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Las razones por las que el PNV no puede apoyar a Feijóo (más allá de Vox)
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Portazo a la investidura de Feijóo

Las razones por las que el PNV no puede apoyar a Feijóo (más allá de Vox)

El partido nacionalista está en declive electoral y acumula un fuerte desgaste social por la gestión, con Bildu al acecho. Sabin Etxea afronta una necesaria renovación interna y hay dudas sobre la continuidad del lehendakari Urkullu

Foto: El presidente del PNV, Andoni Ortuzar (c), el portavoz en el Congreso y candidato de esta formación, Aitor Esteban (i), y el lendakari, Iñigo Urkullu. (EFE/Luis Tejido)
El presidente del PNV, Andoni Ortuzar (c), el portavoz en el Congreso y candidato de esta formación, Aitor Esteban (i), y el lendakari, Iñigo Urkullu. (EFE/Luis Tejido)
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El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, telefoneó anoche al líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, para borrarle la idea de que apoyarán su investidura, una hipótesis aritméticamente posible, pero del todo irreal. Los cinco escaños nacionalistas vascos, sumados a los 136 del PP, 33 de Vox, uno de UPN y otro de Coalición Canaria, bastarían para la ansiada mayoría absoluta: 176. Pero el PNV —igual que los regionalistas canarios— reiteró ayer su rechazo frontal a Feijóo. “Es imposible. Hemos fijado unas 5.000 veces nuestra posición. Feijóo ha cruzado una raya roja al haber metido a la ultraderecha en las instituciones”, zanjan fuentes de la dirección nacionalista. Es un no rotundo. Ni siquiera se sentarán a negociar con el PP.

El sonoro portazo se lo comunicó ayer Ortuzar a Feijóo tras reunir a su dirección política en Sabin Etxea, donde analizaron los decepcionantes resultados electorales de este 23-J. Es el segundo fiasco tras el 28-M para el PNV, que ha encendido las señales de alarma porque Bildu les come el terreno y desafía su hegemonía en las autonómicas de 2024. El domingo apenas les separaron 1.000 votos.

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Lo cierto es que el PNV fue víctima del juego de la sokatira entre Sánchez y Feijóo. PSOE y PP tiraron fuerte de la cuerda de sus votantes y los socialistas se aprovecharon de mucho voto nacionalista para imponerse con claridad. Primera fuerza vasca 15 años después en unas generales, en tiempos de Zapatero. El PNV, que venía de su mejor resultado en el Congreso en 2019, se dejó 100.000 votos. Bildu sigue en veloz escalada: empate técnico en el País Vasco y un escaño de más en Navarra que confirma su triunfo en el Congreso. Seis diputados contra cinco. Más foco y poder de influencia tras ser el gran protagonista de los pactos con Sánchez.

Hay un hecho incuestionable que explica el desprecio del PNV a Feijóo. El fantasma de Vox movilizó el domingo al electorado vasco, que reaccionó contra un giro a la derecha en el Gobierno central. La mera presencia del partido de Santiago Abascal en la ecuación espanta al partido nacionalista. Pero lo cierto es que, aunque Vox no fuera necesario para la investidura, los de Ortuzar también se habrían dado 'mus'. Fuentes de la dirección avisaban ya desde hace semanas que la firma de acuerdos en los ayuntamientos y las comunidades tras el 28-M inhabilitan a Feijóo, al que ven arrasado por Vox.

Incompatibles con la "derecha dura" de Ayuso

En su opinión, el líder gallego del PP ha hecho "un viaje a la derecha dura como herramienta electoral". Aunque admiten que "seguramente no tenía otra opción" y reparten culpas con el PSOE, por su negativa a facilitar gobiernos del PP donde ganaron, como en Castilla y León. A Feijóo le acusan, además, de haber sido "el mejor jefe de publicidad y propaganda de Bildu". Y ahí también emerge la figura de Isabel Díaz Ayuso, que cerró la candidatura del PP en Bilbao en las municipales, y que llegó a tildar al PNV de partido racista. Todo eso, insisten, les hace incompatibles.

Pactar con Feijóo sería un factor grande de inestabilidad. PNV y PSE gobiernan todas las grandes instituciones vascas. Con el PP no sumarían en ninguna.

El PNV comparte credo económico con el PP, y con seguridad su enfoque para los meses que vienen, con Europa recortando gasto, se parecerá más al de Feijóo que al de Sánchez en la Moncloa. Pero les separa un abismo en la cuestión ideológica con la derecha española, empezando por la concepción del Estado, más cercana al modelo federal que propugna el PSOE. Y volverán a sacar ante Sánchez su exigencia de revisión del modelo constitucional.

También en cuestiones sociales se ha abierto una brecha grande con respecto al PP. El PNV se reivindica como un "partido de base demócrata-cristiana que sabe evolucionar y se ha adaptado a los tiempos". Así se explica que fueran uno de los apoyos incondicionales a la ley del solo sí es sí, que defienden como “correcta en su conjunto, más allá del follón penal”. O de la ley Trans. De hecho, que Feijóo prometiera derogar esta última les alejó aún más.

Foto: Ortuzar (izquierda), junto a Otegi (centro), en un homenaje a los lendakaris que vivieron el exilio. (EFE/Miguel Toña)

En los últimos meses, desde Génova han insistido mucho en que Urkullu y Feijóo mantienen una buena relación, alimentando así la hipótesis de que un entendimiento con el PNV resultaría mucho más fácil. Y es verdad que les unen años de gestión compartida en dos regiones del corredor atlántico castigadas por el invierno demográfico y el abandono del Estado (Francia acaba de renunciar a la conectividad con el tren de alta velocidad). Pero esa relación "cordial", como subrayan desde Vitoria, dista mucho de la complicidad política. Desde que Feijóo lidera el PP, apenas han intercambiado alguna "llamada de cortesía" y un encuentro institucional en Ermua hace un año con motivo del XXV aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco. De ahí salió una reunión con Ortuzar, en octubre pasado, en la que ambos líderes "constataron diferencias ideológicas y programáticas notables", aunque "también respeto institucional entre dos partidos acostumbrados a tener responsabilidades de gobierno". Puro formalismo.

Y entonces, ¿por qué sí fue posible el apoyo del PNV a Rajoy? En Sabin Etxea recuerdan que aquella jugada fue posible “de rebote, a la segunda”, tras el bloqueo institucional del PSOE y la repetición electoral de 2016. Y aunque entonces también parecía imposible por su incompatibilidad con Ciudadanos, ambos acabaron siendo aliados preferentes del PP. El PNV aprovechó sus votos decisivos en Madrid para arrancarle a Montoro suculentos acuerdos, como la renovación del cupo vasco, o una subida in extremis de las pensiones. Firmaron Presupuestos y una semana después apoyaron la moción de censura de Sánchez. Pese a todo, la relación con Rajoy fue, según confiesan en la dirección del partido nacionalista, la más provechosa de todas cuantas han tenido con los presidentes del Gobierno de España. Mejor que con Zapatero, del que se valieron para ningunear al entonces lehendakari socialista, Patxi López. También Arzalluz se felicitó en su día de haber avanzado en sus intereses más con Aznar que con Felipe González.

Pero esos eran otros tiempos. Ahora el PNV tiene un gran competidor electoral, Bildu, que ha sido blanqueado por sus acuerdos políticos con Sánchez concediéndole un protagonismo inconcebible para Sabin Etxea. Con el entusiasmo de Pablo Iglesias. Y es eso lo que les resta margen para entenderse con el PP, un partido que sigue en horas bajas en el País Vasco —este domingo recuperó su segundo escaño, por Álava—, y al que los cuadros y bases del PNV atribuyen cierta herencia del franquismo. Es decir, ni sociológicamente se explicaría bien ni electoralmente le rentaría un pacto con el PP, con quien no sumaría en el Gobierno vasco ni en las diputaciones.

Porque en clave interna, apostar por un Gobierno de Feijóo en detrimento del PSOE supondría un “suicidio” para los nacionalistas, porque rompería todo su andamiaje institucional vasco. El PNV gobierna en coalición con el PSE todas las instituciones importantes: Gobierno vasco, las tres diputaciones forales y las tres capitales. Y pactar ahora con Feijóo sería un factor de inestabilidad enorme justo en un momento en que Bildu le pisa los talones. Es decir, la alternativa al PSE no puede ser el PP por pura aritmética, ya que no lograrían gobernar juntos ninguna institución importante. El PNV, hay que recordarlo, gobierna la Diputación de Guipúzcoa y el Ayuntamiento de Vitoria (con alcalde del PSE) tras el apoyo "gratis" del PP, en detrimento de Bildu.

En 2011 Amaiur superó al PNV, aunque entonces tuvo voto prestado como premio al final de ETA. El sorpaso hoy de Bildu es un cambio de paradigma

El PNV sufre, en definitiva, un declive electoral, mientras Bildu sigue en ascenso, impulsado por la notoriedad que le brinda Sánchez al pivotar sobre ellos importantes leyes como la de Vivienda. Es cierto que ya en 2011, la coalición anterior a Bildu con la que Batasuna regresó al Congreso, de nombre Amaiur, superó en escaños al PNV. Pero entonces tuvo un voto prestado de muchos vascos que les premiaron por el anhelado final de ETA. Ahora hay un cambio de paradigma, para muchos vascos, sobre todo los más jóvenes, Bildu ya no está contaminado por el pasado terrorista, no tiene a Podemos como competidor real en el País Vasco y se envuelve en la bandera social que le aporta miles de apoyos más allá del independentismo.

El único respiro para el PNV es que en estos momentos no hay alternancia posible de un pacto hacia la izquierda entre el PSE y Bildu. No lo habrá desde luego mientras Arnaldo Otegi siga siendo el líder de la coalición radical, recordando su pasado oscuro de connivencia total con ETA. Tendrá que pasar alguna generación más antes de que veamos un Gobierno de PSE-Bildu. Aunque la coalición radical fuera la primera fuerza en las autonómicas, no gobernarán. La entente del PNV y los socialistas es sólida. Se remonta a 1986 hasta que se firmó el pacto de Lizarra entre nacionalistas y ETA y lo dinamitó todo. Tras el paréntesis del Gobierno de Patxi López (2009-2012) con apoyo exterior del PP —ilegalizada Batasuna—, este acuerdo de estabilidad se retomó en 2016. Y goza de buena salud.

Por si fuera poco, al PNV también se le está cayendo el mito de la buena gestión: erosión de los servicios públicos, agravado por la pandemia, listas de espera en la sanidad, huelgas educativas; en definitiva, una creciente presión social que pone en duda la imagen de oasis vasco.

Ante semejantes señales de fuerte desgaste, la ejecutiva de Andoni Ortuzar se enfrenta ahora a un proceso de renovación interna en busca del “relevo generacional”. Tampoco Iñigo Urkullu tiene asegurada su continuidad tras 12 años en el puesto, el lehendakari “más longevo” detrás de José Antonio Ardanza (1985-1999), recalcan desde la ejecutiva, donde no ocultan la necesidad de renovación. El propio Ortuzar, arquitecto junto a Urkullu de la transición del partido desde el soberanismo exaltado del Plan Ibarretxe al posibilismo que les llevó a ser socios preferentes de Rajoy, ha transmitido internamente su intención de retirada.

El único respiro para el PNV es que no se vislumbran gobiernos del PSE y Bildu, no mientras Otegi siga al frente

Y no es que el PNV tenga muchos alicientes para renovar sus votos con Sánchez, de quien siempre han desconfiado. “No es de palabra, no es de fiar”, han venido repitiendo estos años desde la cúpula vasca. El PSOE no ha cumplido sus compromisos de investidura. Y ha dejado pelos en la gatera, que más le duelen al portavoz nacionalista, como la ley de secretos oficiales o la ley mordaza. Pero sigue confiando en poder rentabilizar, votación a votación, sus apoyos a Sánchez, que venderá muy caros en otra legislatura endiablada en el Congreso. "Decisiones estratégicas" sobre el modelo de Estado es lo que le reclamarán, apuntó ayer la dirigente nacionalista Itxaso Atutxa.

Foto: La líder del PNV de Vizcaya, Itxaso Atutxa, Itxaso Atutxa. (EFE/Luis Tejido)

Lo mismo intentarán los de Arnaldo Otegi, que ponen ya rumbo fijo hacia las elecciones autonómicas vascas, previstas para la primavera de 2024. Otegi quiere ser candidato a lehendakari tras vencer su inhabilitación por pertenencia a ETA. Quizá le iría mucho mejor a Bildu si imitara a Gerry Adams: el líder del partido irlandés Sinn Féin, en su día brazo político del IRA, se jubiló en 2018 para dar paso a Mary Lou McDonald y en mayo de 2022 cosecharon una victoria histórica en las elecciones de Irlanda del Norte. Pero su candidatura es, sobre todo, pegamento para el complejo mundo abertzale radical. La presencia de condenados por terrorismo en las listas del 28-M así lo atestigua. Y su incapacidad por romper con el pasado y condenar la violencia política, también.

El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, telefoneó anoche al líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, para borrarle la idea de que apoyarán su investidura, una hipótesis aritméticamente posible, pero del todo irreal. Los cinco escaños nacionalistas vascos, sumados a los 136 del PP, 33 de Vox, uno de UPN y otro de Coalición Canaria, bastarían para la ansiada mayoría absoluta: 176. Pero el PNV —igual que los regionalistas canarios— reiteró ayer su rechazo frontal a Feijóo. “Es imposible. Hemos fijado unas 5.000 veces nuestra posición. Feijóo ha cruzado una raya roja al haber metido a la ultraderecha en las instituciones”, zanjan fuentes de la dirección nacionalista. Es un no rotundo. Ni siquiera se sentarán a negociar con el PP.

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