueblos, cortando campos e incluso, en algunos casos, los propios hogares, donde el comedor está en el norte y las recámaras en el sur. Alrededor de 35.000 personas la atraviesan cada día, y a lo largo de sus 500 kilómetros hay más de 200 cruces completamente invisibles. La única manera de saber si estás a uno u otro lado es que los tramos están señalizados en kilómetros o en millas.

placeholder La frontera entre Irlanda del Norte e Irlanda. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)
La frontera entre Irlanda del Norte e Irlanda. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)

Durante los cuatro largos años de negociaciones del Brexit entre Londres y Bruselas, la frontera irlandesa siempre supuso el principal escollo. Por una parte, había que respetar el acuerdo que selló la paz entre católicos y protestantes. Pero, por otra, había que proteger el mercado único europeo controlando que las mercancías del norte no se cuelen al sur.

Finalmente, se decidió 'mover' la frontera al mar de Irlanda, dejando la provincia británica -que votó en contra de salir de la Unión Europea- con un estatus diferente al resto del Reino Unido y más alineada a la normativa europea que la británica. El llamado Protocolo de Irlanda obliga a realizar controles aduaneros a las mercancías comercializadas con Gran Bretaña. Aún no se han implementado en su totalidad, pero están causando quebraderos de cabeza a gran parte de las empresas.

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Nash Chercoles, de padre jordano y madre española, lleva 17 años afincado en Belfast. Está al frente de Tapitas, un 'catering' de comida española con puesto los fines de semana en el turístico George's Market. “La nueva burocracia está siendo una locura. Hasta las bolsas negras de basura que traemos desde Gran Bretaña tienen que tener un chequeo y un código de barras para que no pasen a la República de Irlanda [UE]. Traer cualquier producto supone trámites de papeleo y tres o cuatro días en aduanas para poder pasar”, explica.

Todo ello ha repercutido en los precios. Los paquetes con mil tenedores han pasado de ocho a 16 libras. Las cajas de 10 kilos de anillos de calamar antes costaban 45 libras, ahora las de nueve kilos están a 75 libras. “Algunos distribuidores ya nos han dicho que no les compensa mandar envíos. Y eso está causando problemas de abastecimiento. Es casi imposible encontrar ahora patatas bravas. Y hace dos semanas que no tenemos calamares rebozados. Si algo no funciona, hay que cambiarlo. Se supone que los políticos deben tomar medidas para mejorar las vidas de los ciudadanos, no todo lo contrario”, lamenta.

Otros, por el contrario, se han beneficiado de la nueva situación. Irwin Armstrong, cuya compañía, Ciga Healthcare, vende pruebas de embarazo y otros dispositivos médicos a minoristas, ha ganado un contrato por valor de uno a dos millones de libras al año con una empresa inglesa que busca vender en la UE.

placeholder Un cartel de protesta en Belfast. (EFE/Liam McBurney)
Un cartel de protesta en Belfast. (EFE/Liam McBurney)

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La posibilidad de una guerra comercial entre Reino Unido y la UE es un riesgo que preocupa a los eurodiputados, pero no especialmente, según un sondeo realizado por El Confidencial, en colaboración con el Parlamento Europeo, que se publicará íntegramente la próxima semana. Un 11% cree que hay algún tipo de riesgo, pero muy por debajo d otras cuestiones como una mayor escalada del conflicto con Rusia o una nueva crisis económica con el declive industrial europeo. Tras cuatro largos años de negociaciones, pactos rotos y vueltos a construir, Bruselas quería pasar página del Brexit. Para los legisladores comunitarios, esta reapertura es fruto de las presiones internas de Johnson, organizándolo de manera unilateral y sin, por tanto, objetivo real de encontrar terreno de consenso. El Confidencial habla con Ciarán Cuffe, eurodiputado irlandés del Partido Verde.

PREGUNTA. Tras la decisión de Londres de presentar una ley que modifica unilateralmente el Protocolo de Irlanda, ¿pueden las tensiones con Bruselas efectivamente acabar en una guerra comercial con la UE?

RESPUESTA. La legislación presentada por el Gobierno británico no arregla el Protocolo, sino que crea todo un nuevo conjunto de incertidumbres, y daña las relaciones entre nuestras islas. El movimiento de Johnson debería verse como lo que es, ha roto la ley internacional. Y a pesar de este acto de mala fe, la UE quiere una relación positiva y estable con Reino Unido. La UE está enfocada en hacer que el Protocolo funcione para Irlanda del Norte y sigue abierta a buscar soluciones conjuntas con Reino Unido. Urjo al Gobierno británico ha regresar a la mesa de negociación con un enfoque serio y constructivo.

P. ¿Está la UE lista para hacer más concesiones con el Protocolo?

R. Sabemos que el funcionamiento del Protocolo se puede mejorar, incluyendo a algunos del sector minorista. El Gobierno irlandés lo ha dicho claramente, al igual que la Comisión Europea. La UE está lista para discutir soluciones prácticas a estos problemas. Sin embargo, no se encontrará solución violando el derecho internacional. Volver a la mesa de negociación es la única forma de avanzar, por lo que insto al Gobierno del Reino Unido a que lo haga y se comprometa de buena fe con la UE.

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(Reuters/Clodagh Kilcoyne)

Bruselas ya se ha ofrecido a eliminar hasta el 80% de los controles sobre alimentos que lleguen desde Gran Bretaña a Irlanda del Norte, además de reducir a la mitad el papeleo necesario, pero el primer ministro británico defiende que el Protocolo de Irlanda no funciona. Es algo que no deja de sorprender, ya que fue el propio Johnson quien cambió la propuesta planteada en su día por Theresa May para dejar al Reino Unido dentro de la unión aduanera, lo que habría facilitado las cosas.

Según Downing Street, los nuevos controles no solo están provocando una escasez de productos, sino que además están creando tensiones políticas entre ambas comunidades. Y eso le ha llevado ahora a presentar un polémico proyecto de ley con el que quiere cambiar, de manera unilateral, el acuerdo del Brexit. El 'premier' justifica que no está violando la ley internacional, pero la UE va a tomar acciones legales, por lo que, en última instancia, podría derivar en una guerra comercial entre el Reino Unido y el bloque.

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La abogada general del Estado de Reino Unido, Suella Braverman, que es miembro del Gabinete británico, señala que las acciones de Londres están justificadas porque, ante todo, se debe proteger la paz en el Ulster. Y en este sentido, se aferra a la situación que se vive ahora en el Parlamento de Belfast.

Tras el triunfo histórico de los católicos del Sinn Féin en los últimos comicios autonómicos de mayo, los protestantes del DUP se niegan ahora a formar el Gobierno de coalición que ambas comunidades deben respetar por el acuerdo de paz de 1998. Los unionistas se sienten traicionados por Johnson por haber dejado a Irlanda del Norte con un estatus diferente y no están dispuestos a desbloquear la crisis política hasta que se cambien los nuevos controles aduaneros.

Foto: La presidenta de Sinn Féin, Mary Lou McDonald. (Reuters/Lorraine O'Sullivan)

El hecho de que los republicanos del Sinn Féein —brazo político del ya inactivo IRA— se hayan convertido en la formación más votada por primera vez desde la partición de la isla en 1922 ha abierto el debate sobre un posible referéndum de reunificación de Irlanda.

Es algo con lo que Eddie, de 63 años, lleva soñando toda su vida. “Para mí siempre ha sido un único país. Aunque en mis tiempos, criarse como católico en el norte no era nada fácil. Éramos ciudadanos de segunda. Ni siquiera te cogían en los trabajos. No hacía falta que te preguntaran directamente si eras católico. Con saber a qué colegio habías ido era suficiente. Aquí nos conocemos todos”, señala.

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Foto: Celia Maza.

A día de hoy, solo el 7% de los alumnos en Irlanda del Norte estudia en colegios integrados. El Acuerdo de Viernes Santo de 1998 terminó con la violencia, pero, sobre todo en los barrios de clase obrera, católicos y protestantes siguen haciendo vidas separadas. En el propio Belfast la división es incluso física, a través de 99 muros que se extienden en zonas residenciales a lo largo de 20 kilómetros. Algunos de ellos miden más de siete metros de alto. Los alambres de espinos y cámaras de seguridad les confieren un aire de campo de concentración. Pero, irónicamente, los llaman muros de paz.

Eddie solo pasa a la zona protestante cuando trabaja como guía. “Ni se me ocurre entrar en un pub que esté al otro lado”, apunta. El hecho de que decenas de turistas los visiten cada día para hacerse una foto genera una sensación extraña. Pero los murales a uno y otro lado son parte de la historia de una provincia británica repleta de excepcionalidades.

En la parte católica, varios miembros del IRA están representados como héroes. Entre ellos, Kieran Nugent, que se negó a ponerse el uniforme de preso cuando fue encarcelado en Long Kesh y tan solo se cubrió con una manta. Otros presidiarios decidieron sumarse también a la protesta, entre ellos Eddie. Estuvo cuatro años y dos meses en una celda utilizando tan solo una manta.

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Foto: Celia Maza.

“Fueron unos años oscuros, dejémoslo ahí”, explica. No se le ve especialmente cómodo hablando de su etapa en el IRA. Pero hace un apunte. “Es increíble la capacidad de adaptación del ser humano. Durante los 'Troubles', aprendimos a convivir con el conflicto. Los colegios y los pubs seguían abiertos. Pero nadie quiere volver a pasar por todo aquello”, añade.

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Boris Johnson justifica su controvertida normativa para cambiar unilateralmente el Protocolo de Irlanda asegurando que la paz en el Ulster está ahora en riesgo. Pero Eddie considera que es tan solo una estrategia política. “Los protestantes están enfadados porque el Brexit ha cambiado las cosas y sienten que han perdido el control. Pero los católicos no tenemos nada que ver en todo esto. Si quieren enfrentarse con alguien, deben hacerlo con el propio Gobierno británico, que es el que ha creado esta situación”, explica.

"Los protestantes están enfadados porque el Brexit ha cambiado las cosas y sienten que han perdido el control"

Una vez que uno sale de Falls Road —zona católica— y Shankill Road —zona protestante— y se adentra en el centro de Belfast, se sumerge en una realidad completamente paralela. Grandes centros comerciales, música en directo en los pubs, terrazas abarrotadas, jóvenes nacidos tras el acuerdo de paz cuya única preocupación es organizar las vacaciones de verano.

No hay muros físicos. Pero sí quedan resquicios internos de la frontera. Rachel y Niamh, ambas de 21 años, se hicieron mejores amigas mientras estudiaban enfermería. Tras el primer año en el campus, se fueron a vivir juntas a un piso. Pero la primera, protestante, reconoce su nerviosismo cuando tuvo que presentar a su amiga a sus padres. “Ella no solo es católica, sino que es de la República de Irlanda y no sabía cómo iban a digerir eso en mi casa… Pero al final todo salió bien”, explica.

placeholder Las dos amigas, de noche en Belfast. (Celia Maza)
Las dos amigas, de noche en Belfast. (Celia Maza)

A Niamh, su hermano mayor ya le había advertido de que las cosas al norte de la frontera eran distintas. Así que estaba preparada para afrontar algunas “situaciones incómodas”, como el hecho de que algunos pacientes del hospital se nieguen a ser tratados por ella. “Tan pronto como me pongo a hablar con ellos, reconocen el acento. Y entonces piden a otra enfermera”, explica con cierta impotencia. “No es tu culpa. Es culpa de ellos", apunta su compañera. "No todos los protestantes somos así”.

Por edad, Rachel no pudo votar en el referéndum del Brexit de 2016. Pero asegura que desde entonces las cosas han cambiado. “Se habla más de política que nunca. Es como si hubiera una tensión adicional. Aquí en cualquier momento salta la chispa. Pero, claro, los que vivieron los 'Troubles' nos dicen que no sabemos realmente lo que es la violencia. Lo que está claro es que nadie quiere volver a una frontera dura”, matiza.

Muchos no acaban de llegar a comprender cómo la situación política y geográfica de una provincia que no llega a los dos millones de personas —lo que representa el 3% de la población del Reino Unido— estuvo a punto de hacer descarrilar las negociaciones de divorcio y ahora podría desencadenar una guerra comercial con la UE. La realidad de Irlanda del Norte es desconocida incluso para gran parte de los propios británicos. Pero es imposible entender las complejidades del Brexit sin recorrer los 500 kilómetros de una frontera —invisible ahora a efectos prácticos— cuya división va más allá de un trazo rojo en un mapa.

El Confidencial, en colaboración con el Parlamento Europeo, presenta la segunda entrega de 'Las fronteras de Europa', parte del proyecto editorial 'Decodificando la mente del Parlamento Europeo', cofinanciado por la institución. Durante el último año, hemos publicado más de 50 entrevistas con eurodiputados de todas las familias políticas sobre los grandes debates que van a marcar nuestro futuro. Ahora, aterrizamos esta amplia mirada en una serie de reportajes para comprender estos desafíos sobre el terreno. En esta crónica, analizamos la frontera más 'joven' de Europa, la que desde 2020 vuelve a dividir Irlanda y Reino Unido tras la materialización del Brexit. Una que puede reventar el comercio continental.

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