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La energía divide a los socios europeos mientras se agotan las sanciones contra Rusia
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No hay más sanciones previstas

La energía divide a los socios europeos mientras se agotan las sanciones contra Rusia

La última reunión de ministros de Exteriores evidencia las diferencias dentro de la UE sobre la idea de cortar el gas ruso a pesar del recrudecimiento del conflicto

Foto: El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, durante el Consejo de ministros de Defensa y Asuntos Exteriores de la UE.
El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, durante el Consejo de ministros de Defensa y Asuntos Exteriores de la UE.

Hay claramente dos grupos entre los ministros de Asuntos Exteriores europeos que se han reunido este lunes en Bruselas para seguir discutiendo el estado de la invasión rusa de Ucrania: aquellos que creen que se deben endurecer las sanciones a Moscú, incluyendo la energía, y aquellos que siguen considerando que esa es una línea roja que no están dispuestos a superar más allá de tomar medidas por ejemplo en el campo del carbón o quizás del petróleo. En una cuestión que requiere de unanimidad, cualquier diferencia de opiniones entre Estados miembros genera mucha tensión.

“Hoy no era el día de tomar decisiones” respecto a nuevas sanciones, ha señalado Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, “pero esta y otras posibles medidas han sido objeto de análisis de los ministros”. “Se trata de conseguir a la vez una respuesta eficaz que no signifique un coste inasumible para los Estados miembros”, ha asegurado el jefe de la diplomacia europea. Esa idea, que no genere un “coste inasumible”, es la que está provocando profundas diferencias entre los socios europeos.

Foto: El alto representante de Exteriores de la UE, Josep Borrell. (EFE/Georgi Licovski)

La energía es el pilar principal de la economía rusa, adoptar medidas contra él es atacar el motor que financia la guerra en Ucrania. Pero es sin lugar a dudas el ámbito más delicado. Los Veintisiete han mostrado una inusitada unidad y velocidad a la hora de adoptar duras sanciones que han aislado a Rusia y que han puesto su economía contra las cuerdas, pero han sido incapaces de encontrar un terreno común en la cuestión de adoptar sanciones en materia energética.

La razón es la fuerte dependencia de algunos Estados miembros de la energía rusa, especialmente del gas, aunque la Unión también importa el 27% del petróleo y más del 45% del carbón. La idea más o menos extendida es que cuando finalmente los Veintisiete se lancen a atacar la energía rusa, lo harán por el petróleo, porque como varios ministros han apuntado este lunes, se trata de la energía más fácilmente sustituible.

Atacar el gas

Pero las diferencias entre socios son mucho más profundas cuando se trata de hablar del gas. El 40% del gas importado consumido en la Unión Europea viene de Rusia y países como Alemania, Italia o Hungría han mostrado su oposición a prohibir la importación de gas ruso porque pondría en riesgo su seguridad energética. La Comisión Europea ha puesto en marcha un plan con el que pretende reducir un 65% las importaciones de gas ruso antes de que termine el 2022, y lograr la independencia energética en 2027. Pero eso no es suficiente para el grupo de los Estados miembros más ambiciosos y que piden una mano más dura contra Rusia ya, un bloque liderado por Polonia.

Hasta ahora Berlín ha comandado el grupo contrario, que ha frenado las medidas contra el sector energético, provocando roces públicos con el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, que criticó la medida de dejar fuera de la desconexión de SWIFT, un sistema internacional de comunicaciones financieras, a las principales entidades rusas clave para el pago del gas a Moscú. Junto a él ha contado con un grupo de países que opinan que hay que seguir guardando alguna de las sanciones más duras para cuando el escenario bélico empeore. Sin embargo, la dramática situación en la ciudad de Mariúpol está agotando ese argumento.

Foto: Un soldado ucraniano descansa en una trinchera cerca de la ciudad de Horlivka, controlada por los rebeldes pro Rusia. (EFE/Anatolii Stepanov)
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Annalena Baerbock, ministra de Exteriores alemana, ha tenido que defender este lunes una vez más la posición de Berlín en un ambiente cada vez más tenso, y ha mantenido el discurso germano hasta el momento: se pondrá fin a la dependencia, pero tendrá que ser gradual. “Trabajaremos duro para poner fin, paso a paso, a nuestra dependencia del petróleo y el gas rusos. Haremos todo lo que sea necesario para separarnos de Rusia y aislar al gobierno ruso y a su presidente en todos los sentidos”, ha asegurado.

Gabrielius Landsbergis, ministro de Exteriores de Lituania, advirtió en la mañana del lunes, antes del inicio del encuentro, del riesgo de que la Unión Europea se “canse” de las sanciones y sufra de “fatiga” a la hora de tomar acciones. Los Veintisiete ya han lanzado buena parte de su arsenal sobre la economía rusa y cada vez le quedan menos posibles medidas en su caja de sanciones. De hecho, Borrell ya señaló que era el momento de asegurarse de que las que estaban aprobadas se implementaran bien, antes de pensar en nuevas medidas. En cualquier caso, la semana pasada se aprobó el cuarto paquete, que es en realidad una profundización de las sanciones ya adoptadas. Pero sin muchas nuevas ideas sobre la mesa, porque tarde o temprano ese debate siempre acaba chocando con la cuestión de la energía. Por eso, Landsbergis ha sido claro: se trata de un debate “inevitable”, y habrá que abordarlo tarde o temprano. Ivan Korcok, ministro eslovaco, ha admitido que con la compra de energía rusa se siguen “proporcionando fondos a Rusia”. “Esto debe detenerse”, ha asegurado, a pesar de admitir que su país necesita tiempo porque el 85% del gas que consume es ruso.

Foto: El ministro de Exteriores húngaro, Peter Szijjártó. (EFE/ Andrej Cukic)

El este está intentando marcar el ritmo al resto de sus socios europeos y lleva semanas intentando llevar el debate a la cuestión de la energía. La visita el pasado martes de los primeros ministros de Polonia, Eslovenia y República Checa a Kiev, la capital de Ucrania, ha marcado un nuevo hito en el intento de este grupo de países de empujar a la Unión a tomar medidas más duras lanzando el mensaje de que están dispuestos a sufrir las consecuencias de sus medidas, a diferencia de otros socios europeos: viajan a una ciudad bombardeada, reciben a cientos de miles de refugiados y están dispuestos a cortar el suministro energético aunque ellos sean algunos de los más afectados. Ese es el argumentario que vienen defendiendo desde hace días y en el que van a seguir insistiendo.

Borrel ha señalado en una rueda de prensa posterior al encuentro de ministros de Asuntos Exteriores que no hay previsto ningún nuevo paquete de sanciones, y ha dado por hecho que el siguiente paso será que los jefes de Estado y de Gobierno debatan qué tipo de medidas deberían adoptarse en el futuro. Serán ellos los que marquen el camino en una cumbre que se celebra este jueves y viernes y en la que estará presente Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, que ha dedicado esfuerzos diplomáticos para conseguir que la Unión sea también dura en la cuestión energética. “Los líderes volverán a considerar qué se puede hacer en el campo de las sanciones”, ha explicado el jefe de la diplomacia europea.

Hay claramente dos grupos entre los ministros de Asuntos Exteriores europeos que se han reunido este lunes en Bruselas para seguir discutiendo el estado de la invasión rusa de Ucrania: aquellos que creen que se deben endurecer las sanciones a Moscú, incluyendo la energía, y aquellos que siguen considerando que esa es una línea roja que no están dispuestos a superar más allá de tomar medidas por ejemplo en el campo del carbón o quizás del petróleo. En una cuestión que requiere de unanimidad, cualquier diferencia de opiniones entre Estados miembros genera mucha tensión.

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