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Estantes vacíos en el súper y colas por el azúcar: así abrasan las sanciones a Rusia
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Estantes vacíos en el súper y colas por el azúcar: así abrasan las sanciones a Rusia

“Las élites rusas no anticiparon un paquete de sanciones tan grande, y esto explica precisamente su posición económica actual”, afirma Pavel Salin, politólogo afincado en Moscú

Foto: Una mujer compra en un supermercado de Moscú. (EFE/Maxim Shipenkov)
Una mujer compra en un supermercado de Moscú. (EFE/Maxim Shipenkov)

Estantes vacíos en supermercados y peleas en las colas para adquirir azúcar. El efecto de las sanciones ya comienza a hacer mella en algunas partes del país, un panorama que ofrece a muchos rusos reminiscencias de la época soviética, a la que siguieron los salvajes años noventa, que culminarían con el impago de la deuda soberana en 1998. Estas semanas, con la sombra del 'default' de nuevo acechando Moscú, las comparaciones se tornan tan odiosas como inevitables. No obstante, si en el 98 el impago de sus obligaciones fue una consecuencia de la grave crisis económica en la que Rusia estaba sumida, en esta ocasión sería más bien un signo de una crisis que está comenzando a tomar forma como consecuencia de las sanciones y del enorme éxodo de empresas y profesionales.

Sanciones financieras, restricciones comerciales, expulsión de competiciones… Es probable que el lector se haya sentido abrumado ante la vorágine de sanciones impuestas contra Rusia en el último mes. De hecho, a ellas se han sumado la siempre neutral Suiza e incluso Singapur, país que no había impuesto sanciones de manera unilateral desde que lo hiciera contra los jemeres rojos en 1978. Existen sanciones que intentan dificultar la financiación de la deuda rusa en los mercados, otras que buscan asfixiar el rublo o dañar la industria armamentística rusa, e incluso aquellas que pretenden presionar a los oligarcas para que retiren su apoyo a Putin.

Foto: Olaf Scholz, en el Bundestag. (EFE/EPA/Clemens Bilan)

Lo cierto es que en Moscú ha sorprendido mucho la dureza con que Occidente ha reaccionado a la invasión. Así lo confirman fuentes consultadas en Rusia, que ofrecen una imagen de un Gobierno que aún está tratando de comprender cuál será el alcance real de las sanciones. “Las élites rusas no anticiparon un paquete de sanciones tan grande, y esto explica precisamente su posición económica actual”, afirma Pavel Salin, politólogo afincado en Moscú. “Todas las decisiones estratégicas en la esfera económica y en relación a contrasanciones han sido puestas en pausa. Se tomarán algunas medidas desde el prisma de la lógica situacional, es decir, con vistas a recaudar fondos de aquí o allá, pero para decisiones estratégicas con efectos económicos a gran escala habrá que esperar aún semanas o incluso meses”.

"Es improbable que las sanciones de Occidente constriñan a Rusia a alterar su comportamiento"

La espera continúa, pero las sanciones siguen acumulándose y dificultando la vida en Rusia, si bien es cierto que últimamente se centran más en individuos o productos concretos. Si el objetivo último de las sanciones es alterar el comportamiento del Kremlin, de momento no puede afirmarse que estén siendo efectivas. No obstante, el impacto de muchas de ellas no debería comenzar a notarse hasta pasado un mes tras su implementación, cuando se acabe el 'stock' de las últimas importaciones de productos ahora sancionados y se observe la capacidad real de Moscú de sustituirlos.

Dmitry Suslov, profesor de la Escuela Superior de Economía de Moscú y miembro del Valdai Club, se muestra seguro de que “pasado el 'shock' inicial, el potencial de las sanciones financieras se ha agotado. Ahora, Occidente ha pasado de estas sanciones financieras a restricciones comerciales o embargos. Cada vez más productos están siendo sancionados, y esto hace daño a ambas partes. Sin embargo, es improbable que las sanciones de Occidente constriñan a Rusia a alterar su comportamiento”.

"No hay ni compresas"

De acuerdo con una encuesta de febrero del centro de análisis de la opinión pública VTsIOM, un 68% de los rusos apoya la 'operación militar' en Ucrania. Esto se explica en gran medida si se comprenden los hábitos de consumo de la información entre la población rusa, y el control público y gubernamental de los principales canales de TV y emisoras de radio en el país. La brecha ideológica entre las generaciones más adultas y los jóvenes —quienes se informan principalmente por internet y por medios independientes— se acentúa estos días debido a la lucha por el relato sobre lo que acontece en Ucrania.

Foto: El presidente Putin, durante una entrevista en Russia Today. (RT)

Lo que sin duda une a todas las generaciones es el impacto de algunas sanciones que ya han provocado problemas de desabastecimiento en muchos supermercados rusos. Antón, trabajador de una empresa europea en Rusia, explica a El Confidencial que “los precios están subiendo muy rápido". "El día después del comienzo del ataque, los precios de los ordenadores subieron un 30-40%. La comida también sube, aunque menos. El Gobierno está tratando de regular los precios. Hay desabastecimiento de azúcar, colas, peleas...", asegura.

Olga, una moscovita de 31 años que vive con sus padres, explica las dificultades de la nueva realidad en que vive. “He pasado por cuatro supermercados de las cadenas Pyaterochka y Perekrestok en dos2 barrios colindantes y no conseguí comprar azúcar para mi abuela. En el supermercado Ashan colocaron harina en los estantes de azúcar para que no se note que falta. Allí encontré solo azúcar de caña, que cuesta 800 rublos el kilo [7,5 euros]. ‘Regreso a la URSS’, supongo. ¡Y tampoco hay compresas ni toallitas íntimas! Nada de nada. No me gusta ser mujer este mes”, bromea con resignación.

Un enorme número de empresas extranjeras ha anunciado la cancelación de sus planes de inversión en Rusia, al menos, mientras la guerra no se detenga. Una de ellas es Procter & Gamble (P&G), corporación estadounidense de productos de higiene y salud que todos conocemos. Ariel, Gillette, Oral-B o Tampax son solo algunas de sus marcas más conocidas. Tras anunciar el 9 de marzo P&G que no invertiría más en su negocio en Rusia, la compañía comunicó a sus distribuidores en el país que, a partir del 15 de marzo, los precios aumentarían considerablemente como consecuencia de la devaluación del rublo. Los tampones y compresas de las marcas Always y Tampax aumentaron inmediatamente un 33%. Sin embargo, otros productos similares han llegado a aumentar un 100% su precio. Solo si se analizan estos precios desde el prisma ruso, donde el sueldo medio prepandemia se encontraba en torno a los 500 euros (el doble en la capital), podemos apreciar la gravedad de la situación.

Foto: Tasas de cambio en San Petersburgo. (EFE/Anatoly Maltsev)

Los distribuidores apuntan a la compra compulsiva de los consumidores provocada por el pánico ante la subida constante de precios como la razón principal del desabastecimiento. En cualquier caso, el alud de empresas occidentales que no solo han detenido sus inversiones en el país, sino que han dejado el mercado amenaza también con dejar a miles de rusos sin empleo. Entre las opciones que baraja el Kremlin para evitar este escenario, se encuentra un polémico anteproyecto de ley, bautizado erróneamente por los medios como “ley de nacionalización”.

El limbo de los activos

El pasado 9 de marzo, comenzó a hablarse en la Duma abiertamente de la posibilidad de nacionalizar los activos de las empresas de la lista de “países hostiles” —entre los que se encuentra España— que quedaban “abandonadas” tras haber dejado el país sus propietarios. Unos días más tarde, se filtraban a la prensa los detalles de un anteproyecto de ley que establecía un procedimiento especial para los activos de las empresas que dejaran el mercado ruso de manera “ilícita”.

El anteproyecto prevé que en las empresas designadas, la Corporación Estatal Rusa de Desarrollo VEB.RF nombrará un administrador externo. Posteriormente, se formará una nueva entidad a la que más adelante se transferirán los activos de la empresa “abandonada” como capital autorizado y, finalmente, se subastarán las acciones de la nueva entidad. Si no hay compradores, el administrador externo preparará la empresa para entrar en bancarrota.

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin. (EFE/EPA/Mikhail Klimentyev/Kremlin Sputnik Pool)

Sin embargo, los aspectos más preocupantes de la información filtrada son otros. Por un lado, existe una falta de claridad sobre adónde irán a parar los fondos recibidos por la subasta de las acciones de la nueva entidad. Es decir, si los antiguos propietarios de los activos recibirán retribución alguna. Segundo, se abre la puerta a violar derechos de propiedad intelectual y patentes al transferirse todos los derechos por “sucesión universal” a la nueva entidad.

El trasfondo del anteproyecto es el efecto devastador que el cierre abrupto de empresas de gran tamaño tendría en la economía del país en términos de empleos directos e indirectos, así como de impuestos recaudados e incluso desabastecimiento. Es por ello que, de momento, se habla únicamente de su aplicación a empresas con activos con un valor superior a los 1.000 millones de rublos o con más de 100 empleados. No obstante, en caso de ser finalmente aprobada, expertos consultados por El Confidencial coinciden en que las empresas afectadas tendrán la posibilidad de revertir el proceso si anuncian su intención de regresar tras el cese de hostilidades en Ucrania, y mientras continúen pagando los salarios a sus empleados.

"Rusia va camino de una separación increíble del resto del mundo en términos financieros, comerciales y tecnológicos"

Maria Shaghina, investigadora del Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales, es poco optimista respecto a la posibilidad de que las empresas que han dejado el mercado ruso regresen. “Más de 375 empresas se han ido del país desde el comienzo de la guerra. El número sigue aumentando cada día, pero incluso aunque se detuviera, el daño reputacional de regresar sería demasiado alto”, concluye Shagina. “Lo que cabe esperar es una ‘rusificación’ de sus activos. Se doblarán sus esfuerzos en la sustitución de importaciones y, lo logren o no, esto les servirá para sus narrativas de autonomía e independencia. Rusia va camino de una separación increíble del resto del mundo en términos financieros, comerciales y tecnológicos. En último término, el ciudadano ruso es el que sufirirá las consecuencias”.

Por el momento, existe gran expectación con respecto a este anteproyecto, que aún no ha sido introducido en la Duma estatal para su discusión. No obstante, en vista de la velocidad con que se han aprobado leyes en las últimas semanas en el país, el proceso podría completarse en apenas tres o cuatro días. Al respecto, Pavel Salin considera la publicación de información sobre el anteproyecto en la prensa una mera “declaración de intenciones” ante Occidente para detener el éxodo de empresas. Sin embargo, no descarta que finalmente sea aprobada en el futuro. Por su parte, Dmitri Suslov opina que, mientras no se desbloqueen los 300.000 millones de dólares de reservas del banco central ruso en divisa extranjera, que califica de “robo”, las posibilidades de que se aprueben esta u otras medidas similares aumentan cada día.

La única certeza a día de hoy es que mientras el Kremlin no ponga fin a su cruenta campaña en Ucrania, cada vez está más lejos para el ciudadano ruso el ‘futuro’ tal como lo definía Ambrose Bierce: “Ese periodo de tiempo en que nuestros negocios prosperan, nuestros amigos son fieles y nuestra felicidad está asegurada”. Sin embargo, ese futuro será, en cualquier caso, infinitamente mejor que el presente de sus vecinos ucranianos.

Estantes vacíos en supermercados y peleas en las colas para adquirir azúcar. El efecto de las sanciones ya comienza a hacer mella en algunas partes del país, un panorama que ofrece a muchos rusos reminiscencias de la época soviética, a la que siguieron los salvajes años noventa, que culminarían con el impago de la deuda soberana en 1998. Estas semanas, con la sombra del 'default' de nuevo acechando Moscú, las comparaciones se tornan tan odiosas como inevitables. No obstante, si en el 98 el impago de sus obligaciones fue una consecuencia de la grave crisis económica en la que Rusia estaba sumida, en esta ocasión sería más bien un signo de una crisis que está comenzando a tomar forma como consecuencia de las sanciones y del enorme éxodo de empresas y profesionales.

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