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Tres décadas sin San Valentín para los Romeo y Julieta de Yugoslavia
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LAS HERIDAS SIGUEN ABIERTAS

Tres décadas sin San Valentín para los Romeo y Julieta de Yugoslavia

La tragedia de dos amantes, un serbio y una bosnia musulmana, resuena 30 años después como símbolo de la inconclusa memoria histórica de un conflicto cerrado en falso

Foto: Una mujer llora junto a las lápidas del Memorial y Cementerio del genocidio de Srebrenica-Potocari, en Bosnia. (Foto: EFE)
Una mujer llora junto a las lápidas del Memorial y Cementerio del genocidio de Srebrenica-Potocari, en Bosnia. (Foto: EFE)

La escena no podía ser más simbólica: una bosnia musulmana y un serbio, compartiendo la tumba excavada en suelo bosnio por un sepulturero croata.

La historia de Bosko y Admira, vecinos de Sarajevo y novios desde hacía ocho años, cuando ambos tenían 17, no tenía nada de particular en 1990. Pero pocos meses después se convirtió en un crimen cuando, al estallar la guerra, era inadmisible que un serbio y una musulmana estuvieran juntos. Sarajevo era un laberinto de escombros, el escenario humeante del asedio más largo en Europa desde la 2ª Guerra Mundial y una trampa mortal erizada de francotiradores. Todos los que pudieron habían escapado. Bosko, cristiano ortodoxo con familia serbia, también podría haberlo hecho, pero prefirió quedarse junto a la “bosniak” (bosnia musulmana) Admira. Durante un año planearon su huida y reunieron dinero para sobornar a los soldados de ambos bandos que vigilaban el antiguo puente de Vrbanja (hoy conocido como Sauda y Olga en memoria de otras víctimas del conflicto). El objetivo era llegar al barrio de Grbavica, controlado por los serbios, y desde allí escapar de Sarajevo. Era el 19 de mayo de 1993.

A las cinco de la tarde, cuando todo parecía preparado, los dos jóvenes empezaron a cruzar el puente sobre el río Miljacka, dándose la mano y confiando en que los soldados respetarían su compromiso. No lo hicieron. Un francotirador abatió a Bosko, otra bala derribó a Admira, que agonizó durante 15 minutos abrazada a su amante. Los cadáveres permanecieron allí durante días, mientras serbios y bosnios se culpaban mutuamente. Hasta tres años después no fue posible reunirles de nuevo, ya en una tumba compartida. Las crónicas del entierro cuentan que incluso el señor Maric, un sepulturero acostumbrado a cavar cientos de tumbas desde el comienzo de la guerra, no podía contener el llanto.

Foto: Una mujer llora en el Memorial Center Potocari, cerca de Srebrenica. (Reuters)
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La enternecedora y trágica historia de Bosko y Admira dio la vuelta al mundo y se convirtió en el tema de películas y canciones (como “Miss Sarajevo”, de U2), muchas otras historias de amor similares quedaron sepultadas en las ruinas de la guerra. Todavía hoy, algunas luces siguen encendidas y se desconoce el paradero de unas 11.000 personas cuya memoria sigue poblando los pensamientos de familiares y amantes. Es la inconclusa memoria histórica de un conflicto cerrado en falso y cuyas costuras aún permanecen abiertas.

El año pasado, el medio Balkan Investigative Report Network (BRIN) lanzó la campaña “Si Estuvieras Aquí”, dando a conocer algunos testimonios de los padres, esposas y amantes que pasarán otro San Valentín preguntándose qué habrá sido de su antiguo amor. Historias como la de Nadja Hadzic, que lleva 29 años intentando encontrar pistas sobre su marido, Hadzic Himzo. La última vez que lo vio ambos estaban en unos barracones para prisioneros cerca de su pueblo, Svrake. Cuando los soldados dejaron marchar a viejos, mujeres y niños, Nadja dejó de tener contacto con Hadzic y ahora solo tiene algunas viejas fotografías y fotocopias de él. “Le echo de menos cada día, cada mes, cada año”. Dusanka Kojic aún recuerda cómo acompañó a su marido, Kosta, hace 25 años a la línea de frente: “nos besamos, se subió en un camión y nunca más le he visto”. Hoy, Dusanka vive en Belgrado y es miembro de Suza, una asociación que ayuda a las familias de serbios desaparecidos en Croacia.

La iniciativa “Si Estuvieras Aquí”, que coincidió con el día de San Valentín, pretendía “dar una dimension humana al drama de los desaparecidos y llamar la atención sobre sus esposas, parientes e hijos. Elegimos hacerlo en San Valentín porque probablemente todas las mujeres que entrevistamos habrían pasado este día con sus parejas, y en cambio se lo van a pasar pensando, una vez más, qué habrá sido de ellos”, explica Jovana Prusina, coordinadora del proyecto.

Foto: Efectivos de las Fuerzas Armadas bosnias descansan en una casa rodeada por minas en Visoko (Reuters).
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De las cerca de 40.000 desaparecidos que se contabilizaron al acabar la guerra, solo se ha encontrado información sobre el 70%. Los organismos locales o internacionales que han intentado ayudar en esta tarea se han quejado de la falta de cooperación de los gobiernos bosnio, serbio y croata. Las administraciones de la región mantienen entre sí unas relaciones tensas y erizadas de desconfianza y rencor. A pesar del tiempo transcurrido, se calcula que actualmente no hay más de un 2,5% de parejas interétnicas en los países de la antigua Yugoslavia, mientras que antes de la guerra había un 15%. Bajo el mandato de Tito, se apoyaba la creación de una identidad cultural multiétnica mezclando a la población de distintas religiones y culturas.

Los Balcanes son aún la costura abierta de Europa. Ni siquiera las fronteras, respetadas, pero no reconocidas, son un capítulo cerrado. Eslovenia y Croacia mantienen una vieja disputa territorial sobre las aguas de la bahía de Piran, a pocos kilómetros de Venecia, un contencioso tan delicado que, tras varios intentos, el año pasado la Unión Europea decidió no intervenir en el asunto. En verano, los pintorescos cafés al aire libre de aire italiano que plantan sus mesas a lo largo del paseo marítimo de Piran suelen llenarse con turistas eslovenos que, tras una noche de vino y música, se aventuran a nadar hacia el lado croata “para devolverles en forma de orina el agua que tanto piden”. Como represalia, el gobierno esloveno ha bloqueado el acceso de Croacia como candidata a la zona Schengen la Unión Europea y a la OCDE.

El Danubio, que hace de frontera natural y política entre Croacia y Serbia, también es el escenario de disputas territoriales entre estos dos países. A lo largo de un tramo de 140 kilómetros, algunas bolsas de tierra bajo control serbio son reivindicadas por Croacia y en 2002 se produjo un incidente con disparos de aviso de una patrullera serbia. El enclave de Gornja Siga, de unos siete kilómetros cuadrados, es una lengua de tierra que se creó al desviar el curso del Danubio en el siglo XIX, y en la actualidad es una de las tres “tierras de nadie” que hay en el mundo, una porción de territorio en la que ninguna nación ejerce su jurisdicción.

Haber sido vecinos a la fuerza y, sobre todo, haberse enfrentado en lo que fue prácticamente una guerra civil, ha hecho que las antiguas naciones yugoslavas sigan albergando rencillas que a veces datan de siglos atrás. Con algunos de estos países dentro de la Unión Europea y otros fuera, se ha establecido una pirámide de poder en la que los mejor colocados aprovechan para taponar las posibilidades de sus rivales para acceder a organismos internacionales. Croacia se ha autoerigido en portavoz de la UE frente a Bosnia, imponiéndole sus propias condiciones e invocando la autoridad de Bruselas para, con cierto paternalismo, intervenir en sus asuntos internos apoyando, por ejemplo, a candidatos afines a Zagreb en las elecciones. Los bosnios de etnia croata tienen derecho a un pasaporte croata (con la ventaja de pertenecer a la UE), al igual que los bosnios de etnia serbia pueden pedir un pasaporte serbio. La paradoja es que, en Bosnia, son los “bosniaks” quienes están en una posición más desfavorable. Si Serbia llegase a adherirse a la UE, pocos dudan que bloquearía el acceso a Kosovo, y si se da el caso de que Albania (que inició las negociaciones para su candidatura el año pasado) se convirtiese en miembro de la Unión antes que Serbia, frustraría los planes serbios de presionar a Kosovo… Se diría que ni siquiera la integración en el club europeo podría arreglar el puzle de inquinas del “avispero” de los Balcanes.

Foto: Protesta en Kosovo. (EFE)

Además, antiguos criminales de guerra como el infame “capitán Dragan”, que lideró la unidad paramilitar llamada “ninjas”, o Vojislav Seselj, convicto de crímenes de guerra y actualmente diputado en el parlamento serbio, han anunciado su candidatura en las elecciones nacionales de este año en Serbia. Organismos estatales, libros e incluso cómics serbios ensalzan las figuras de estos y otros tristemente célebres protagonistas de la guerra, cultivando la narrativa de una Serbia humillada, despreciada e incomprendida por Europa.

Este San Valentín, como los anteriores, miles de personas echarán de menos a quien tal vez sería su mejor compañía hoy. Sus recuerdos de días felices con aquel ser querido se mezclarán con los del horror de la guerra. Para ambas cosas hubo un principio, pero mientras no sepan nada de los desaparecidos no podrán ponerles el punto final.

La escena no podía ser más simbólica: una bosnia musulmana y un serbio, compartiendo la tumba excavada en suelo bosnio por un sepulturero croata.

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